Reproducimos un artículo publicado en el diario La Nación el 12 de noviembre de 1990 a propósito de un debate siempre vigente y al que dedicamos nuestro anterior editorial.Como tantas otras cuestiones, el debate sobre el aborto llega tarde a la Argentina. A pesar de que la polémica dura en los Estados Unidos casi dos décadas, el tema no se ha agotado y sigue instalado en el corazón de la vida política americana. La discusión gira en torno de la interpretación y alcance que se debe dar al más fundamental de los derechos humanos, el derecho a la vida. Abarcar en una corta nota todas la dimensiones del problema es imposible. Por ello voy a acotar el tema y el ángulo del enfoque. Trataré el caso del aborto provocado a una mujer embarazada, es decir, de la destrucción del embrión ya anidado en el útero, dejando provisoriamente de lado las discusiones en torno del estatuto moral del embrión en el estadio previo a la implantación. Y desarrollaré mi análisis desde la perspectiva de la filosofía moral, una disciplina que se apoya en una tradición de veinticinco siglos, que argumenta racionalmente (y en esto se asemeja a la metafísica) pero que no se confunde con la fe religiosa. Queda en claro, pues, que mi enfoque dejará de lado tanto los argumentos teológicos como los problemas específicos de la ley positiva, civil o penal.
Quisiera de entrada disipar un malentendido, que a veces sirve de argumento de mala fe. En un debate racional hay que atender a lo que se dice y no a quién lo dice. Importan los argumentos, no las creencias ni los títulos de las personas. Que yo sea sacerdote católico es tan irrelevante al debate como mi condición de doctor en filosofía. Los argumentos racionales de un católico no son católicos, como no son judíos o budistas los argumentos filosóficos que provienen de quienes adhieren a dichas creencias. Si son racionales hay que juzgarlos por sus méritos: podrán ser consistentes o contradictorios, pero hay que discutirlos y hasta refutarlos, pero no descartarlos con el cómodo expediente de decir que son religiosos y por lo tanto dogmáticos. El dogmático es el que se niega a argumentar, descalificando a las personas por sus creencias religiosas.
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¿Cuál es el origen del ser humano? Hoy no existe duda alguna de que “la interacción de un espermatozoide y un óvulo señalan una línea divisoria entre la vida y la muerte. Si las dos células interactúan exitosamente y se produce la fertilización, sus núcleos (cada uno conteniendo la mitad del complemento total de cromosomas) se combinarán, y comenzará el desarrollo de un nuevo individuo. Si no ocurre una interacción exitosa, las dos células morirán en el espacio de horas o a lo más en pocos días”. (D. Epel, Scientific American, 237 (1977):129). Desde el momento de la concepción comienza su existencia un ser humano distinto del padre y de la madre, y ese ser humano que está vivo y crece por la continua división celular, es indiscutiblemente un individuo humano único e irreproducible desde su implantación en el útero materno. En esto hay consenso.
A partir de aquí surgen las discrepancias. Pues algunos niegan que el feto sea una persona. Una opinión significativa de esta posición fue la expresada en 1973 por el juez de la Corte Suprema de Nueva York, Charles Breitel, hablando por la mayoría. Según él, “no es verdad que el orden legal corresponde al orden natural”, concluyendo que “decidir si corresponde reconocer la personalidad legal es una determinación política y no una cuestión de correspondencia biológica o natural”. En base a este razonamiento no le fue reconocida la condición de persona al feto.
Nos encontramos aquí frente a un dilema del que no podemos evadirnos. O bien, a) todo ser humano es persona, o bien b) no todo ser humano es persona. Los que niegan al feto la condición de persona están incluidos entre los que afirman b), pues no niegan que el feto sea un ser humano, un individuo humano. Conviene entonces analizar con cuidado las consecuencias de elegir esta tesis.
