El 8 de agosto, el jesuita austríaco Georg Sporschill entrevistó al cardenal Carlo María Martini, acompañado por Federica Radice, italiana residente en Viena que además hizo de traductora. Ellos explicaron que el cardenal estaba muy a gusto con el diálogo, como un epílogo del difundido coloquio en Jerusalén. Martini revisó la entrevista, que sus interlocutores publicarían como “testamento espiritual”. El hecho sobrevino el 31 de agosto, cuando falleció Martini. Al día siguiente se decidió su publicación en el Corriere della Sera, provocando reacciones por su contenido y el pretendido carácter de testamento espiritual, que el cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, negó en el funeral de su predecesor. El vaticanista Sandro Magister analizó el hecho y las expresiones del ex presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (1991-2007), cardenal Camillo Ruini. Reproducimos este análisis y una opinión crítica de Pietro De Marco.

Para trascender el episodio y no caer en el peligro de presentar a Martini sólo como un polémico líder de opinión, publicamos dos artículos, de Alberto Melloni y de Bruno Forte, que se refieren al cardenal desde otra perspectiva. Cerramos el debate con la habitual reflexión de Gustavo Irrazábal.

Los lectores pueden expresar sus opiniones en www.revistacriterio.com.ar

Arturo Prins

Card. Carlo M. Martini

De su entrevista póstuma con Georg Sporschill SJ y Federica Radice, en el Corriere della Sera.

– ¿Cómo ve la situación de la Iglesia?

– La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura ha envejecido, nuestras iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías, el aparato burocrático aumenta, nuestros ritos y hábitos son pomposos. (…) El bienestar pesa. (…) Sé que no podemos dejar todo con facilidad. Pero por lo menos podríamos buscar hombres libres, más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos? Por ninguna razón debemos limitarnos a los vínculos de la institución.

– ¿Quién puede ayudar a la Iglesia hoy?

– Karl Rahner utilizaba con gusto la imagen de las brasas que se esconden debajo de la ceniza. En la Iglesia veo tanta ceniza sobre las brasas que a menudo me surge un sentido de impotencia. ¿Cómo se pueden liberar las brasas de la ceniza, de modo que se fortalezca la llama del amor? Antes que nada debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen samaritano, que tienen fe como el centurión romano o son entusiastas como Juan Bautista, que emprenden lo nuevo como Pablo o son fieles como María Magdalena? Aconsejo al Papa y los obispos que busquen a doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección. Hombres cercanos a los más pobres, rodeados de jóvenes, que experimenten cosas nuevas. (…)

– ¿Qué instrumentos aconseja utilizar para combatir el cansancio de la Iglesia?

– Tres instrumentos muy fuertes. El primero, la conversión: la Iglesia debe reconocer los propios errores y recorrer un camino radical de cambio, empezando por el Papa y los obispos. Los escándalos de pedofilia nos empujan a iniciar un camino de conversión. Las preguntas sobre sexualidad y los temas que implican al cuerpo, son un ejemplo. Son importantes y a veces demasiado importantes. Tenemos que preguntarnos si la gente escucha los consejos de la Iglesia en materia sexual; si en este campo es autoridad de referencia o una caricatura en los medios de comunicación. El segundo instrumento es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II ha devuelto la Biblia a los católicos. (…) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar parte de aquellos que ayudarán a la renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas personales con una elección justa. La Palabra de Dios es simple y busca como compañero un corazón que la escuche (…). Ni el clero ni el derecho eclesial pueden sustituir la interioridad del hombre. Las reglas externas, las leyes, los dogmas nos han sido dados para aclarar la voz interna y para el discernimiento de los espíritus. ¿Para quiénes son los sacramentos? Éstos son el tercer instrumento de curación. Los sacramentos no son instrumento para la disciplina, sino de ayuda para las debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una fuerza nueva? Pienso en los divorciados y las parejas vueltas a casar, las familias ampliadas: necesitan protección especial. La Iglesia sostiene la indisolubilidad del matrimonio. Es una gracia cuando un matrimonio y una familia lo consiguen (…). La actitud que tenemos hacia las familias ampliadas determinará el acercamiento a la Iglesia de la generación de los hijos. Una mujer ha sido abandonada por el marido y encuentra un nuevo compañero que se ocupa de ella y de sus tres hijos. El segundo amor lo consigue. Si esta familia es discriminada, no sólo se aparta a la madre, sino también a sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su apoyo, la Iglesia perderá a la generación futura. (…). Se debería dar vuelta la pregunta sobre si los divorciados pueden tomar la comunión. ¿Cómo puede la Iglesia ayudar con la fuerza de los sacramentos a quienes tienen situaciones familiares complejas?

