Terminó un nuevo Mundial de fútbol con una destacada actuación del seleccionado nacional. Con sorpresas deportivas y aristas de análisis múltiples, se convirtió en uno de los mundiales más apasionantes de la historia, tanto para disfrutarlo como para reflexionar sobre su impacto en la sociedad.
Todo aquel que haya visitado Brasil las semanas previas al comienzo del torneo podía experimentar con gran incredulidad el clima “no mundialista” que se vivía. Calles con manifestaciones sociales, infrecuentes en los últimos años; noticieros que reproducían permanentemente informes de los atrasos en las obras, falta de inversión en educación y salud, reclamos salariales de docentes y policías, y el clásico de todo evento de este tipo: sobreprecios por obras inconclusas o mal terminadas. Cinco estadios nuevos se construyeron en ciudades con equipos de fútbol que compiten en ligas menores y que no llevan al estadio más que 5 mil espectadores en el mejor de los casos. Si cada uno de estos estadios de futuro incierto tenía originalmente un exorbitante costo estimado de entre 300 y 400 millones de dólares, finalmente se gastó aproximadamente el doble; esto explica el malestar social. El total de la inversión en obras fue de 13.000 millones de dólares, y terminado el Mundial, deberán comenzar nuevas obras para las Olimpíadas de 2016 en Río de Janeiro.
La improvisación y falta de planificación hizo que se desplomara, ya comenzado el torneo, un puente aún sin inaugurar –por lo tanto sin tránsito– en la ciudad de Belo Horizonte. Dos muertos y una veintena de heridos es un resultado no tan malo para tamaña impericia. Pero todos estos inconvenientes y malestares se vieron acallados el jueves 12 de junio, cuando comenzó a “rodar la pelota”. No importaba qué ocurriera fuera del estadio donde debutaría el seleccionado local, ni las obras inconclusas, ni las marchas antimundialistas, ni la silbatina a la Presidenta Dilma, ni siquiera la siempre pobre –en este caso más que pobre– ceremonia inaugural, de la cual sólo se puede agradecer su brevedad. Los nueve millones de dólares y 26 minutos de una incomprensible sucesión de cuadros de baile en un estadio semivacío representan una mala inversión difícil de igualar. La canción oficial del Mundial ya fue olvidada y el director de cámaras de la ceremonia debió renunciar a su cargo ni bien terminó el espectáculo: omitió mostrar el puntapié inicial dado por un joven brasileño parapléjico ayudado por un exoesqueleto controlado por la mente, obra maestra del brasileño Miguel Nicolelis junto con un equipo de 150 científicos e ingenieros de todo el mundo durante más de diez años en la Universidad Duke, en Carolina del Norte, con un costo de 14 millones de dólares.
Desde el primer partido, el Mundial dejó varias cuestiones planteadas. En lo futbolístico, que el país anfitrión iba a requerir algo más que la neutralidad de la oración Papal para tener éxito y que el torneo sería muy entretenido. Más allá de lo futbolístico, que la tecnología llegó para quedarse ocupando un lugar central y que la globalización tiene impactos innumerables en la vida moderna. Sin necesidad de tener un pulpo profético como toque de color, el deporte y el show business se aliaron como nunca antes y arrasaron durante un mes con la atención del mundo entero.
La llamada “fase de grupos” dejó gran parte de los mejores partidos y de las mayores emociones. Un fútbol dinámico y jugado hasta el último minuto de cada encuentro produjo récord de goles: casi tres en promedio por partido. Desde el segundo día de torneo, que reprodujo con resultado drásticamente distinto la final de Mundial de Sudáfrica, quedó en claro que en esta ocasión todos los seleccionados contaban con delanteros “picantes” (alguno también “mordisqueador”, el Mercosur siempre dando la nota), lo que obligaría al lucimiento de los arqueros o a verdaderas goleadas. Así se vieron grandes lucimientos de los arqueros, principalmente de tres de los cuatro semifinalistas –aquel que no haya tenido absolutamente ninguna noticia sobre el Mundial luego entenderá cuál es el no contemplado en este destacado grupo–, sino también de México y de Costa Rica, por poner sólo dos ejemplos, ambos con grandes perspectivas de crecimiento deportivo y económico. El arquero norteamericano, que con sus 16 salvadas ante Bélgica rompió el récord de los últimos 50 años, fue merecedor del título de Ministro de Defensa por parte de la prensa de su país y de una llamada del mismísimo Presidente Obama. El arquero de Nigeria se destacó por sus atajadas, y especialmente por lo sonriente y amable que se mostró en todos los partidos: en el entretiempo contra nuestro seleccionado se tomó el tiempo para bromear con el árbitro italiano (casi argentino, ya que nos dirigió tres partidos completos) pidiéndole que no le diera más tiros libres a Messi cerca del área.
