El diario La Nación publicó el 23-10-14 un artículo de Arturo Prins sobre una investigación de profesores de la Universidad Nacional de Quilmes que identifica trabajos científicos argentinos con potencial aplicación industrial, apropiados en el extranjero por falta de protección.
En el número de Noviembre de CRITERIO los autores de dicha investigación explican de qué manera empresas multinacionales y universidades de otros países obtienen beneficios económicos a partir del conocimiento generado en nuestro país.
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Join discussionHay aspectos del tema que es necesario comprender para hacer un análisis más profundo del interesante problema que plantea este artículo.
El primero es la enorme diferencia entre los mecanismos y la lógica que se aplica para la adjudicación de patentes en distintos países. En Argentina en particular se requiere la originalidad absoluta del concepto, es decir que no puede haber “arte previa” para que se otorgue una patente. Este requisito es virtualmente obviado en otros países, en general los desarrollados, lo que permitió que no hace muchos años se patentara en Australia (si mal no recuerdo) un “dispositivo circular para facilitar la locomoción” que – como ya se imaginan – es la rueda. Quienes la patentaron buscaron precisamente demostrar este absurdo.
¿Qué sentido tiene esto? Muy simple, un Estado otorga la patente y el titular verá después como defenderla. Esto hace que las empresas globales hagan grandes esfuerzos a obtener patentes, aunque no sepan que utilidad puedan tener en el futuro y algunas son titulares de cientos de miles de patentes. A la hora de hacerlas valer serán los abogados y sus jueces amigos los que intervendrán y hay que tener bastante más que una patente para desafiar al equipo legal de Microsoft, que es titular del “doble click” por ejemplo.
El objetivo original de promover la investigación ha sido desvirtuado completamente de esta manera. Hoy el sistema mundial de patentes reserva a muy pocos poderosos la capacidad de bloquear los desarrollos de competidores menores. Muy en consonancia con esto, se negocia hoy día extender a 100 años la vigencia de patentes de drogas medicinales. Por ahora este tema solo se discute en el entorno de un posible tratado comercial entre EEUU y la Unión Europea.
Hoy en día la mayoría de los avances tecnológicos en el mundo entero se originan en investigaciones que han sido originalmente financiadas por los Estados y muchas de ellas – como Internet – por las fuerzas armadas. Presentar al Estado como letárgico en oposición a un sector privado dinámico es una falacia más del neoliberalismo. Para comprenderlo se puede leer “El Estado emprendedor” de la economista ítalo-americana Mariana Mazucatto, en http://www.demos.co.uk/files/Entrepreneurial_State_-_web.pdf
Que ahora el Estado argentino intervenga, participe y financie ciencia y tecnología es una buena noticia y es claro que es deseable que lo haga en mayor medida y mejore su aptitud de beneficiar a los argentinos con lo que se hace en el país, pero no es una tarea sencilla. Muchos de los desarrollos se realizan en forma conjunta con otros organismos privados y estatales tanto nacionales como del exterior, facilitando tanto mayor inversión como también la distribución de conocimientos y beneficios económicos.
Otro tema es la inserción de la ciencia en el país, que no es una historia lineal, ni está desligada de la de nuestra industria nacional y de la historia del país que se construyó desde el siglo XIX.
El problema, para no ir más lejos, incluye el “alpargatas si, libros no”, la noche de los bastones largos, el mandar los científicos a lavar los platos, extranjerizar industrias básicas y destruir cualquier asomo de industria nacional. Aldo Ferrer tiene ideas muy claras al respecto, conviene comprender su concepto de “densidad nacional” para comprender lo que ha pasado con la ciencia y el desarrollo tecnológico y su estado actual. Vale la pena comprar sus libros.
Así que vamos al ahora, el pasado sirve para aprender nada más. Veamos algo básico, la incapacidad de crear industria y tecnología de los argentinos actuales.
En el 2009, el entonces Cardenal Bergoglio preguntaba cómo hacer para que los dólares de los argentinos en el exterior vinieran a colaborar con el desarrollo nacional. En el 2010 escribió que fugar dólares “es pecado”. E insisto: de esto no se habla en los medios, Criterio nunca lo ha mencionado.
