La larga crisis argentina, de Luis Alberto Romero (Buenos Aires, 2013, Siglo XXI).
El lector que se asome a las páginas de La larga crisis argentina, de Luis Alberto Romero, hallará una lúcida reflexión sobre la historia de nuestro país con la consolidación del Estado nacional en 1880 como punto de partida, extendiéndose hasta nuestros días. El autor toma la pluma en su doble carácter de ciudadano y de historiador para ofrecer un texto en el que la experticia del segundo se encuentra al servicio de las preocupaciones del primero. Romero ha analizado el proceso histórico de la Argentina a partir de 1916 en su Breve historia de la Argentina contemporánea, un volumen de gran difusión (además de sus reimpresiones en español ha sido traducido al inglés y al portugués) que se caracteriza por el equilibrio con que combina la narración y el análisis. En La larga crisis argentina prima la reflexión sobre la narración, lo que no impide que el volumen sea a la vez una muy buena puerta de acceso a la historia del país. Esa reflexión es la del ciudadano preocupado por encontrar las claves de una crisis cuyos orígenes, alega, pueden detectarse a mediados de la década de 1970. Hallar esas claves es el paso ineludible para encontrar las soluciones que permitan darle un cierre y devolverle a la Argentina un futuro que se ha desdibujado.
El eje del texto es la construcción, el protagonismo y la crisis del Estado. Romero advierte al lector que, a diferencia de lo que ciertas lecturas liberales han propuesto, la prosperidad argentina de las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX se debió en buena medida a la existencia de un Estado que supo generar condiciones para el crecimiento económico y la movilidad social ascendente. La larga crisis, por el contrario, sería resultado de un desguace que comienza en los años ’70 con la dictadura militar y todavía no ha sido revertida. En este sentido, es significativa la lectura que el autor ofrece de la década kirchnerista: si bien el “relato” oficial insiste en la recuperación del protagonismo del Estado contraponiéndola a su sistemática destrucción durante la dictadura y el menemato, lo que han hecho los Kirchner no ha sido reforzar el Estado, sino los mecanismos de gobierno que garantizan el poder avasallador del Ejecutivo. Por cierto, el avance político sobre el Indec, el ANSES, la Justicia y otros organismos de control –la Sindicatura General de la Nación, la Fiscalía de Investigaciones, la Auditoría General– difícilmente puedan considerarse compatibles con la voluntad de fortalecer el Estado, que de funcionar como debiera opondría escollos a la voluntad hegemónica del Gobierno. La Argentina no ha de recuperar el futuro perdido, advierte Romero, sino recuperando el Estado que creó las condiciones de posibilidad de su progreso de 1880 en adelante.
En síntesis, el volumen es un muy buen aporte a la reflexión de una sociedad que se encuentra en una encrucijada, aunque también ofrece, adicionalmente, una buena síntesis de la experiencia histórica argentina, interesante para jóvenes que no la conocen como debieran. Una observación más: la prosa de Romero es a la vez elegante, sencilla y atrapante. El autor sabe expresar ideas complejas con esa claridad suya que siempre valoramos quienes tuvimos la suerte de haber sido sus alumnos, más allá de que compartiéramos o no sus ideas y enfoques. Una claridad de escritura que refleja la madurez de sus reflexiones, porque, como decía Montaigne, “lo que se concibe con claridad se expresa con claridad”.
8 Readers Commented
Join discussion«La Argentina no ha de recuperar el futuro perdido, advierte Romero, sino recuperando el Estado que creó las condiciones de posibilidad de su progreso de 1880 en adelante».
Me veo en la necesidad de efectuar la cita textual de lo que parece uno de los frecuentes «lugares comunes» de nuestra historiografía, y que a mi criterio siguen funcionando como «zonceras» (que me perdone Jauretche) que obturan ver el país real para poder comprenderlo y luego (tomistamente hablando…) amarlo.
Lo que quiero decir es que «el progreso de 1880 en adelante» merece algunas observaciones como al pasar: a) democracia restrictiva; b) economía integrada de manera servil y complementaria al Imperio británico; c)destrucción de las economías regionales; e) extranjerización de la cultura, asumiendo como cultura todo lo ajeno y despreciando como barbarie todo lo propio (así lo plantearon en sus libros fundacionales Sarmient y Alberdi, cuyo bronces siempre lustrosos encandilan el análisis incluso de sus propias autocríticas); f) desprecio por las poblaciones indígenas, criollas, y por los inmigrantes no «ingleses» (en el sentido amplio) o norteamericano; etc., etc.
Si el concepto de «Progreso» no va acompañado de «equidad y justicia», claramente no es el progreso que podríamos pensar desde la Doctrina Social de la Iglesia. Que me perdone Romero.
