El instituto de investigación de la Fundación Mediterránea (IERAL), en base a datos oficiales, elaboró un informe donde analiza la situación de los jóvenes y el mundo del trabajo en la Argentina de hoy.
La Argentina ha transitado durante los últimos años un proceso de crecimiento económico que sólo fue interrumpido por el impacto de la crisis financiera internacional en el año 2009 y por algunas intermitencias y retrasos en materia de competitividad que impactaron fundamentalmente durante 2012. Sin embargo hoy, como hace diez años, entre la población se encuentra un importante grupo de personas con inserción laboral nula o precaria y deficiencias formativas, ambos aspectos que contribuyen a desdibujar sus oportunidades de inserción y progreso social.
Respecto a quienes enfrentan problemas de inserción laboral, este colectivo encuentra a personas que no tienen empleo, o de tenerlo, éste constituye un empleo informal por el cual perciben salarios inferiores al mínimo legal o se trata de actividades como el cuentapropismo no profesional de baja retribución.
En este contexto la situación de los jóvenes es aún más problemática, ya que éstos constituyen un grupo poblacional que generalmente, en su tránsito de la adolescencia a la vida adulta, suelen enfrentar serias restricciones para insertarse en puestos de empleo productivos y superar la vara formativa que provee la escuela con nuevos aprendizajes y con una incorporación de nuevas habilidades en los propios estamentos productivos.
Esto implica que, para conseguir mayores oportunidades, los jóvenes no sólo deben esforzarse por desarrollar aptitudes requeridas y demandadas por el sector productivo de la región en que habiten, sino también contar con las herramientas básicas que les provee la escuela y su respectiva certificación (lo cual implica la terminalidad educativa), además de lograr desarrollar determinadas habilidades psico-emocionales que le permitan la preparación mental y psicológica necesaria para transitar exitosamente desde la escuela al mundo del trabajo.
Tomando como base la Encuesta Permanente de Hogares que elabora el INDEC, las estadísticas dan cuenta de que los jóvenes en edad de haber finalizado sus estudios de nivel medio (18 a 24 años de edad) constituyen un universo de 4,8 millones de personas. Entre éstos, unos 745 mil jóvenes (el 15,3% del total de jóvenes en dicho rango etario) constituyen el conjunto que se encuentra en situación más vulnerable, ya que corresponde a jóvenes que no estudian, no trabajan ni tampoco buscan empleo (los denominados jóvenes “Ni-Ni”). Sin lugar a dudas este segmento poblacional requiere de políticas activas focalizadas e innovadoras, que empoderen su situación y logren potenciar sus oportunidades de desarrollo e inserción social; y el dato más preocupante es que la incidencia de jóvenes “Ni-Ni” de entre 18 y 24 años de edad se incrementó respecto al año 2003, periodo en que alcanzaba al 13,1%.
Por otro lado, otros 516 mil jóvenes buscan empleo pero no lo consiguen, por tanto se consideran dentro del conjunto de desocupados. Para tomar consideración de la profundidad de este segundo inconveniente de inserción social puede mirarse la brecha existente entre la tasa de desempleo juvenil, que alcanza para el año 2012 al 19,6% (entre aquellos tienen entre 18 y 24 años) y la tasa de desempleo general de la economía, que en promedio alcanzó al 7,2% de la población activa a nivel nacional. Esto implica que la tasa de desempleo juvenil resulta casi tres veces superior a la tasa de desempleo general de la economía.
No obstante ello, unos 2,1 millones de jóvenes se encuentran en actividad y efectivamente pudieron conseguir un empleo. El problema está en que entre éstos, 6 de cada 10 se insertaron en empleos precarios, de manera que 1,3 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años no han logrado alcanzar buenos empleos y sufren condiciones de informalidad laboral, falta de cobertura de seguridad social, retribuciones por debajo del promedio, condiciones laborales deficientes y escasas oportunidades de aprendizaje y progreso laboral en el ámbito que se insertaron.
En suma, casi 2,5 millones de jóvenes enfrentan inconvenientes al momento de enfrentarse al mercado laboral (estando desocupados o en empleos precarios) y/o se encuentran en un estado de inactividad que ni siquiera se condice con dedicar su tiempo al estudio. Por tanto, puede decirse que el 52,2% de los jóvenes de entre 18 y 24 años enfrentan problemas de inserción social por alguna de las vías señaladas.