– Usted, personalmente, ¿qué hace?

– La Iglesia quedó 200 años atrás. ¿Es posible que no se mueva? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje? (…) La fe es el fundamento de la Iglesia. La fe, la confianza, el coraje. Soy viejo y estoy enfermo; dependo de la ayuda de otros. Las personas bondadosas que me rodean me hacen sentir el amor. Amor más fuerte que el sentimiento de desconfianza que de vez en cuando percibo respecto de la Iglesia en Europa. Sólo el amor vence al cansancio. Dios es amor. Tengo aún una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?

Sandro Magister

Teólogo y vaticanista, analiza la entrevista póstuma al cardenal Martini.

ROMA. Después de Martini, el debate sobre su testamento espiritual. Su última entrevista, publicada póstumamente, ha encendido la polémica. (…) “El cardenal Martini no nos ha dejado un testamento espiritual, en el sentido explícito de la palabra. Su herencia está en su vida y magisterio (…). Sin embargo, ha elegido la frase que hay que colocar en su tumba, extraída del Salmo 119 [118]: «Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino». Así ha dado la clave para interpretar su existencia y ministerio.” Con estas palabras, dichas el 3 de septiembre en la homilía del funeral de su predecesor, el arzobispo de Milán, cardenal Ángelo Scola, ha revocado el título de “testamento espiritual” a la entrevista publicada el día después de su muerte en el Corriere della Sera.

Si la entrevista fuese la quintaesencia del legado de Martini a la Iglesia y al mundo –como sus responsables han querido hacer creer– la figura del difunto cardenal correspondería a esa etiqueta de “antipapa”, que le fue dada durante años por círculos internos y externos a la Iglesia, que choca con las elevadas y conmovidas palabras de estima que Benedicto XVI le ha dirigido en repetidas ocasiones; la última en el inusual mensaje a la Archidiócesis de Milán, el día del funeral de quien fuera su arzobispo desde 1979 a 2002.

Quien hizo la entrevista el pasado 8 de agosto, tres semanas antes de la muerte del cardenal, fue el jesuita austríaco Georg Sporschill, con la italiana residente en Viena, Federica Radice. El padre Sporschill es quien, en 2008, se ocupó de la publicación del libro más exitoso de Martini, también en forma de entrevista, Coloquios nocturnos en Jerusalén. Si a éste se añaden otros libros-entrevistas de Martini, escritos a cuatro manos con católicos “borderline” como don Luigi Verzé y el médico Ignazio Marino, llenos de tesis ambiguas o heterodoxas sobre el inicio y el final de la vida, el matrimonio y la sexualidad, la división entre este cardenal y los últimos dos Papas parecería más evidente.

Entre las personalidades de la Iglesia que en estos días expresaron su parecer sobre Martini, sólo el cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) (1991-2007) no ha omitido esa división. En su entrevista con Marina Corradi, de Avvenire (1/9/12), a la observación de que en temas como la fecundación artificial y uniones homosexuales.

“Martini parecía más abierto a las razones de cierta cultura laica” y que “ha expresado en público posiciones claramente lejanas a las de la CEI” de la cual formaba parte, Ruini respondió: “No lo niego, como no escondo que estoy convencido del fundamento de las posiciones de la CEI, que son las del magisterio y tienen profunda raíz antropológica”.

En otra entrevista en el Corriere della Sera (5/9/12), Ruini comentó la expresión de Martini en su presunto “testamento espiritual”, de que “la Iglesia quedó 200 años atrás”: “En mi opinión, hace falta distinguir dos formas de distancia de la Iglesia en nuestro tiempo. Una es un verdadero retraso, causado por los límites y pecados de los hombres de la Iglesia (…). La otra es muy distinta: es la distancia de Jesucristo y su Evangelio, y por consiguiente de la Iglesia, respecto a cualquier tiempo, incluido el nuestro, pero también al que vivió Jesús. Distancia que tiene que existir y nos llama a la conversión, no sólo de personas sino también de la cultura y la historia.

En este sentido la Iglesia no está atrasada” (…) Aparte de Ruini, ningún otro hombre importante de la Iglesia ha mencionado, en los comentarios tras la muerte de Martini, elementos controvertidos de la figura del cardenal. El recuerdo ha ido a sus méritos como biblista y pastor, a la Escuela de la Palabra, a la promoción de la caridad, al diálogo con los no creyentes, a su cercanía con situaciones existenciales difíciles. En otras palabras, el recuerdo ha sido para el Martini arzobispo, no para el Martini líder de opinión de los últimos años, exaltado por los medios de comunicación laicos, como también por fautores católicos de un imaginario Concilio Vaticano III y de una Iglesia democratizada. (…)

Ello no ha impedido que la entrevista presentada como “testamento espiritual”, por él “leída y aprobada”, haya dado la vuelta al mundo consolidando la imagen de profeta alternativo que en los vértices de la Iglesia se querría exorcizar. Un motivo más para leer y analizar de forma crítica su entrevista póstuma, como lo hace el profesor Pietro De Marco, docente en la Universidad de Florencia y en la Facultad Teológica de Italia Central (6/9/12: www.chiesa.espressonline.it).

