azconaMemoria de Theophilus Flynn, de Juan José Delaney (Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2012, 76 pp) logra, con humor y tragedia, mostrar la naturaleza humana y sus contradicciones.

Esta nouvelle o novela breve, cuya acción se desarrolla en Waterford, Irlanda, y en Buenos Aires, está estructurada en tres capítulos de extensión decreciente que configuran diferentes puntos de vista sobre la realidad. La segunda y la tercera parte refieren los mismos hechos, aunque desde distintas perspectivas, creando un salto de lo real a lo literario, de lo histórico a lo subjetivo, y de lo externo a lo interno; y originando, además, un puente inmaterial entre la historia de una persona determinada y la de la sociedad que lo circunda. La evolución de Theophilus Flynn a lo largo del tiempo representa, a su vez, las modificaciones sociales de ese período vital, dejando entrever una crítica mordaz sobre esos cambios.

A veces contemplamos a los jóvenes y sus supuestos errores, no sin nostalgia por el tiempo pasado que, desde la óptica adulta, debe de haber sido mejor. Algo de esto sucede en la mente del lector cuando es testigo, merced a la gracia de esta ficción, de avatares sociales y a la vez  personales, contagiándose de la tremenda desolación que produce el empeoramiento de algunas costumbres, de algunos climas y de ciertas situaciones.

El narrador tiene una capacidad infrecuente de empequeñecer al protagonista, como si lo mirara a través de un telescopio invertido. Ese tratamiento es intencional y crea una manera novedosa de ver la vida. Así, en la primera parte, expresada en tercera persona, nos es dado entender el tema de la muerte, que resulta recurrente hasta la obsesión. Parte del humor para ver la naturaleza humana y sus absurdas contradicciones. Es que, tal vez, todos somos un poco ridículos e incomprensibles en nuestras aficiones, tal como Julia y Marianne, las hermanas que adoptaron al protagonista Theophilus Flynn, y que depositan una atención excesiva a su perro.

La vieja y la moderna Irlanda son, en verdad, las protagonistas determinantes de esta historia.

En la segunda parte se profundiza el subjetivismo y así se destaca la vivencia nostálgica respecto del pasado con una intensidad que dificulta el disfrute del presente, no sólo en el personaje principal, sino también en aquellos que lo rodean. Ya en una obra previa –la novela Moira Sullivan–, Juan José Delaney se había mostrado capaz de recrear la sensación que debe de existir en la mente de quien muere lúcido y a edad avanzada. Es terrible y alucinante sentir la velocidad fútil que puede llegar a adquirir el tiempo vital y la fragilidad humana en toda su dimensión. El nuevo libro de Delaney vuelve a plantearnos el asombro frente al fenómeno de la muerte como cambio total y definitivo.

En cuanto a la resolución de la historia, mejor dejar exclusivamente al lector la sorprendente imagen social e individual que le depararán las últimas páginas.

Acaso por medio de esta obra, el autor quiera enseñarnos a “escuchar desde el otro lado de la pared” como dice uno de sus personajes, y entender, así, la realidad y el tiempo vital donde sociedades y personas confluyen entremezclando su historia con la irracionalidad propia del espíritu humano.

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