sophieschollentraindelireLa experiencia de dos hermanos que lideraron un grupo de resistencia pacífica al nazismo puede servir de reflexión para las múltiples situaciones de absolutismos que hoy se dan en el mundo.

weisse-rose_02Cuando nos referimos a Alemania en la Segunda Guerra Mundial, lo primero que aparece es el nacionalsocialismo. En este sentido, una de las figuras más populares de Alemania vivió en aquel período y es recordada precisamente por haberlo enfrentado: Sophie Scholl.

Mientras el nacionalsocialismo tuvo el poder, hubo muchos y diversos grupos de resistencia. Existieron movimientos formados exclusivamente por comunistas, por estudiantes, por militares e incluso por católicos. En efecto, una de las primeras víctimas fue un joven dirigente católico, Adalbert Probst, asesinado en 1934, sólo un año después de que los nazis llegaran al poder.

Sin perjuicio de la diversidad de movimientos, la figura más recordada (y poco conocida fuera del país) es Sophie Scholl. Tal vez porque ella y su grupo, la “Rosa Blanca”, eligieron enfrentar al nacionalsocialismo sin violencia y sin una organización desarrollada. Su principal actividad consistía en repartir panfletos donde denunciaban las atrocidades del nacionalsocialismo y la mentira permanente de su discurso, proponiéndose “despertar” al pueblo alemán.

De esta forma, Sophie y los integrantes de la Rosa Blanca decidieron oponerse a un régimen que, hasta el extremo indecible, estuvo enfermo de violencia. Y, como era propio del régimen al que enfrentaban, Sophie y otros fueron cruelmente ejecutados. El 22 de febrero de 1943, luego de un proceso llevado ante el denominado “Tribunal del Pueblo”, que se trató de una farsa judicial, ejecutaron con guillotina a Sophie junto a su hermano Hans Scholl y a Christoph Probst. El cargo por el que se los juzgó y ejecutó fue el de alta traición y ayuda al enemigo. Otros integrantes de la Rosa Blanca también fueron ejecutados con posterioridad: Alexander Schmorell, Willi Graf y el profesor de la Universidad de Munich Kurt Huber.

Sophie había nacido el 9 de mayo de 1921 en Forchtenberg y era la cuarta de seis hermanos. Hans, que también formó parte de la Rosa Blanca, era el segundo hijo. La madre, Magdalena Müller, había sido religiosa evangelista durante años antes de casarse. Su padre, Robert Scholl, persona de fuertes convicciones, fue alcalde de Ingersheim y Forchtenberg. Se conocieron durante la Primera Guerra Mundial, cuando Magdalena trabajaba en un lazareto.

Sophie y sus hermanos se criaron en un ambiente cristiano. Si bien el padre desde un comienzo ejerció una suerte de oposición pasiva al nacionalsocialismo, sus hijos, como ocurría con la mayoría de los jóvenes en Alemania, militaban en las juventudes hitlerianas e incluso Sophie manifestó en un comienzo su entusiasmo por el nacionalsocialismo.

Hans Scholl, antes de su muerte, fue enviado a Rusia a combatir en el frente oriental y conoció los horrores de la guerra. Precisamente fue él quien en 1942 comenzó a distribuir los panfletos de la Rosa Blanca elaborados junto a su amigo, Alexander Schmorell.

En total distribuyeron seis panfletos, los cuatro primeros fueron redactados y distribuidos principalmente por Hans Scholl y en los dos últimos intervino Sophie. En la redacción del último panfleto participó también el profesor Huber. Eran distribuidos por correo a direcciones tomadas de las guías o depositados en lugares públicos para que las personas pudieran leerlos.

Hans y Sophie fueron descubiertos el 18 de febrero de 1943 cuando estaban distribuyendo el sexto panfleto de la “Rosa Blanca” denominado “¡Compañeros de Estudio!” en la Universidad de Munich. Cuando se encontraban en el segundo piso de un patio interno, Sophie tiró desde allí los panfletos a la planta baja. Fue vista por un empleado de la Universidad, quien los detuvo y dio aviso a la policía secreta del Estado (Gestapo).

El proceso judicial duró sólo cuatro días. En un primer momento ambos negaron todas las acusaciones; no obstante, luego de una inspección que se realizara en su domicilio y ante la elocuencia de la evidencia, decidieron reconocer lo que habían hecho, intentando siempre proteger a las otras personas comprometidas. Durante el tiempo de los interrogatorios, la Gestapo le puso a Sophie como compañera de celda a una mujer espía, Elsa Gebel, con la intención de obtener mayor información sobre la Rosa Blanca. El resultado fue exactamente el contrario, ya que en lugar de recabar información, Gebel terminó adhiriendo al movimiento.