Pietro De Marco

Profesor de sociología de la religión, Universidad de Florencia. Notas críticas a la entrevista póstuma del cardenal Martini.

Es desagradable acercarse al desaparecido cardenal Carlo María Martini con una disposición crítica. (…) Pero la así llamada “última entrevista” me lo pide en conciencia, por la fuerte ambigüedad de sus comentarios y juicios sobre la Iglesia (…)

Valga como ejemplo la respuesta central, la más extensa. “Ni el clero ni el derecho eclesial pueden sustituir la interioridad del hombre. Las reglas externas, las leyes, los dogmas nos han sido dados para aclarar la voz interna y para el discernimiento de los espíritus”. Bello, quizás, para quien se pare en el sonido de las palabras, pero equívoco pues la recepción de una fórmula de este tipo no puede ser otra cosa que subjetivista: el dogma (el trinitario, por ejemplo) ¡se habría dado para “esclarecer” la voz de la conciencia individual en mí o en mi relación con el otro! No me sorprende que este registro de religiosidad tardía, burguesa, obtenga consenso en el “cansado” Occidente.

Pero volvamos al inicio de la entrevista. La Iglesia está vieja y cansada y la grandeza material de las iglesias, el exceso en los ornamentos y los hábitos, la agotan. Necesitamos liberarnos de todo esto (…). Si alguien tiene la heroicidad, la vitalidad de hacerlo no tiene que sufrir los vínculos de la institución.

También esto es un “topos” antiguo, recurrente. Y un desconocimiento de datos religiosos y católicos esenciales, como bien saben la doctrina y el discernimiento de la Iglesia sobre los carismas y la profecía. Que las catedrales, paramentos sacerdotales y ordenamientos sean un peso para la vitalidad de la Iglesia es un pensamiento decimonónico, un poco entre el socialismo utópico cristiano y la primacía liberal de la conciencia, del sentir interno (…) Al contrario, edificios sagrados y esplendor litúrgico hablan de Dios, con un poder de trascendencia de la clausura subjetiva que ninguna palabra consoladora, ninguna “cercanía” humana tienen.

(…) La idea extraída de Karl Rahner de “tanta ceniza sobre las brasas” es, en sí, una metáfora ofensiva para gran parte de la Iglesia, pues hace coincidir con las “cenizas” todo, obras e instituciones, desde la jerarquía al dogma, a la caridad, para elevar arbitrariamente a “brasas” a los protagonistas de siempre, los llamados “profetas” y algunos “mártires” sociales y sus admiradores que, de hecho, ahora se exaltan ante las palabras y el legado del cardenal.

La idea de las doce personas en el gobierno de la Iglesia, cercanas a los pobres y rodeadas de jóvenes “de modo tal que el espíritu pueda difundirse por doquier”, sabe a utopía visionaria. La literatura del siglo XX europeo (pienso en el Maximin de Stefan George) está llena de jóvenes que abren la historia “nueva” con paso ligero y la mirada pura de quien no está oprimido por un pasado. Pero en la vitalidad de una tradición religiosa, no es la condición de joven la que cuenta. Juan Bautista no es profeta porque era joven.

La referencia, en la larga respuesta central, a los sacramentos como “ayuda para las debilidades de la vida”, hace pensar en una concepción no mistérica, no ontológica de los sacramentos: no es casualidad que la renovación litúrgica fracasara, perdiendo enseguida después del Concilio, la teología litúrgica de los Casel, los Jungmann, los Vagaggini a favor de un nuevo subjetivismo de la “participación” de la asamblea al rito.

(…) Las observaciones pastorales del cardenal siguen siendo horizontales, pragmáticas, demasiado “humanas”. A esto contribuyen las preguntas de los autores de la entrevista, donde la Iglesia se asimila a una organización que hay que “cuidar” con “instrumentos” pastorales que son, principalmente, estrategias de “dispensa” moral y dogmática.

