“Durante mucho tiempo separamos valores de intereses políticos” –afirma el político alemán Nico Lange–, pero “los valores y los intereses no deben separarse porque nuestros valores son nuestros intereses”.
Nico Lange, dirigente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania, experto en planificación y estrategia política, participó de una mesa de diálogo con Criterio en el marco de su visita a la Argentina invitado por la Fundación Kornad Adenauer.
-¿Cuáles son los problemas que más preocupan en la agenda alemana?
-Si observamos las tendencias en el mediano y largo plazo, advertimos algunos grandes problemas a resolver. El primero tiene que ver con algunos Estados con endeudamientos muy elevados dentro de la Unión Europea. Estamos ante una paradoja: la crisis nos brinda una oportunidad para seguir ampliando y profundizando las instituciones porque muchas de las cuestiones vinculadas a políticas de financiamiento, de endeudamiento y a políticas sociales, que son problemas nacionales, pasan a ser problemas europeos. En este marco cabe preguntarse cómo van a evolucionar estas instituciones en el mediano plazo, si necesitaremos un gobierno europeo para el tema financiero, si habrá mayor cooperación y políticas para el mercado laboral, como el reciente acuerdo firmado entre Alemania y España. El segundo problema tiene que ver con la energía. En Alemania estamos haciendo una inversión sumamente valiente: desprendernos de la producción de energía atómica e ir reduciendo en el largo plazo las fuentes de energía fósiles para apostar por las energías renovables. No sabemos con certeza si tenemos las respuestas correctas para los riesgos que asumimos, pero la hipótesis es que en el mediano o largo plazo en todos los Estados europeos y en otros escenarios del mundo van a tomarse decisiones en igual sentido. En tal caso la inversión habrá valido la pena porque habremos sido los primeros en lograr el cambio en la generación de energía, tendremos los mayores avances y manejaremos la tecnología.
-¿Qué sucede con el escenario demográfico?
-Precisamente la evolución de la población es sin dudas un tercer problema. En Alemania tenemos una pirámide invertida, con las correspondientes dificultades en el mercado laboral, las cajas de jubilaciones, el incremento constante de los costos de la salud y la mayor demanda de asistencia domiciliaria; y, en el otro extremo, los inconvenientes propios de la zonas rurales, donde al reducirse la población ya no es redituable mantener infraestructura de bancos, centros comerciales, medios de transporte público, etcétera. Y un cuarto problema, parcialmente relacionado con este, es la inmigración y su integración. En Alemania nos están faltando técnicos y especialistas, por lo cual tenemos que fomentar la inmigración, pero es clave generar un clima y estructuras sociales que puedan recibirlos. Otro tema es la cuestión de los cambios sociales porque nos hemos ido modificando mucho en las últimas décadas: más de la mitad de las viviendas en Alemania son ocupadas por un único habitante, está abierto el debate sobre la igualdad de derechos de los matrimonios homosexuales y tenemos multiplicidad de religiones, con una población musulmana en crecimiento, y numerosas comunidades religiosas que se mueven libremente. Otro elemento importante es que los niños nacidos durante el baby boom de los años ‘50 fueron envejeciendo, de manera que tenemos un grupo muy importante de electores y de consumidores de edad mayor. Esto influye también en los partidos políticos, especialmente cuando se toman decisiones de ahorro y de recortes, en interés o beneficio de la generación más joven, que está mucho menos representada políticamente.
-Retomando el problema de la energía, el mercado energético ha evolucionado de forma tal que algunos piensan que la decisión de Alemania fue un poco apresurada. China, por ejemplo, tomó la dirección contraria: construirá 35 centrales nucleares. ¿Qué opina?
