fundapazFundapaz cumple 40 años de trabajo en el norte argentino, donde fue pionera en la lucha por la propiedad de la tierra de los que menos tienen.

fundapaz2Si la corzuela que estoy persiguiendo cruza la picada y entra a tu lote, ¿qué hago? ¿Abandono la cacería o continúo? ¿Cuál es la diferencia entre predio, lote o propiedad y territorio? Nosotros a eso lo llamamos

así, ¿y ustedes? ¿Quiénes serán los dueños: las personas o la comunidad? Estas y otras preguntas forman parte de las arduas negociaciones interculturales entre criollos e indígenas para llegar a acuerdos  que permitan convivir y además resolver la regularización de la propiedad de la tierra. Y no son fantasía literaria. Son algunas de las muchas preguntas que dieron lugar a la reflexión, la discusión y la posterior elaboración de los “Acuerdos de Convivencia” que son la base del manejo de las áreas de uso común como las aguadas, los algarrobales y las zonas de caza y de extracción de madera en el Chaco Salteño.

Salta es una de las provincias con más interacción entre indígenas y criollos, mucha tierra fiscal y una fuerte concentración de la propiedad. Tres buenas razones para utilizarla aquí de ejemplo para conocer la tarea de Fundapaz. En Salta, las explotaciones que tienen más de 5000 hectáreas son sólo el 3,1 % del total, aunque concentran el 63% de la superficie de las tierras en producción. Las que tienen menos de 25 hectáreas, que son el 57% de la cantidad de explotaciones, sólo ocupan el 0,4% de las tierras productivas. Allí, en 1989, fue sancionada la ley provincial 6570 de reordenamiento territorial, muy bienvenida pues permitiría regularizar la situación de numerosos lotes fiscales muy extensos que estaban ocupados indiferenciadamente por indígenas, la mayoría de la etnia Wichi, y por criollos. Fundapaz incidió activamente en la formulación de esa ley. Por su apoyo a familias Wichi asentadas en zonas del Pilcomayo, solicitado por las religiosas del Sagrado Corazón, la fundación estaba bien al tanto de los problemas que traía aparejados esta ocupación indiferenciada y simultánea. También conocía la necesidad de resolver cuestiones de tenencia y propiedad de larga data y que de por sí ya son sumamente complejas, agravadas por las diferencias culturales entre los pobladores.

Desde hace un lustro, y por iniciativa del obispado de Orán a través de su equipo de Pastoral Indígena, existe una Mesa de Tierra integrada por casi veinte organizaciones de base de criollos e indígenas, acompañadas por   asociaciones que las apoyan técnicamente, como Fundapaz. Es un punto de referencia y de apoyo para hacer valer los derechos de los pobladores, un lugar donde se demuestra que si hay disposición, apoyo político y un adecuado marco donde procesar los problemas, es posible resolver las arduas cuestiones de la mejor y más equitativa distribución de la tierra.

El apoyo de Fundapaz a quienes pretenden regularizar su situación dominial se realiza también en Santa Fe (unas 700 familias) y en Santiago del Estero (otras 500 familias). También en Chaco y Formosa se ha trabajado mucho. En total, Fundapaz se ha involucrado en procesos de titularización de más de un millón de hectáreas.

Dos hechos signaron la creación de la Fundación. El primero, el deseo de las religiosas del Sagrado Corazón de exteriorizar su opción por los pobres, como lo hicieron varias órdenes de religiosas por esos años posconciliares, de modo institucional e inequívoco: una importante donación en especie. Se trató de un terreno de 3.500 metros cuadrados en una estratégica esquina del Barrio Norte, allí donde estaba el colegio de clase media alta que las hermanas habían decidido dejar y que, en un gesto de muy alto contenido simbólico y no libre de críticas, ya habían ordenado demoler, ofreciendo a las familias la posibilidad de enviar a sus hijas al colegio que la congregación aún sigue teniendo en el barrio de Almagro. El segundo hecho es que encontraron las personas que a su juicio les garantizaban eficacia y continuidad en acciones de promoción humana integral y con experiencia en el norte argentino, región a la que varias religiosas ya se habían ido a trabajar desde 1968. Se trataba del matrimonio de Silvia Stengel y Jorge A. Pereda, que habían dejado Buenos Aires para instalarse en un campo heredado en Espín, cerca de Vera, en el norte de Santa Fe, en plena Cuña Boscosa.

La decisión había sido acompañada muy de cerca por el obispo de Reconquista, Juan José Iriarte. Corría el año 1968. Por aquellos días se estaban inscribiendo muchos ex hacheros de La Forestal para concursar como adjudicatarios de los llamados “lotes C” que les serían dados en propiedad, de acuerdo a la ley provincial 6404. Próximos al vencimiento del plazo de inscripción, las religiosas que habían ido a conocer la zona  colaboraron para terminar de llenar solicitudes, en un fin de semana muy lluvioso. En esa ocasión pudieron apreciar las dificilísimas condiciones en que se vivía, sin tierra, caminos ni infraestructura.

Esa misma noche las religiosas tomaron la decisión de donar el predio del colegio de Callao y Juncal para contribuir a remediar situaciones de esa naturaleza. Así, Fundapaz se creó para ser recipiendaria de la donación de las religiosas.

Como pago por la venta del terreno, la Fundación recibió del consorcio empresario comprador una suma en efectivo y varios departamentos, cocheras y un local comercial. La entidad obtuvo su personería jurídica en la provincia de Santa Fe el 14 de diciembre de 1973. Unos meses antes, en julio, se había firmado el acta fundacional en Vera; los firmantes fueron el matrimonio nombrado y el presbítero Enrique Nardelli, en representación del obispo de Reconquista.

En el acta fundacional “se deja expresa constancia que la labor de la Fundación se inspirará esencialmente en los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y que la Promoción Humana que se propone alentar  se fundamenta en una visión evangélica del hombre adecuada a los tiempos históricos y en la primacía del  amor”.

En cumplimiento de objetivos estatutarios, Fundapaz publica regularmente el boletín Puente para “pro mover  la toma de conciencia en los distintos sectores y niveles del país, sobre la urgente necesidad de efectuar todos los aportes necesarios para superar las marginalidades regionales” y, por cierto, continúa apoyando técnica y financieramente proyectos en el Norte argentino.

Este año se cumplen 40 de la creación de la Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz. Una parte central de las celebraciones por esta efeméride fue dedicada al tema de la tierra, por el que tanto hacen un importante conjunto de organizaciones, como las redes forestales y las pastorales indígenas de varias diócesis.

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