Una reflexión que dejó esta primera fase es el impacto que la globalización puede tener en los deportes profesionales. Si se hace una encuesta entre gente que sigue el fútbol a nivel mundial es probable que más del 90% coincida en que el podio de las mejores ligas del mundo lo ocupan las de España, Inglaterra e Italia, no necesariamente en este orden. Es muy difícil que una de esas tres selecciones entonces no pase la fase de grupos, prácticamente imposible que no pase ninguna, impensable directamente que dos de ellas queden fuera desplazadas por Costa Rica. Pero exactamente eso fue lo que ocurrió. Las tres ligas son sin lugar a dudas de las más entretenidas de seguir y pagan fortunas por mantener a sus figuras, pero sus equipos se nutren de jugadores ya formados –la urgencia de vender los derechos de televisación tiene implicancias que se pagan en el largo plazo– y así es como en esos países los principales delanteros y goleadores son extranjeros, africanos o latinoamericanos. Distintos son los torneos locales de Alemania y Holanda, por ejemplo, con menos atractivo para la televisación internacional pero formadores de jugadores. Situación similar a la que viven algunas multinacionales que generan un crecimiento de las economías de países que producen con menores costos mientras se reservan el rol del diseño y la construcción de marca. En un sinnúmero de ocasiones lo que consiguen es crear competidores que finalmente le disputarán participaciones en el mercado global.
Volviendo al ámbito deportivo, los países africanos son un claro ejemplo de este efecto de mejora de sus capacidades gracias a un apalancamiento de las ligas de los países europeos.
La primera fase de grupos nos brindó otras curiosidades dignas de destacar. Se lo vio a Cristiano Ronaldo jugar el primer tiempo de su partido contra USA con mangas largas, dato que no sería tan llamativo si no se considera el entorno: el partido se jugó en la ciudad de Manaos, en plena selva amazónica, con 40 grados de temperatura. Durante los primeros minutos del encuentro llamativamente se lo vio haciendo jueguitos totalmente innecesarios con la pelota en mitad de cancha. La explicación llegó desde un mundo lejano al del fútbol: se está filmando una película donde él es el protagonista y que transcurre en invierno. Seguramente imaginaba que no podría jugar más que tres partidos en este torneo, un deportista de élite pareciera tener que estar preparado para todo tipo de sacrificio en pos de su imagen y de los ingresos del marketing. No menos curioso resultó el técnico del seleccionado de USA, de origen germano, que en un exceso de nacionalismo cantó los dos himnos en el partido que enfrentaba a ambos seleccionados. La selección italiana nos deparó también sorpresas: por un lado la renuncia del técnico y del presidente de su Federación de Fútbol tras la deshonrosa campaña, actitud casi nipona de compromiso con su cargo si lo comparamos con la cantidad de actuaciones no exitosas en los pasados 35 años de nuestro combinado en mundiales pasados, todos bajo la atenta supervisión del ya Presidente vitalicio de la AFA. Los italianos, su defensor central específicamente, nos dejó también la imagen desconcertante del mordiscón de Suárez, acción de consecuencias leves pero de características insólitas. Un espectador de fútbol no está preparado para este tipo de situaciones, tampoco el árbitro y menos la FIFA, que al no tener jurisprudencia sobreactuó con una penalidad que puede vulnerar derechos de cualquier trabajador en el mundo.
Quedó finalmente la confirmación de la expansión del mercado del fútbol. África se consolida como un gran abastecedor de talentos y USA como gran consumidor del show: el partido frente a Portugal fue visto por más de 26 millones de espectadores, un 30% superior al público televisivo que tuvo la última final de la NBA.
