rayuela-julio-cortazar-sudamericana-1968-8-edicion_mla-f-2884886595_072012La novela de Julio Cortázar que revolucionó la posición del lector de ficción cumplió 50 años de ininterrumpida vigencia.

cortazarEl conocido boom literario latinoamericano no fue el primer movimiento de renovación formal que se produce en nuestro continente: sin embargo, a diferencia de los dos anteriores –las vanguardias y el Modernismo– que se habían manifestado desde la poesía,  proviene de la narrativa. Una serie de novelas publicadas  en los primeros años de la efervescente década del ´60 –entre las que se pueden señalar La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, El siglo de las Luces de Alejo Carpentier (ambas de 1962), La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa (1963)– conmovieron principios considerados inamovibles en la construcción de la novela: el tiempo, la organización causal, el narrador. Pero sin duda es Rayuela la que se constituye en punto de inflexión al cuestionar tanto el sistema social en que se inscribe como los códigos artísticos vigentes.

No resulta sorprendente que desde la misma contratapa, en la primera edición, se la definiera como “contra-novela”, o que fuera categorizada como “anti-novela” en una serie de lecturas del momento. Estas vacilaciones dan cuenta de la dificultad para abordar una novela que no respondía a los cánones vigentes con las herramientas de una crítica que seguía considerando como paradigma la novela realista del siglo XIX.[1] Rayuela, además de no respetar los cánones de la novela tradicional, dinamita las fronteras entre arte popular y literatura por la mezcla de elementos hasta ese momento ajenos a un texto literario (variedad de citas diversas, noticias periodísticas, instructivos) con reflexiones acerca del proceso de construcción de la novela. Con estos materiales azarosos conforma un collage constituido por componentes heterogéneos y proclama una estética de lo fragmentario.

La influencia surrealista

El cuestionamiento acerca de las formas tradicionales de narrar no irrumpe en la obra de Cortázar con Rayuela, sino que es una constante que recorre tanto su  producción teórica como de ficción, en un diálogo que vincula la teoría con la praxis de la escritura. Ya en su temprana Teoría del túnel (1948) plantea una poética que orienta la totalidad de su narrativa y que anuncia la postura anti-retórica de Rayuela: allí postula un nuevo modelo de novela, deudora del surrealismo, que no se someta a las limitaciones del género sino que insista en “la sustitución del orden estético por el poético”.[2] Esta nueva novela no puede componerla el escritor “tradicional”, que acepta las formas instituidas, sin poner en crisis lo más profundo del lenguaje. Es el escritor “rebelde” quien puede, como en la construcción del túnel, destruir para construir, porque lo mueve la íntima convicción de que “es preciso hacer el lenguaje para cada situación”. Esta idea, presente en los textos que ya había publicado Cortázar antes de Rayuela, alcanza su desarrollo más acabado en esta novela.

El lector, verdadero y único personaje

El lector de novelas del escritor “tradicional” desde la primera página sabe “con alivio que no se le pide esfuerzo alguno”. A la manera del que aparece en “Continuidad de los parques”, sentado en su sillón,  se deja ganar por “la ilusión novelesca”.[3] El cambio de la forma en que el lector debe  enfrentarse con una novela diferente de aquella “que se lee del principio al final como un niño bueno…” es una de las preocupaciones recurrentes de  Morelli, el portavoz de Cortázar en Rayuela, y se despliega ampliamente en la “Nota pedantísima” del (inevitablemente citado) capítulo 79 de la novela. Allí propone quebrar los límites con los que la novela usual “malogra” al lector y postula, en cambio, un nuevo texto que necesariamente lo convierta en un “cómplice, un camarada de camino…copartícipe y copadeciente de la experiencia por la que pasa el novelista”.  Este lector debe entrar entonces en el juego –esa otra forma de ficción que tanto le gustaba a Cortázar– y situarse frente al texto como si enfrentara un “modelo para armar”, un desafío que provoca la búsqueda de nuevos caminos de exploración. Como en el juego infantil, Rayuela propone una lectura “a los saltos”, en la que se puede optar por distintos caminos. Como en el texto borgeano, habrá que elegir, en cada bifurcación, un sendero para trazar el recorrido propio.

