tapa-santos-gonzalo Reseña del libro En las escuelas. Una excursión a los colegios públicos del GBA, de Gonzalo Santos (Buenos Aires, Santiago Arcos, 2013).

Una posible historia de la literatura argentina podría centrarse en establecer una genealogía de las representaciones de diferentes escenas escolares. Momentos dispersos o marginales en los que escritores recurren a la presentación de una situación escolar o la conformación de un retrato que expone el momento aleccionador entre un maestro y un alumno. Desde Recuerdos de provincia hasta Juvenilia, desde las escenas que pueblan algunos textos del realismo de Boedo, llegando a “El niño proletario” de Lamborghini, la mirada que focaliza sobre la escuela adquiere tonos disímiles y se resignifica según el tipo de representación que aspira construir. La escuela es un espacio fundacional y no en vano entonces el libro de Gonzalo Santos, En las escuelas. Una excursión a los colegios públicos del GBA, parte deliberadamente de una tradición, la más conocida y la más esperable, que es la afiliación institucional a la órbita sarmientina. El epígrafe que inaugura la edición interpela y prepara al lector a una narración que presumiblemente intenta mostrar un modelo aleccionador del proyecto educativo iniciado en el siglo XIX. Sin embargo, la esperanza y la clave de lectura que se plasman en ese epígrafe se desarticulan desde el inicio del relato. El narrador, decididamente autorreferencial y autobiográfico, lejos está de contar los triunfos institucionales del proyecto educativo del “maestro de maestras” sino que, por el contrario, encarna la voz opuesta: el contramodelo de esa aspiración cultural que el “padre del aula” inculca en el Río de la Plata como resultado de la fascinación institucional experimentada durante su viaje a los Estados Unidos.

La narración de Santos es, entonces, la prueba irrefutable del fracaso de ese proyecto. Sin embargo, la referencia a Sarmiento ofrece un subtexto desde donde puede leerse esta novela o crónica o diario o autobiografía o todo eso a la vez que constituye el entramado de su textura. Si el proyecto educativo que evoca el epígrafe resulta traicionado por el oprobio burocrático que suponen las instituciones educativas del Conurbano, no resulta así con la clave sarmientina por excelencia, porque si algo convive de forma tensa y exasperante en el texto de Santos es la oposición entre civilización y barbarie. De modo que allí donde el proyecto educativo fracasa, en rigor triunfa la antinomia del Facundo. En este sentido todo el texto está centrando el debate entre el saber letrado (que viene de los libros, de la literatura y de las ciencias del lenguaje) frente a esa reversión de la barbarie que, lejos de producir fascinación, se constituye como tortura, maldición e imposibilidad.

La construcción de esa primera persona que narra está caracterizada como una pieza castigada dentro del engranaje de un sistema fundado en la pura ficción, perpetrado por la violencia institucional y puesto en funcionamiento bajo la prepotencia de un sistema educativo y político que se desmorona. De modo que ese profesor, atrapado en la trama de un miserabilismo laboral y empujado por la circunstancias que supone el aventurarse en una “excursión” hacia el centro mismo de la barbarie posmoderna, se ve obstaculizado por la praxis inestable de ese mundo en el que conviven una sumatoria de lugares comunes, de gestos infamantes y de música de cumbia. No hay en la narrativa de Santos una mirada pietista del alumno lumpen, no hay conmiseración ni la idea de una literatura conciliatoria con las críticas hacia la violencia social. Por el contrario, En las escuelas… es una narración traumática, es la imposibilidad y la certeza de que toda rebelión (esté ésta dirigida al sistema, al profesor, a la vida doméstica, o a la familia) resulta irremediablemente inútil. Tanto como las figuras de la literatura existencialista evocadas por el narrador, con marcas de una insistente referencia a la obra heideggeriana, como las teorías lingüísticas que intentan explicar mejor una realidad que persiste lacónicamente en el error, esta narración es ante todo una versión pesimista y evidente del infierno que encarna el contacto con el otro, cuando ese otro es radicalmente un vacío de expectativas y el emergente de un yermo afectivo que circunda su cotidiano. Pero si bien el libro de Santos no aspira a construir una síntesis positiva del tormentoso esquema social de los colegios del conurbano bonaerense, la ficción escapa de la ingenuidad política, y aunque la rebelión siempre resulta inútil, el narrador torturado ofrece ráfagas de lucidez que se convierten en los momentos de mayor denuncia del libro. En las escuelas… es una obra de relojería, donde cada pieza ensambla de modo cuidadoso y hace que este libro de Gonzalo Santos se salve de las polarizaciones, de la tentación que supone el navegar entre un realismo ingenuo y una literatura panfletaria. Su obra (cuyo título confusamente lleva a creer que se trata de un estudio sociológico) hace de la literatura y la experiencia la templanza de ese gesto inútil, sin renunciar al capital (simbólico y económico) de un testimonio.

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