La tecnología, como fue dicho, brilló en este torneo. Por un lado la participación a través de las redes sociales fue apabullante. Más de 670 millones de tweets a lo largo de todo el torneo, con un pico en la semifinal entre Brasil y Alemania que registró la mayor cantidad de tweets de la historia (35,6 millones), que superó por amplio margen al anterior record de la final de super bowl de la NFL de este año, donde se habían registrado 24,9 millones, aunque si consideramos cantidad de tweets por gol convertido quizás no se destaque tanto. El quinto gol del encuentro marcó un hito difícil de igualar: 580.000 tweets por minuto. La red social vibró y tembló tanto como el estadio. El sistema implementado para verificar si la pelota ingresaba al arco se utilizó una sola vez y su valor agregado parece haberse restringido a las arcas de la empresa proveedora y acaso de algún funcionario de la FIFA. El nivel competitivo pide en cambio un sistema como el sencillo video rep que usan los jueces de rugby local, por ejemplo; varios penales se hubieran sancionado o dejado de sancionar. Pero donde realmente se destacó la tecnología fue en la cantidad y calidad de cámaras de televisión. Con la tecnología 4K aún no difundida –se grabaron todos los partidos pero no se transmitió ninguno–, se lució en su plenitud la televisión HD. Las tomas fueron magníficas y la cantidad de cámaras ayudó enormemente a apreciar el juego en su conjunto, también a distinguir entre los buenos analistas deportivos y aquellos cuyo expertise se limita a relatar las repeticiones de las jugadas. La televisión y las redes sociales combinadas nos aportaron un simpático caso, el de Axelle Despiegelaere, una lindísima belga de 17 años que cautivó a los encargados de marketing de una famosa casa de cosmética, quienes por no tener mayor cercanía con las redes sociales no hicieron la mínima búsqueda en Google o Facebook antes de ofrecerle un contrato como modelo de su próxima campaña. ¡Se veía tan radiante su rostro en las imágenes televisivas! Fue el mismo público quien hizo saber a la empresa, a través de sus redes sociales, que nunca comprarían productos de una empresa que tuviera por rostro el de una, por poco, asesina. En su perfil de Facebook aparece una foto de Axelle con la misma sonrisa angelical pero con un fusil al hombro y un espléndido antílope muerto a sus pies. Trampas que proponen las tecnologías nuevas a gente que no está formada en ellas, que quiere mostrarse “moderna” pero que comete grandes torpezas al no saber utilizarlas.
El marketing tuvo presencia como nunca antes, desde el comienzo. La bella rubia que cantó la incomprensible canción en la inauguración se declaró –que otra cosa siendo brasileña–, admiradora de Neymar. Atenta y rápidamente, una mano amiga le hizo llegar, ni bien bajó del escenario, una remera de su ídolo, pero en cuestión de segundos otra mano se la arrebató. Al Barcelona lo auspicia Nike y al Mundial lo auspicia Adidas; la blonda cantante nunca podría relacionar ambas cosas y calcular el valor de esa foto. Ya el mismo astro brasileño había tenido su propia sanción y censura. Sólo el primer día pudo bajar del micro del equipo con sus espectaculares auriculares Beats. Sony es otro de los main sponsors y también fabrica y vende auriculares. Pertenecer al círculo de auspiciantes tiene sus beneficios, sin lugar a dudas. En la guerra de las marcas la final parecía dirimir todo, ya en las semis quedaron relegados los dos equipos que usaban Nike y a la finalísima llegaban Alemania y Argentina, ambas con Adidas. La pelota del torneo es también Adidas así como la publicidad en el Estadio y la ropa de la terna arbitral. Todo estaba impregnado de las tres tiras, nada parecía fallar para dar buen fruto a tanta inversión. Pero el diablo a veces mete la cola, y un partido que parecía totalmente cerrado de golpe se resolvió con un magnífico gol de un jugador alemán que usa botines… Nike, la vida a veces es tan ingrata.