Dejo en último lugar la ocurrencia: “La Iglesia quedó 200 años atrás”. En los lejanos años 60 (…) símiles estereotipos eran el pan de cada día del lenguaje “reformador” y secularizado. Hoy, tras medio siglo de fracaso de esas teologías improvisadas y, sobre todo, de aclaraciones críticas sobre la modernidad, ya no tienen sentido. (…)

El llamamiento a no tener “miedo” de lo nuevo es uno de los más trillados y no coincide con el memorable “no temáis” de Juan Pablo II; más bien tiene el significado opuesto. Confundir la solicitud y atención católica de principios, verdad y vida – piedras angulares del magisterio de los últimos Papas– con una “reacción de miedo” frente a lo nuevo es invertir la realidad (6/9/12: InfoCatólica.com).

Alberto Melloni

Historiador de la Iglesia y columnista del Corriere della Sera, publicó este testimonio tras la muerte del cardenal Martini.

La profecía del cardenal Martini. Un Concilio para una iglesia colegial.

“Cuando eras joven tú mismo te ceñías”: muchas veces Martini habrá releído esos versículos del Evangelio de Juan, en los cuales Jesús dibuja en cada discípulo la debilidad como camino de la fecundidad espiritual. Que es plena sólo cuando “otro te llevará adonde tú no quieras”. Cuántas veces la Iglesia volverá a reflexionar sobre el estilo- Martini, tan impregnado de aquella fuerza bíblica que es la escucha, con la que se dejó acompañar en una expansión de la presencia, que hasta la tarde del viernes fue elocuente. Para todos es cierto, pero sobre todo para la Iglesia.

En efecto, Martini ha echado por tierra uno de los más duros y resistentes estereotipos del y sobre el catolicismo, especialmente en Italia: la idea de que un católico, especialmente si es jesuita y obispo, debiera ser y no pudiera no ser arrogante, cerrado, mordaz, despreciativo, despiadado con los demás, indulgente consigo mismo. Muchos de los no creyentes creen que, salvo excepciones, ser católico es proceder de ese modo, y algunos católicos ven en ellas las virtudes del perfecto intransigente y se disgustan con el que es diferente. Por ello Martini fue blanco de ataques catolicísimos. Martini, el estilo-Martini, ha sido para ellos un problema, una espina, una ocasión para repensar.

Fue, desde que era arzobispo de Milán, “el antipapa”, decía una cancioncilla de los tradicionalistas, los cuales en vez de leer la tradición como un único e inmenso río de diversidad que comienza con el Nuevo Testamento, creen que se trata de su álbum de nostalgias y añoranzas. Martini lo sabía. También se dejaba denominar “progresista”, pequeño martirio de tantos reformadores. Sabía que esta condición, no insólita para el cardenal de Milán, se ubicaba dentro de aquello que a este punto la enfermedad había acallado, pero no borrado. Y de lo cual hoy – desde el Papa hasta el cristiano común- sienten su ausencia, la temen.

En dos momentos de su larga vida el estilo-Martini, marcado por una asidua escucha de la Palabra, caracterizó no solo su vida de esposo de la Iglesia de Milán, sino también la de la Iglesia universal.

Un hecho de mayor clamor fue el cónclave del 18-19 de abril de 2005. Martini, al día siguiente del fallecimiento del Papa polaco, cuando ya padecía la misma enfermedad, parecía ser el perfecto candidato más representativo, útil para tornar visible aquella parte de colegio que consideraba equívoca para la Iglesia una agenda corta, constituida de lucha al relativismo y de concesiones a los lefebvrianos. Obviamente rechazó el papel de “fantoche” pero fue protagonista del cónclave. En las tres primeras votaciones, mientras la candidatura de Ratzinger mostraba solidez, el jesuita cardenal argentino Bergoglio vio ascender sus votos hasta pasado el mediodía del martes, a un nivel que llegaba a las dos terceras partes. Es decir, al límite que habitualmente cierra el camino de un candidato y que obliga a la mayoría a cambiar de nombre.

En el paréntesis del mediodía, fue Martini el que habría llevado los votos con los cuales, en el primer escrutinio del 19 por la tarde, Ratzinger superó el quórum y se consagró Papa. En la conocida diferencia de posiciones Martini hizo prevalecer la estima intelectual, confió en las “bellas sorpresas” (como dijo en una entrevista) que no llegaron y le cerró las puertas a las soluciones mediocres que veía perfilarse detrás del desistimiento de Ratzinger. Una elección que marcó el sello de un catolicismo que probablemente tenga que volver a reflexionar sobre las expectativas de Martini y su estilo.

