En la presentación en Roma del último libro de Benedicto XVI, la teóloga brasileña –miembro del Consejo asesor de Criterio– expuso junto a otros estudiosos sus reflexiones el pasado 20 de noviembre en la sala Pío X.Con alegría la Iglesia recibe el libro de Su Santidad Benedicto XVI sobre la infancia de Jesús. Se trata de un texto de original belleza y de gran profundidad, que une de manera magnífica el rigor intelectual y la inobjetable erudición con un estilo refinado y pleno de espiritualidad.

El libro del Papa es una meditación teológica. Nadie podrá leerlo sin entrar en el ritmo de oración que lo atraviesa del comienzo hasta el final y que invita a contemplar el Misterio de Jesús de Nazaret, hijo de María e hijo de Dios, salvador y redentor del mundo.

Ya en el proemio, el Santo Padre afirma que “no basta con dejar el texto en el pasado, archivándolo así junto con los acontecimientos sucedidos hace tiempo”. La intención del autor es, entonces, conducir al lector hacia una actualización del mensaje de salvación que los Evangelios de la infancia de Cristo portan y revelan. Cada uno (y cada una) de nosotros está llamado a dejarse tocar por la meditación que el Pastor ofrece a la Iglesia en esta ocasión.

Por lo tanto, como lectora que ha transitado el texto tratando de abrir el corazón y los oídos para escuchar y recibir el mensaje que contiene, querría presentar los puntos que más íntimamente me han llegado.

La pregunta por el origen de Jesús, el problema de su proveniencia, entrelaza un vínculo armonioso e indisoluble con la revelación hecha a Israel, de la que Jesús es la culminación. De esta manera, el Papa demuestra con claridad la importancia de la Biblia hebrea y del pueblo de Israel en el seno del cual nació el Salvador.

Todo el desarrollo del misterio de encarnación, vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret acontecerá en continuidad con la revelación hecha al pueblo de Dios a través de la boca de los profetas y que se expresa en la espera del Mesías. Por otra parte, el texto demuestra que, con María, la genealogía de Jesús presenta un nuevo comienzo; con ella termina y es ella quien relativiza toda la genealogía. En María se integran y se completan la fidelidad a la fe de su pueblo y la novedad radical de la que es protagonista.

En María, la humilde muchacha de Nazaret, prometida a un hombre justo de nombre José, acontece un nuevo comienzo para la humanidad. Es en ella, nueva Eva, donde vuelve a comenzar la persona humana, de manera diferente. La raíz última y definitiva de quien encarna la presencia de Dios en el mundo se encuentra “en un plano más alto”, en Dios que está en el origen de cada ser. Y también en el cuerpo fecundo de María de Nazaret.

El libro comienza ofreciendo al lector la afirmación, bella y sorprendente al mismo tiempo, de que en Jesús la humanidad vuelve a comenzar. En efecto, la genealogía descripta en los Evangelios expresa una promesa que no se refiere solamente a la familia o al pueblo en el que nacerá Jesús, sino a toda la humanidad. Jesús asume en sí a la entera humanidad, toda la historia de la humanidad, y “le da un viraje nuevo, decisivo, hacia un nuevo ser persona humana”.

Por lo tanto, el origen de Jesús se convierte en el origen de todo hombre y de toda mujer que llega a este mundo. Su origen es nuestro origen. Benedicto XVI lo reafirma actualizando la revelación en el hoy de la fe: nuestra verdadera “genealogía” es la fe en Jesús, que nos hace nacer “de Dios”.

El Papa presenta el anuncio de María subrayando en la persona de la madre de Jesús las actitudes propias del creyente frente al hecho desconcertante de la presencia de Dios que se acerca y se propone. Es la “tienda viva de Dios” dentro de la cual Él quiere vivir en medio de la humanidad. Es a su libertad de persona, de mujer, de creyente a la que se refiere el saludo del ángel que la llama “llena de gracia” y le dice que se alegre.

El “sí” de esta joven mujer resuena libre y gozoso, y Dios se torna acontecimiento. Benedicto XVI describe en detalle y con profundos matices el camino interior recorrido por María hacia ese “sí”. Se trata de una respuesta libre y confiada, pero no irracional. Interpelada por el anuncio del ángel, María trata de comprender y permanece dueña de sí. Y esta escucha honesta y obediente lleva al “sí” incondicional de quien se declara “la sierva del Señor”.

