El autor da testimonio de un vínculo que refleja el hondo interés de Francisco por el diálogo con el judaísmo. sobrecielolatierra_jpg_552074685 Con mucho pudor escribo estas líneas bajo el título que define mi relación con el ahora papa Francisco con el vocablo “amistad”. Por una parte, los medios presentan nuestra relación de tal modo. Por el otro, refleja una gran verdad.

Sus actitudes para conmigo no pueden definirse de otra manera. Elegirme para prologar el libro que describe su biografía y honrarme con tanta calidez en el momento en que me entregó el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Católica Argentina son gestos, entre muchos otros, que conducen a definir nuestra relación con este término.

Una pasión nos unió: dar un claro mensaje de diálogo fraterno a nuestras feligresías. Tuvimos críticas ácidas por parte de aquellos que no poseen el valor y el vigor de quebrar los círculos viciosos engendrados en las desavenencias del pasado. Nada nos detuvo. Seguimos adelante en nuestras convicciones. Buscamos denodadamente originar puntos de inflexión en nuestro afán de construir una realidad mejor, más cercana a la avizorada por los Profetas.

Lo invité en dos oportunidades a brindar su mensaje de salutación, como arzobispo de Buenos Aires, en el Templo de la Comunidad Beni Tikva. Me invitó a enseñar a los seminaristas del Seminario de Buenos Aires.

En los tres últimos años tuvimos encuentros mensuales. Para escribir un libro que refleje nuestros diálogos, primero. Para grabar los programas de “La Biblia, un diálogo vigente”, posteriormente. Cada uno de ellos conformaba una intensa experiencia existencial.

Buscamos dar un segundo paso en el mensaje a brindar a nuestras comunidades y a todos aquellos que prestasen atención a nuestras palabras y acciones. Quisimos mostrar que el común plafón de ambas religiones debe conllevar a una mancomunada y comprometida labor para acercar la paz, la justicia y la confraternidad entre los hombres. Por ello, analizamos los múltiples temas que hacen a lo humano.

No profundizamos, en nuestros diálogos íntimos, acerca de cuestiones políticas coyunturales. Con pocas palabras intercambiábamos nuestra visión acerca de ellas. Nuestra preocupación era docente: ¿cómo transmitir el mensaje de los Profetas al hombre de nuestros días?

En los distintos medios apareció, en días previos al cónclave, que lo que la Iglesia necesita es un “Pastor”. Cuando leí y escuché aquel vocablo, sentí un estremecimiento y presentí que aquel que me llamaba por teléfono y se presentaba diciendo: “Habla el padre Bergoglio” podía llegar a ser elegido como Sumo Pontífice.

La cuestión siguió en mi mente, especialmente después de su elección, hasta que decidí releer las palabras con las que prologué el libro El Jesuita. Allí expresé: “Este libro es el testimonio de vida de Bergoglio, que más que “el jesuita” prefiero denominar “el Pastor”, que lega a los muchos con quienes compartió su senda existencial y especialmente a su grey”.

Que el Señor le otorgue Su bendición, fructificando las acciones de su labor.

El autor es rabino de la Comunidad Benei Tikva y rector del Seminario Rabínico Latinoamericano M.T. Meyer.

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