No fue de menor importancia, y lo será más en el futuro, el discurso de Martini del 7 de octubre de 1999 ante el Sínodo de obispos, cuando expresó el “sueño” de un Concilio y de una forma de expresión conciliar de la colegialidad de la Iglesia católica. Por consideración a las prerrogativas del pontífice utilizó ciertas perífrasis: solicitó una “confrontación colegial y autorizada entre todos los obispos respecto de temas fundamentales”. Era evidente que el “sueño” era un salto hacia una colegialidad pura y hacia un Concilio que no era el Vaticano III de quien quería deshacer el Vaticano II: sino un Concilio visto con esa confianza (en el sentido de pistìs) típica del cristianismo que confía los problemas urgentes a la norma, los normales a la misericordia y los inmensos a la comunión. El tiempo brindó la oportunidad a Martini para ver el valor de su posición en el cónclave.

No la aurora de la colegialidad que el catolicismo espera pacientemente desde hace casi medio siglo.

Menos aún de un Concilio al que confiar la cada vez más desgastada agenda de la Iglesia. Si ese Concilio llega Martini será considerado profeta (2/9/12: Corriere della Sera).

Bruno Forte

Teólogo y obispo italiano.

Recuerdo personal del cardenal Martini, publicado en IL Sole 24 Ore.

RECUERDO. La fuerza de la libertad.

Tuve la gracia de conocer al cardenal Martini y compartir con él innumerables diálogos y experiencias de fe. ¿Qué me dejaron esos años de amistad, nacida de su generosidad y confianza? Corría el año 1984 cuando fui invitado a hablar a la Iglesia de Milán en asamblea. Las palabras que me dirigió el cardenal, al regresar en auto al Arzobispado, me llenaron de entusiasmo e impulsaron a avanzar por el camino de la reflexión teológica, al servicio de la Iglesia y de la comunidad de los hombres.

Durante el encuentro de la Iglesia italiana en Loreto (1985), cuando el cardenal Ballestrero que presidía la Conferencia Episcopal Italiana y el cardenal Martini que conducía la reunión, me invitaron a dictar la relación de apertura, hubo momentos de tensión y dificultad que me llevaron a un prolongado diálogo con el Señor, a rezar hasta muy tarde esa noche.

A la mañana siguiente entregué al cardenal Martini el fruto de mis reflexiones. Su comentario me transmitió una inmensa alegría: “Cómo me alegra la libertad interior que Dios te ha dado”. Fue la primera enseñanza que creo haber aprendido de él: la confirmación de una opción de fondo que sentía fundamental para mi ser cristiano y sacerdotal. Es decir, tratar de complacer sólo a Dios.

Esa libertad se presentaba tan luminosa en Martini que muchas veces la utilicé para dialogar con él, hablándole con franqueza, incluso cuando nuestras ideas no coincidían. Siempre me impresionó la humildad de su escucha y la serenidad con la que exponía sus posiciones, evaluando argumentos.

Siempre atento a asumir las razones del otro, generoso en la interpretación más benévola de las posiciones que diferían de las suyas. Hombre de verdadero diálogo (sin ninguna exclusión: desde los no creyentes hasta los hermanos en la fe, desde el muy amado pueblo de Israel hasta el diálogo ecuménico, interreligioso), promotor de corresponsabilidad y participación con todos, respetuoso de la dignidad de cada uno, independientemente de sus ideas y opciones de vida personales.

Su escucha del otro nacía de la escucha profunda y enamorada de la Palabra de Dios. La otra gran enseñanza que recibí de él. Un amor apasionado por la Sagrada Escritura, fiel, siempre en la búsqueda.

Capaz de nutrirse frente a la permanente sorpresa de un Dios que habla.

Yo amaba la Palabra, en particular por la enseñanza de mi padre en la fe, el cardenal Corrado Ursi, arzobispo de Nápoles, que me ordenó sacerdote en 1973. Él me había educado a nutrirme de la Palabra.

Del cardenal Martini recibí el estímulo para hacer de la Escritura un viático cotidiano y frecuentarlo con los instrumentos disponibles para entenderla mejor. Sobre todo con una lectio que fuera cada vez más meditación, diálogo con Dios y acción contemplativa.

En este don, experimentado personalmente, percibo la causa más profunda de su vida de biblista y pastor. Martini trató de enseñar esta riqueza al pueblo de Dios y habló también a la Iglesia universal.

Libertad interior, escucha del otro, escucha de Dios. Tres elementos que advertí presentes y fundidos de manera ejemplar en él. Traté de aprender esta lección como pude, con los límites de mi persona y de mis capacidades. El Señor fue bueno al darme preciosas ayudas: entre otras, la invalorable amistad de Martini. Mi agradecimiento es inmenso y estoy convencido de que todo creyente consciente y honesto no podrá menos que compartirlo, tal como lo compartía el muy querido Juan Pablo II, que quiso nombrarlo explícitamente en sus recuerdos autobiográficos.

