El nuevo Papa no tardó en recordarnos la centralidad de la misión del sucesor de Pedro y de la Iglesia.papa-francisco-8 Las incontables personas que han saludado a quien fuera hasta hace unos días el arzobispo de Buenos Aires, o recibido un mensaje suyo con letra pequeña y firma más diminuta aún, y casi siempre en una estampa de la Virgen Desatanudos, recuerdan las palabras: “Por favor, rece por mí”. Desde febrero de 1998, en cada misa hemos orado por nuestro obispo Jorge Mario. El 13 de marzo, ante una plaza de San Pedro rebosante y una audiencia planetaria, devenido en Papa Francisco, pidió urbi et orbi, que en silencio el pueblo orara para que Dios lo bendijese, antes de dar él la primera bendición. Seguimos rezando por él, ya no solamente en los límites porteños, sino en el mundo,cada vez que se celebre la Eucaristía en la comunión de la Iglesia.Somos el pueblo de Dios, comunidad orante, cuya fraternidad se revela en ese rezar los unos por los otros, en ese bendecir del Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, pero también en la que imparte cada sacerdote sobre los fieles y los padres y madres de familia y los padrinos, sobre los hijos y ahijados. El Papa Francisco, obispo de Roma, que preside en la caridad a las iglesias, según la bella expresión de san Ignacio de Antioquía escuchada esa noche del 13 de marzo, será bendición para el pueblo de Dios y para la humanidad toda, como debemos serlo cada uno de nosotros.

En estos primeros pasos de Francisco siempre ha estado la referencia a Benedicto XVI, y su “ministerio petrino, vivido con total dedicación, ha tenido en él un intérprete sabio y humilde, con los ojos siempre fijos en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la Eucaristía”. El ministerio petrinoesconfirmar en la fe(“confirma a mis ovejas”), desde el amor (“Simón Pedro, ¿me amas?”), en la verdad, con palabras que “no dictan la carne ni la sangre”(“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”). Los estilos de ejercicio pueden cambiar, y no en vano Juan Pablo II pidió a nuestros hermanos no católicos que lo ayudaran en ello, pero la esencia es esa proclamación, ya que “si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor”. En este tiempo, por decirlo de alguna manera, “preelectoral” parecía que se perdía a veces en los análisis y las expectativas la centralidad de la misión del sucesor de Pedro y de la Iglesia. El papa Francisco no ha tardado un instante en recordárnoslo, en confirmarnos en la fe.

El nuevo Papa llega a la sede de Pedro con una enorme experiencia en el diálogo ecuménico e interreligioso a partir de asumir y potenciar algo que venía creciendo en la Argentina y en la ciudad de Buenos Aires en particular. El cardenal Bergoglio multiplicó gestos de respeto y fraternidad, entre los cuales destacamos lo que contó el predicador pontificio, padre RanieroCantalamessa, en el retiro de Adviento pasado: en el Luna Park, en la jornada convocada por CRECES, movimiento de renovación carismática, el cardenal se postró ante un numeroso grupo de pastores para que oraron sobre él imponiéndole las manos. Y el año pasado, en el mismo lugar, los pastores pidieron para él muchos años más como arzobispo. Dios escuchó sus oraciones pero con planes de más largo alcance. Es que no caminamos solos, necesitamos compartir nuestras alegrías, y de eso el papa Francisco sabe. Hay un compromiso irreversible a partir del Concilio y un mandato expreso del Señor de orar y trabajar por la unidad plena de los que creen en Él como condición “para que el mundo crea”. Recordamos su mensaje en la sinagoga BeneiTikva para la apertura de las altas fiestas judías, el libro escrito con Abraham Skorka, su prólogo a la biografía El Jesuita, y el programa de televisión que también han compartido. Por eso el rector del Seminario Rabínico Latinoamericano tuvo mucho que contar sobre su amistad con el cardenal Bergoglioen la conferencia de Criterio en Santa Catalina del año 2012. Como Papa lo primero que hizo fue enviar un mensaje de saludo al Gran Rabino de Roma, lo cual es signo elocuente y, seguramente, al igual que sus dos predecesores, no tardará en visitar la sinagoga sobre el Tíber. Desde Nostra Aetate se han dado pasos gigantescos en el reencuentro con el judaísmo y con el Islam, recordándose en la escala local, por ejemplo,la visita del arzobispo Bergoglio al Centro Islámico de la República Argentina. Para un jesuita, el Asia, la tierra donde predicó san Francisco Javier, es todo un desafío de evangelización y de diálogo con sus religiones. Y siguiendo con los círculos del diálogo, qué bueno sería que la idea del “atrio de los gentiles” propiciado por el ahora Papa emérito se propague más allá de Europa.

Por último, cuando era nuestro obispo, lo escuchábamos en la invitación inicial de la misa a reconocer nuestros pecados, y saliéndose algo del ritual, pedía que Dios nos cure nuestras heridas y nos acaricie con su ternura. Cuánto necesita el mundo de ese amor de Cristo, que sana, que consuela, que nos recuerda que somos importantes a sus ojos. Cristo lo hace a través de nuestras manos, de nuestras miradas, de nuestras lágrimas, de nuestra misericordia, en la que Dios es rico, lento para la ira y rápido en el perdón.

Caminamos en comunión con Pedro que se llama Francisco, como el santo de Asís, que es nuestro compatriota y hasta ahora nuestro obispo. La Iglesia vive, el Espíritu sopla, parece nomás a veces que el Señor duerme en la barca, pero está despierto y vela. María encabeza esa marcha de un pueblo inmenso que canta sus alegrías y tristezas, que cree, ama y espera hasta que el Señor vuelva.

3 Readers Commented

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  1. Lucio Palumbo on 8 abril, 2013

    Gracias Norberto por tus palabras. Dan el tono justo -el de la fe- para alegrarnos por esta intervención del Espíritu en la vida de la Iglesia y más aún del mundo.

    Un fuerte abrazo! Lucio

  2. Graciela Moranchel on 11 abril, 2013

    Muy buena síntesis, que pone en evidencia que los elocuentes gestos del Papa Francisco con respecto al diálogo ecuménico e interreligioso tienen una historia antigua y profunda,una convicción personal que lleva a respetar, a propiciar el encuentro y el diálogo, y a pensar en muchos trabajos que la Iglesia Católica tiene la obligación de poner en común con los creyentes de todas las culturas de la tierra, a fin de traer luz, perdón y amor incondicional a toda la humanidad sufriente.
    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

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