Los carismas del papa Francisco se han expresado desde un primer momento y ello ha agigantado más aún las esperanzas depositadas en él. Somos muchísimos, seguramente millones, los católicos y no católicos en todo el mundo que seguimos embargados por la emoción y la alegría que nos han dado la elección de Francisco, sus primeros gestos, sus primeras palabras. Unos y otras han portado parecidos significados. El acercamiento cordial y afectuoso al otro, la calidez humana, la sencillez, el poner en lugar secundario lo ceremonial privilegiando lo humano y, sobre todo, el permanente ejercicio de la opción preferencial por los pobres, que no es de ahora sino que está respaldado por muchas décadas de testimonio en tal sentido.

La expectativa sobre el papado de Francisco se agiganta por ser sin precedentes históricos en muchos rubros. El primero de un jesuita, el primero de dos hemisferios, el meridional y el occidental –por tanto el primer latinoamericano y el primer argentino–, el primer Francisco. El porqué de la elección de tal nombre lo explicó él mismo. Justo al alcanzar el número de votos para ser Papa, pero mientras seguía el escrutinio, se le acercó el cardenal brasileño Claudio Hummes y le dijo: “No te olvides de los pobres”. Entonces, quien ya era casi Papa nos cuenta que “enseguida en relación a los pobres pensé en san Francisco de Asís, enseguida pensé en los pobres, en las guerras…Y así me vino un nombre en el corazón: Francisco de Asís, el hombre de la pobreza, de la paz, que ama y cuida lo creado, el hombre que da este sentido de la paz, el hombre pobre. ¡Ah, cómo querría una Iglesia pobre y para los pobres!”. También mentó otros santos del mismo nombre como el de Sales y el jesuita Francisco Javier que, cabe recordar en momentos que ha empezado a transcurrir el siglo que podemos llamar del regreso de Oriente, fue el misionero de la India y del Japón, el que llegó a las puertas de la China y el que dijo al rey de Portugal Juan III que la experiencia le “ha enseñado que Vuestra Alteza no es fuerte en India para aumentar la fe de Cristo, sino es sólo potente para llevarse y poseer todas las riquezas terrenas de la India”.

Los carismas del papa Francisco se han expresado desde un primer momento y ello ha agigantado más aún las esperanzas depositadas en él. A quienes tuvimos la gracia de vivir desde su inicio el espíritu del Concilio Vaticano II, el clima emocional y mental imperante ahora nos lo evoca muy claramente. Un espíritu, un ímpetu capaz de reencontrar la llaneza y el fervor de los inicios, como dijo el cardenal Angelo Comastri.

Dejémonos por ahora continuar invadidos por esta alegría y por este espíritu, que para quienes creemos viene claramente del Espíritu. Ello no implica ignorar que muy pronto llegará la segunda etapa, la de ver cómo se van encarnando los carismas de Francisco en la imprescindible profunda renovación de la curia romana –sólo el contagio de aquél espíritu allanaría tantos caminos– y en la búsqueda de nuevas respuestas a los también nuevos problemas e inquietudes del hombre del siglo XXI. Respuestas a los que han perdido la fe o se han alejado por tantas faltas graves nuestras, entre las que sobresalen largamente los abusos sexuales; búsqueda de nuevos caminos de profundización del ecumenismo y el diálogo interreligioso, en fin, otras respuestas que van desde las esferas íntimas del matrimonio, la familia o el papel de la mujer, también en la Iglesia, hasta las de una globalización económica que junto a beneficios y esperanzas –como las del claro progreso de los países emergentes– acarrea también dramas sociales como los resultantes de la Gran Recesión o los de la desigualdad y, muy especialmente, los de la pobreza urbana masiva en las grandes concentraciones urbanas de nuestros países.

La lista que podemos confeccionar no se agota aquí, es larga y agobiante y debe ser evaluada con mucha prudencia y piedad pensando en lo más importante: “Si Francisco es así como se muestra, y de verdad logra algo de lo que es con la Iglesia, nos espera algo grande”, como le dijo al periodista Adrián Sack un mozo en la Piazza Navona.

2 Readers Commented

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  1. Juan Carlos Lafosse on 9 abril, 2013

    A mí «la experiencia me ha enseñado que la globalización no es fuerte para aumentar la fe de Cristo, sino es sólo potente para llevarse y poseer todas las riquezas terrenas del mundo». Por eso crecen cada vez más la desigualdad y los dramas sociales en casi todo el mundo.

    Las concentraciones urbanas, aún las más pobres, tienen su origen primario en el acceso al trabajo y a los mejores servicios de salud, educación, transporte, esparcimiento y otros bienes que proveen las ciudades.
    Por eso se habla del “derecho a la ciudad” de las personas, que se trasladan porque viven mejor que en sus lugares de origen rural.

  2. Ronny on 29 abril, 2013

    Papa Francisco. Hombre que aparece tal como es. la indumentaria no le cambia su corazón, el pontificado no lo mutó. Así como Simón pasó a ser Pedro por voluntad de Cristo, Mario pasó a llamarse Francisco también por designio de Cristo, el Cristo de los Pobres, de los pobres material y moralmente.
    Papa Francisco, es voluntad de Dios que ubiques a la Iglesia en la dimensión del servicio, de la pobreza, del desprendimiento. Gracias por tu alegría desbordante, por tu sencillez y comprensibilidad de tu discurso, de tus homilías.
    GRACIAS DIOS POR EL HUMILDE PAPA VESTIDO DE FRANQUEZA QUE NOS HAS DADO.

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