El perfil sacerdotal y pastoral del nuevo Papa insinúa una nueva sensibilidad y una posible reformulación de las prioridades de la Iglesia. El papa Francisco ha iniciado su pontificado con una sucesión de pequeños gestos que rápidamente han transformado la sorpresa inicial en una aprobación generalizada y entusiasta, incluso más allá de las fronteras de la Iglesia católica. Es claro que dichos gestos no son reacciones espontáneas, sino actos cargados de densidad reflexiva y profética. Al mismo tiempo, sin embargo, irradian una incuestionable autenticidad: en ellos se expresa alguien que siempre ha sido “así”, y que está decidido a seguir siéndolo, y a proponer con su ejemplaridad un nuevo estilo para toda la Iglesia.

Esta autenticidad hunde raíces en su ministerio sacerdotal, que ha desempeñado desde el principio en contacto directo con las situaciones de miseria y marginalidad crecientes de nuestro país. Esta experiencia es la fuente de su característica sensibilidad, profundamente evangélica y pastoral, frente a toda forma de sufrimiento humano, pero especialmente centrada en la opción por los pobres.

En este preciso perfil sacerdotal y pastoral radica, a mi juicio, una nueva esperanza. Ella no consiste ante todo en la posibilidad de novedades doctrinales (aunque la doctrina, a la larga, nunca puede sustraerse al impacto de la praxis), sino más bien en el insinuarse de una nueva sensibilidad, un nuevo estilo, y una posible reformulación de las prioridades de la Iglesia en clave netamente pastoral y evangelizadora. La “agenda” de la Iglesia puede ganar así una amplitud más congenial con el espíritu del Concilio Vaticano II, superando cierta tendencia a la auto-referencialidad, y encontrando en el testimonio de la caridad cauces para un renovado encuentro y colaboración con “todos los hombres de buena voluntad”, que lejos de comprometer su identidad la haga resplandecer de un modo más diáfano.

La realización de estas posibilidades dependerá en gran medida de la capacidad que Francisco demuestre para sintetizar profecía y gobierno, de la decisión con que encare las transformaciones estructurales que la Iglesia necesita urgentemente (sobre todo, la reforma de la Curia Romana, el impulso a la colegialidad episcopal y la descentralización), y también de su disposición efectiva para el diálogo y la participación. Nadie posee por sí solo la clave del futuro. Sólo el Espíritu Santo, que reparte sus dones y carismas en el conjunto de la Iglesia.

4 Readers Commented

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  1. Realmente es la NUEVA ESPERANZA de la Iglesia, necesitábamos una persona con ese carisma.

  2. Juan Carlos Lafosse on 8 abril, 2013

    Es necesario que el autor indique cuales datos justifican su afirmación sobre las “situaciones de miseria y marginalidad crecientes en nuestro país” ya que Juan Carr de la Red Solidaria y las cifras del Observatorio de la Deuda Social de la UCA muestran exactamente lo contrario. Y lo corrobora Criterio, que hace bastante poco sostuvo que la mejora de las condiciones de vida explicaban el resultado de las últimas elecciones presidenciales.

    • Gustavo Irrazábal on 18 abril, 2013

      La frase dice: «Esta autenticidad hunde raíces en su ministerio sacerdotal, que ha desempeñado desde el principio en contacto directo con las situaciones de miseria y marginalidad crecientes de nuestro país.» El arco temporal de esa afirmación, que se remonta al inicio de su ministerio, es de unos 40 años, durante los cuales la pobreza se triplicó, sin referencia a ningún período en particular.
      Su comentario es ajeno al tema de mi artículo, y no considero necesario ni oportuno entrar en el mérito del mismo.

      • Juan Carlos Lafosse on 18 abril, 2013

        Ante todo le agradezco su respuesta, que valoro sinceramente.

        Comparto el contenido de su nota, efectivamente la vida de nuestro Papa ha sido y es un ejemplo para todos, especialmente porque ha estado, tal como Ud. dice, en contacto directo con la miseria y la marginalidad. Lo he mencionado en otros comentarios en el número anterior y en este y me ha llenado de esperanza y alegría su designación.

        Como todo, la interpretación de una frase puede realizarse desde diferentes lugares, geográficos y personales. Creo que en la Argentina actual y para muchos de nosotros, hablar en Abril del 2013 de “pobreza y marginalidad crecientes de nuestro país” se refiere a la actualidad, se inserta en una realidad donde hay quienes creen – erróneamente – que en nuestro país la miseria crece hoy en día. De ahí mi observación.

        Coincido con Ud. en que no es este el lugar para discutir este tema. La pobreza, la indigencia, la marginalidad, la inequidad y la exclusión tienen historias complejas en nuestro país y en el mundo entero. Los índices que buscan reflejar estas situaciones, con más o menos acierto, han tenido variaciones muy importantes en los 40 años que Ud. menciona y no se pueden interpretar como una única “línea de tendencia”, sino que se visualizan claramente las distintas etapas político-económicas que nos tocó vivir. Técnicamente no son situaciones comparables con un simple número.

        Nuevamente, gracias por su tiempo.
        Cordialmente,

        Juan Carlos Lafosse

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