Como el Santo de Asís, Francisco empieza a dar señales de un papado en clave ecuménica, centrado en el Evangelio y alejado de burocracias y teorizaciones. El Cristo de san Damián habló a san Francisco en Asís y le dijo “Reconstruye Mi Iglesia”. Francisco comprendió y empezó su camino, hasta llegar a elaborar la regla no bulada, donde, exclusivamente en base a textos del Evangelio, estableció las bases de la fraternidad naciente. La pobreza de espíritu y la minoridad se destacaron con fuente en Lucas 22 (“el que quiera ser el mayor, se haga el menor”). Francisco era un hombre de Dios, y veía a Dios en cada creatura.
Uno de los mayores legados de Benedicto XVI ha sido quizás responder a ese pedido, hoy actualizado, del Cristo de san Damián, comenzando a purificar a la Iglesia por dentro, hecho que sin dudas le será reconocido con el tiempo. Con su renuncia, pero sobre todo con la forma de su renuncia, ha reafirmado la necesidad de renovación de la Iglesia, y ha mostrado un camino, una agenda, o un desafío eclesial de proporciones.
El cardenal Jorge Bergoglio se ha presentado como Francisco, sorprendiendo a propios y extraños, si bien es muy devoto de Francisco de Asís. Paradoja: el primer “Papa negro”, jesuita, de la historia, se denomina Francisco, hecho que hasta ahora, en 800 años, no había ocurrido. Su nombre genera siempre interrogantes (el del santo de Asís), pues los franciscanos son horizontales y no verticalistas, ecuménicos, centrados en el Evangelio, afectos a practicar la Buena Nueva con los más necesitados, reformistas hasta volver a las fuentes evangélicas, y alejados de las burocracias, los documentos, o las teorizaciones. Fieles, en suma, a la regla no bulada, que, dicho sea de paso, tampoco difiere esencialmente de la regla finalmente que fuera finalmente bulada.
Su primer mensaje quizás haya sido profético en clave franciscana. Dos veces usó la palabra “fraternidad”, y dos veces se refirió a la Iglesia de Roma: “Vamos a empezar por aquí: …el camino de la Iglesia de Roma”. Como Juan XXIII –franciscano seglar–, son los signos de los tiempos, pues la agenda y la herencia parecen indicar que debería venir a reconstruir la Iglesia. Como Albino Luciani, Juan Pablo I, ha impactado con su nombre, su paz y su sonrisa, y puede ser la continuidad en la profundización del Concilio Vaticano II. Volver a anunciar a Cristo, Lumen Gentium: más testimonio y Evangelio; quizás menos documentos.
No podrá solo, deberá tener un gran equipo de amigos, como los cuatro grandes amigos que tuviera el santo de Asís, para no cargar sin compañía las grandes cruces que se avecinan. Con todo, la fuerza del Espíritu suple lo que nuestras fuerzas no pueden.
Quizás lo tengamos entre nosotros pronto, en Traslasierra, con la beatificación del Cura Brochero, otro amigo de los jesuitas, de los pobres y de la praxis del Evangelio. De todos modos, ya lo tenemos para siempre en el corazón, y unidos en la oración.