Ahora que este gran Padre de la Iglesia de nuestro tiempo entró en la luz y la belleza de la vida sin fin en Dios, el Señor sabrá recompensarlo en la eternidad.

Quedará en el recuerdo admirado y agradecido de innumerables personas que no tuvieron el don de creer. Estará presente en mi oración como en la de muchos creyentes. Pido que me recuerde, que recuerde a la Iglesia que tanto amó, para que todos en ella –especialmente quienes tenemos responsabilidades frente a los demás– podamos actuar siempre y solamente ad majorem Dei gloriam, como expresara san Ignacio, maestro y padre del jesuita Martini. Que podamos actuar para la mayor gloria de Dios, que es el hombre viviente, en el tiempo y en el día sin final de la eternidad, donde ahora vive Carlo, maestro de vida y de fe.

Reflexión final

Cuestionar, un servicio de caridad

En los últimos años de su vida, el cardenal Martini acentuó su perfil crítico con respecto a la situación de la Iglesia hoy. Pero no es una crítica que brote de la amargura o de la frustración, que se embarque en cruzadas o que pretenda postular un magisterio alternativo. Sus cuestionamientos surgen de un anhelo profundo de radicalidad evangélica, que en él (con una personalidad espiritual y afectivamente sana y una intimidad devota y lúcida con la Palabra de Dios) no es otra cosa que la radicalidad del amor.

Esta actitud de fondo es decisiva para interpretar el pensamiento de su última etapa. Si sus expresiones hubieran sido vertidas en textos académicos, muchas aparecerían como vagas y ambiguas; si hubieran sido incorporadas en cartas pastorales u homilías, hubieran sido imprudentes. Pero ellas tienen generalmente como contexto el intercambio vivo y dinámico característico de las entrevistas. Lo justo no es, por lo tanto, guardar ante ellas un silencio incómodo y estudiado, ni diseccionarlas con pretensiones de rigor científico, sino concederles el beneficio de una interpretación benévola, a la luz de sus presupuestos no explicitados, y entrar así en el diálogo respetuoso al que aquellas invitan.

Quizás su frase más sonora sea aquella de que “la Iglesia quedó 200 años atrás”. Martini no está hablando de un atraso de la Iglesia respecto del mundo, como algunos interpretan, sino de la Iglesia respecto de sí misma. Si consideramos la “agenda larga” del Concilio sobre la colegialidad episcopal, la comunión, la liturgia, los laicos, la relación con el mundo y tantos otros temas, ¿cómo no sentir nostalgia ante la “agenda corta” de la actualidad?

En referencia a los divorciados y vueltos a casar, Martini invitaba a sustituir la pregunta: “¿pueden los divorciados tomar la comunión?”, por otra: “¿cómo puede la Iglesia ayudar con la fuerza de los sacramentos a quienes tienen situaciones familiares complejas?” El legado del cardenal Martini no hay que buscarlo sólo en sus respuestas sino, y quizás mucho más, en sus preguntas.

Ecos del debate anterior

Selección de opiniones recibidas en la web

En favor de por muchos

Sobre la apreciación de Mons. Luis H. Rivas de que los fieles “se sentirán confundidos cuando ahora escuchen que Jesucristo no derramó su sangre por todos, al mismo tiempo que los seguidores de Mons. Lefebvre festejarán porque se les ha dado la razón”, pienso que en la celebración no se dirá que Jesucristo “no derramó la sangre por todos”. Se dirá que su sangre ha sido derramada por muchos.

En cuanto al festejo que atribuye a los lefebvristas, porque se hará conforme a su deseo, me parece algo secundario. Si no fuera así, se podría decir lo mismo de quienes quieren que se diga por todos.

Personalmente no me siento confundida con por muchos. No se trata de mis preferencias sino de los fundamentos para adoptar una fórmula o la otra. Me inclino en favor de por muchos.

María Teresa Rearte

Prefiero escuchar a mi conciencia

Tengo una fe formada, pero ello no significa que acate cualquier decisión del Magisterio que me parezca fuera de lugar. Tengo capacidad de discernir por mi cuenta; no necesito que me digan lo que tengo que creer y lo que tengo que decir; me quedo siempre con las opiniones que provienen del sentido común.

Prefiero escuchar a mi conciencia, sobre todo cuando una cuestión propuesta por el Magisterio no cierra por ningún costado. Y este es el caso. Nadie es quien para juzgar el grado de lectura comprensiva que tiene la gente con respecto a un texto.

Delia

Dónde estamos, qué hicimos del Concilio

Dentro de pocos días se cumplirán 50 años del Concilio Vaticano II. Si éste es el tenor de las discusiones teológicas, es un buen barómetro para evaluar dónde estamos y qué hicimos del Concilio.