Estimado Sr O’Connor forma Ud parte y veo con orgullo del amplio grupo de argentinos que renegando de los principios y conductas que llevaron a la sociedad argentina a ocupar un lugar prominente en el mundo imaginan que de otra forma hubiera sido mejor, obviamente en su imaginario.No admira Ud a las generaciones que casi eliminaron el analfabetismo sin parangon en América y antes que algunos países europeos, que generaron el terreno en las ciencias para ganar premios Nobel, desarrollaron una infraestructura que hoy utilizamos aun obsoleta, que aún con el desigual reparto de la riqueza generada permitió el desarrollo de una clase media base del liderazgo argentino en Sudamerica,obviamente que utilizaron referentes extranjeros, o cree Ud que hubiera sido mejor seguir las experiencias tehuelches o incas?la cultura generada en la Europa greco-latina inspiró no sólo a la generación del 80 sino a todo el mundo, no cita Ud a Santo Tomás?
Refiere Ud como un defecto una democracia restrictiva, puede enumerarme cuantos paises de esas épocas tenían una democracia como las actuales? Habla luego de una economía servil, concepto casi risueño,con quien se podría comerciar en aquellos años, quizás con Angola o Perú o China o Japon? La cultura nunca es ajena, la cultura es un bien humano que proviene del saber que cada persona agrega a la especie, Gutemberg, Galileo,Mozart, Cervantes son sólo algunos ejemplos que hacen a la cultura universal, incluso la nuestra.
La equidad y justicia que Ud propone como metas del progreso no son discutibles,yo le agregaría una nueva dimensión, el amor que hoy Francisco está proponiendo pero nunca se logrará negando lo construído sino mejorandolo y nunca analizar el pasado con criterios de actualidad
Estimado Sr. Buceta:
atento su comentario, a mi criterio innecesariamente irónico, creo que debo reiterar algunas cosas y completar otras.
En primer lugar, no reniego de mi historia, pero tengo el derecho y el deber, en conciencia, de juzgar el pasado, no con fines morbosos, sino en vista al futuro. En esa línea es que pienso que seguir exhibiendo a la generación del 80 como una generación a la que no se le puede criticar nada, más que aclarar, obstruye la posibilidad de reflexión.
En segundo lugar, conozco, afortunadamente, el pasado histórico tanto por libros como por la propia tradición familiar. No reniego de mis antepasados, pero, sostengo la libertad de tener ideales e imaginar (verbo que legitimo, aunque usted lo asocie más bien a lo «fantasioso»)un país distinto al que hicieron mis antepasados. incluso, creo que será una buena herencia para mis hijas pretender un país mejor que el que yo llego a ver hoy.
En tercer lugar, se debe entender que esta crítica la hago situada en el 2013, ya que lo que se discute en el título del artículo es la encrucijada actual, no la de 1880. Con lo que digo que, si bien todo análisis histórico debe tener en cuenta el contexto, para no servir de pretexto, no puede estar exento de ser revisado, e incluso, que podamos replantear el mismo contexto.
En cuarto lugar, en la enumeración de países que Ud. dice no se habría podido comerciar, solo por nombrar a Perú el Gral. San Martín estaría en desacuerdo con Ud.
En quinto lugar, Ud. no me contesta, sino que me ataca, y con ello pretende invalidar mis argumentos. Pero debe volver el contexto en que situamos la generación del 80. A eso iban mis enumeraciones de la primera intervención.
En sexto lugar, el considerar lo propio no implica que reniegue de todo mi pasado, como individuo y como pueblo, sea europeo o sea aborigen. Pero eso es mi pasado: yo no soy europeo y tampoco soy aborigen. Y como americano, y como argentino, me hubiera gustado que Ud. no me nombre ejemplos de «cultura» sólo europeos, sino acaso alguno argentino, o americano. Tengo derecho como cualquier otro a utilizar el pensamiento de santo Tomás, pero también Yupanqui, Jauretche, o quien considere necesario. No soy etnocentrista para un lado o para otro, sólo pretendo comprender mejor dónde y con quiénes vivo.
En séptimo lugar, me atevo a cuestionar el recorte del texto: arrancamos los manuales en la generacióndel 80 porque (para pensadores de cierta izquierda y de cierta derecha) el contexto previo, yendo a los documentos, no a los manuales, acreditaría que otro país fue posible, pero que determinados grupos optaron por el que hicieron, a costa de lo que enumeré en mi primera objeción. Es curioso, por ejemplo, como los grupos indios fueron utilizados en las guerras de la independencia y luego en las civiles, para luego ser eliminados hasta como categoría de análisis, por lo cual hoy nos vemos con la necesidad de reivindicar la existencia de algo que nunca dejó de existir.