Así como la primera parte del torneo estuvo signada por las emociones y el juego abierto, la de eliminación directa en cambio mantuvo la intensidad pero disminuyeron los goles. Hasta que se produjo lo impensable, lo imposible. Un quiebre en la historia del fútbol mundial, uno de esos momentos luego de los cuales nada volverá a ser como antes. Si algo recordarán los futboleros del Mundial 2014 será este preciso momento. En Europa se dice que el fútbol es un deporte que se juega con una pelota, donde hay dos equipos de 11 jugadores cada uno y que siempre gana Alemania. En Latinoamérica algunos dicen (¿decían?) lo mismo, pero refiriéndose a Brasil. El equipo anfitrión había perdido el último partido oficial de local hace casi 40 años y estaba a punto de entrar en un abrir y cerrar de ojos en el libro de los records, en varios rubros. Nunca un equipo organizador había recibido tantos goles (14) a lo largo de un mundial. Brasil en particular no recibía más de tres goles en un partido mundialista desde el mismo torneo. Es imposible explicar lo inexplicable, dijo el arquero, que tuvo que ir a buscar siete veces la pelota y sacarla de su arco. Sólo puede registrarse que en la peor actuación del hasta entonces llamado “scracht”, el equipo más ganador de copas del mundo, recibió sin ninguna misericordia hacia su historia y hacia su localía siete goles, cuatro convertidos en sólo seis minutos y con una diferencia de 70 segundos entre dos de ellos. Para colmo de males, el alemán de origen Polaco Klose rompió en ese partido el record de goles en mundiales que mantenía el brasileño Ronaldo, en el mismo estadio donde nació y se formó el crack brasileño.
La actuación de la Argentina dejó varias curiosidades y enseñanzas. Un equipo que se decía podía meter todos los goles que quisiera y recibir todos los que quisieran los rivales se mostró a lo largo de los partidos más sólido que efectivo. Un gran trabajo del entrenador, que como la mayoría de los seleccionadores, tiene a sus jugadores dispersos por el mundo y por consiguiente con poco tiempo para armonizarlos en el campo de juego. Se le debe reconocer una gran capacidad de liderazgo, no el de la superficial valentía basada en el agravio y la prepotencia, sino el que tiene al equipo por centro y foco de acción. Suele decirse que un buen líder es quien se rodea de potenciales líderes y los hace desarrollarse como tales. No existe por tanto mayor reconocimiento para Sabella que el increíble desempeño de muchos de los jugadores, comenzando por los más cuestionados antes del comienzo del torneo. Muchos decían: ¿te imaginas a Rojo marcando a Robben? El jugador argentino no sólo superó al holandés en las estadísticas que aportaba la tecnología al momento del encuentro –se le midió mayor velocidad, aspecto que es el arma principal del delantero en cuestión, a más de 31 km/hora para tener una idea del nivel de la competencia–, sino que también lo obligó a tomar una posición en la cancha que no es habitual para él, restándole poder ofensivo. La prensa internacional comenzó a llamarlo MR16, una clara referencia en tono de burla hacia el ausente astro lusitano (CR7).
El arquero Romero era otro de los grandes cuestionados, suplente en su club, pero claramente se convenció de que podía ser uno de los grandes protagonistas de este mundial. Su aporte llegó al máximo cuando el líder emocional del equipo le dijo, mirándolo a los ojos: “Hoy te convertís en héroe”. Si alguna vez se hace una película sobre este mundial el papel de Romero merecería representarlo Tom Hanks, tan acostumbrado a interpretar a gente común que por circunstancias especiales debe enfrentar situaciones extraordinarias y las resuelve exitosamente. Eso es lo que le sucedió al arquero argentino frente a Holanda.
Mascherano es un caso aparte. Jugador con gran experiencia y personalidad, ha logrado desplazar a Chuck Norris del mítico podio de los más increíbles y absurdos logros con sus ya legendarios #maschefacts; las generaciones más jóvenes interpretarán cabalmente este punto. Trabajo en equipo, esfuerzo en las prácticas, estudio en el planteo de los partidos, humildad en las declaraciones y conciencia de que primero está el equipo fueron premisas que se resaltaron siempre en las conferencias de prensa. Tan distante de otros momentos en que nuestros representativos, aún perdiendo en cuartos de final, se presentaban con actitud altiva y soberbia, acusando por su fracaso a cuantos se les cruzaran. Gran mérito del técnico que muestra con naturalidad una de las misiones esenciales del liderazgo: crear y administrar la cultura de trabajo de su equipo. Resultó simpático, aunque no era su intención, que el técnico del seleccionado le remarcara tanto la relevancia de que primero está el equipo y luego la individualidad a quien encabeza un gobierno que no tuvo ni una reunión de Gabinete en diez años.
