El candidato de los Hermanos Musulmanes obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales. Los militares tomaron medidas para consolidar su poder. La minoría copta se pregunta si puede confiar en las promesas de democracia por parte de la Hermandad.

Cuando Hassan El Banna fundó los Hermanos Musulmanes en 1928, se trataba de un grupo secreto que pretendía establecer un estado islámico en Egipto con la sharia como ley que informara todos los aspectos de la vida cotidiana. Ocho décadas después, con Mohamed Mursi, ex titular de la organización islámica, que se transforma en el primer presidente egipcio elegido libremente, algunos piensan que el sueño de El-Banna se hará realidad.
Otros, incluyendo a destacados cristianos, piensan que el panorama político egipcio, caótico y fragmentado, más la voluntad de gran cantidad de ciudadanos de arriesgarse a resultar heridos o encontrar la muerte en las calles, constituyen una barrera a la posibilidad de una veloz toma del poder por parte de los islámicos. Es más, los militares están dispuestos a actuar unilateralmente para limitar el poder de los representantes elegidos democráticamente, lo cual lleva a pensar que el verdadero poder seguirá en manos de los generales.
Mursi obtuvo el 51,73% de los votos, superando así a Ahmed Shafiq, un ex militar y primer ministro durante el régimen de Hosni Mubarak.
“Un triunfo de Mursi significaría que un movimiento clandestino llegue a la cumbre del poder, algo que jamás se vio en Egipto”, afirmó Hala Mustaga, analista político y editor de Al Ahram Democratic Review.
De los 80 millones de habitantes que tiene Egipto, entre 65 y 70 millones son musulmanes, casi todos sunnitas, y unos 10 millones son cristianos, casi todos coptos. Mientras que los 400 mil miembros que afirma tener la Hermandad estarán felices, habrá una importante inquietud entre los cristianos y entre los musulmanes que no están de acuerdo con la visión del Islam que propone la Hermandad. Algunos piensan que será sólo cuestión de meses para que los islamistas empiecen a pedir vestimentas recatadas para las mujeres, segregación pública de géneros, prohibición del alcohol y censura en las artes e inclusive en la discusión política. La campaña de Shakiq, a coro con los medios de prensa del Estado, logró con cierto éxito imponer esos miedos en los días previos a las elecciones.
“La discriminación está en su propio nombre –se quejaba Ashraf Hanna, un guía turístico de 43 años–. De entrada los Hermanos Musulmanes excluyen a los coptos como yo, y eso es previo a conocer sus intenciones políticas, que me asustan”.
La Hermandad parece haber tomado este desafío. Durante su conferencia de prensa inmediatamente después de las elecciones y ya afirmando su victoria, Mursi prometió “ser presidente de todos los egipcios” y tratar de lograr “un estado civil, democrático, constitucional y moderno”. En los días previos a las elecciones prometió, en caso de resultar electo, dar puestos clave a mujeres y miembros de las minorías.
“Es difícil confiar en los Hermanos Musulmanes ya que tienen un discurso público y otro privado”, dice Kyrillos William, administrador patriarcal de la Iglesia católica copta en Egipto. “Si Mursi quiere un Estado religioso, naturalmente nosotros tenemos miedo, pero si son honestos cuando hablan de la necesidad de un Estado civil (secular), entonces podemos colaborar”, agrega.
Hay otros cristianos eminentes que desean dar a los Hermanos Musulmanes el beneficio de la duda. Afirman que el pragmatismo de los ricos hombres de negocios que tienen puestos de liderazgo pondrá freno a las tendencias islamistas. “No creo que Mursi cometa este grave error”, afirmó YoussefSidhom, editor de Watani, un periódico semanal cristiano. “Mursi se ha comprometido a actuar como un presidente civil de un Egipto democrático, seguramente será justo con todos los ciudadanos egipcios. Creo que tenemos que darle una oportunidad para que cumpla sus promesas”.
El analista político copto SamehFawzy coincide: “Los Hermanos Musulmanes tienen una serie de proyectos anunciados como la reinstauración del califato y la islamización de la sociedad. Hablan abiertamente acerca de ello. Esto no significa que lo puedan realizar ahora”.
