Un resumen de lo más importante del Festival de Cine de Karlovy Vary, y los posibles estrenos en la Argentina.
A fines de junio y principios de julio, en una pequeña y pintoresca ciudad balnearia de la República Checa, tiene lugar un encuentro cinematográfico de excepción. Porque el Festival de Cine de Karlovy Vary, que cumplirá el próximo año medio siglo, es una cita obligada y un punto de referencia de los grandes festivales del mundo. Se encuentra en el selecto grupo que componen Cannes, Berlín, Venecia y San Sebastián, por las características de su sección competitiva (que se denominaba antiguamente clase A) y, para qué negarlo, también por su fasto. Karloy Vary conserva el estilo de los años cincuenta en cuanto a fiestas y glamour, pero ganó una asombrosa modernidad en criterios de programación. Un mix interesante que sus directivos (Jiří Bartoška, Eva Zaorolova y Karel Och), no sólo se encargan de mantener sino que saben potenciar. Esos atributos, sumado a lo legendario del nombre, lo han hecho natural punto de encuentro de todo el cine de la antigua Europa del Este. Por su ubicación en el calendario, Karlovy Vary también se permite el lujo de exhibir a las películas ganadoras de Berlín y Cannes, lo que aumenta su posicionamiento como la gran vidriera cinematográfica de la región.
Esa combinación de cinefilia y glamour depara una pléyade de visitas, desde los mediáticos Mel Gibson (que recibió el premio a la trayectoria), Fanny Ardant o Asia Argento y Franco Nero, a nombres del universo del cine de autor como el ruso Andrey Zvyagintsev, el checo Jan Svankmajer, el polaco Pawel Pawlikowski y el coreano Bong Joon-Ho; así como la visita de la actriz Laura Dern y del realizador William Friedkin, aquel veterano que consiguió inigualables sucesos con El exorcista y Contacto en Francia. Se lo vio bronceado y siempre de buen humor al legendario Jiří Menzel, que obtuviera el Oscar por Trenes rigurosamente vigilados (que se presentó restaurada digitalmente), y a otro famoso local Zdeněk Svěrák, el actor de la inolvidable Kolya, que también tuvo el reconocimiento a la trayectoria. Un hecho excepcional fue la presencia de Lech Wałęsa para presentar el final cut (esto es la edición del director) de Walesa, el biopic con el cual el veterano Andrzej Wajda cerró la trilogía iniciada con las legendarias El hombre de hierro y El hombre de mármol. En Buenos Aires, en función especial conmemorativa de los 25 años de democracia, la Embajada de Polonia proyectó la versión original de las dos son formidables cintas.
Los premios se repartieron entre Corn Island, del georgiano George Ovashvili, como mejor película; la húngara Szabadesés de György Pálfi con el premio especial del jurado y el de mejor director; en tanto Elle Fanning resultó elegida como mejor actriz por su trabajo en Low Down, del realizador Jeff Preiss. Capítulo aparte merece el premio al mejor actor para el argentino Nahuel Pérez Biscayart por su protagónico en la producción belga-canadiense Je suis a toi de David Lambert. Corn Island también recibió el premio del jurado ecuménico.
Qué se verá:
La restricción del mercado cinematográfico argentino, donde es cada vez más difícil y menos rentable estrenar un producto del cine de autor que distinguió a Buenos Aires en otros tiempos, hace casi imposible la recomendación certera de algunos films con la desazón de que varias encomiables (la rusa Leviathán de Andrey Zvyagintsev, Priklyuchenie de Kazajastán, la italiana Le Meraviglie de Alice Rohrwacher o la checa Fair Play), difícilmente lleguen a nuestro medio. Con todo, una lista probable puede incluir a:
Relatos salvajes: El film de Damián Szifrón luego de su selección oficial competitiva en el último Festival de Cannes resultó elegido como clausura de la 49º edición de Karlovy Vary. El tópico común que une a las historias que presenta es la violencia desmedida, descarnada e injustificada junto a un humor negrísimo. Vista con ojos extranjeros resulta una hilarante irrealidad. Conociendo la cotidianeidad argentina se convierte en una pintura, por momentos inquietante, de la siempre efervescente sociedad argentina presa de sus sinsabores y arrebatos. Como todo film coral, con capítulos más brillantes que otros; pero se trata de una película de impacto y originalidad.
Björk: Biophilia Live: De Peter Strickland, Nick Fenton, es el registro de un concierto en vivo de la gran y excéntrica cantante del pop contemporáneo. El film trasciende el marco formal del registro de un recital e incluso de los parámetros propios del documental para entregar la gran conexión emocional de la artista con su público logrando una amalgama exquisita entre el registro visual y la creación sonora que proviene del escenario. Strickland es conocido en la Argentina por otro aporte original como fue Berberian Sound Studio, premiada en el Bafici.
Ida (en este momento en los cines de nuestro país): Una novicia polaca que abandona unos días el convento para conocer a su tía, su única familia, una convencida ex jueza del burocrático y oscurantista gobierno comunista. Los contrastes entre una y otra no omiten un pasado común con una familia que murió en el Holocausto y con raíces judías que se ocultaron para salvaguardar a la pequeña Ida, que construye una identidad definida por la fe. Su contacto con el mundo exterior, y en particular con el materialismo marxista que representa su tía Wanda, harán cambiar su punto de vista e identidad, pero no así su convencimiento en la fe. Memorable film del polaco Pawel Pawlikowski.
JauJa: Premio de la crítica internacional en la última edición de Cannes, y quizás el film más comercial en la críptica carrera del director de La Libertad, Los muertos, Fantasma y Liverpool, el cine de Lisandro Alonso propone una adhesión o un rechazo pleno del espectador. Aquí el protagónico es de Viggo Mortensen como un geólogo danés, buscador de fortuna, que en el desierto patagónico del siglo XIX pierde a su hija adolescente e intenta recuperarla. Tiempos muertos, contemplación y minimalismo en una propuesta que genera una magnética inmersión en ese mundo adverso y árido pero fascinante.
El árbitro: Es lo que se espera de una comedia italiana trivial. Hay un poco más de lo que se supone. Caída y redención del Atlético Pabarile gracias a un joven que vuelve al terruño. Y entre medio un ambicioso árbitro que no escapa a la corrupción y cuyo destino es la tercera división de fútbol de Cerdeña, algo así como un descenso a los infiernos. El fútbol casi como una religión en una comedia de humor negro que muestra una lacerante metáfora sobre la moral. Dirigió Paolo Zucca y se luce Stefano Accorsi, actor de El último beso y La habitación del hijo.