Toda familia, además de sus lazos afectivos fundamentales, tiene un proyecto de vida, que incluye el trabajo como medio de progreso. ¿Es decisiva la dimensión económica para la consolidación de un proyecto familiar?

Entre la posguerra y los ’80, durante el llamado “fordismo”, dominaban la producción y el consumo de masas con empleo generalizado. “De casa al trabajo, del trabajo a casa”: un único trabajo, lentos cambios tecnológicos, globalización atenuada, bienes de consumo

estándar, con familias amplias en la cantidad de sus integrantes. Es decir, el fruto del trabajo, generalmente de uno de los miembros, era destinado a satisfacer un estable consumo de todo el grupo.

Hoy, en cambio, se habla de postmodernidad y sobre-consumismo: trabajo flexible, incertidumbre laboral, menores puestos de trabajo y más gasto en consumo, necesario y a veces superfluo (autos, electrónica, indumentaria, recreación, etcétera). En general, se trata de familias más reducidas en cantidad de integrantes, con mayor inestabilidad familiar y nuevas formas de relacionamiento.

En lo económico, la postmodernidad representa, en parte, la primacía del consumo de bienes y servicios, pero de manera individual. La actual híper-globalización (económica,  financiera, cultural e informática), al decir del economista turco Dani Rodrik, híper-comunica, pero distancia a los sujetos, generando más encuentros virtuales que personales, cara a cara.

El boom del crédito y el afán de tener más bienes están en el centro de la crisis mundial de las hipotecas de 2008, con origen en los Estados Unidos pero con contagios en buena parte del mundo. El consumo de bienes y servicios individuales ha transvasado la cultura, y seguramente ha impactado en la consolidación de los proyectos familiares. Esta realización personal puede alejar de los valores de la solidaridad y del trabajo; el fruto del trabajo se destina a la satisfacción individual. Se pasó del “ser” al “tener”, pero del tener hay que  volver al ser, como enseñaba Pablo VI en Populorum Progressio, para alcanzar una plena felicidad.

Trabajo y consumo

¿Cómo es la relación entre familia, economía y progreso en la Argentina? Nuestro país vive en la actualidad una situación económica de bajo crecimiento, donde el consumo sigue manteniendo un nivel aceptable desde hace algunos años, con inversión y exportaciones pero sin dinamismo.

De este modo se condiciona el futuro: al ser bajas las oportunidades de inversión –por motivos varios: inseguridad jurídica, alta inflación, tipo de cambio atrasado, suba de costos, restricciones para exportar e importar– se reducen las opciones de ahorro. Esto incrementa los incentivos a consumir, pero no la calidad de vida.

Por otro lado, el exceso de créditos bancarios individuales de mediano plazo (para adquirir autos, electrodomésticos, vacaciones o realizar reformas) fogonea el consumo y logra un aparente bienestar, y alimenta cierto individualismo que conlleva el “consumir” los nuevos bienes y servicios.

Este proceso se da en forma independiente al nivel de ingresos; los más carecientes también tienen acceso a créditos, a tasas usureras, en cómodas cuotas y con débito directo.

Los planes sociales gubernamentales fueron anunciados como temporarios pero son permanentes desde hace diez años. De los Jefas y Jefes de Hogar de 2002 se pasó a una  batería de planes: sólo los del Gobierno nacional equivalen a 2,2% del PIB. En efecto, la primacía del consumo termina imponiéndose sobre la cultura del trabajo, dado que muchos carecientes viven de transferencias y el trabajo informal es apenas un adicional de ingresos.

La falacia de la felicidad del consumo que describimos incluye cierta confusión entre el asegurar la equidad del presente y promover la movilidad social intergeneracional. La opción entre ocio y trabajo planteada por la escuela económica neoclásica para explicar, absurdamente, el desempleo voluntario, se replantea para expresar la relación ocio-trabajo de muchos carecientes que no salen a trabajar, amparados en los planes monetarios sociales de todo tipo, a lo que se suma la oferta pública de servicios (TV satelital codificada, Fútbol para Todos, etcétera).

Esto mitiga la pobreza en el corto plazo, pero consolida su transmisión de padres a hijos, pues los servicios públicos de educación y salud muestran señales de decadencia.