Los 18 meses que pasaron desde los levantamientos han expuesto a la Hermandad a la realidad de la vida política. A pesar de que las elecciones parlamentarias de invierno arrojaron un 70% de las bancas para los islamistas, la ineficiencia de la Asamblea ha dañado la imagen de los Hermanos entre sus propios seguidores.
Han dedicado mucho tiempo a temas como bloquear la pornografía en Internet o si un juguete chino ofendía al Islam, en lugar de trabajar en decisiones importantes para una economía destrozada o en la elaboración de una Constitución.
Esto puede explicar la caída del apoyo a los islámicos en las elecciones: en la primera vuelta de las presidenciales, el 57% de los egipcios eligieron a candidatos no islamista. La concurrencia a las urnas fue muy baja: votaron menos de la mitad de los habilitados, fuerte señal de desagrado que deben haber notado los islamistas.
“Creo que los Hermanos reconocerán que su popularidad ha sido sacudida, su batalla contra el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF por sus siglas en inglés) es puramente islamista y hay un peso considerable de los votos coptos –afirmó Sameh Fawzy–. Tratarán de balancear, al menos al comienzo, en especial dado que tienen batallas por delante como las (nuevas) elecciones parlamentarias”.
Sin embargo, llevar a la Hermandad en otra dirección puede ser una presión para tener más apoyo de los sectores conservadores, que se entusiasmarán en votarlos dada la defensa de los Hermanos del puritanismo religioso. “No intentarán ningún cambio radical al comienzo –dice Hala Mustafa–, pero claramente tienen apoyo de los fundamentalistas que esperan esas medidas”.
La Hermandad puede necesitar hacer alguna concesión a los salafistas (sunnitas extremos), como alguna legislación restrictiva, o la aceptación tácita del caso musulmán cuando se trate de construir una iglesia o de censura. “Si la SCAF restringe la autoridad del presidente, lo llevará a ser más duros en lo que se refiere a restricciones sociales y moralidad –afirma Hala Mustafa–. Cuanto menos poder tengan, serán más islamistas”.
El Consejo militar parece estar al timón del barco, mientras que el presidente será el capitán visible. Dos noticias lo muestran ostensiblemente. Por un lado, la Corte Constitucional echó a un tercio de los miembros del Parlamento elegidos como independientes y forzó la disolución del mismo, dominado por los islamistas. Esto significa que efectivamente el SCAF tendrá autoridad legislativa y ejecutiva sobre los asuntos egipcios hasta la elección de una nueva asamblea en no menos de seis meses.
Por otro lado, a medida que avanzaba el conteo de los votos electorales, la SCAF dictó una nueva adenda a la Declaración Constitucional de marzo de 2011, dándole al Consejo Militar el derecho a elegir unilateralmente a los miembros de una reconstituida Asamblea Constituyente –el panel que deberá redactar la nueva Constitución– si se disolviera la Asamblea Legislativa. Además dio a los generales el poder de veto sobre el documento.
Al no tener una Constitución para detallar los alcances de esta autoridad, el nuevo jefe de Estado parece ser, como afirmaba un activista, algo más que un “presidente fantasma”.
El martes siguiente a las elecciones se produjeron revueltas que involucraban a los Hermanos Musulmanes y a revolucionarios, enfurecidos por lo que llamaron un “golpe judicial”. No todos son críticos de lo que parecen ser medidas anti-democráticas, ya que la presencia de los militares como garantes de un Estado secular y democrático puede tranquilizar a muchos que están preocupados por los islamistas. “No se trata sólo de una posición auto impuesta, es un reclamo de las facciones seculares que temen una toma del aparato de poder por parte de los islamistas”, dice SamehFawzy, remarcando que los militares han pedido que se mantenga un Estado de tipo “semi-secular”.
“Egipto no tiene militares ideologizados sino conservadores –afirma Hala Mustafa–. Su objetivo es mantener el statu quo y no permitir que la islamización pase de cierto nivel”.
Lo que se ve es que el terreno está preparado para un nuevo conflicto entre la Hermandad y el régimen. Como dice Hala Mustafa: “Es la actualización de una vieja batalla en el Egipto moderno”.
El artículo fue publicado por la revista The Tablet.
Traducción de Alejandro Frere.

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