La primera es que los diversos autores van a esforzarse por determinar cuáles son las cualidades que debe poseer un ser humano para ser considerado persona. Así se dirá que debe ser capaz de sentir dolor, de ser conciente, de relacionarse con los demás, de actuar por automotivación, de alcanzar un mínimo de cociente intelectual, etc. La lista es abierta y siempre incluye varios de estos requisitos. El resultado es que no sólo los fetos sino otras categorías de seres humanos carecerían en muchos casos de las propiedades necesarias para ser reconocidos moralmente como personas.
La segunda consecuencia es que se hace necesario decidir quién en la sociedad va a definir la lista de los criterios pertinentes para ser considerado persona, pues téngase en cuenta que según esta hipótesis la personalidad legal es atribuida por la sociedad y no reconocida en base a la naturaleza humana. ¿Será la mayoría de los ciudadanos a través de sus representantes en el Poder Legislativo? ¿Los jueces de la Corte Suprema, como en el famoso caso Roe vs Wade en los Estados Unidos? ¿Los médicos? ¿Alguna Academia?
La discusión acerca de las características propias de la persona humana es una discusión filosófica muy antigua, y como toda discusión filosófica permanecerá abierta hasta el fin de los siglos, porque ninguna autoridad humana tiene potestad para concluirla. Pero aquí estamos frente a una decisión moral con consecuencias jurídicas. O bien decidimos que el reconocimiento de la personalidad moral y jurídica constituye un acto discrecional de la autoridad pública, independientemente de la naturaleza de los seres en cuestión, o bien aceptamos la igual dignidad de todos los seres humanos fundada en la participación en una misma naturaleza. En el primer caso algunos seres humanos, por ser más fuertes, numerosos o sabios, excluirán a otros seres humanos de los beneficios de la personalidad jurídica, como desgraciadamente ha ocurrido tantas veces en la historia humana.
Para cerrar esta posibilidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) establece en su artículo 6 que “Todos ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”. La cuestión a decidir no es quién es o no es persona, sino quién es ‘ser humano’, pues basta la condición de tal para que la ‘personalidad jurídica’ deba ser reconocida. Ya en el Preámbulo se afirma que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. El fundamento de este reconocimiento es la dignidad intrínseca de todos los miembros de la familia humana. Intrínseca significa que la dignidad no proviene de una atribución extrínseca de la sociedad, sino de la pertenencia a la familia humana. Basta con ser humano para tener derechos, y por eso el feto, que es un ser humano, tiene derecho a la vida y al reconocimiento de su personalidad jurídica.
En 1969 se firma en San José de Costa Rica la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que el Congreso argentino convirtió en ley de la Nación en 1984. Su Preámbulo reconoce “que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacional de determinado Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana”. Un derecho ‘esencial’ se contrapone a un derecho ‘accidental’. El primero se reconoce y tiene como fundamento los atributos de la persona humana; el segundo se atribuye, y depende ‘de ser nacional de determinado Estado’, es decir de la ley positiva. Para cerrar toda posible discusión en torno a la interpretación de qué es una persona, el art.1, inc.2 establece que “Para los efectos de esta Convención, persona es todo ser humano”, y en el art.3 que “Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica”. El art.4, inc.1 saca las consecuencias con respecto al derecho a la vida: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”. En resumen, todo ser humano es persona, toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica; se es ser humano y persona desde la concepción; la ley debe proteger el derecho a la vida del feto, de la cual no debe ser privado arbitrariamente.