En la actualidad, el acceso a la vivienda y al trabajo dignos no está asegurado. Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, las personas bajo la línea de pobreza con canasta básica total no oficial alcanzaban al 26,9% de la población en 2012. Mejores bienes públicos, como la educación básica de las escuelas estatales y la salud primaria de amplio acceso son requisitos imprescindibles para pensar seriamente en mayor equidad y movilidad social, y no vivir de la falacia del consumo.

Por el contrario, las políticas públicas deberían considerar aspectos más dignos de realización personal que la satisfacción del consumo. La generación de trabajo digno y la búsqueda del progreso de las familias deberían ser políticas de Estado de los próximos años.

Sin trabajo tampoco es posible la solidaridad, pues el trabajo permite dar de lo que es propio y que ha sido ganado con el esfuerzo personal y se impone como condición esencial para el desarrollo de las personas y de las familias. “El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre y es, probablemente, la clave esencial de toda la cuestión social”  (Documento de Aparecida, 120).

Como enseña la tradición bíblica, familia, solidaridad y progreso son parte de un mismo proyecto. Los padres quieren un mayor bienestar para sus hijos. Familia es valores compartidos, una herencia común, un ideario nacional: historia, trabajo, fe y fraternidad hacia un proyecto mejor. Familia es trabajo versus ocio improductivo; es consumo compartido versus consumo individual; es un proyecto y un desafío para la Argentina que viene.

1 Readers Commented

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  1. Juan Carlos Lafosse on 10 octubre, 2013

    El artículo comienza haciendo una lista de algunos de los cambios en la sociedad y las estructuras familiares que ocurren en el mundo entero en las últimas décadas.

    Pero no explica la razón y ni siquiera se menciona la componente central de estos cambios, que es la visión del hombre como un ser egoísta-racional, un “organismo” programado por la evolución para satisfacer sus impulsos individuales, el corazón del pensamiento neoliberal. Esta es la ideología que produce enormes ganadores, por algo es fomentada tan activamente desde el poder económico internacional.

    Más adelante aparece la repetida serie de opiniones sobre la economía y la sociedad argentina que se puede ver en todos los medios opositores, todas muy discutibles pero expresadas como hechos verificados (mediáticamente, desde ya). Pero que no aportan nada al tema central del artículo.

    Lo curioso es que se le adjudican explícitamente a las políticas de este gobierno las culpas por los mismos problemas que ocurren en todo el mundo: acá es un pecado del gobierno que crezca el “consumo”. ¿Acaso preferirían que caiga, como ocurre con aquellos países que siguen el camino del ajuste? ¿Que alternativa proponen? ¿Como evitarían el desempleo, por ejemplo?

    Con los esperables errores y aciertos, generar trabajo digno ha sido el eje de las políticas del gobierno y lo ha logrado en muy buena medida, pero el artículo lo plantea como un objetivo ¿“para los próximos años”? Tampoco hay un análisis de los “planes sociales”, aunque se los responsabiliza de deteriorar la tan manoseada “cultura del trabajo”. Más bien parece que no se conoce cómo funcionan.

    Los Curas en la Opción por los Pobres no comparten estas opiniones, seguramente porque están en contacto real con los pobres, comprometidos de veras con ellos. Puede verse su posición en http://www.curasopp.com.ar donde en este momento hay una declaración sobre las próximas elecciones que toca algunos de estos temas.

    La pregunta de la introducción ¿Es decisiva la dimensión económica para la consolidación de un proyecto familiar? tiene una respuesta compleja, porque más que el dinero son los valores que impone el sistema económico neoliberal los que impactan directamente sobre las familias.

    Existe una relación directa entre ese mundo “líquido”, en la expresión de Baumann, donde los trabajadores no son personas sino “recursos” para usar y descartar y las relaciones interpersonales dentro de una familia.

    Como dijo el Papa: “Personalmente pienso que el llamado liberalismo salvaje no hace más que volver a los fuertes más fuertes, a los débiles más débiles y a los excluidos más excluidos.” Y no se refiere a la Argentina en particular. “Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y un objetivo verdaderamente humano.” Y tampoco habla de Argentina.

    Por eso si realmente se busca apoyar a las familias es imprescindible modificar este sistema económico “dictatorial, inhumano y despiadado” como lo califica el Papa. No existe otro camino. Y si después del pedido del Papa los cristianos no nos planteamos este objetivo ¿quién esperamos que lo haga? Es hora de debatir estos temas, que no son sencillos por cierto.

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