¿Sabía Ud. que muchos de nuestros patriotas de la independencia estudiaron en lo que hoy es Bolivia, país que sistemáticamente optamos por ningunear, cuando es la fuente de la riqueza de la economía extractiva de la Europa del renacimiento, por sus minas de oro y plata? ¿y que cuando ya no pudieron sacarle más, decidieron dejárselo a los nativos?
¿sabía que nuestra acta de la independencia se escribió en tres idiomas, dos de ellos americanos: quechua y aymará?¿Sabe de quién eran esos idiomas? ¿Piensa Ud. que Belgrano era una incapaz cuando sugiere que se nombre rey a un descendiente de los incas? De todo eso no se habla casi en la historiografía liberal, para que pensemos que antes no había país.
En octavo lugar, la constante denigración a la que somos sometidos, sólo por plantear una mirada distinta, da claras señales de cómo tenemos una cultura no propia, sino colonizada. Seguir pensando que nuestros defectos son sólo por causa nuestra, y no querer ver que la globalización ya existía y es parte de las causas de nuestros problemas, es seguir sosteniendo que «todo lo malo viene de adentro y todo lo bueno de afuera». No hay filosofía que pueda sostener esto.
En noveno lugar, existe un gran libro que se llama «Utopía». Lo escribió un santo católico, político, quien por «imaginar» un país distinto, se quedó sin su propia cabeza.
Le dejo un saludo
Roberto O’Connor
Adhiero al comentario de Roberto O’Connor. Pensar en recrear el Estado de la Argentina de 1880 no toma en cuenta los enormes cambios económicos y sociales producidos en el mundo entero. Y no me imagino al Papa Francisco adhiriendo a esta propuesta.
Esta concepción anclada en una supuesta “edad dorada” del Centenario se ve a menudo en Criterio y creo que tiene puntos de contacto con la que menciona el Papa cuando opina sobre “Certezas y errores” en el maravilloso reportaje publicado en la página web de la revista: “… La tradición y la memoria del pasado tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios nuevos a Dios. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tienda a la ‘seguridad’ doctrinal de modo exagerado, el que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva.…”
Romero sostiene que la “sistemática destrucción (del Estado) durante la dictadura y el menemato” (algo evidente) se continúa en los gobiernos de los Kirchner, pero el artículo no menciona ni analiza los contextos ni cuál es la estructura social, económica e institucional que heredamos del siglo XX.
“Avanzar” sobre órganos dependientes del Poder Ejecutivo como el INDEC y la ANSES no parece algo irrazonable, sobre todo teniendo en cuenta la situación de los mismos en el año 2003, recuérdese los años que llevó el procesamiento del Censo 2001 y la situación de los jubilados con ingresos congelados y la reducción de haberes final. Se podrá estar de acuerdo o no con las medidas adoptadas, pero no con su legitimidad ni con la forma en que se hicieron.
Para hablar de “avances” sobre otros organismos, hay que recordar que es la reforma constitucional de 1994 la que introdujo nuevos mecanismos y reglas de control del Estado. Hoy tenemos la Fiscalía de Investigaciones Administrativas (FIA), la Auditoría General de la Nación (AGN), la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y la Oficina Anticorrupción (OA). Todas pueden investigar; cruzar datos sobre quiénes, cómo y por qué se administran los recursos públicos. Pueden hacer observaciones, recomendaciones e incluso denuncias y algunas hasta querellas, como la OA. Aunque nunca “avanzan” sobre el poder judicial, que no es controlado externamente.
El poder de juzgar, sancionar y condenar sigue siendo atributo exclusivo del Poder Judicial, que en nuestro país siempre ha tenido un índice bajísimo, casi nulo y siempre muy tardío, de penalización de este tipo de delitos. De modo que los pretendidos “avances” del Poder Ejecutivo no han tenido ningún efecto sobre esta realidad, bien evidente por otra parte.
Respecto de “avances” sobre el mismo Poder Judicial, obviamente se puede discutir mucho sobre todo lo hecho y la forma de hacerlo, pero no sobre la urgente e imperiosa necesidad de que sirva a la justicia, a todos los argentinos y no solo a corporaciones tradicionales y poderosas, como ocurre hoy en día. Los ejemplos recientes sobran, el caso Bulacio – con 47 jueces intervinientes que no resolvieron nada en 22 años – es bien ilustrativo.
Después de trabar las reformas aprobadas democráticamente por el Poder Legislativo, ahora la Corte Suprema opina que “El Poder Judicial necesita reformas para acercarlo a las necesidades de la población”, pero quiere hacerlas internamente, sin participación de nadie “de afuera”. Otro ejemplo de “institucionalidad” puramente formal.