La última línea de defensa que ensayan los que justifican el aborto es afirmar que el feto es una persona en potencia y que sólo tiene, en consecuencia, derechos potenciales, como el derecho que cualquier persona tiene de ser presidente de la Nación. Hay aquí una grave confusión. El embrión anidado en el útero materno no es un ser humano en potencia. Es un ser humano actual, cuya identidad e individualidad ya está determinada. Por lo tanto debe ser tratado como persona y reconocérsele los derechos que posee por ser tal. Lo que está en potencia es su adultez, no su carácter de persona, al igual que el niño recién nacido. En el proceso del desarrollo humano no hay un umbral que separe una fase de vida pre humana de otra auténticamente humana, sea ésta intrauterina o extrauterina. Lo que está esencialmente en potencia en el embrión es su adultez, es decir el disfrute de facultades que se irán actualizando en su ejercicio a medida que crezca. En cambio, el poder ser presidente de la Argentina no es una posibilidad aneja a todo ser humano y sólo existe a partir de cierta edad determinada por las leyes positivas. Sólo algunos individuos humanos pueden estar accidentalmente en potencia de ser presidentes de la nación argentina, mientras que todo ser humano, a cualquier edad y en cualquier parte, tiene derecho a la vida.
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Las Declaraciones y Convenciones de Derechos Humanos cierran toda posibilidad de hacer una discriminación entre seres humanos y personas como titulares de los derechos esenciales. Si no fuera así, serían inútiles, porque los derechos humanos proclamados dejarían de ser universales por el tratamiento diferente que cada Estado daría a los seres humanos que considera personas y a los que no considera tales. Las Declaraciones, Pactos y Convenciones se refieren a derechos “humanos”, y no “personales”. Todo ser vivo e individual que pertenece biológicamente a la especie humana es un “ser humano”. Algunos pensadores se horrorizan de que la moral y el derecho dependan de realidades biológicas que escapan a sus definiciones. Pretenden ‘construir’ el orden moral y jurídico a partir de sus ideas y valoraciones. El ser humano, sin embargo, no puede ser definido arbitrariamente. Lo “natural” precede a lo “legal”, porque si no carecería de sentido declarar derechos humanos.
En efecto, si esos derechos correspondiesen sólo a las personas, y fuesen los Estados, a través de las leyes, los que determinasen quiénes son personas, no habría una instancia moral independiente de la legal, es decir de la política. El progreso moral que ha significado el movimiento a favor de los derechos humanos desde la segunda guerra mundial quedaría indirectamente invalidado por el progresivo recorte que las sociedades particulares hacen de la “familia humana”, al considerar que hay seres humanos cuya “calidad de vida” juzgan tan inferior que no merecen vivir. Así hemos podido leer en La Nación del 4 de agosto pasado que “la protección de la raza y de las condiciones vitales y esenciales de la individualidad humana, es decir el amparo eugenésico, exige y justifica la medida abortiva”. En otras palabras, los fuertes pueden eliminar a los débiles, los sanos a los enfermos. Como en Esparta, y en otros países en este siglo… Pero el razonamiento va aún más lejos. “Si el estado psíquico de la mujer presenta profundos trastornos, aunque éstos no lleguen a grados máximos” procede el aborto “a fin de salvaguardar de riesgos mayores al hijo concebido”. Es decir que se mata al hijo para ‘salvaguardarlo de riesgos mayores’. Es el principio de la eutanasia aplicado a la vida fetal: se mata a un ser humano, sin su consentimiento, para que no sufra. ¿Él o sus padres? ¿Él o la sociedad? Esta es la cuestión a elucidar: si la felicidad de los adultos es superior al derecho a la vida de los fetos.
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Join discussionPersonalmente creo que la razón de no considerar persona humana al embrión recién concebido , incluso en estado de de la primera división celular ,es la ignorancia de la biología que adolecen los jueces, políticos y periodistas que se ocupan del tema.
El tema es entonces si se mata una persona o no, que además es hijo de la persona que lo mata.
Desde el punto de vista práctico volvería a la frase de la Madre Teresa : ¡no los maten, dénmelos a mí.¡
El tema se hace mas crítico es cuando el problema afecta a los pobres , que por ignorancia y falta de recursos a veces mueren en el intento
En todos los casos ademas del niño asesinado , la que mas sufre es la pobre madre que por el resto de su vida cuando vea un bebé se acordará de lo que hizo.