Esto da cuenta de un inconveniente que lejos está de ser resuelto y que claramente ha dejado de ser un problema coyuntural, para transformarse en una deficiencia de tipo estructural, lo cual obliga a replantear estrategias educativas y de generación de oportunidades de acceso y capacitación en empleos formales para los jóvenes.
Un problema de oportunidades futuras
Es cierto que la problemática de desarrollo juvenil constituye materia de preocupación en la comunidad internacional, por lo que puesto en perspectiva, la Argentina no es el único país donde se manifiestan inconvenientes de inserción social entre los jóvenes.
No obstante ello, el estudio “Education at a Glance” realizado por la OECD permite comparar internacionalmente la incidencia de jóvenes “Ni-Ni” entre aquellos que tengan entre 15 y 29 años de edad. Tomando este rango etario, la incidencia de jóvenes “Ni-Ni” en la Argentina alcanza al 14,2% del total, medida que resulta superior al promedio europeo observado para el año 2010 (último dato disponible) del 7,2%. Respecto a otros latinoamericanos, el resultado de la Argentina resulta superior al de Brasil (12,8%), aunque inferior al caso de México (20,4%).
Asimismo, si se compara la proporción de jóvenes “Ni-Ni” respecto a los niveles de desarrollo institucional y el poder de competitividad internacional de cada país, se encuentra una cierta correlación positiva, ubicándose la Argentina entre los países peor posicionados sobre ambos indicadores.
Este antecedente alerta sobre el riesgo que implica que muchos jóvenes en la actualidad se encuentren marginados de los circuitos formales de empleo y de los procesos de formación (tanto dentro como fuera de la escuela) pensando en la construcción de una nueva generación que, de no mediar estrategias que ataquen la problemática, llegará a la adultez con importantes deficiencias en su formación de capital humano, lo cual podría repercutir negativamente sobre la competitividad futura del país a nivel internacional, por la trascendencia de contar con recursos humanos cada vez más productivos.
Un problema con débil escala de atención y deficiente focalización
La particularidad de la situación de los jóvenes hacia el interior del país es que se exhiben importantes diferencias regionales. A modo de ejemplo puede mencionarse que, en 2012, la proporción de jóvenes “Ni-Ni” de entre 18 y 24 años de edad encuentra en Chaco la incidencia máxima, que alcanza al 32,5% de sus jóvenes. Esta provincia es seguida por Formosa (24,3%), San Luis (22,6%) y San Juan (22,2%). Por otro lado, la jurisdicción con menor proporción de jóvenes “Ni-Ni” es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con sólo un 6,9%, seguido por las provincias de Córdoba (12,7%) y Salta (13,4%).
Sin lugar a dudas estas diferencias regionales deberían ser contempladas por las políticas públicas que se apliquen con el objetivo de contrarrestar esta situación. No obstante, el principal programa nacional destinado a los jóvenes con problemas de inserción social, denominado “Jóvenes con Más y Mejor Trabajo”, pese a tener un buen diseño y contar con instrumentos alineados a las recomendaciones internacionales en materia de promoción del desarrollo juvenil, presenta importantes deficiencias en materia de focalización. En este sentido, la focalización del programa es importante en las provincias de Buenos Aires (donde habita el 31,4% de los jóvenes cubiertos por el programa), Chaco (10,1%), Tucumán (6,6%), Mendoza (6,6%), Misiones (6,5%) y San Juan (6,1%).
Además de que el programa mencionado luce una escala de atención baja frente a la dimensión del problema a atender, la focalización luce más problemática si se compara, interprovincialmente, la proporción de beneficiarios respecto a la incidencia de jóvenes con problemas de inserción social. Por ejemplo, en cuatro de las ocho jurisdicciones con mayores problemas de inclusión social de los jóvenes, la presencia del programa resultó inferior al alcance relativo a nivel nacional y de similar magnitud a la presencia de éste entre las provincias con menores inconvenientes.