¿Tendrá razón Martini cuando dijo que la Iglesia estaba atrasada 200 años?

Carlos Passaggio

Iglesia alejada de la gente

Totalmente de acuerdo con el comentario del señor Passaggio.

El tenor de las cuestiones que desvelan al Vaticano muestra cuán alejada está la Iglesia y el Magisterio de la realidad espiritual de la gente, que termina buscando en otras religiosidades la savia que alimente y llene su vida de algún elemento trascendente, integrador y de comunión.

Muy buena la secuencia de documentos que ponen sobre el tapete el cambio que el Vaticano pretende hacer sobre las palabras de la consagración del vino en la Misa: por todos debe remplazarse por el restrictivo castellano por muchos, con el consiguiente “recorte” a la expresa voluntad salvífica universal de Jesús.

En la mentalidad de la gran mayoría de los cristianos, estos cambios son inconcebibles y, como señala el padre Irrazábal, lo único que pueden producir es confusión e incomprensión del sentido primero y último del Evangelio. Excelente y clarísima la explicación de Mons. Luis H. Rivas, que nos recuerda la necesidad de ir, no al latín para buscar el significado primero de la expresión, sino directamente al griego del Nuevo Testamento, teniendo siempre presente qué palabras arameas o hebreas están detrás de las traducciones griegas.

Graciela Moranchel

Profesora de Teología Dogmática

Discusión farisaica

Siento que siguen resonando las discusiones medioevales del tipo ¿cuántos ángeles pueden pararse sobre la punta de un alfiler? Es notable.

Los grandes (o los únicos) enemigos de Jesús fueron los fariseos, según mi humilde conocimiento.

Me pregunto, con todo respeto, ¿no son éstas de algún modo discusiones farisaicas?

Mario Balzarini

Pensar en cuestiones más serias

Al clero que acata órdenes papales tan absurdas como el cambiar las palabras de la consagración del por todos al por muchos, le digo que utilice su tiempo para pensar en cuestiones más serias que impacten en la vida de la gente.

La gente está aburrida y hay otras espiritualidades deseosas de recibir a los cristianos desencantados, ámbitos donde se respeta la libertad personal sin tantas historietas. Despierten de una vez, señores clérigos. Es vuestra gran oportunidad de cambiar.

Héctor


7 Readers Commented

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  1. Clara I Gorostiaga on 6 enero, 2013

    Sin duda que a veces nos es difícil pensar en un renacer de la vitalidad de la Iglesia. ¿Pero no se trata de eso la fe?

  2. La expresión que más me gustó de la entrevista realizada a Martini fue «El Concilio Vaticano II ha devuelto la Biblia a los católicos (. . .) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar parte de aquellos que ayudarán a la renovación de la Iglesia y sabrán responder a las preguntas personales con una elección justa». Como les digo a mis estudiantes del Seminario Internacional Teológico Bautista (SITB), conforme el pueblo católico se atenga más al mensaje bíblico más cerca van a poder estar de los evangélicos que procuramos dejarnos guiar por el mismo. Y creo que tomando los ejemplos de Juan el Bautista, de Pablo y de tantos otros personajes de las Sagradas Escrituras, tanto católicos como evangélicos podemos llegar a tener una mejor presencia, siendo sal y luz, en una sociedad tan necesitada como la nuestra.
    Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
    Doctor en Teología (SITB).
    Doctor en Ciencias Sociales, Licenciado y Profesor en Letras (UBA).

  3. martha elvira on 8 enero, 2013

    Mi valoración va a resultar demasiado simple puesta junto a algunas que leo provenientes de personalidades intelectuales obviamente preparadas y sabias, pero mi parámetro para dar una opinión se basa en la PAZ INTERIOR. Martini lo deja a uno con una gran paz y con muchas ganas de alimentar la fe y la confianza.
    En una oportunidad le escribí con un caso de mi conciencia. COnservo la carta que me envió y su libro sobre el salmo 50. Son gestos de un padre que se maneja desde el amor
    Conste que yo estoy en la Patagonia argentina,o sea no es que mandó un libro en Italia a otra persona cercana. Importó la persona.
    Los comentarios que he leído duelen por la frialdad de los argumentos y lo que falta en la Iglesia de hoy es eso.
    NADIE ENTIENDE NI SABE QUE SIGNIFICAN ESOS BIRRETES ROJOS, ESAS CAPAS Y TANTOS OTROS ELEMENTOS DEL CULTO QUE SE HACEN SIN ENTENDER.
    Hemos dejado como Iglesia, la instrucción bÁsica, el catecismo, pero sobre todo NO DAMOS EXPERIENCIA DE AFECTO,COMPASIÓN,ENTRAÑAS DE MISERICORDIA . LA GENTE NO SE SIENTE ACOGIDA,QUERIDA, CONTENIDA.NO TIENE GUSTO DE ESTAR CON LA COMUNIDAD PORQUE NO SE SIENTE AMADA NI QUIERE A NADIE.ES UN EXTRAÑO MUNDO DE GESTOS HECHOS RUTINARIAMENTE Y POR OBLIGACION
    Mientras no aceptemos y reconozcamos nuestro error,seguiremos perdiendo fieles que se van a otros lugaras «porque allá me quieren más» como me dijo a mi en una oportunidad la madre de una alumna.
    QUIERA DIOS QUE TENGAMOS MUCHOS MARTINI CON LOS PIES EN LA VERDADERA TIERRA DE LOS HOMBRES ,HERMANOS NUESTROS, SUFRIDOS
    LUCHADORES,ESPERANZADOS Y NADA UTOPICOS.