La razón por la cual se aborta es con mucha frecuencia es que no se sabe qué hacer con un recién nacido , ya sea por cuestiones económicas , sociales, familiares etc, .Por ello es fundamental crear y apoyar instituciones como Gravida que atienden esta importante cuestión.
La enorme cantidad de gente que sufre por no poder adoptar sería muy beneficiada por una eficiente política pública y privada de relacionar a quienes les «sobra un bebé» con quienes quieren uno.Es una cuestión de creatividad y capacidad organizativa.En este sentido la Iglesia no debería escatimar tiempo y esfuerzo , con la intensa colaboración de laicos .
Para leerlo con atención
Los principios expuestos en este artículo son cabales e indiscutibles. Sin embargo, pienso que la solución postulada de relacionar a la madre biológica con parejas que no pueden tener hijos, si bien es muy valiosa, no se pone en práctica en el país con el vigor adecuado. En cuanto a otra solución oportuna para al caso podría ser la aplicación a los hombres de un impuesto generalizado, a fin de constituir un fondo de ayuda económica a la madre que no está en condiciones de mantener y criar un niño.
En la actualidad la carga de un bebé no programado suele correr sólo por cuenta de la madre, dado que en muchos casos el padre puede estar dispuesto a evaporarse sin hacerse cargo de la crianza, aunque haya tenido parte activa en la concepción. Pienso que de ese modo toda la sociedad se haría cargo de su descendencia, sin que ésta se convirtiera en objeto de penuras para nadie.
Días pasados me habían recomendado la lectura de la nota del padre Braun, que aparece en esta edición de Criterio.
Comparto el planteo y desarrollo de la cuestión y me cuesta entender que haya personas que aun hoy intenten convertir el «aborto» en derecho.
Leí el artículo. En primer lugar, aclara desde qué fundamentos opinará sobre el tema y dice que es una filosofía moral que se apoya en 25 siglos de tradición. Seguramente se refiera a Aristóteles. Pues bien, esa filosofía tiene sus fallas y la lógica que de ella deriva también falla al no tener en cuenta el tiempo, la relatividad del mismo al observador y más aán al aplicar dicha lógica al devenir de la conciencia del ser humano. Claro que esa filosofía moral fue un avance para ese momento y sirvió para posteriores avances. Pero hoy queda chica al ser humano, al igual que su lógica (lineal y de causa- efecto) no permite evolucionar a una nueva forma pensamiento más integral, procesal y alineal (como ya se están estudiando hoy las cosas en ciencia).
También está en discusión la concepción del ser humano. Que el catolicismo sostenga que el ser humano es el animal racional y que surge al juntarse el óvulo y el espermatozoide, con alma y todo, no significa que todos creamos eso. Es más, eso es una creencia y no algo probado, al igual que Dios es una creencia muy sentida y real para algunos y meramente una sospecha intelectual para otros.
Pero hay otra concepción del ser humano que no parte de creencias previas a la existencia. Esta sostiene que el ser humano se va constituyendo en el mundo, al salir del condicionamiento natural del útero materno. Su memoria, conductas de comportamiento, sentimientos, etc, se forman en el mundo gracias a las intenciones de otros seres humanos. Por tanto, se concibe al ser humano como transformador del mundo, de otros seres y de sí mismo (su propio cuerpo y su propia mente).
Si damos un paso más, podríamos afirmar que ese Dios termina siendo el propio ser humano que todo lo concibe en su mente, que todo lo transforma y todo quiere conocer.
Pero más alla de estas cuestiones de fondo (que la gente no racionaliza), me hago esta simple pregunta : ¿Tan dificil resulta aceptar que otros tengan una creencia diferente ? Que otros no tengan impedimentos morales para abortar cuando quieran y en el caso que sea ?
Observo que se repite la tendencia de imponer a todos la creencia de un sector de la sociedad. Pasó con la ley de divorcio, la de matrimonio igualitario, la de identidad, la de consumo de drogas, etc..