Entre éstos casos resalta el caso de Catamarca que, pese a tener un 55,5% de sus jóvenes con problemas laborales y/o educativos, hasta enero de 2012 no presentaba jóvenes atendidos por el programa. Por otro lado, la provincia de Santiago del Estero, donde el 60,3% de los jóvenes muestran problemas de inserción social (máximo jurisdiccional observado), el Programa alcanza a sólo el 7,8% del total de sus jóvenes de 18 a 24 años. Mientras tanto, otras provincias como San Juan, Misiones, Chaco y Río Negro (donde al menos uno de cada dos jóvenes enfrenta problemas de inserción social) percibieron beneficios en proporciones que van entre un 20% y 41% respecto al total de jóvenes habitantes de dichas provincias.
En suma, el problema preocupa por transitar de lo coyuntural a lo estructural, por afectar las oportunidades sociales y de competitividad futuras de la Argentina y porque la escala de atención y focalización actual de la problemática presenta importantes deficiencias.
Por lo tanto, en vista de las consecuencias sociales tanto de corto como de largo plazo, es necesario que se promueva un fortalecimiento de las estrategias propuestas para atacar la problemática, ampliar su escala de atendimiento y complementarlas con prácticas de probada eficacia a nivel internacional.
Marcelo Capello es licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Córdoba, Magister en Economía por Georgetown University, con mención en Políticas Sociales.
Gerardo García Oro es licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Córdoba, Magister en Economía por la Universidad del CEMA.
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Join discussionEl artículo se preocupa porque las “deficiencias en materia de focalización” del programa nacional “Jóvenes con Más y Mejor Trabajo” pueden “repercutir negativamente sobre la competitividad futura del país a nivel internacional, por la trascendencia de contar con recursos humanos cada vez más productivos”.
La homilía del Papa Francisco en la ciudad de Lampeduza – donde otras tragedias afectaron a gente pobre como nuestros jóvenes – se enfocó directamente en la realidad del sufrimiento y en nuestras responsabilidades para con las víctimas.
Respondiendo a sus palabras, nosotros deberíamos preguntarnos qué hacer para mejorar su vida: «Ésta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros.», e insiste: “¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?”.
Creo que es necesario encontrar una mirada diferente sobre estos problemas, como la del Papa. Una mirada que no se preocupe por nuestros “recursos” sino por nuestros hermanos. Que sea capaz de comprender que realmente la tragedia es no poder tener trabajo ni estudiar y que las víctimas son precisamente estos jóvenes ni-ni.
Recién a partir de allí podremos lograr que los entes nacionales, provinciales, municipales, sindicales, periodistas y empresarios se comprometan con estas realidades y dejen de cumplir tareas burocráticas para ser personas solidarias que trabajan en común para cuidar de sus hermanos. Y, como consecuencia, seguramente también podremos aumentar nuestra competitividad.
El lunes pasado envié el resumen oficial de esta homilía conmovedora como comentario al artículo “El papa Francisco en la sociedad pluralista”, pero Criterio ha opinado que no era pertinente. Quienes quieran leerla pueden hacerlo en http://www.vis.va/vissolr/index.php?vi=all&dl=bf3125d4-2966-0afb-897f-51daaa14b30b&dl_t=text/xml&dl_a=y&ul=1&ev=1
Sin desmedro de aceptar la multicausalidad del fenómeno abordado, creo que una de las razones de la situación planteada reside en la demagogia que ha conducido a que se haya aprobado a muchos adolescentes y jóvenes en los niveles medio y superior sin que estuvieran realmente en condiciones de merecerlo. Y a algo muy vinculado con esto: la pérdida de la valoración del esfuerzo, del sacrificio y del compromiso. Se ha caído en el error de guiar a los adolescentes y jóvenes a defender sus derechos, sin conducirlos, simultáneamente a enfrentar sus responsabilidades. Y así nos va.
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
Doctor en Teología (SITB)
Doctor en Ciencias Sociales y Licenciado en Letras (UBA).
La falta de trabajo productivo ,relacionado con la agro industria ,no solo nos da posibilidades economica, si no que no da responzablidad , con la producion ,que es sacrificio organizacion y compromiso con el trabajo, eso tambien ,da conocimiento ,para enfrentar la responzalidad de tener una familia el dia de mañana