El “Tablero de dirección”  el artificio con el que Cortázar responde a la insistencia de la editorial Sudamericana, que lo presionaba para incluir en la contratapa un instructivo de lectura que facilitara la legibilidad del texto apunta justamente a des-automatizar el pacto de lectura según el cual el autor es el dueño del papel activo, mientras que el lector queda relegado al rol pasivo. Rayuela, desde el comienzo, invita a la participación y conmueve revolucionariamente el modo de leer.

La invención del lector

En sus notas, Morelli apunta reiteradamente las características de la novela a la que aspira: un texto en el que no estén las líneas totalmente dibujadas para formar una “figura en el tapiz”, un “dibujo estereotipado” y considera que las “líneas ausentes” son, a veces, las de mayor importancia. Los distintos trazos harán surgir diferentes figuras: las múltiples interpretaciones que permite una obra abierta a una pluralidad de significados, que se alejan del sentido único. Es el lector activo el que puede trazar esas líneas: con su colaboración –reponiendo lo omitido, recurriendo a su “biblioteca” y su conocimiento de mundo– se completa el significado del texto. [4]

Toda la narrativa cortazariana está sembrada de  puentes y pasajes: de un lugar a otro, de una realidad a otra diferente. No podían  faltar en Rayuela, una novela partida –entre otros muchos desdoblamientos– entre París y Buenos Aires. Morelli, en el capítulo que desarrolla los principios básicos de su teoría de la novela, sostiene la necesidad de  “tomar de la literatura eso que es puente vivo de hombre a hombre”. Novela-puente, Rayuela propone al lector trazar nuevos puentes que es necesario atravesar en busca de distintas posibilidades.

A partir de las modificaciones que introdujo el boom latinoamericano se produjeron  sensibles transformaciones en el público, con la consecuente ampliación de su horizonte de expectativas. En Rayuela, las “morellianas” reiteran una preocupación siempre presente en Cortázar, la de de influir en el lector para promover ese cambio: “algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo”.

Rayuela, la novela que cincuenta años atrás se enfrentó a las normas canónicas, se ha convertido en un clásico –aquel libro capaz de interpretaciones sin término[5]– de la literatura argentina. Este aniversario es una invitación para nuevos lectores: los que todavía no la leyeron, y los que la encontrarán, renovada, en su relectura.

La autora es profesora de Letras y escritora.


[1] Juan José Saer ilumina el problema considerando que la novela “no es más que un período histórico de la narración”. Ya en la década del ´30, Mikhail Bajtin señaló acertadamente la limitación de los instrumentos disponibles para abordar la novela, a la que caracterizó como un  género híbrido, en el que se fusionan una pluralidad de lenguajes.

[2] Para Cortázar, el surrealismo, a diferencia de otras vanguardias, “…no es un nuevo movimiento que sigue a tantos otros…”, sino un “reencuentro con la inocencia”, y el escritor surrealista, alguien que no se dejará apresar por las normas y “mantendrá lejos de sí” todo aquello que no surja de “la esencia poética verbalizada”.

[3] El cuento (“Final del juego”, 1956) plantea dos formas de lectura: encierra una crítica a la lectura burguesa, a la vez que propone una teoría de otra, compleja, en la que existe la necesidad de deslindar la ficción de su referente.

[4] Un amplio desarrollo de las actividades del lector se puede ver en Eco, U. (1979). Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo

[5] Borges, J.L (1960), Otras inquisiciones.

1 Readers Commented

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  1. augusto matacotta on 7 julio, 2014

    Buenos días, como estan?
    Soy Augusto Matacotta, estudiante de periodismo, y les escribo para contarles que estamos armando una nota sobre «Rayuela» para el especial sobre el aniversario de Cortázar. Quería ver si podían pasarme el contacto de Raquel Barros para hablar con ella y ver si es posible obtener su testimonio acerca de la obra, ya que la nota se basa en opiniones y testimonios de diferentes escritores. Será de suma utilidad contar con su ayuda!

    A la espera de su respuesta,
    Muchas gracias!

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