¿Tan dificil es soltar la posesión de creer que su creencia es la correcta? pero además querer imponerla a otros. Dejen que la gente decida por su propia conciencia.¡¡¡.Libertad de Opción !!!
¡¡Dejen de pretender ser la policía del espíritu, que no tienen estatura para eso, ni su filosofía moral está a la altura de lo que necesita el ser humano que viene!!!
El caso es saber que desde el momento de la concepción, el SER, ES PERSONA…Luego vienen todos las demás soluciones o conflictos, en los que la sociedad deberá abocarse.
La sociedad, que debe reparar los daños que genera…
Es muy cómodo matar al inocente…sobre todo cuando no se lo ve; y lo que no se ve no existe!
Coincido en lo que dice Mirka Rurdez (cito): «…En cuanto a otra solución oportuna para al caso podría ser la aplicación a los hombres de un impuesto generalizado, a fin de constituir un fondo de ayuda económica a la madre que no está en condiciones de mantener y criar un niño….»
Sin embargo, creo, que las respuestas se basan en hechos muy cotidianos: «un embarzao no deseado, un hijo no esperado= aborto».
Entiendo que la ley del aborto «objetiviza a la mujer» -cosa que detesto totalmente- y que el tema debe ir mas allá, no se puede bajo ningún concepto «recipientar» al género femenino.
No obstante, creo, que no se toman en cuenta los problemas de la violación (cómo fuera tratado en el número anterior de «Criterio», y mucho menos se piensa en un ejemplo cotidiano (lamentablemente): una niña de 11 años, «…violada por su padrastro, embarazada, pero que no podría dar a luz porque su cuerpo no está preparado para ello, podría moprir en el intento, o peor aún, morir ambos en el parto..» ¿qué se hace en ese caso?. «La Tres Veces Santa Iglesia Católica» ya lo ha dicho, y el artículo lo refleja, me suena a Pilatos,… ¿qué hacemos en este caso?. ¿muere la madre, muere el hijo, mueren ambos según lo decidió Él?. Me parece que El nos dio mentalidad para pensar, entre todos los animales somos los únicos que podemos crar un sistema jurídico para proteger nuestra cultura humana. Él confió en nosotros, le rendiremos cuentas después, sin embargo cuando nos pregunte ¿qué hiciste con la capacidad de pensar que yo te dí? ¿intentaste mejorar la sociedad? ¿creíste y apostaste que esa era la mejor forma?, tu conciencia -que en definitiva es la voz de Dios- te avisó que estabas equivocado?. Yo pretendo dar respuestas acordes a mi forma de ser. NO AL ABORTO LIBERAL, SÍ AL ABORTO QUE PRETENDE SALVAR VIDAS. Por lo menos así lo veo yo (a pesar de que me critiquen todos los que escriban después)
Lamento que en estos tiempos, con tanto avance tecnológico, tengamos retroceso humano. Cada día la gente busca tener y hacer cosas de acuerdo a sus necesidades. Dios Nuestro Señor nos envió al mundo, no para el mundo, y ésto no lo hemos podido entender. Cada día más nos alejamos de él y el enemigo nos tiende una trampa, con cosas lindas (como el gato con el ratón, primero espera que pierda el nervio, despues lo lame, juega con él, el ratón se siente feliz, toma confianza y ahí es cuando el gato se lo come) así el enemigo actua con nosotros. Los invito a acercanos más a Dios, para comprender todo el Amor que nos tiene, y en cuanto a nosotros deberíamos de poner mas atención a todos los sucesos que están ocurriendo, sobre todo en N.L.(pequeños torbellino, o sismos que nunca se habían dado) eso es solo un pequeño tirón de orejas de Nuestro Dios. Dios nos da cada día la oportunidad de renacer a la vida, (de cambiar nuestra forma de vida) El nos está siempre esperando con los brazos abiertos, porque nos Ama en demasía.
