¿El creador de Apple fue un genio, y hasta un santo, o un insensible explotador de trabajadores chinos?Murió el 5 de octubre de 2011. Era budista. Para el catolicismo sigue siendo una figura controvertida, un hombre con dos rostros. Genio para unos y explotador para otros.
Curiosamente el entredicho se dio entre los jesuitas de dos publicaciones muy prestigiosas, La Civiltà Cattolica de Italia, y America de los Estados Unidos. De La Civiltà nadie puede decir que sea conservadora, aunque sí cuidadosa por su proximidad con la Santa Sede. America, en cambio, es representante del progresismo católico.
El padre Antonio Spadaro, director de La Civiltà, definió al fundador de Apple como un “visionario, genio, revolucionario”, comparándolo con san Ignacio de Loyola: “Su visión de la vida y de la muerte es muy parecida a la del fundador de la Compañía de Jesús”.
Los jesuitas norteamericanos, por su parte, pusieron en tela de juicio a Jobs recordando que sus joyas tecnológicas se construyen en fábricas chinas que parecen “campos de prisioneros, entre trabajo de menores y epidemias de suicidios”. En un artículo Del padre Raymond A. Schroth el juicio sobre Jobs es severo: “Apple es una maravillosa empresa para sus clientes e inversores, pero también una fábrica de miseria para sus trabajadores chinos subcontratados”, como lo demuestran las instalaciones Foxconn en Shenzhen: 420 mil trabajadores que producen computadoras para Apple y otras compañías. “¿Y qué ha hecho Jobs con todo el dinero que ha ganado?… Hasta el último tramo de una liquidez de 76 millones de dólares los agrupó en sociedades creadas expresamente en Estados fiscalmente ventajosos como Nevada”.
En febrero último, un centenar de personas se reunió frente a seis de las tiendas de la empresa en el mundo para protestar porque muchos trabajadores de las fábricas chinas pierden la capacidad de usar las manos. Piden que Apple fabrique un iPhone 5 “ético”. La mayor tienda Apple en el mundo, en la estación Grand Central de Nueva York, fue una de ellas. “En total hemos reunido cerca de un centenar de personas en todo el mundo, que representan a casi un cuarto de millón que han firmado a través de internet nuestra petición a Apple”, dijo Amanda Klooer, directora de Change.org, uno de los grupos convocantes.
También The New York Times denunció recientemente las condiciones de trabajo en fábricas chinas donde se fabrican o ensamblan productos de Apple como el iPhone y el iPad. Según el diario, los trabajadores se quejaron por las largas jornadas laborales y malas condiciones de seguridad. El diario publicó también que dos explosiones en fábricas de iPads dejaron cuatro muertos y 77 heridos el año pasado.
Apple apuesta por China
La tercerización es habitual y Apple constituye un ejemplo de por qué el éxito de algunas compañías importantes no generaron empleos en el país. “Antes las empresas sentían la obligación de apoyar a los trabajadores estadounidenses, incluso cuando no era esa la mejor opción en términos económicos”, señaló Betsey Stevenson, que se desempeñó como economista jefa del Departamento de Trabajo norteamericano hasta septiembre pasado. “Eso ha desaparecido, las ganancias y la eficiencia se han impuesto a la generosidad”, dijo.
Los ejecutivos de Apple afirman que el éxito de la empresa ha beneficiado a la economía al inspirar a emprendedores a generar empleos, como proveedoras de celulares y firmas de transporte de productos de Apple. “No tenemos la obligación de resolver los problemas de los Estados Unidos –dijo un ejecutivo de Apple–. Nuestra única obligación consiste en fabricar el mejor producto posible”.
Las fábricas asiáticas pueden aumentar y disminuir su magnitud más rápido y las cadenas de oferta asiática han superado las posibilidades existentes en los Estados Unidos. El impacto de esas ventajas se hizo evidente en cuanto Jobs, que estaba disconforme con las pantallas plásticas del iPhone, exigió pantallas de vidrio en 2007. Durante años, los fabricantes de teléfonos celulares habían evitado usar vidrio porque exigía una precisión de corte y acabado que era muy difícil de lograr. Apple ya había elegido una empresa estadounidense, Corning Inc., para la fabricación de vidrio reforzado. Sin embargo, determinar cómo cortar los paneles en millones de pantallas de iPhone exigía encontrar una planta de corte vacía, centenares de piezas de vidrio para experimentar y un ejército de ingenieros. Luego llegó una oferta de una fábrica china.
Cuando un equipo de Apple visitó la planta, los propietarios ya estaban construyendo un ala nueva. “Es por si nos otorgan el contrato”, dijo el gerente. El gobierno chino había aceptado subsidiar los costos de numerosas industrias, y esos subsidios comprendían la fábrica de corte de vidrio. La compañía tenía un depósito lleno de muestras de vidrio que ponía a disposición de Apple en forma gratuita. Los propietarios proporcionaron ingenieros prácticamente sin costo. Habían hecho construir dormitorios en el predio, de modo tal que los empleados estarían disponibles las 24 horas. La planta china obtuvo el contrato.
Apple comunicó también que China proporcionaba una cantidad de ingenieros que los Estados Unidos no podían igualar. Los ejecutivos de Apple habían estimado que necesitarían unos 8.700 ingenieros industriales para el proyecto del iPhone, y analistas de la empresa habían pronosticado que llevaría nueve meses encontrarlos. En China, sólo hicieron falta 15 días.
Jobs vs. Gates
La revista America señala un abismo entre Jobs y el otro magnate de la tecnología, Bill Gates, que “ha destinado la mayor parte de sus riquezas a mejorar la vida de millones de personas en los países más pobres del planeta”. Y, “el hombre que muere rico, muere en desgracia”.
