“La Iglesia es comunidad, pueblo, familia, prójimo… esa es su esencia, pero ¿cómo ubicarla en el horizonte del hombre global?” se pregunta el historiador italiano, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, en su reciente visita a Buenos Aires. Conocedor de la historia de la Iglesia católica, repasa el contexto reciente que desencadenó la elección del papa Francisco y su inmediata popularidad.

Este catedrático de historia contemporánea y experto en temas de la Iglesia católica nació en la ciudad de Roma hace 63 años y allí fundó, muy joven aún, la Comunidad de Sant’Egidio, una asociación de laicos dedicada a promover el diálogo interreligioso y la atención a los más pobres, hoy difundida en muchos países. Durante su tercera visita a Buenos Aires, dio una conferencia en la UCA sobre “Las repercusiones del papa Francisco en Europa”. Tuvimos ocasión de entrevistarlo en 1999 (Criterio 2232) en su sede romana, en el pintoresco barrio de Trastevere, y encontrarlo en otras oportunidades. Ahora damos cuenta de la conversación mantenida el lunes 11 de noviembre en esta ciudad.

Andrea Riccardi es alto, lleva barba corta, tiene una voz clara y profunda, se mueve con rapidez y cierto aire de ejecutivo. Ha sido hasta hace poco ministro para la Cooperación Internacional y la Integración de su país, durante el gobierno de crisis del economista Mario Monti.

De estrecha relación con los últimos tres papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, es un investigador de temas de historia de la Iglesia y ha publicado numerosos libros.

Afirma que caído el Muro que dividía a Europa, no sin mérito de Karol Wojtyla y del cardenal Agostino Casaroli, hoy Francisco dice claramente que la Iglesia no puede tolerar la guerra, refiriéndose a la carta escrita por el Papa al presidente ruso Vladimir Putin a propósito del conflicto sirio. Y observa que la izquierda europea no se hizo presente, mientras que Francisco convocó al pueblo cristiano a rezar por la paz.

Sobre el viaje del Papa a la isla de Lampedusa, donde se acercó a los inmigrantes africanos, el profesor Riccardi explica que después de tantos años de trabajo en la Comunidad de Sant’Egidio por los extra-comunitarios, “está claro que para Francisco Europa no puede ser una fortaleza que se defiende de los pobres. El problema inmigratorio debe ser afrontado sin hipocresías políticas”.

Es que para Andrea Riccardi, Francisco tornó nuevamente populares las palabras antiguas de la Iglesia. Y se muestra extraordinario, simple, amigo. Está convencido de que la opinión pública y los medios se equivocaron al juzgar a Joseph Ratzinger. En efecto, afirma que Benedicto XVI es un hombre hondamente bueno, de fe auténtica, respetuoso de la mejor tradición y muy amado por la Iglesia ortodoxa.

Sobre América latina, cree que en Europa hay una idea equivocada que tiende a homogeneizar todo, mientras que se trata de un continente de varias culturas y de una rica diversidad. ¿Y qué piensa de Europa hoy? Que se encuentra a mitad del río, porque los europeos tienen que construir a Europa pero no lo quieren hacer. ¿Y sobre su propia comunidad cristiana?  Dice que cuánto más recen, mejor les irá a los que trabajan en el grupo de San’Egidio.

¿Cómo percibió en Italia la repercusión de la elección de Francisco?

–Se dio en un momento particular para la Iglesia católica y para la sociedad europea en general. En Italia vivíamos una situación muy difícil: en otoño de 2011 el país estaba al borde de la quiebra. Un gobierno de técnicos de gran seriedad, guiado por Mario Monti, había sacado al país de la crisis; pero el resultado de las elecciones políticas de febrero de 2013 sumergió a Italia en una situación de ingobernalidad.

–¿Y la realidad europea?

–La crisis económica introdujo cambios profundos en las naciones europeas, con un preocupante resurgimiento de los populismos que parecen ubicarse al lado de la gente ante políticas rigurosas. Además, el tejido de nuestras sociedades se ha debilitado mucho en los últimos años. Es el fruto de una cadena de hechos entre los que no hay que olvidar el apremiante proceso de globalización que destruye las identidades históricas. Este proceso comporta un debilitamiento del Estado y de las políticas nacionales frente a la globalización financiera, y también un cambio en las relaciones sociales. Se han ido perdiendo muchos lazos sociales. El gran problema antropológico de los hombres y mujeres de hoy es el individualismo. En este sentido Touraine habla del “fin de las sociedades”.

–¿Cómo se presentaba la Iglesia antes de Francisco?

–A los ojos de la opinión pública, con una imagen en declive. Algunos volvían a poner en tela de juicio su credibilidad después de un largo período de escándalos por los casos de pedofilia, la difusión de noticias del Vaticano sobre enfrentamientos personales, en particular en lo que se refiere a los italianos en la curia, y la manifiesta dificultad para administrar la política financiera. La Iglesia lucía opaca en sus estructuras. El mismo gobierno de Benedicto XVI no se mostraba exento de problemas… que fue lo que se expuso luego en las congregaciones generales, después de su abdicación. La institución europea más antigua parecía estar manifiestamente en crisis.

