aguinisLa furia de Evita, de Marcos Aguinis

Buenos Aires,  2013, Sudamericana.Cuando se hubiera podido suponer que sobre Eva Duarte está todo dicho, Marcos Aguinis sorprende con esta novela sobre, tal vez, el mito argentino más notable.

Y es que, la genialidad de esta obra de 348 páginas en 37 capítulos, acaso consista en que el autor, posiblemente autorizado por su condición de psicoanalista, elige la primera persona para ofrecer un trazado contundente de la vida y obra de la “jefa espiritual del Movimiento”.

Al introducirse en la piel y personalidad de Evita, causa la sensación de que el personaje narra su vida de una manera sincer profunda y completa.

No carente de crítica, pero a la vez con una mirada de insoslayable comprensión, Aguinis va construyendo pistas que ayudan al lector a desentrañar facetas clave de la odisea de su personaje. Desde su amarga y trágica infancia/adolescencia, sus oscuros inicios como actriz, hasta su encuentro con Perón, el viaje a España, Portugal, Francia, Suiza, Italia y la Santa Sede, y su temprana desaparición, el autor compone una imagen amplia de Evita, sin dejar de lado la rigurosidad y la objetividad para que el lector pueda elaborar sus propias conclusiones.

“Dicen que fui contradictoria desde muy jovencita. Es verdad: seguro que desde la panza de mamá. También era contradictorio Perón, que aspiraba a la simpatía de los Estados Unidos y del dictador Franco a la vez”.

Aguinis trata con mano maestra y clemencia los acontecimientos siguientes a su muerte y hace referencia al amor incondicional que provocaba su figura:

“Mi ataúd fue instalado de tal modo que por un lado se subía y por el otro se bajaba, haciendo un rodeo que permitía alargar los segundos de la contemplación. Había pasado de Cenicienta de la pampa a Bella Durmiente del bosque humano. Durante trece días con sus noches se mantuvo el incesante desfile”.

En sus breves líneas finales, Aguinis refiere que cuando Willie Schavelzon, su agente literario, le propone “habría que revisitar a Evita”, le pareció una mala idea.

“…Pero inyectó en mi sangre el virus de la inquietud. Los mitos son inagotables y Evita había alcanzado esa dimensión. Como no me gustan las reducciones maniqueas, empecé a leer y releer algunos textos. Supongo que a Evita le habría gustado verse profundamente humanizada. No así a muchos de sus conscientes o inconscientes usadores”.

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