Hoy se habla de una cifra del orden de 400.000 millones de dólares fugados al exterior. ¿Podemos imaginar qué país tendríamos si la mitad de esta suma se hubiera invertido en Argentina? ¿Cuántas fábricas, puestos de trabajo, desarrollos científicos y tecnologías novedosas tendríamos ahora? ¿Cuántos universitarios más trabajarían para el bienestar de los argentinos?
Preguntémonos que hay detrás de esta realidad y qué podemos hacer los católicos para cambiar esta realidad absurda.
Estimados amigos,
La investigación y desarrollo es una actividad particular; por los tiempos, por el esfuerzo y por los resultados. La investigación puede ser básica, y en tal caso los problemas de apropiación son inexistentes.
O, la investigación puede ser aplicada. Si éste es el caso, el resultado final debe ser una patente de invención y la publicación del resultado en los foros académicos y de difusión apropiados. Tanto la patente como las publicaciones, deben tener como común denominador un consistente esfuerzo científico y un proceso de desarrollo y evolución que deben convencer a la academia de su carácter novedoso. Y para que esto ocurra, es condición previa necesaria que la institución argentina que realiza el esfuerzo de investigación sepa evaluar internamente la calidad de su trabajo.
Por lo tanto, es muy difícil creer que en la Argentina hay una «fuga ciega de conocimiento» o «transferencia ciega de tecnología». Si la hay, no es ciega.
Otro tema, muy importante y profundo, es el de tomar la decisión de patentar. Esto implica entrar en una instancia de emprendimiento empresario, con riesgos e inversiones que deben derivar en un producto final y un mercado. Complejo por cierto.
La Argentina tiene un Ministerio de Ciencia y Tecnología que, entre otros objetivos, favorece, colabora,ayuda, y asiste económicamente al emprendimiento de investigación científica Argentino.
Estimados amigos,
Ciertamente, el tema merece un poco mas de meditación.
Es importante identificar y diferenciar dos aspectos fundamentales del tema que nos ocupa: la investigación, y el mercado.
LA INVESTIGACIÓN:
El investigador trata de conocer y explicar el porqué de las cosas. Desde la ignorancia al conocimiento de la verdad se llega, eventualmente, mediante un método prolongado, paciente, crítico, y frecuentemente costoso. El fin de la investigación es el conocimiento de la verdad. Y la verdad puede ser un descubrimiento, o una innovación.
Observen Uds. que no hay ninguna connotación económica o mercantilista en la actividad científica. El conocimiento de la verdad es el factor determinante de la vocación, y está despojada de toda intención de posesión de bienes materiales. Esta vocación investigadora surge en los jóvenes por influencia principal de su educación y de sus educadores. Dicho esto, queda a consideración del lector imaginar la potencialidad investigadora de una Argentina bien educada.
La Argentina tiene investigadores de carrera, un organismo académico (CONICET) que promueve las actividades científicas y tecnológicas del país, y universidades en todo el país donde “acunar” a nuestros investigadores (que merece otro comentario).
El último deseo expresado por el Dr. Bernardo Houssay fue que Argentina contribuya al adelanto científico y cultural del mundo, con artistas, pensadores, y científicos argentinos. Y que su obra beneficie a nuestro país, a nuestros compatriotas y a toda la especie humana.
Imposible imaginar un pensamiento más universal.
EL MERCADO:
No es equivocado decir que el mercado es salvaje, y capitalista. Y en defensa de la investigación es que existen las leyes de propiedad intelectual.
Cada país tiene su propia ley de patentamiento, que vela por los derechos de la investigación en el mercado nacional. Es decisión de la investigación no proteger su descubrimiento o innovación, o protegerlo en el mercado nacional, o en varios mercados extranjeros donde prevé hacer negocios. Por ello, se debe definir una estrategia de patentamiento en función de un determinado proceso de introducción del descubrimiento o innovación.
El único objetivo del patentamiento es evitar competencias por un período determinado (12 años en USA) para favorecer el éxito del desarrollo del negocio.
Normalmente, es necesario encontrar fuentes de financiación del proyecto; y aquí me quedo. Porque este es otro gran tema donde la investigación encuentra un ingrato escollo.