Messi en cambio debe haber sentido una gran frustración. Si bien su actuación fue buena, evidentemente estuvo muy lejos de los rendimientos que se le conocen. Para aquel que se interese por el fútbol es absolutamente indispensable leer el análisis del periodista inglés Benjamin Morris con los más completos datos estadísticos sobre 16.574 jugadores y 24.904 partidos jugados en el mundo en los últimos cuatro años (http://fivethirtyeight.com/features/lionel-messi-is-impossible/). En estos cuatro años Messi tuvo un desempeño, como dice el título del artículo, imposible. La conclusión del mismo es que si Messi jugador del Barcelona fuera una persona y Messi jugador de la selección argentina fuera otra persona existe una gran chance de ser los dos mejores jugadores del mundo. Pero en el Mundial su participación no fue tan destacada y su premio como mejor jugador del torneo es asociado hasta por el más fervoroso admirador a una imposición del marketing: Messi no deja de ser la cara visible de la marca de las tres tiras. El hecho de que el “equipo ideal de la FIFA del torneo” no lo tenga entre sus once lo ratifica, a la vez que muestra la falencia de la institución rectora en los temas relativos al deporte, ya que este equipo ideal incorpora, por ejemplo, al defensa central del equipo más goleado del torneo. Una digna mención tuvo por su frescura y su eficacia el jugador colombiano James Rodríguez, goleador del torneo habiendo jugado solamente cinco partidos, en el equipo conducido por el argentino Pekerman.
Así como el equipo argentino se lució por su comportamiento, su parcialidad no lo hizo de igual manera. Enorme la vergüenza que representa que no se pueda hacer en la Argentina de hoy un festejo en la calle sin el riesgo de terminar con 26 negocios saqueados, personas asaltadas y golpeadas en la vía pública, construcciones públicas destruidas y 120 presos que a las 48 horas recuperaron su libertad. Nada más contrastante con la actitud de los aficionados japoneses unas semanas antes, que llevaron bolsas de residuos a los estadios y levantaron todos los papeles y restos de comida que habían tirado en las tribunas ellos y sus vecinos. Durísimo choque cultural para los que vivimos en este querido país. También hay que reflexionar sobre lo que ocurrió con el aliento al equipo en el vecino país. Resultó espectacular la cantidad de gente que siguió al seleccionado, demostrando que no hacen falta barras bravas para darle colorido a las tribunas. Por el contrario, el desmedido énfasis con que se gritaron los goles ante equipos que no representan nada en especial para nosotros, Nigeria por caso, y lo irritante del tema de moda, por decirlo de alguna manera, no hacen nada para mejorar nuestra relación con el mundo. Nacido de una muy pegadiza melodía de Credence y modelo a seguir por muchas hinchadas cuando lo adaptó por primera vez la parcialidad de San Lorenzo, la letra y la repetición incansable 24 horas diarias durante más de un mes de “Brasil decime que se siente…” se convirtió en uno de los ejercicios más irritantes para la integración de pueblos vecinos durante una competencia deportiva. Sin ser brasileño me atrevo a pensar que se siente un gran hartazgo, hartazgo tal que llevó a muchos brasileños a alentar en la final al mismo equipo que pocos días antes le había hecho pasar la peor de las humillaciones de su historia. Así parecemos comportarnos los argentinos cuando salimos de nuestro pago cada vez más chico, llámese que el otro sea el juez Griesa o la hinchada nigeriana o brasileña, a la hora de expresar nuestra alegría y de sumar voluntades y apoyos nuestras estrategias son decididamente desconcertantes. Esto requerirá en algún momento un análisis más profundo y un gran trabajo de reflexión en nuestra sociedad.
Las cábalas, como es usual, jugaron un papel crucial a medida que se aproximaba la gran final. Que los brasileños le habían regalado la camiseta de la Argentina a Mick Jagger (mufa serial si los hay), pero como era la de rayas y jugábamos con la suplente no afectaba. Pero con la suplente habíamos perdido contra Alemania en el 90… aunque antes le habíamos ganado aquel recordado partido a Inglaterra… Que Messi cumplió 27 años, la misma edad de Maradona en el 86… que de once encuentros de eliminatorias definidos por penales sólo uno ganó el partido siguiente, no, esa no nos sirve, vamos con otra…. la más elaborada sin lugar a dudas era la que decía que en el 78 Banfield había ascendido a la A y River había salido campeón, que lo mismo había ocurrido en el 86, y lo mismo este año 2014… sin lugar a dudas hay gente con tiempo y capacidades para todo. Lamentablemente la selección alemana, siguiendo un estricto imperativo categórico impregnado en su ADN, se comportó de manera totalmente impiadosa y definió la cuestión sin mayores miramientos ni escrúpulos cabuleros.