Luego de la reunificación, con el acceso al archivo de lo que era la República Democrática de Alemania (la parte oriental), se pudo acceder a estos interrogatorios, que actualmente son de acceso público en el Archivo Federal alemán. Si bien estos documentos deben ser leídos con una actitud crítica ya que fueron archivados en un comienzo por el propio régimen nacionalsocialista, son reveladores de la convicción de los Scholl.

Hace unos años se estrenó una muy bella película titulada Los últimos días, que narra precisamente los momentos previos a las ejecuciones. Es conmovedora en las partes en que pueden verse las respuestas de Sophie Scholl al interrogatorio, particularmente las razones que da para justificar su actuar: la remisión a la conciencia, a hacer lo que era su deber con independencia de lo que el Estado dispusiera al respecto.

Más allá de la mano del guionista, está claro que lo que allí se enumeran son las razones por las que Sophie, su hermano y los integrantes de la Rosa Blanca actuaban, ya que se ve claro no sólo lo que obra en los interrogatorios de los dos hermanos, sino precisamente lo que decían los panfletos.

Si tuviéramos que elegir alguna de estas cuestiones fundamentales, tal vez valdría la pena detenerse en la referencia a la conciencia, la cosmovisión cristiana del mundo y la verdad. La remisión a la conciencia como fundamento de su conducta es especialmente conmovedora si tenemos en cuenta que implicaba en ese momento perder la vida. No sólo ello, sino que hablar de la conciencia como razón de la conducta era prácticamente hablar un idioma distinto al dominante.

Así, por ejemplo, Hans Scholl dice en su interrogatorio: “Estaba convencido de que tenía que obrar según mi convicción, y que esta convicción era superior al juramento que hice como soldado. Sabía de las consecuencias, y también sabía que lo que hice me llevaría a perder la vida”[1].

Sophie, por su parte, al final de su declaración, dice: “Sigo siendo de la opinión que lo mejor que podía hacer por mi pueblo es lo que hice. No me arrepiento de mi modo de obrar y voy a aceptar las consecuencias”.

A su vez, en los panfletos puede leerse: “¿Por qué el pueblo alemán se comporta de manera tan apática frente a estos atroces crímenes contra la dignidad humana? Casi nadie piensa al respecto” (panfleto II). O también: “¡No nos callamos, somos su mala conciencia, la Rosa Blanca no los va a dejar tranquilos!” (panfleto IV).

También queda claro que lo que motivaba su conducta era una cosmovisión del mundo incompatible con el régimen nacionalsocialista: la convicción cristiana. “Así, cada uno debe ser consciente de su responsabilidad como miembro de la cultura cristiana y occidental, y luchar en esta última hora, tanto como le sea posible, para trabajar contra los flagelos de la humanidad, contra el fascismo y cada sistema similar de Estado absoluto. Hay que hacer una resistencia pasiva (¡resistencia!) donde se encuentren, para prevenir la propagación de esta máquina de guerra atea antes de que sea demasiado tarde … » (panfleto I). “Si bien el hombre es libre, se encuentra sin defensa en contra del mal sin el verdadero Dios, es como un barco sin timón que a la tormenta se abandonó, es como un bebé sin su madre, como una nube que se disuelve“ (panfleto IV).

También la insistencia en la verdad se ve patente durante los interrogatorios y en los panfletos. Hablar de la verdad cuando era unívoca e impuesta por un Estado totalitario y asesino daba cuenta del coraje de la Rosa Blanca.“No crean en la propaganda nacionalsocialista que les ha infundido el miedo al bolchevismo; no crean que la salvación de Alemania está ligada a la victoria del nacionalsocialismo. Un régimen criminal no puede alcanzar la victoria” (panfleto IV). “Cada palabra que sale de la boca de Hitler es mentira. Si dice paz quiere decir guerra y cuando en forma sacrílega invocó el nombre del Todopoderoso quiso referirse al poder del Mal” (panfleto IV).

La decisión de enfrentar la violencia institucionalizada sin violencia no demuestra debilidad, como a veces se pretende caricaturizar, sino que señala un coraje mayor al de aquel que enfrenta la violencia con las armas, ya que lo que expone en el enfrentamiento es la propia persona, la propia vida. Tanto Hans como Sophie Scholl en las respuestas (transcriptas) que dan en sus interrogatorios lo dejan claro: expresamente mencionan que conocían las consecuencias que de su actuar se podía seguir, y aclaran estar dispuestos a aceptarlas.