Hoy la Argentina tiene -en el mejor de los supuestos- UN ESTADO SOLO APARENCIAL (un estado algo así como el ejército antes de la guerra de Malvinas en apariencia numeroso, importante, grande, armado, disciplinado, reserva moral etcétera, PERO EN LOS HECHOS SE MOSTRÓ elefantiásico, fofo, de conducción anárquica, inoperante e inoperable, con armas anticuadas, poca instrucción, escasa perspectiva estratégica y mucha corrupción, etcétera).-
Desde ya que en HIPÓTESIS DE TRANSFORMACIÓN DEL PAÍS ese estado actual hay que reformarlo, pero no han de ser los políticos ignorantes, corruptos, incapaces, serviles y mentirosos que arriban a sus estamentos los que se encargarán de tamaña obra.-
Cuando la sociedad se decida -agotada de una frustración de 100 años- convocará a sus mejores hijos a la empresa.-
Previa a toda transformación debe producirse la REFORMA DEL ESTADO;
lo que preocupa es que este no es un tema ni de la política ni de la elites, ni en la actualidad ni en el pasado inmediato;
Amigo Buceta,
Creo que hay que separar un poco las cosas. No se puede renegar de la historia pero es necesario evaluarla también desde sus consecuencias.
La Argentina del Centenario más que culta fue europeizante y en un sentido muy limitado. Definir “cultura” no es un tema sencillo, pero va mucho más allá de los palacetes que en Buenos Aires y París construyeron los privilegiados de aquella época, cuando la Argentina era una colonia próspera, más que una nación independiente.
La historia de EEUU y Canadá muestran que para ellos la independencia era algo más que dejar de tener virreyes, era poder desarrollar un país con sus propios recursos humanos y materiales. En cambio acá, cambiamos funcionarios de la corona española por banqueros y comerciantes ingleses que, como en la India, se aliaron con aristocracias locales cuya riqueza dependía de decisiones de Londres.
Así, nosotros dimos origen a un país primario y sin industrias, en el momento en que estas construían la riqueza de las naciones centrales. Pretender que competíamos con EEUU no es más que una fantasía, íbamos por caminos muy diferentes. Quizá pudimos hacerlo, pero la pereza de quienes ganaban fortunas y gobernaban desde Buenos Aires nos lo impidió.
Pensar que ese país pueda aportar para que la Argentina se desarrolle en este siglo no es realista, la situación global es muy diferente, la de nuestro país también.
Si – como corresponde y como nuestro Papa nos pide todos los días – ponemos a los pobres en el centro de nuestro esfuerzo, lo primero es crear trabajo. Esta no es una “decisión” puntual de un gobierno sino un camino difícil, que necesita el acompañamiento de la sociedad toda.
Claro que hay muchas historias difíciles, errores y aciertos, alternativas y opciones, cada día y en cada circunstancia, pero también el Papa nos dice que para encontrar el mejor camino hay que dialogar. Quizás a veces el debate sea áspero y difícil, pero no hay otra forma de lograr un país mejor, más solidario y equitativo. E incluso más rico.
Por eso yo insisto en que la queja permanente, la desvalorización del que no piensa como uno y la agresión incluso, solo impiden el diálogo y no agregan nada. Hay que enfocarse en problemas concretos y buscar soluciones posibles, realistas. Esta es la forma de responderle a Francisco.
Le agradezco su comentario, que he leído con atención y aprecio su interés por nuestro país.
Cordialmente,
jc
Buen articulo, el pastor debe oler o haber sido primero oveja, para poder entender, y ser el mejor de los pastores, de lo contrario, es didicil, es decir el pastor se puede entonces poner en los zapatos de la oveja
Es tan poco lo que podemos hacer sobre el pasado salvo no repetir errores, insistir en la revisión después de mas de un siglo es entrar en la inutilidad. En el contexto histórico que les tocó vivir a la generación del ochenta, hicieron lo suyo y podemos afirmar que con bastante éxito para el país. Hoy se hace necesario debatir sobre como enfrentar el futuro que está preocupando al mundo y por cierto es que en esta carrera algunos países ya largaron. La globalización, nos guste o no, es una realidad, hoy ciertamente el poder es global y la política es local y esto no ajusta bien. Con certeza que lo global necesita superar imperfecciones, entonces la tarea debería enfocarse en ese punto. Apreciaría mucho que los foristas atendieran la idea de «modernidad líquida» de Zygmunt Bauman y en especial tener en cuenta la experiencia que Japón está realizando con el plan educativo para preparar «Ciudadanos del mundo» El mundo de Sarmiento, Roca etc. ya fue, ahora viene otro entorno, otra circunstancia sobre la cuál deberemos estar preparados para enfrentar y superar. Veo cierta gravedad que no nos ocupemos del futuro y si nos quedemos a discutir el irreversible pasado le hacemos gordo favor a nuestros competidores globales
. No necesitamos ser independientes porque esa condición ya la tenemos, hoy necesitamos capacitarnos para ser interdependientes y les aseguro que lograrlo nos demandará un gran esfuerzo. No perdamos tiempo.