descargaA 30 años de recuperada la democracia constitucional, el autor reflexiona sobre las asignaturas pendientes en nuestro país a propósito de la reciente experiencia egipcia.

Mohamed Morsi

Mohamed Morsi

En mayo pasado visité Egipto, país que accedió a la democracia un año antes, al asumir como presidente Mohamed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes, luego de la “primavera árabe”, una pueblada que en 2011 tuvo por escenario principal la Plaza Tahrir de El Cairo, y que quiso terminar con los gobiernos autocráticos de Gamal Abdel Nasser, Anwar el-Sadat y Hosni Mubarak.

Morsi, que fue derrocado el 3 de julio pasado por el golpe militar del general Abdul Fatah Al-Sisi –instigado por el movimiento civil Tamarrod (Rebélate)–, gobernaba un país en total desorden, cuya Constitución y Parlamento no tenían consenso popular, y los Hermanos Musulmanes (un movimiento político fundado en 1928 por Hassan-al-Banna   para establecer un califato islámico, pero que fue adaptándose a los nuevos tiempos sin definir cómo secularizar el Islam en democracia), no les sirvió como soporte político, ni para superar el caos social y económico imperante. Éste se agravó con el gobierno militar, que declaró el estado de emergencia, reprimió protestas –con un saldo de más de mil muertos–, mientras se saqueaban iglesias cristianas coptas. Así, provocó la renuncia del vicepresidente y premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei.

Lo que vi me recordó –salvadas las distancias– el ensayo democrático intentado en nuestro país entre 1973 y 1976 –que algunos hoy añoran–, en el que la violencia y el terrorismo de la Triple A y de la guerrilla hicieron de las suyas. Iniciado bajo la vigencia de una Constitución parchada por el Estatuto Fundamental dictado por el general Alejandro Lanusse (1972), con la presidencia de Héctor Cámpora, lo continuó Raúl Lastiri, Juan Perón y luego Isabel de Perón, que fue derrocada por la Junta Militar.

Esta comparación me hizo entender que lo recuperado hace 30 años fue la democracia constitucional, y no la democracia a secas, como pude verlo también en Egipto, en su primer gobierno elegido en comicios libres, y aquí, entre 1973 y 1976. A pesar de que el gobierno de entonces había sido elegido por el pueblo, el desorden y la violencia se producían porque faltaba la vigencia plena de la Constitución, como expresión de la voluntad popular, que garantizara los derechos humanos, la igualdad ante la ley, la división y limitación del poder, el funcionamiento del Congreso y de una Justicia independiente, de los partidos políticos, y del federalismo.

El “populismo” de moda, que es una degeneración de la democracia, ha hecho creer a algunos que este régimen político –que la Constitución de 1853 llamaba republicano– recuperado en 1983 se agota con la realización de elecciones, pero poco le importa la vigencia de la Constitución. Interpreta que la voluntad popular no se refleja en la Ley Fundamental sino que está delegada en quien ejerce el Poder Ejecutivo, y que, por ello, su titular puede obrar con las instituciones y las leyes como mejor le plazca.

En efecto, el Congreso parece una “escribanía”: se legisla para que la Justicia sea sumisa al Ejecutivo de turno; a la titular de éste poder se la quiere reelegir y las autonomías provinciales y municipales son cada vez más acotadas.

Los partidos políticos, debilitados y divididos, utilizan los aparatos estatales –nacional, provincial, municipal o los entes descentralizados– para regimentar a su clientela. Sus militantes son, muchas veces, “ñoquis”, “asesores” o “consultores” –con cuota de afiliados que se descuenta de sus haberes– o beneficiarios de subsidios y planes sociales. Sus recursos, además de los provistos por el Fondo Permanente Partidario, se nutren con los aportes que hacen contratistas del Estado o capitalistas amigos; y usan los medios de comunicación, propios o subsidiados, para propaganda política. Parientes y figuras del espectáculo con frecuencia integran las listas de candidatos. Los partidos que pierden elecciones, si no se alían con el gobierno, pasan a ser enemigos o “suplentes” de los enemigos.

Sin embargo, los “cacerolazos” del 13-S y 8-N, de 2012; y los de este año, el 18-A y, el más light, del 8 de agosto, han demostrado que el pueblo no renunció a la titularidad del poder y que sus representantes tienen el deber de escucharlo y de gobernar en función del bienestar general y no de los intereses de los que ejercen periódicamente el poder.

Las PASO reflejaron que el ideal de la democracia constitucional se ha desdibujado y la política y los políticos han perdido prestigio por apartarse del único “modelo” válido de democracia, que es el que indica la Constitución. Por otro lado, es de rescatar que además de sufragar el 76,83 % del padrón, las principales ideas esgrimidas por los candidatos parecían calcadas de las consignas voceadas o escritas en las pancartas de los cacerolazos, lo que indica que el pueblo que los votó quiere revivir aquella firme convicción, que nos unió después de Malvinas, de que nuestro mejor destino es vivir en democracia, bajo el imperio de la Constitución.