SOBRE EL ABORTO
La autorización del aborto, asunto que se debate hoy en nuestro país, requiere, a nuestro juicio, una reflexión sensata desde un punto de vista que preserve la dignidad de la persona. Siguiendo a Charles Fried en La libertad moderna y los límites del gobierno (2009), podemos distinguir condiciones naturales inseparables de la especie humana, de los usos y costumbres que pretenden ser reconocidos como derecho natural. En efecto, el autor agrupa los derechos y las libertades propias que acompañan a todos los habitantes del planeta, frente a los derechos y libertades convencionales cimentados por largas tradiciones y conveniencias ideológicas, como por caso la propiedad privada y otros derivados con el rótulo de supervivencia individual, pretendiendo que son propios de la naturaleza humana, cuando en realidad (sin un marco jurídico equitativo) generan desigualdades ofensivas que humillan la situación del sujeto.
La libertad, como la capacidad de respirar, es inherente a la condición del ser humano y lo acompaña desde su concepción, se trata de una característica exclusiva que lo diferencia de los otros seres vivos. El hombre es el único animal que depende del proceso de socialización, que enriquece su lenguaje y que despliega el poder absoluto sobre su cuerpo.
Desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, las etapas del aprendizaje, el desarrollo cerebral y el lenguaje acompañan al crecimiento del individuo, identificado como el exclusivo animal que puede controlar sus impulsos utilizando el innato atributo de la libertad para la reflexión pura, para expresarse como lo desee y para disponer de su cuerpo sin otra limitación que los idénticos derechos del prójimo. Los demás derechos u obligaciones son derivados de las convenciones culturales, accidentales, circunstanciales, o fruto de los abusos de los más poderosos.
Los derechos del prójimo
A partir de la perspectiva del autor citado, abordaremos la tarea interpretativa que entendemos como lógica para el ejercicio de la libertad. Como tal, podemos argumentar con pretensión de ofrecer una explicación reflexiva, sin apegos dogmáticos ni estadísticos que se esgrimen para defender una u otra posición.
El argumento central y excluyente se refiere a los derechos del prójimo, ya que desde el momento de la concepción se lo considera persona; la madre que desarrolla ese potencial individuo no tiene potestad para disponer del cuerpo del prójimo. Si autorizamos el aborto estaríamos en presencia de una contradicción normativa, porque en el vientre de esa mujer se está gestando una persona que tiene el derecho absoluto sobre su persona y, si la madre puede abortar, está lesionando el derecho absoluto que tiene cada persona sobre la disposición de su cuerpo. Aun en el caso de un nasciturus concebido como resultado de una violación, es el prójimo, e infringiríamos la ley si autorizamos el aborto. Puede argumentarse sobre las consecuencias, conveniencia y oportunidad de llevar adelante la interrupción del embarazo, conformando una excepción a la regla; claro está, siempre sujeta a las características singulares que rodearon las circunstancias de la concepción y cuando se trate de una menor de edad.
Conclusión
En lugar de autorizar el aborto para resolver las consecuencias del embarazo no deseado, aparece como más apropiado afrontar las causas generadoras de la ignorancia que conllevan las relaciones sexuales irresponsables. Si se trata de un problema de educación, no se puede arbitrar la solución del conflicto combatiendo sus efectos. Indirectamente se está propiciando menos precauciones y más abortos.
De acuerdo con la posición adoptada en esta nota, conviene recordar lo prescripto por el art. 6º del “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”, vigente desde el 23 de marzo de 1976 y ratificado por la República Argentina por Ley 23.313 del año 1986, que establece: “El derecho a la vida es inherente a la persona humana”.