–¿Por qué cree que se llegó a esta situación?

–Hubo quienes sostenían que eran problemas de gobierno y quienes decían que las reformas habían sido insuficientes o inexistentes en los años de Wojtyla. La tesis de Hans Küng era que la personalidad del Papa polaco había escondido los problemas. Otros subrayaban la falta de comunicación por parte de la Santa Sede. Sin embargo, Benedicto XVI y Francisco tienen el mismo vocero: el jesuita Federico Lombardi. Lo cierto es que la Iglesia católica parecía, por diversos motivos, no suscitar la simpatía de la prensa. No quiero decir con esto que la Iglesia deba buscar caer simpática a  cualquier precio, pero hay que instaurar una relación con la gente para que llegue el mensaje del Evangelio.

–¿Es decir que el problema era la relación con los medios?

–Es uno de los problemas, pero hay otros más profundos. ¿Qué significado tiene la Iglesia en un mundo global? El hombre y la mujer han cambiado, pero ¿la Iglesia se dio cuenta? Más allá de las profundas enseñanzas de Benedicto XVI, el impacto de su figura se veía limitado por su carácter, por la difícil comparación con Wojtyla, por la extrañeza de sus gestos. En ese marco, las conferencias episcopales se mostraban autorreferenciales y producían documentos circunscriptos al mundo eclesial. El catolicismo aceptaba ser minoritario, expresión de algunos ambientes y de experiencias comunitarias, como si el pueblo estuviera destinado a quedar ajeno. La crisis es profunda no sólo por el avance de la secularización, sobre lo que se insiste hasta demasiado, sino por la propia globalización. Es la crisis en el camino hacia un mundo distinto. La Iglesia es comunidad, pueblo, familia, prójimo… esa es su esencia, pero ¿cómo ubicarla en el horizonte del hombre global, tan individualista? ¿Cómo se le habla a ese hombre que Tzvetan Todorov define como desorientado o perdido?

–Antes se hablaba de aceptar ser una minoría…

–En Europa la Iglesia tendía a escudarse, casi como criterio de pertenencia, en los llamados “valores no negociables”, evocando muchas veces de manera prioritaria la ética. En buena medida aceptaba ser minoría, quizá consolándose con la propuesta de Ratzinger de las minorías creativas, retomada del historiador inglés Arnold Toymbee. El poeta y sacerdote italiano Davide Maria Turoldo, ya fallecido, había percibido el envejecimiento que afectaba al catolicismo europeo. Escribía: “Señor, sálvame del color gris del hombre adulto y haz que todo el pueblo sea liberado de esta senilidad del espíritu”. El color gris se veía no sólo por las canas de muchos fieles en las iglesias italianas, sino también por la pérdida de atracción y simpatía. Ese envejecimiento iba acompañado por una cierta senilidad de espíritu y por una incapacidad de compasión con la vida de la gente. No quisiera que mi análisis pareciese demasiado severo, pero se había extendido la convicción de un ocaso inevitable de la Iglesia católica.

–En síntesis, ¿una Iglesia demasiado lejana de la gente?

–Una Iglesia en su realidad y en su imagen demasiado lejos del mundo de los pobres, pese a las importantes actividades que desarrolla en este sentido. Lejos del mundo de sufrientes que puebla las periferias, de esos millones de hombres y mujeres que viven por debajo de la línea de pobreza, con menos de un dólar por día. En ese sentido, el centro de la Iglesia, la Santa Sede, era un problema para el catolicismo, que se veía obligado a dar explicaciones o a defender situaciones y posiciones de las que se hacía eco la prensa mundial. La abdicación de Benedicto XVI desconcertó a la opinión pública, católica o no. Parecía manifestar, a través de una opción personal, la somatización de la crisis de la Iglesia, sufrida por un Papa honesto y humilde. Hoy, en muchas partes del mundo, con la elección del Francisco se ha olvidado el desconcierto de aquellas horas.

–¿Cómo se llega a elegir a Francisco?

En 1978 los conflictos entre cardenales italianos llevaron a la elección de un Papa polaco, expresión de un pueblo creyente que había vivido en la dificultad. En 2005 un cónclave de cardenales, casi todos en su primera experiencia electoral, asustados ante la desaparición de un gran pontífice, eligieron a un cardenal alemán de su misma generación y que daba garantías de seguridad doctrinal. Este año se decía que la solución debía pasar por la elección de un papa de gobierno, posiblemente italiano, si bien los cardenales italianos estaban muy divididos. La figura de Bergoglio no fue destacada por la prensa; se decía que ya había cumplido 76 años y había presentado su renuncia como arzobispo de Buenos Aires. El colegio cardenalicio tiene una edad promedio de 72 años.

–¿Por qué cree que una vez elegido Francisco comenzó a hablarse con entusiasmo de la Iglesia?