Entre las muchas riquezas que su testimonio nos deja, tal vez para la historia reciente de nuestro país sirva recordar que la violencia es siempre un crimen, provenga de donde provenga, y que la resistencia a un régimen opresivo no necesariamente justifica una nueva violencia.


[1] Las traducciones son libres del autor con la ayuda de Christine Gouverneur, a quien se le agradece mucho su colaboración.

3 Readers Commented

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  1. lucas varela on 29 octubre, 2014

    Estimado Jorge Ocantos, muchas gracias.
    Los hermanos Scholl y sus amigos son un caso extremo de vida y muerte. Dejan sus actos una experiencia moral y una historia con apelativo personal.
    Ayer, igual que hoy, son muchos los que desean que prospere una buena causa, aunque pocos ayudan, y aún menos arriesgan algo en su apoyo.
    Muchos son los que se preocupan de su mera existencia; una existencia tranquila. Se dejan entontecer, y repiten tonterías, que aseguran su existencia tranquila. Y se hacen tontos por miedo a la verdad. Verdad que conspira con su existencia tranquila.
    Muy pocos son los que ayudan a la buena causa, y se dice de éstos que han perdido la razón. La razón sí, pero no la verdad. Dicen verdades que la mayoría calla; y por eso, se les aplica el “principio de autoridad” que es “un orden”. Y quedan excluidos del “fin de la autoridad”, que es la justicia.
    Muchos son los que valoran la autoridad como un valor social: “el orden”. Y por eso no es infrecuente oír que para mandar no hace falta gran talento.
    Es de hombres tener verdades, y no razón precisamente. Y las verdades arrancan de un estado íntimo de conciencia; como muy bien lo expresó Sophie Scholl.

  2. lucas varela on 2 noviembre, 2014

    Sophie Scholl estaba en lo cierto,….por eso la mataron.
    Voluntad de “crear conciencia pública”; esto es lo importante. La conciencia pública es mucho más que la suma de las conciencias individuales. Seguramente, todos los miembros de su comunidad sabían; igual que Sophie. Pero ese conocimiento no era público, no lo consabían.
    Porque consaber, es mucho mas que lo sabido por todos. Cuando el “secreto a voces” se hace público, se “fragua” en una conciencia pública que es moral, y nace una personalidad colectiva. La comunidad deja de ser turba mansa.
    No es fácil, porque la conciencia nace de la oposición. Cuando los hombres están en contradicción, aún consigo mismo, adquieren conciencia. Las contradicciones son el sustento de la civilidad; de la contradicción nacen los derechos civiles. La homogeneidad de pensamiento entontece; la igualdad de pensamiento apaga al ciudadano, lo mata.
    No es fácil hacer conciencia pública. El error de Sophie, producto de su joven utopía, fue creer efectiva la mera distribución de panfletos. No obstante, Sophie tenía verdades por las que valía la pena vivir, y morir. Y por eso, está en la historia.

  3. lucas varela on 4 noviembre, 2014

    No, nada es fácil en la injusticia.
    No es posible soslayar el penoso tema de la violencia, que es la causa de tantos males padecidos en esos años de guerra y totalitarismo.
    En la Alemania de esos tiempos la sociedad alemana existía exenta de justicia y solidaridad; el propio gobierno (violento) sembraba desequilibrios sociales y antagonismos entre las partes. Algunas partes de la sociedad se hipertrofian a expensas del sufrimiento y la casi extinción de otras; interactúan las partes desatinadamente y con resultados funestos.
    La pregunta, cruda y sincera, que debemos hacernos es: ¿ Usamos métodos violentos para resolver este terrible desequilibrio social?
    Sophie Scholl eligió el método de la no violencia, ….la mataron, y el pueblo alemán sufrió violencia por causa y por efecto. Y esto también es historia.
    La otra elección es elegir la violencia como efecto de causa. Y en este caso, a la violencia se suma más violencia, lo que ciertamente agrava el mal.
    Aunque, si este agravamiento del mal es transitorio y deriva en una restitución del equilibrio social? La violencia por efecto sería un bien, si de ella surge un nuevo estado de equilibrio, fundado en mayor justicia social. Porque el fin de imponer autoridad (violentamente) debe ser siempre la imposición o restitución de la justicia perdida.
    Espero que esta conclusión sirva para meditar un tema profundo y eterno; esa es mi única intención.

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