Historia y contexto de la vista de Francisco a Corea del Sur, donde participará en un encuentro con jóvenes católicos de 15 países.
El Papa visitará Corea del Sur del 14 al 18 de agosto. El catolicismo coreano vive una gran expansión y es, con Filipinas y Vietnam, uno de los países con mayor número de católicos en el continente asiático.
Corea se diferencia de los demás países porque el cristianismo comenzó de un modo singular, único: no fue evangelizada por misioneros extranjeros sino por laicos coreanos. No hay nada similar en la historia de la Iglesia católica.
La historia se remonta a poco más de 200 años atrás, cuando un grupo de jóvenes estudiosos –entre ellos filósofos y diplomáticos– conoció el catolicismo. Mientras profundizaban en el conocimiento de la literatura occidental, buscaban una nueva idea capaz de guiar el cambio de la sociedad coreana de aquel entonces.
Lo que en principio fue una curiosidad terminó convirtiéndose en una creencia religiosa alejada de las que formaban parte las convicciones orientales. Fue así como se toparon con la doctrina católica a través de los libros y después de haber evaluado la importancia del bautismo, decidieron que uno de ellos viajara a Pekín para recibir el sacramento. En 1784 Lee Seung Hun fue bautizado en la capital china con el nombre de Pedro. Luego volvió a Corea y bautizó a sus compañeros. Este fue el comienzo de la Iglesia coreana.
Desde 1779 hasta 1836, cuando llegaron los primeros misioneros franceses, los cristianos fueron expandiéndose pero a costa de una feroz persecución por parte del gobierno, porque en aquel entonces la religión de Estado era el confucianismo. La persecución duró unos cien años y hubo más de 10 mil mártires, entre los que se encuentran 103 canonizados por el papa Juan Pablo II en el viaje que realizó en mayo de 1984.
En 1910 Japón invadió Corea y el país estuvo sometido durante 35 años. En este tiempo, la Iglesia coreana vivió bajo el duro control y la vigilancia del gobierno nipón.
Corea obtuvo la independencia en 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, pero los Estados Unidos y la Unión Soviética decidieron dividir el territorio en dos partes: Sur y Norte. En ese entonces había en el Sur unos 100 mil católicos repartidos en unas cien parroquias, mientras que en el Norte eran 55 mil, en unas 50 parroquias. Luego, el régimen comunista en Corea del Norte inició una persecución a la Iglesia y de los 166 sacerdotes y religiosos que había en aquellos años, hoy no se sabe nada; ni siquiera si siguen vivos. Además no queda ninguna parroquia. Y tampoco se sabe cuántos católicos hay. La Iglesia de ese país es considerada hoy como una “Iglesia del silencio”.
El tigre asiático de la Iglesia
La Iglesia de Corea del Sur sigue progresando y está en primera fila en la evangelización de Asia. Pero además de crecer numéricamente, se ocupa de la formación de seminaristas que llegan desde China, Vietnam y Bangladesh. Y muchos misioneros coreanos fueron enviados a los países del Sureste asiático, África, Mongolia, China, Manchuria y también a la Argentina para asistir espiritualmente a la comunidad coreana local.
El padre Piero Gheddo, uno de los misioneros italianos más conocidos, titular de una importante organización católica, el Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, es además un periodista destacado que escribe sobre temas de Iglesia en los más importantes medios italianos, autor de numerosos libros y viajero incansable. Sobre Corea del Sur, escribió: “Quizás no hay país en el mundo que en el último medio siglo haya registrado un crecimiento tan sostenido y que haya logrado tantas conversiones. Desde 1960 al 2010 los habitantes pasaron de 23 a 48 millones; los cristianos, del 2 al 30 por ciento, de los cuales casi del 10 al 11 por ciento (5 millones y medio), son católicos; los sacerdotes coreanos eran 250, hoy son 5 mil”. Según refiere Gheddo, cada parroquia tiene anualmente de 200 a 400 bautismos de convertidos del budismo. Y cada año hay unos 150 nuevos sacerdotes.
En Corea existe plena libertad religiosa y tanto católicos como protestantes participaron en el movimiento popular contra la dictadura militar entre 1961 y 1987, mientras el confucionismo y el budismo promovieron la obediencia a las autoridades.
Un hecho que produjo cambios notorios en el país, ocurrido después de la guerra de Corea entre el Norte y el Sur (1950-1953), gracias a la ayuda estadounidense, fue que Corea del Sur conoció un rapidísimo desarrollo económico, social y civil, convirtiéndose en un país evolucionado y rico, el ingreso per capita pasó de 1.300 a 19.500 dólares. En apenas 50 ó 60 años, el país experimentó un cambio absoluto, pasando de una cultura rural tradicional a una urbana y moderna, con mucha tecnología y un ritmo frenético. Muchos coreanos urbanos, cultos, sienten que las viejas vías del budismo, el confucionismo y el chamanismo local no encajan en su vida, no son ni siquiera religiones, sino sistemas de sabiduría humana y de vida. Mientras que el cristianismo ofrece una comunidad real, exige compromiso y participación y es la religión de un Dios persona hecho hombre para la salvación.