-Es cierto que cambió muchísimo el mercado energético y la disponibilidad de materia prima; nuestros cálculos en torno a la reducción de las reservas de gas y de petróleo ya no son tan acertadas. Pero sí sigue siendo verdad que la enorme mayoría de la población alemana, en forma irreversible, rechaza la energía atómica, y puede decirse que es una ironía de la historia que la decisión haya sido tomada por un gobierno de la Unión Demócrata Cristiana en coalición con el Partido Liberal. Cuando sucedió la catástrofe en Chernobyl en 1986 consideramos que la causa estaba en la mala gestión soviética; pero después de Fukuyima, con la administración perfeccionista de los japoneses, tuvimos que reconocer que los acontecimientos improbables a veces se dan. Observamos que el gobierno y el Estado de Japón durante varias semanas quedaron totalmente inermes, inoperantes, y desde la óptica alemana es una cuestión de responsabilidad política no exponerse a una situación semejante. Por otro lado, si se quieren ganar elecciones, en el largo plazo no se puede estar a favor de la energía atómica; hay que jugarse por lo que prefiere la mayoría del pueblo, aunque habrá que ver si están dispuestos a asumir los costos, porque es obvio que los precios de la energía van a subir. En cuanto a China, durante los últimos dos años también se ha convertido en un socio sumamente importante en energías renovables. Por otro lado, somos optimistas respecto de las inversiones en investigación e innovación a largo plazo. Si Alemania decide dedicar el 5 por ciento de su producto bruto al sector, podemos estar confiados en que habrá dinero disponible como para esperar resultados positivos, y luego le venderemos también a la Argentina nuestras innovaciones tecnológicas.
-En la última década hay cada vez menos presencia europea en asuntos internacionales, especialmente en conflictos donde se supone que Europa podría marcar una diferencia, por ejemplo, en Medio Oriente. Es entendible que la crisis no permita una mayor presencia internacional, pero la pregunta es si es posible que en el mediano plazo Europa represente una alternativa en las relaciones internacionales.
–Como asesor, considero que Europa debe cambiar en política exterior. Durante mucho tiempo separamos valores de intereses políticos; ha habido cooperación económica aún con países autoritarios, con el fin último de difundir la democracia y el estado de derecho. Sin embargo, los valores y los intereses no deben separarse porque nuestros valores son nuestros intereses. Justamente esa es la cuestión: cómo acercar más el mundo post soviético a Europa defendiendo a rajatabla e imponiendo ofensivamente los valores de la Unión Europea. Considero que la UE tiene que extenderse, y que el modelo europeo de democracia y estado de derecho sólo puede ser efectivo si logramos ampliar nuestra posición económica y de cooperación; el problema es que muchos europeos piensan que sólo lograremos nuestro bienestar si hacemos un compartimiento estanco y nos aislamos. Yo opino lo contrario: los modelos de la UE sólo resultarán atractivos si continuamos ampliándolos. Y también creo que en la unión de valores e intereses vamos a llegar a la conclusión de que la proyección de poder militar es una parte, aunque en tiempos de crisis el presupuesto de defensa es el que primero se recorta. Ya hemos visto las consecuencias dolorosas en la década del ’90 cuando la UE no estuvo en condiciones de intervenir en forma decisiva en los Balcanes. La pregunta de naturaleza práctica es cómo lograr que Alemania y Francia se pongan de acuerdo en medidas de política exterior, y me parece que vamos a necesitar unos años todavía si bien sepamos qué es lo correcto.
-Existe un problema con un islamismo que no quiere integrarse pero que sin embargo cada vez más marca presencia en Europa, y un cristianismo en el Medio Oriente que se encuentra frente a la amenaza casi de su extinción. ¿Qué rol tomará Europa?
-Los acontecimientos en Estocolmo me sorprendieron más que los de Francia porque solemos considerar que los países escandinavos son ejemplos luminosos de una integración social exitosa. Tengo claro que debemos esperar una situación social difícil para los próximos años. Si en los suburbios de París la desocupación juvenil llega al 60 o 70 por ciento, y si independientemente de los números en toda Europa tenemos una retórica de la crisis llegando al fatalismo, a los grupos islámicos radicales les resulta sencillo conseguir seguidores. Sin embargo, al mismo tiempo, considero que las corrientes radicales del islamismo no son mayoritarias. Hubo un operativo de salafistas, que son los grupos más radicales, distribuyendo ejemplares del Corán en muchas ciudades alemanas; y todas las asociaciones musulmanas en Alemania tomaron distancia. Creo que el arte es no dar relevancia a una retórica radicalizante: los problemas sociales no surgen por la construcción de mezquitas sino cuando tratamos de poner el campanario de una iglesia al lado de cada nueva mezquita. El interrogante político es cómo lograr que los moderados sigan siendo los que toman las decisiones. En cuanto a la situación de los cristianos en África y Medio Oriente, es un tema que aparece en letras mayúsculas en la agenda de cada político que viaja allí y está madurando la idea de que tenemos que apoyar los valores con algunos instrumentos de poder. Por último, la política exterior de los Estados Unidos nos está empujando a asumir más este rol. Si Obama se concentra cada vez más hacia el Pacífico, el este de Europa y el norte de África pasan a ser responsabilidad de la UE, algo se nos va a tener que ocurrir. Ya estamos comprobando que en el este de Europa hablar de democracia y estado de derecho no es suficiente para que se implementen.