Agradezco el artículo. Es muy claro en sus planteamientos. Nos recuerda que el bien no es ajeno a la verdad y más bien se apoya en ella. Concuerdo totalmente que no se puede discriminar a un ser humano por su estado de desarrollo. Si ese fuera el caso tendríamos que condenar también a nuestros congéneres que en situaciones que los superan no actuan según la verdad y el bien del otro y se desploman al no encontrar salidas. Está claro que en un caso de esta índole el creyente que realmente tiene fe se encuentra en mejores condiciones que el que no cree por cuanto puede transformar con la ayuda Dios su dolor en luz y dar otro curso a su voluntad. Concuerdo con alguno de los comentarios que es importante dotar de un mayor número de ayuda a las personas para que sean capaces de asumir la verdad y de enriquecerse con ello. Me refiero a que el reconocer la verdad de la individualidad biológica del ser humano ya concebido le permitirá responsabilizarse mejor de la situación. Entiendo que dada la conexion biológica existente durante la gestación, el problema se traslada mayoritariamente a los padres, pero también es cierto que se diponen de herramientas científicas y legales para ayudar a que el padre asuma ciertas responsabilidades de tipo económico. Pienso que faltan programas que ayuden a los jóvenes a tomar conciencia de las bondades de que un niño crezca protegido del amor de sus padres. Si esto se diera estoy seguro, porque confío en la capacidad de crecimiento de cada persona, que si la verdad biológica del embrión no se silencia, lamentaríamos mucho menos que nuestras jóvenes se sientan forzadas a tomar una decision tan radical e irreversible como es la el aborto.
El autor desarrolla su discurso a partir del reconocimiento de la naturaleza humana. Y por consiguiente, de la ley natural. Por eso su afirmación de que «lo natural precede a lo legal.» Personalmente lo comparto. Pero no hace lo mismo el positivismo jurídico.
El P. Rafael Braun dice exponer desde la filosofia moral. Pero, dicho con todo respeto, otros discursos racionales, filosóficos, no comparten su punto de vista. Por lo que, en defensa de la vida, lo que es indiscutible es que desde la concepción estamos en presencia de vida humana. Esto de acuerdo a los aportes de la genética, etc., lo cual ya se ha expuesto y comentado en otro momento y lugar de esta misma revista. Aquí se hace teniendo en cuenta los derechos humanos.
Comparto aquéllo de que si los derechos dependieran de su reconocimiento por parte de los Estados, a través de las leyes, no habría una instancia moral, independiente de la legal, y por lo mismo de la política. Pero es el caso que, de hecho, la instancia moral -por lo menos según la interpretación del autor- no cumple la función que él le otorga en la defensa del derecho a la vida.
Sabemos que hay diferentes sistemas éticos. Y cada cual con su enfoque, su respuesta, lo cual por otra parte es propio de la filosofía. Sucede que su discurso está en consonancia con la fe cristiana.
Personalmente trato de que el mío también lo esté. Pero vivimos en un mundo plural, en el cual nuestros argumentos tienen que confrontar con otros diferentes.
La nota dice ser la reproducción de un artículo publicado en el diario La Nación del 12 de noviembre de 1990. Más de veinte años de su publicación original es mucho tiempo en el discurrir contemporáneo, tanto como en los tiempos políticos que vivimos. Se dirá que los principios morales no cambian. Pero eso no es aceptado por todos. Por lo tanto, se trata -me parece- de defender y promover el derecho a la vida movilizando toda la fuerza argumentativa, en consonancia con las exigencias del debate actual, que no invalidan lo dicho por el autor. Pero nos exigen recurrir incluso a los aportes de la ciencia actual, la genética, por ej. y las modernas técnicas médicas, como la procreación humana asistida (¿o será mejor decir artificial?) para argumentar en función de un derecho fundamental, como es el derecho a la vida. Y a la vez desarrollar también nuestra interpretación de la función de la conciencia moral que es norma subjetiva de moralidad. Y no se fundamenta en sí misma, sobre lo cual hay equívocos palpables aún en los ámbitos católicos. Y he podido apreciar en esta misma página de intercambio de opiniones.
Gracias.