Una característica de la Iglesia coreana es el rol del laicado que cubre una tarea muy destacada en la evangelización. Pero es que, además, los conversos no son tibios: la Iglesia es muy exigente y la gente responde con compromisos fuertes. “Abrazar el cristianismo en Corea significa entrar en un grupo que te compromete a fondo, te da normas de comportamiento y de compromiso, te exige pagar las cuotas de participación y te da las oraciones para rezar todos los días. Cuando se entra en la Iglesia se acepta todo esto. Éste es el espíritu coreano: o aceptas y te comprometes o no aceptas y te vas”, le explicó el párroco Paul Kim Bo Rok al padre Gheddo. Y continuó: “En la parroquia somos dos sacerdotes y cuatros monjas, pero el verdadero trabajo misional y de enseñanza religiosa lo llevan adelante los laicos, tanto en los ocho cursos de catequesis, como en los movimientos eclesiales muy activos. Cada año celebramos en la parroquia dos o tres ritos de bautismos colectivos de adultos: los bautizados son 200, 300 o también más, después de casi un año de catecumenado”.
El viaje del Papa
La presencia del papa Francisco en Corea del Sur apunta a eliminar las tensiones entre los países de la región y sanar las heridas de la historia. Las fracturas de Seúl con Pyongyang y con Tokio, de hecho, todavía no se han resuelto.
La Iglesia coreana informó que algunos católicos de Corea del Norte fueron invitados a la misa que Francisco celebrará en Seúl. Además se confirmó que estará presente un grupo de las llamadas “mujeres de consuelo”, las surcoreanas obligadas a la esclavitud sexual por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. La herida sigue abierta e influye enormemente en las relaciones diplomáticas entre Corea y Japón. Según algunos estudios oficiales, las “mujeres de consuelo” fueron más de doscientas mil –hoy en día sólo quedan 54–, pero hasta 1973 Tokio siguió negando el hecho. En 1993, el entonces jefe de gabinete del gobierno japonés, Yohei Kono, reconoció la existencia de abusos y admitió errores, aunque no formuló disculpas oficiales ni garantizó indemnizaciones.
Durante las últimas décadas, las relaciones económicas entre Japón y Corea del Sur continuaron creciendo, pero la herida de la colonización japonesa no cicatrizó. Tras las declaración de Kono, los obispos japoneses y coreanos pusieron en marcha hace veinte años encuentros bilaterales regulares para “curar las heridas del pasado”.
La reconciliación, explicaron los obispos, debe pasar a través de las nuevas generaciones. Por eso promueven encuentros para que los jóvenes de ambos países se conozcan y puedan intercambiar experiencias. Y son estos jóvenes quienes estarán con el papa Francisco durante su visita.
El obispo coreano residente en la Argentina
El Papa nombró en febrero a Han Lim Moon, de 58 años, como nuevo obispo auxiliar de San Martín, en la provincia de Buenos Aires. Nacido en Corea, llegó a la Argentina a los 21 años, siendo seminarista, y fue ordenado en Buenos Aires. Al ser designado se desempeñaba como párroco de San Cosme y San Damián, en el barrio porteño de Mataderos. Con motivo de su viaje a Corea del Sur, el papa Francisco lo convocó para que lo acompañe en su visita al país oriental.
El obispo informó que los primeros coreanos llegaron a nuestro país en 1965 debido a la difícil situación económica de Corea de aquellos años, muy distinta a la que se vive en la actualidad. “Pero el mayor número de coreanos llegamos a la Argentina en la década del 80 –nos dice–. Más del 90 por ciento vive en la Capital y en los alrededores. Calculo que en esa ocasión vinimos unos 50 mil coreanos. Pero el mayor número de emigrantes eligió los Estados Unidos donde se calcula que hay un millón y medio de connacionales”.
“Estimo que los coreanos católicos que llegaron a la Argentina -agregó- son el ocho por ciento y el número de evangélicos es mayor, alrededor del 30 por ciento. Dos sacerdotes coreanos enviados por la conferencia episcopal coreana asisten espiritualmente a la población católica”.
El obispo destaca que la próxima visita del Papa a su país ha despertado gran interés y que varios canales de televisión coreanos llegaron a la Argentina para interiorizarse la vida del ex arzobispo de Buenos Aires.
1 Readers Commented
Join discussionQueridos amigos de Criterio:
A juzgar por el entusiasmo evangelizador que desplegó en su antigua Parroquia y lo hace ahora en nuestra Diócesis, el Padre Han Lin Moon , me imagino la lozanía y la fuerza del Catolicismo Coreano. Me ha llenado de alegría el corazón leer esta noticia. Con un fuerte abrazo para todo el equipo redactor de Criterio al cual leo desde hace 60 años.
José María Casas