Durante la 63º edición del Festival de Cine de Berlín, el vicepresidente de Signis, Gustavo Andújar, reflexionó para Criterio sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad actual.
“Hoy se vive un movimiento posmoderno de rechazo a las instituciones y se ha desarrollado una mirada cínica por parte de los medios según la cual lo único que tiene valor como noticia es la revelación de secretos; el resto se asume como publicidad”, asegura Gustavo Andújar, y analiza el rol de los medios y los comunicadores en un contexto de cambios permanentes.
–¿Cómo se avizora el futuro de la relación de los medios con la Iglesia?
–Estamos en la época del carisma y las personalidades que no son carismáticas viven la hostilidad de los medios: se considera imperdonable ser una figura pública y no tener carisma. Lo vivió Benedicto XVI quien, sin embargo, tuvo una actuación muy coherente al poner al día a la Iglesia y los medios, por ejemplo, al nombrar a monseñor Claudio Maria Celli como presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Se trata de un hombre que dinamizó la mirada sobre los medios y supo discernir cómo puede la Iglesia conectarse con sus fieles a través de ellos. Se lo advierte en el cambio de paradigmas y en el valor extraordinario que representan las redes sociales. La Iglesia mira con perspectiva de siglos y, muchas veces, no reaccione con la celeridad que uno quisiera. Queda claro, sin embargo, que se dieron pasos coherentes y significativos en este sentido.
–Y ante este cambio de paradigmas, ¿qué papel le cabe a Signis?
–De tres entidades pensadas para los medios en las primeras décadas del siglo XX de acuerdo con su soporte, como la prensa escrita, el cine y la radio, fuimos hacia una convergencia inevitable en Signis. Se está intentando, en primer lugar, una única organización que pueda apoyar el esfuerzo de los comunicadores relacionados con la Iglesia y no es fácil porque vivimos en un mundo que cambia con una celeridad extraordinaria. Somos una de las caras de la Iglesia en el mundo profesional de la comunicación y viceversa: una cara de la comunicación para la Iglesia. En segundo término, tememos que actualizar a la Iglesia continuamente en lo que el mundo mediático exige de ella.
¿Cuál es la responsabilidad del católico que no pertenece a un medio confesional sino al conglomerado general de los medios?
Aún a riesgo de sonar redundante su responsabilidad primaria es ser responsable. Pienso que en el mundo de los medios hay una gran irresponsabilidad y facilidad para lanzar etiquetas y emitir juicios temerarios sobre determinadas situaciones. Existe una peligrosa trivialización del rol del experto, y las opiniones de ellos cuentan menos que las de otros líderes de opinión mucho menos capacitados para considerar un sinfín de situaciones, como por ejemplo, las estrellas de cine, música o los deportistas que se han convertido en los nuevos profetas. El comunicador debe enfrentar eso con gran responsabilidad, aún a riesgo de perder cierta audiencia. Es la era de la adrenalina y el reto es brindar información seria, precisa, sólida y documentada de la manera más atractiva posible para el consumidor de medios.
En la competencia oficial de la Berlinale se exhibieron al menos tres películas sobre diferentes momentos de la Iglesia no demasiado felices. ¿Qué juicio de valor le merece la mirada de un cine tan cuestionador?
Cuestinador y, en cierta medida, cuestionable (risas). La película polaca W imie… de Malgorzata Szumowska la consideré demodé porque tiene elementos muy superados por la Iglesia hace años. Puedo brindar mi testimonio desde Cuba, en donde se pensaba que luego de una educación ateísta se podía barrer a la fe, y hoy nos encontramos con un pueblo que se dice religioso en un noventa por ciento. El hecho religioso es natural al ser humano y aquellos que no incluyen este aspecto en sus vidas lo hacen luego de un ejercicio intelectual intenso. Pero lo que nace del corazón, en ese cuestionamiento al que se refería san Agustín y que es una llamada de lo absoluto, está en la gente y los realizadores responden a esas inquietudes de modos diversos. Por ejemplo en La religiosa, basado en la novela de Diderot, hay un empeño del director Guillaume Nicloux en eliminar el aspecto brutalmente anticlerical del libro original. En cambio Bruno Dumont con Camille Claudel 1915 abordó con seriedad temas profundos como la plegaria no respondida y los diferentes enfoques de la fe.
Todo un desafío para el mundo del cine…
Independientemente de las intenciones, una vez que el artista produce y entrega su obra ya no le pertenece, porque los que la van a vivenciar asimismo la completan y la hacen propia. Muchas películas difíciles también pueden ser vividas de forma positiva al hacer lecturas inteligentes que nos permitan profundizar. Por ejemplo, más allá de las críticas, lo religioso permanece ahí como un hecho cuestionador y permite lecturas provechosas porque en toda obra de arte genuina está la alegría del espíritu. Y esa gracia con la que el Señor toca a los artistas también se trasmite a nosotros. Eso nos permite discernir la falsa mirada. El punto es que se percibe a la Iglesia como una entidad con secretos porque ya no se concibe que no todo deba hacerse público y exponerse.
¿Y con el cine de instrucción religiosa? Porque su influencia se fue perdiendo en el mapa contemporáneo.
Tú puedes tener la mejor intención de producir una película rica desde el punto de vista del contenido religioso y no ser capaz de hacer una obra artística de calidad que toque a la gente. Entonces no se trata sólo de la intención de tener una producción católica sino de que sea verdaderamente válida y merezca el respeto de la comunidad artística. Ese cine se da, pero lamentablemente muy poco. En cambio se encuentra mucho material no de intención católica, y a veces ni siquiera religiosa, pero con una lectura abierta a la trascendencia. No hay que renunciar a la producción de películas de contenido cristiano y las hay muy buenas como De dioses y hombres. ¡Dirigida por un realizador agnóstico!
¿Cómo fue la experiencia de integrar un jurado ecuménico?
Es mi primera vez aquí y la Berlinale tiene la reputación de ser un festival exigente. No hace concesiones comerciales y se entrega al cine de autor. Sin embargo, la selección es muy abierta y diversa. Desde films entretenidos como thrillers como Efectos colaterales de Steven Soderbergh, a otras de verdadera significación como la chilena Gloria, muy bien realizada y también muy estimulante y positiva. Los amantes del cine nos hacemos una reputación de una mirada muy apocalíptica sobre la realidad. El cine es demasiado rico como para encerrarlo en moldes preestablecidos que oprimen al espectador. Walfredo Piñera, el decano de la crítica cinematográfica en Cuba, acostumbraba decir que hasta la peor de las películas tiene al menos cinco minutos memorables y es una gran verdad.
Gustavo Andújar es presidente de Signis Cuba y vicepresidente de esa asociación católica mundial (antes OCIC). Ocupa la jefatura del Departamento de Medios Audiovisuales del arzobispado de La Habana y es también miembro de la Comisión Nacional de Comunicación Social de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Fue miembro del Jurado ecuménico del Festival Internacional de Cine de Berlín 2013.