Prof. María Teresa Rearte
Voy a analizar los postulados de los abortistas.1º)Para ser persona hay que tener relación con las demás personas ¿Cómo se relaciona en el vientre con otras personas?,2º) El feto debe sentir dolor¿Cómo saberlo?,3º)La persona debe ser conciente ¿Cómo saber que el feto es conciente?,4º) Debe tener cierto cociente intelectual ¿Cómo medirlo dentro del vientre?,5º) El orden legal es superior al orden natural,locura positivista,o sea la ciencia NO SIRVE PARA NADA,la realidad la deciden los políticos,en este caso,no los biólogos genetistas etc ¡ABSURDO!¡Qué atropello a la razón!¡Lo mismo un BURRO que un gran profesor!.La corteSuprema de ee uu,viola TODAS las convenciones de los derechos humanos,si en la ONU hubiera justicia,debería expulsar o sancionar a los EE UU,por estas graveviolación al derecho a la vida,el 1er. derecho humano,y base de TODOS los derechos del ser humano=persona.
Sin ánimo de confrontar, y expresado con todo respeto, quiero aclarar lo que afirma el Sr. Horacio Bottino, en el punto 5, porque hay un equívoco con relación al concepto de naturaleza humana.
El orden natural no tiene su fundamento en la biología, la genética, etc. , porque eso sería restringir el concepto de naturaleza humana a lo biológico. La naturaleza humana comprende lo biológico; pero a la vez excede lo puramente biológico.
El de naturaleza humana es un concepto discutido, por ejemplo en la interpretación que le dio Pablo VI en la encíclica «Humanae vitae» (1968), en materia de anticoncepción o contracepción.
Si aceptáramos esa interpretación, la ley moral natural se opondría a la anticoncepción basándose en los ritmos biológicos naturales de la mujer (como si ésta fuera un animal), Ocurre que esa interpretación se opone incluso al enfoque personalista del hombre (varón y mujer), sostenido por el Concilio Vaticano II. La ambigüedad, equívoco, error, como quiera llamársele, que se deriva de la Humanae vitae de Pablo VI, ha sido corregida por la interpretación personalista del Magisterio de Juan Pablo II, por ejemplo en la encíclica «Familiaris consortio». Es conocida la posición personalista de Juan Pablo II, que ha dado muestras de un sólido anclaje filosófico-teológico en toda la extensión de su Magisterio.
El orden biológico entra en la constitución de la naturaleza humana. Pero no la agota. El hombre, la persona humana, es mucho más que un ser biológico. Es espíritu encarnado. Un ser dotado de inteligencia y voluntad libre. Por todo esto, el intercambio sexual, la reproducción humana, etc. presenta problemas morales. El orden moral se inscribe en un ámbito de libertad.
La interpretación de que la Voluntad del Creador estaría reflejada en los ciclos femeninos, como si Dios fuera una especie de superginecólogo, no sólo es anacrónica, sino errónea. En ese sentido, la «Humana vitae» de Pablo VI, se ha prestado a la confusión. Y hay que dejarse guiar por la enseñanza de Juan Pablo II, que -como afirmé- ha sido un Papa de eminente formación filosófico-teológica. Y cuyo pensamiento es «personalista.»
Las ciencias como la biología, la genética, etc. no tienen por objeto estudiar la condición personal del hombre. Por eso no pueden decirnos ni una palabra sobre el tema. El estudio de la condición personal del hombre es objeto de análisis y reflexión de la filosofía y la teología. En esto hay que tener las cosas claras, porque cada ciencia, cada saber, tiene su propio status epistemológico. Y no hay que esperar que la biología o la genética humana den respuesta de lo que no es propio de su status epistemológico.
El dato seguro, fuera de discusión, de la biologia, la genética, de la experiencia médica, es que desde el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, estamos en presencia de vida humana. Un tema sobre el cual ya se ha hablado lo suficiente.
Por último quiero aclarar que, con este comentario, no me anima otro interés que el de contribuir al esclarecimiento del tema aquí planteado. Espero que así sea interpretado mi comentario.
Gracias.
Prof. María Teresa Rearte