A mi entender, es aquí donde se encuentra el pasaje más hermoso del libro, donde el autor –siguiendo la reflexión de Bernardo de Claraval– subraya el respeto que Dios tiene por la libertad humana. “Llama a la puerta de María. Necesita la libertad humana (…) Al crear la libertad, Dios se ha hecho en cierto modo dependiente del hombre. Su poder está vinculado al ‘sí’ no forzado de una persona humana”.

La persona de María brilla, resplandeciente de alegría después de haber respondido que sí a la invitación de un Dios que no se impone, sino que se expone respetuosamente ante la libertad de su criatura. María no conoce el futuro, pero conoce a su Dios y no tiene miedo, porque cree en la palabra del ángel que le ha dicho: “No temas”.

Me parece de gran importancia que Benedicto XVI, después de haber presentado la anunciación de María, le dé gran relieve también al anuncio hecho a José. El hombre justo, fiel, creyente, que “en la ley del Señor encuentra su alegría”, para quien la ley “se convierte espontáneamente en ‘evangelio’, buena nueva”, recibe también el anuncio del ángel en sueños.

El Papa subraya la particularidad del paralelismo entre los dos anuncios, no obstante sus diferencias. A María y a José el ángel les dice que no teman. El anuncio es don y también compromiso. Al acogerlo, José se hará cargo del niño que debe nacer de la mujer que ama y que no le pertenece. Lo amará y lo protegerá, y lo llamará Jesús.

Gracias a la obediencia libre de María, sostenida por la de José, tiene lugar en la historia la nueva creación. Acontecimiento universal, que sin embargo se da de manera muy concreta, como señala el autor, en “una época perfectamente datable” y en “un ambiente geográfico perfectamente indicado: lo universal y lo concreto se tocan”.

Al llegar al capítulo en el que se propone la reflexión sobre el nacimiento de Jesús, el Santo Padre reclama la atención del lector con respecto al hecho de que Jesús nace en “otro” lugar, porque no había lugar para él. Por esta razón, su madre lo coloca en un pesebre. Benedicto XVI, con gran sensibilidad, advierte también el paralelismo entre esta falta de lugar y las palabras del prólogo del cuarto Evangelio: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Y dice que para el Salvador del mundo, para quien todas las cosas fueron creadas (cfr. Col 1,16) no hay lugar. De esta manera, el Papa señala el misterio de la persona de Jesús, portador incluso de una cierta contradicción: es el impotente, el sin lugar, y sin embargo es el verdadero potente; se presenta como un niño indefenso, pero en ese niño descansa la salvación del mundo entero.

En las páginas siguientes –al ilustrar la presentación en el Templo, la visita y la adoración de los Magos, la huida a Egipto y el regreso a Nazaret, y sobre todo el episodio de Jesús adolescente en el Templo– el libro muestra el itinerario de vida del niño que crecerá en sabiduría y gracia. Es obediente a sus padres, pero no duda en poner en primer lugar la obediencia a Dios, a quien llama su Padre. En este punto el autor escribe una bellísima reflexión sobre la libertad de Jesús, que no es “la libertad de un liberal” sino la del Hijo. En su persona se concilian libertad y obediencia.

El Santo Padre concluye su libro señalando la verdadera humanidad de Jesús: “En cuanto hombre, Él no vive en una omnisciencia abstracta, sino que está arraigado en una historia concreta, en un lugar y en un tiempo, en las diferentes fases de la vida humana, y de todo ello recibe la forma concreta de su saber. Así aparece aquí, en modo muy claro, que Él ha pensado y aprendido en forma humana”.

A través de su libro, el Papa nos invita a abrir un espacio a Aquél que es verdadero hombre y verdadero Dios. Este libro puede ayudarnos de manera muy profunda a crear en nosotros un espacio para que el Salvador pueda nacer y manifestarse en un mundo como el nuestro, que tanto necesita de su Evangelio.

Traducción de José María Poirier


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  1. Me gustó mucho la idea de que en Jesús se concilian la libertad y la obediencia, ya que creo que muchos de los errores de las personas de nuestro tiempo que se no han comprometido con el mensaje del evangelio pasan por pretender una excesiva libertad. ¡Qué bueno sería que cada vez más personas sigamos el ejemplo de Jesús y obedezcamos a Dios mediante una decisión libre, pero cargada de responsabilidad!

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