Las cábalas alejaron también a los principales políticos de las cercanías de las canchas, incluso a nuestra Presidenta, incomparable tweetera entre sus pares regionales, que no posteó ni un solo comentario en el transcurso de la Copa. La despedida presidencial a un exitoso boxeador hasta ese momento –con panegírico incluido a cargo del relator oficial– y que recibió la paliza de su vida unos días después en Nueva York fue suficiente enseñanza. Notablemente, pareciera que los políticos vernáculos temen menos la asociación con hechos de corrupción que con la posibilidad que tomen como jettatores. La Presidenta llegó a declarar que no había visto ningún partido del seleccionado –la única de los 40 millones de argentinos y argentinas, sin duda–, pese a lo cual felicitó con total sinceridad a los jugadores por el esfuerzo realizado.
La religión tuvo su espacio en este mundial ya de características discepolianas. Junto con los partidos de octavos de final comenzó el Ramadan, mes de estricto ayuno obligatorio para aquellos que profesan la religión musulmana. No poder ingerir alimentos desde la salida del sol hasta la puesta del mismo exigió especialmente a los jugadores de equipos africanos y algunos europeos; lamentablemente el mediocampista alemán Özil se auto dispensó de este precepto. Los católicos también vivimos una situación inédita. A poco de hacernos a la idea de contar con dos Papas, vecinos ambos y muy seguidores del fútbol, los tuvimos enfrentados por un momento a través de sus equipos nacionales en la final. La justicia divina dirimió la cuestión por estricto orden de aparición de los sumos pontífices. Estaremos todos rezando por la sana convivencia a futuro entre ambos y por la integridad física de quien ocupa el ministerio petrino, luego del sinsabor de su guardia personal en octavos de final.
Lo cierto es que se trató de uno de los mundiales más entretenidos, el cual abre buenas perspectivas de crecimiento para el deporte más lindo del mundo y a la vez incertidumbres respecto de los países que puedan organizar este tipo de torneos a futuro. Las necesidades de inversión serán crecientes tanto en estadios como en infraestructura y entonces los países desarrollados económicamente tendrán gran ventaja. Ya se comenta sobre un estadio pensado en la ciudad de Doha para el mundial de Qatar 2022, con una capacidad de sólo 40 mil espectadores pero totalmente climatizado, con hotel y shopping incluidos, para el cual se calcula una inversión de entre 4.000 y 5.000 millones de dólares… en esa sola sede. Billetera mata desarrollo y potencial deportivo. Es probable por lo tanto que en Latinoamérica veamos torneos co-organizados por al menos dos países, que deberán como primera medida comprometerse a mantener las rutas y puentes que los unen sin cortes ni piquetes.
La próxima cita es Rusia 2018. Será tiempo de prepararse y esperar que la Argentina juegue al menos un partido en San Petersburgo para que el programa sea completo: revisitar a Gogol y Dostoievski, dejarse transportar por la Obertura 1812 y ver una y mil veces El Arca Rusa. Nada mejor para minimizar los efectos de la abstinencia mundialista que enfrentaremos en los próximos cuatro años.
4 Readers Commented
Join discussionEntretenido comentario, pero que no puede evitar desmerecernos a los argentinos, una pasión desenfrenada de los medios hegemónicos y «opositores».
Decir que «…no se pueda hacer en la Argentina de hoy un festejo en la calle sin el riesgo …» por un lado desconoce las muchas fiestas que hemos compartido multitudes sin incidentes en estos años y por otro está obligada a comparar con ¡Japón!, ya que en el país europeo campeón hubo muertos y heridos graves en las mismas celebraciones. Para no mencionar el contenido racista que tuvieron en muchos casos.
Durísimo choque cultural… pero la ideología supera cualquier realidad.
Estimado Eduardo López Rivarola,
Agradecido por compartir sus apuntes del mundial de fútbol.