Uno podría preguntarse cómo es posible que una Iglesia juzgada antes tan dramáticamente en decadencia pueda ser vista hoy positivamente y parezca gozar de buena salud. ¿Es que se han resuelto todos sus problemas? No se puede atribuir la responsabilidad de la crisis a Benedicto XVI; las dificultades venían de lejos. La solución no viene con un cambio de Papa o con poner a la cabeza de la Iglesia a un hombre de gobierno. No será fácil encontrar un camino para sacar a la Iglesia de su envejecimiento. Sin embargo, en pocos meses se ha tenido la sensación de una primavera. Los problemas de gobierno no han sido resueltos, tanto que Francisco creó una comisión de ocho cardenales y específicas comisiones para los asuntos administrativos. Pero se ganó la atención por medio de una comunicación renovada y profunda del Evangelio. Para comprender mejor estos primeros meses de pontificado es necesario remontarse a Juan XXIII, quien tuvo tan inmediata popularidad que llevó a olvidar a Pío XII. Su secretario escribió que muchas personas se preguntaban: “¿Qué es lo extraordinario que dice este hombre?” y mientras tanto no podían evitar sentirse conmovidos. Juan XXIII hablaba de cosas sencillas: amor, perdón, búsqueda, unidad. Pero algo grande había sucedido: se volvía a poner en circulación el lenguaje de Cristo.

–¿Entonces se trata de un fenómeno de profunda simpatía?

Sí, pero no debe ser interpretada sólo como algo propio del carácter del nuevo Papa, sino que se remonta a una dimensión del vivir de la Iglesia expresada desde el nombre que eligió Francisco, que evoca pobreza y también cortesía, pero sobre todo el Evangelio sine glossa, arraigada en el Concilio Vaticano II. Pablo VI había interpretado el espíritu del Concilio con estas palabras: “Nosotros preferimos señalar cómo la caridad ha sido la característica principal de nuestro Concilio. La Iglesia se ha preocupado no sólo por sí misma y su relación de unión con Dios, sino por el hombre, el hombre tal cual es hoy en día”. Significativamente, Pablo VI hace de la parábola del buen samaritano el modelo de la espiritualidad conciliar. Una actitud conciliar que se reencuentra hoy en Francisco. Una de las críticas que se le hacen, en el ambiente eclesiástico, tiene que ver con que es demasiado abierto a los laicos y demasiado amigable con quienes no están en la Iglesia. Francisco responde: “Dios está en la vida de cada uno; aunque la vida de una persona haya sido un desastre”. Otra crítica es por la aparente simplicidad de su doctrina. Pero también escuché: “Si todos hubieran hablado así, la historia de la Iglesia sería distinta”.

3 Readers Commented

Join discussion
  1. guillermo rocca on 16 diciembre, 2013

    Me parecieron muy interesantes los comentarios de Andrea Riccardi, pero su visión es europea y desde las necesidades de reevangelización que tienen en la Iglesia europea. Me parece que al Papa Francisco hay que mirarlo desde aquí; para ello es imprescindible profudizar el camino que abrió el Documento de Aparecida. Documento que contó con todo el apoyo de Benedicto XVI y con la participación protagónica del entonces cardenal Berboglio. Desde esta mirada me suena a «etiqueta» a simplificación hablar del «envejecimiento» de la Iglesia.

  2. El desafío que enfrenta el papa Francisco, de mantener la pertinencia de la iglesia en una sociedad que ha cambiado tanto como la de inicios del siglo XXI, es, a grandes rasgos, el mismo que enfrentamos los líderes de todos los grupos que hemos creído en Cristo. En estos tiempos cercanos a la Navidad, nos hará bien recordar que el Hijo fue anunciado entre otros nombres, con el de Emanuel, que significa ‘Dios con nosotros’ (Mateo 1:23). Tratemos de mantener la comunión con el Señor obedeciendo sus mandatos y seguramente que la presencia divina, que el Resucitado garantizó para todos quienes somos sus discípulos cuando transmitió la Gran Comisión(Mateo 28:20)nos permitirá victoria frente a las dificultades que implique ser coherentes con nuestra fe en un mundo tan convulsionado.
    Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
    Doctor en Teología (SITB).
    Doctor en Ciencias Sociales (UBA).
    Magíster en Ciencias Sociales (UNLaM).
    Licenciado y Profesor en Letras (UBA).

  3. Gustavo on 7 enero, 2014

    Me parece muy bueno el análisis… ME vi reflejado en una idea que hace tiempo vengo meditando LA Iglesia como minoría… ME parece que es Evangélica cuado cuestiona el orden establecido, cuando propone el Evangelio desde la simplicidad del mismo… Francisco ha calado hondo en el corazón de la Humanidad porque es coherente con el mensaje…porque SU vida de 77 años es coherente y porque centro el mensaje en el evangelio omo opción de vida radical, total…que se entiende desde el encuentro con Alguien, ese encuentro lleva a conductas «morales» adecuadas a la respuesta…LA Iglesia se habia quedado en las consecuencias del Evangelio la » moral» y se estaba olvidando del kerigma… creo que Francisco no dice nada nuevo..el Evangelio tiene 2000 años ..sólo que lo vive…

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?