  4. Luis Alejandro Rizzi on 18 enero, 2013

    En su último libro Sebreli dice que una filosofía basada en ideas y desprovista de hechos concretos es vacía y una ciencia política fundada en hechos pero sin teoría es ciega.
    Pienso que podríamos decir que una teología que no tenga en cuenta la realidad de la vida, los hechos de los hombres, seria ciega y la religión sustentada solo en dogmas y preceptos es una religión vacía.
    En esa perspectiva diría lo mismo que el cardenal Martini, la Iglesia está muy atrasada, no sé si 200 o 500 años, respecto a nuestra altura del tiempo y además uno percibe un nivel de fatiga que se refleja en el alejamiento de la gente de la Iglesia, que en más de un caos no es un alejamiento pasivo, sino también agresivo. Creo que esto último no se tiene en cuenta.
    Soy divorciado y me encuentro con la paradoja que un condenado a muerte por un delito aberrante puede comulgar y yo no….Ese es el apoyo o el sostén que encuentro en la Iglesia…?
    Otra cuestión no abordada y que Martini solo insinúa cuando se refiere a la sexualidad y a los temas del cuerpo, tiene que ver con el lugar de la mujer.
    No es suficiente con el Ave Maria, quizás haya que pensar más en Maria Magdalena.
    En esta cuestión persiste un tema cultura que tiene que ver con la situación o la ubicación social que tenia la mujer en la antigüedad, cuestión que incluso hoy no ha sido plenamente resuelta en el mundo laico.
    Obviamente esta cuestión de la mujer incluye la otra gran cuestión que es el celibato.
    Comparto y lo vivo así su otra afirmación “Los sacramentos no son instrumentos para la disciplina, sino de ayuda para las debilidades de la vida”.

  5. Carlos Passaggio on 23 febrero, 2013

    Viendo las palabras póstumas del Cardenal Martini- para no dar lugar a los que lo descalificaban, como su testamento espiritual-cuanto valor asumen hoy con la renuncia del Papa, que se nos muestra solo,abatido, sin fuerzas para llevar el timón de una barca que él mismo armó de acuerdo con su «metamorfosis» Romana y traicionando el espíritu del Concilio. Creo que su renuncia, mas allá de otros detalles, hay que verla como la mejor obra de su Pontificado. Estamos en un momento crítico de la vida Eclesial. Confiemos en el Espíritu Santo que, así como nos dió al Queridísimo Papa Juan,y, contra todos los pronósticos, venga un Papa Pastor que pueda desembarazarse de la Curia Romana, sus pretensiones, sus escándalos y nos muestre el rostro de una Institución que, en estos últimos tiempos sólo nos mostró su imagen de Ramera y no de Santa.Invito a rezar en la Esperanza

  6. martha elvira on 23 febrero, 2013

    Guardo como un tesoro personal una carta escrita por el Cadenal Martini en respuesta a algunas cuestiones mias que necesitaba confiar en alguien como él. Es una respuesta cálida, paterna,abierta totalmente a la esperanza. Además vino acompañada de uno de sus libros.No podía pedir más !
    Creo que los que hemos tenido alguna experiencia de cercanía con él,aunque sea breve y hemos seguido su pensamiento expresado en sus homilías y otros documentos, ni siquiera pensamos en pasarlo por una crítica porque ocupa un lugar de estatura moral a partir de la Palabra y eso es incnmensurable
    A veces pretendemos hilar tan fino en el campo de las ideas y la vida se nos escapa como arena entre los dedos. El Cristo del evangelio hablaba y actuaba a partir de la vida real y yo daré gracias a Dios por el testimonio de vida del Cardenal Martini

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