No hice apuntes , y aprovecho ésta excelente oportunidad para complementar los suyos con los siguientes agradecimientos:
1° Nobleza obliga, y vaya un agradecimiento a “Fútbol para todos”.
Si, si, ya sé que es cierto que este agradecimiento no es del agrado de varios de sus colegas de la redacción. Aunque, seguramente habrán gozado tanto como yo la posibilidad de ver todos los partidos, de pe a pa.
No hace bien ser mal agradecidos.
2° Un agradecimiento al Papa. Porque nos ayudó en algunas situaciones difíciles. Hay infinidad de fotos que confirman el hecho. Aclaro que no hay evidencias de su participación en el Alemania 7 – Brasil 1.
3° Un agradecimiento a la gran “hinchada argentina” que lloró y gritó sin verguenzas. Claro, siempre falta un poquito de recato, aunque pienso que vamos mejorando.
4° Un agradecimiento a las autoridades policiales argentinas. Que colaboraron con Brasil para controlar a las “barras bravas”.
5° Finalmente, un agradecimiento especial a Brasil y su pueblo, que sufrieron lo que sufren los grandes. En política sufrieron la despiadada ofensiva de los medios periodísticos (brasileños, argentinos, y otros) que tienen por consigna “cuanto peor mejor”, aunque sea mintiendo.
En fútbol sufrieron lo que Argentina (5 pepas de Colombia) hace varios años ya, pero que todavía nos produce escalofrío.
Éste mundial será recordado por siempre por todos los argentinos. Brazil fué muy hospitalaria, y la organización no desentonó. Seguramente, y me consta, el pueblo brasileño en general esta comforme. !Éxitos para las olimpíadas¡
Estimado Juan Carlos Lafosse,
En artículo anterior, creo que se titulaba «Gracias, la sociedad sabe pensar por sí sola» compartimos comentarios muy interesantes de varios amigos sobre el tan mentado «pensamiento nacional». Una conclusión que creo se pudo develar en tan corto diálogo es que no hay un «pensamiento nacional» sino varios.
Los «pensamientos nacionales», según mi parecer, van de la mano del «sentir nacional».
Observe Ud. que el «sentir nacional» de avergonzarse del compatriota, según lo expresa nuestro amigo Eduardo López Rivarola, además de no sentir vergüenza (y a veces sentir admiración) por el comportamiento del extranjero, corresponde a un definido y específico «pensamiento nacional».
Es un pensamiento inducido dentro de sectores de nuestra sociedad que descreen de la capacidad que tienen otros sectores de evolucionar hacia niveles superiores de educación e intelectualidad.
Este descreimiento da origen al aislamiento y estanqueidad de mínimos sectores sociales (hasta vocalizan y gesticulan diferente al común de la sociedad). Se privan de la saludable dinámica y movilidad social consecuente de la educación.
Obviamente, todo esto ocurre habiendo intereses sectoriales que creen beneficiarse con la defensa de su individualidad.
Lo valioso y auspicioso es que en un sistema democrático como el que actualmente gozamos, todos estos «pensamientos nacionales» pueden expresarse para que los ciudadanos puedan formar su propio pensamiento, y así elevar el nivel de «El pensamiento nacional» obviamente inexistente, gracias a Dios.
Un saludo cordial,
Estimados amigos,
En estos minúsculos sectores de la sociedad argentina citados en mi anterior comentario, suelen desarrollarse “caballeros” que ponen el más exquisito cuidado en no demostrar y mucho menos alardear de una preferencia futbolera. Huyen de distinguirse, para así distinguirse más. Y se distinguen por sus finos modales y buena educación que, frecuentemente, ocultan el más grosero desdén hacia el prójimo (vergüenza del compatriota). Desdén atento, correcto y educado, que produce un especial frío como al tocar por casualidad a un sapo.
Contrariamente, debajo de ciertas llamadas groserías, o faltas al decoro, descortesía, suele encontrarse una calidez cordial. Lo vimos en el mundial, por ejemplo, en el “campamento provisorio” habilitado por las autoridades de Río de Janeiro en el estacionamiento del “zambódromo”. Observamos un increíble “rejunte” de compatriotas de todos los rincones del país, circunstancialmente unidos por el mismo amor. Y yo diría que estaban más unidos aún por un “sentir nacional”, que es, sin duda alguna, un “pensamiento nacional”.