Raúl Alfonsín, que ganó las elecciones presidenciales del 30 de octubre de 1983, resumió este ideal, con las palabras del preámbulo, que merecerían volver a ser recitadas con frecuencia: “con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo”.

5 Readers Commented

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  1. martha maidana on 11 octubre, 2013

    está muy clara la descripción de nuestra situación , pero la pregunta esencial es como se sale de esto, porque todos sabemos, todos diagnosticamos con lucidez,pero en la práctica permanece una falta total de autoridad,de manejo serio de la conducción, de visiones claras que se orienten a objetivos definidos ,de gente que asuma con madurez sus responsabilidades
    y se juegue por lo que considera verdad y bien.

  2. Juan Carlos Lafosse on 14 octubre, 2013

    Estimado Sr. Gentile,

    Voy a tratar de replantear mi comentario original, no publicado por Criterio.

    Cualquier país que sale de una larga y terrible noche de dictaduras, persecución ideológica y violencia extrema, como la Argentina de 1983, necesita comenzar un proceso de reconstrucción del Estado y de la propia sociedad.

    A lo largo de todo este proceso juegan los mismos “poderes económicos internacionales” como los llama el Papa, que antes provocaron las dictaduras. Ellos no desaparecen, solo cambian sus métodos y herramientas: de los fusiles y cámaras de tortura pasan a manejar el juego político fabricando candidatos con sus medios de comunicación.

    Según su planteo, resulta que falta “institucionalidad” cuando el Poder Legislativo aprueba una norma propuesta por el Ejecutivo: es una “escribanía”!! Cuesta creerlo. ¿Acaso Ud. quiere que las mayorías elegidas no voten? ¿O que los votos de la oposición se cuenten doble? ¿Qué propone realmente?

    Ud. opina que por “degeneración de la democracia”… “la Ley Fundamental está delegada en quien ejerce el Poder Ejecutivo, y que, por ello, su titular puede obrar con las instituciones y las leyes como mejor le plazca ¿En qué ocasión la Presidenta violó la Constitución? Sea bien específico, jugar con estas frases es irresponsable, como mínimo. ¿De qué reelección habla? ¿De los chimentos de personeros televisivos?

    También dice que “las principales ideas esgrimidas por los candidatos parecían calcadas de las consignas voceadas o escritas en las pancartas de los cacerolazos”. Esto es algo que no le llamaría la atención a nadie que haya seguido como se armaron mediáticamente las manifestaciones y quién maneja los candidatos actuales. ¿Cuál es la novedad? ¿Ud. cree que estas ideas surgieron de cabezas diferentes?

    Pero ninguno de estos slogans se refleja en proyectos concretos y serios, propuestos anteriormente o expuestos ahora para su discusión. Nuevamente nos quieren vender “verdades” indiscutibles: todo “el futuro” pasa por terminar con el “populismo” y darle poder a esa oposición “debilitada y dividida”, fabricada en talleres de confección de candidatos mediáticos.

    Opiniones como la de su artículo no solo no contribuyen a resolver nada sino que impiden cualquier intento de diálogo racional entre quienes piensan en su país.

    Por eso quisiera saber qué medidas propone Ud. concretamente. Y sobre todo COMO llevarlas adelante, con qué recursos, con quienes, como resolverá los conflictos que inevitablemente generaran, como repercutirán en los más vulnerables…

    Es decir, algo sólido, no esta aburrida letanía de provocaciones sin sustento que se pueden leer en cualquier medio opositor. Algo más digno de Criterio.

    Cordialmente,
    jc

    • Rob.1963 on 20 octubre, 2013

      Estoy plenamente identificado con el aporte de JC, su ajustado comentario fue de » adulto liberado «- Lo del abogado de la U. Católica Argentina, pobre con la eme de MUY. Escribe y piensa con la ingenuidad propia de un niño en etapa emotiva y no racional, propio de los sistemas dogmáticos «seguros de la vida eterna». El odio imperante en n/país, es la semilla desparrama y sembrada abundantemente por sistema clerical del 55/.La introyección caótica de aquel entonces es el fruto de hoy, dado en ceguera política y absurdo enfoque. Atte.RCB.

  3. jorge on 19 octubre, 2013

    Dr. Gentile:
    Sus comentarios son entre patéticos y paternalistas, propio de una visión del derecho ya perimida. Bienvenido al siglo XXI!!!!
    Por otro lado y abandonando tanto resentimiento, puede ofrecer un comentario crítico sobre lo que pasa en su provincia? los escádalos de la llmada narcopolicía y narcopolítica? y del poder judicial TSJ, fiscales etc etc? No se puede decir algo?
    Sería bueno un comentario lúcido.

  4. Anselmo Vezzosi on 31 octubre, 2013

    Cumpliendo con la Constitución Provincial, Zamora, actual gobernador no puede ir por un 3er mandato, no pudo hacer con la Constitución lo que quiso, los tiempos de los incumplimientos y NO respeto por las leyes se acortan. Los Juarez duraron 50 años, Zamora apenas 8, estoy muy contento y vamos CRECIENDO, a pesar que la candidata sea su esposa.

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