-Con respecto a los últimos problemas que detalló en relación a las tendencias del capital humano en Alemania y en la UE, ¿habrá una apuesta intensa, al estilo francés, de integrar culturalmente a los inmigrantes, o se evalúa importar capital humano de otras latitudes?
-Hay una diferencia decisiva en geopolítica: 40 años atrás eran importantes las dimensiones de un país (cantidad de habitantes, de puertos, divisiones del ejército que podrían dirigirse a un frente bélico); hoy en día el parámetro es la cantidad de patentes que un país registra anualmente y cuántas eminencias científicas y técnicas posee. Por eso no concuerdo con el cálculo de que un país donde aumenta el número de habitantes irá adquiriendo mayor importancia geopolítica. A diferencia de otros países como Gran Bretaña, Alemania sigue siendo un país altamente industrializado. Y creo que vamos bien si logramos volcar el 5% del PBI a la investigación e innovación en ciencias básicas en las medianas y pequeñas empresas, porque estas pymes industriales demuestran que con menor cantidad de recursos humanos pueden ser muy competitivas a nivel mundial. En cuanto a la integración de los inmigrantes, debo confesar que en Alemania empezamos muy tarde a reconocer el problema y a trabajar en él. Hace poco implementamos una especie de examen para adquirir la ciudadanía alemana que implica que el candidato tiene que aprender el idioma y responder adecuadamente cierta cantidad de preguntas sobre el sistema político. Desde la Unión Demócrata Cristiana también queremos imponer que a cierta edad, posiblemente a los 23 años, tenga que optar por el pasaporte de su país de origen o la ciudadanía alemana. Históricamente recibimos generaciones de inmigrantes que se integraron muy bien y muy rápido. En Berlín existía el dicho “Los turcos son los mejores alemanes”, porque se esforzaban muchísimo por ser puntuales, correctos y ordenados. La pregunta que me ocupa personalmente dentro del partido tiene que ver con cómo ser elegibles para los musulmanes, porque si bien coinciden con nosotros en temas de familia, valores o subsidiariedad, tal vez votan a la izquierda porque tiene una política inmigratoria más liberal. En el plenario del partido en diciembre elegimos a tres musulmanes para integrar el directorio de la Unión, y en las próximas elecciones tendremos a tres musulmanes representándonos en el Parlamento, y esto también es una estrategia para fortalecer a los moderados.
-En Alemania han logrado la necesaria conexión entre pensamiento y acción: quienes piensan en el largo plazo tienen capacidad de influir en la política real, pese a que la política real es siempre de corto plazo. ¿Cómo lo consiguieron?
-Creo que hay factores sistémicos y culturales. Los primeros tienen que ver con la organización del sistema del sufragio, que siempre impulsa la formación de coaliciones para el gobierno. Y considero que un sistema parlamentario contribuye más a una política a largo plazo, aún cuando tal vez las decisiones sean más lentas. Otro elemento es la motivación de quienes se dedican a la política. Voy a exagerar, pero muchas veces escucho a personas que dicen haberse abocado a la política porque quería lograr un buen estándar de vida para ellos y sus familias, o porque querían resolver sus problemas sociales. Yo creo que estado de derecho, justicia independiente y parlamentarismo son factores decisivos para que los políticos no actúen solamente en función de sus intereses particulares. A nivel cultural, fueron decisivas grandes figuras como Konrad Adenauer en Alemania o Lech Walesa en Polonia, que impulsaron normas sociales: se vive una buena vida si uno se forma bien y paga puntualmente los impuestos. Sé que la Fundación Konrad Adenauer trabaja en este sentido con políticos jóvenes en todo el mundo.