Un aspecto que no se ha tenido en cuenta en esta discusión es que Jobs creó la computadora Mac con materiales nobles y por ese motivo su precio es más alto, porque difícilmente es atacada por un virus. Por el contrario, Gates consideró que el negocio estaba en fabricar modelos con materiales de menor calidad para abaratar su costo, aunque frecuentemente sean visitados por los virus. Gates aventajó en ventas a la Mac e impuso la PC ampliamente. En la actualidad, la mayor parte de las computadoras son PC y sólo nichos muy exquisitos como el de los músicos y los diseñadores gráficos son fieles a la Mac.
El director de la Civiltà Cattolica recuerda lo que Steve Jobs dijo el 12 de junio de 2005 en el famoso discurso ante los futuros licenciados de Stanford: “Recordar que moriré pronto es el instrumento más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de la vida”. Palabras que, para Spadaro, evocan las de Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, que sostenía que un modo para una justa elección en la vida consiste en hacer “como si estuviera en punto de muerte; y comportándome así, tomaré firmemente mi decisión” (Ejercicios Espirituales, 186). Por lo tanto, “la muerte no es en los casos de Ignacio y Steve algo que les diera miedo, sino la constatación de que los temores, los obstáculos y las futilidades desaparecen ante el pensamiento de la muerte y queda lo que cuenta, lo que para nosotros es verdaderamente importante. Ningún hombre, creyente o no creyente, puede tomar decisiones en la vida pensando que es inmortal”.
L’Osservatore Romano también se refirió a Steve Jobs señalándolo como uno de los protagonistas y símbolos de la revolución de Silicon Valley. Revolución informática, cierto, pero también “revolución de costumbres, mentalidad, cultura”. Revolución que “ha cabalgado la onda dorada de la época de Reagan”, subraya el periódico de la Santa Sede: “¿Pirata o pionero? La historia lo dirá. Por ahora quedan sus geniales creaciones. Construyendo ordenadores personales y metiendo en nuestros bolsillos internet hizo que la revolución de la información fuera no sólo accesible, sino también intuitiva y divertida. Lo suficientemente osado para creerse capaz de cambiar el mundo y con el talento para hacerlo. Talento, puro talento”.
Quien estableció un nexo entre Steve Jobs y los jesuitas fue el escritor Umberto Eco en 1994: “No se ha reflexionado nunca lo suficiente sobre la nueva lucha de religión que está subterráneamente modificando el mundo contemporáneo.
El hecho es que el mundo se divide entre usuarios del ordenador Macintosh y los usuarios de ordenadores compatibles con el sistema operativo Ms-Dos. Mi profunda convicción es que el Macintosh sea católico y Dos protestante. Todavía más, el Macintosh es católico de la contrarreforma, y resiente de la ratio studiorum de los jesuitas. Es jovial, amigable, conciliante, dice al fiel como tiene que proceder paso a paso para alcanzar –aunque no sea el reino de los cielos– el momento de la impresión final del documento. Es catequístico, la esencia de la revelación se resuelve con fórmulas comprensibles y con íconos suntuosos”.
Según Eco, “el DOS es protestante, incluso calvinista. Prevé una libre interpretación de las escrituras, pide decisiones personales y angustiosas, impone una hermenéutica sutil, da por descontado que la salvación no está al alcance de todos. Para hacer que funcione el sistema se requiere la realización de acciones personales para la interpretación del programa: lejos de la comunidad estrafalaria que se divierte, el usuario está encerrado en la soledad de su resentimiento interior”.
Pero hay un hecho que merece una reflexión: nunca en otros tiempos se hubiera imaginado posible asistir a la canonización del administrador delegado de una empresa que produce máquinas. El vaticanista Giacomo Galeazzi afirma: “Ya hay más de 300 millones de páginas web en las que se habla de la ‘santidad’ del CEO de Apple. ¿Cuál es la razón? Este es el plano en el que el discurso se torna serio y va más allá de la boutade periodística. Yo propongo una respuesta: porque estas máquinas (computadoras, tablet, smartphone…) están asumiendo cada vez más un valor que toca las dimensiones más altas del hombre: pensar, expresarse, comunicar, entender el mundo. Steve Jobs tiene que ser entendido en este cambio epocal como uno de los mayores artífices evolutivos y como un símbolo, un icono. Y este es el punto sobre el cual todavía vale la pena reflexionar”.
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Join discussionHa poco he visto un documental maravilloso del director Werner Herzorg, «the cave of forgotten dreams» (la cueva de los sueños olvidados), lo que se muestra en él es al arte de un hombre primitivo, de hace más de 50.000 años AC que aún nos sigue hablando. Lo mismo queda dicho por el profesor Umberto Eco en el libro entrevista «El Libro no morirá Jamás». La reflexión es como esos soportes de comunicación, piedra, cuero, papel, nos hablan hasta hoy y !que efímero son los soportes tecnologicos de ahora; ¿ quién puede leer una disckette?, es más fácil escuchar un disco de vinilo en una pick up. ¿seran los actuales soportes, este mismo en el que escribo la segunda prefiguración de la torre de Babel?
Estimado Guillermo,
Remedando a Humberto Ecco, por supuesto que el libro no morirá, simplemente porque es algo que pertenece a la historia de la humanidad.
Pero, creo yo, que la comparación con el diskette, no es válida,
Ahora estamos en esto de la internet, y como todo cambio y tan drástico tecnológicamente puede hacernos creer que no es válido como el libro de papel.
Creo que pronto, el que lo desee, tendrá una «copia» de un libro tradicional, pero fabricado con materiales extraordinariamente adaptables al gusto de cada cual.
Puede pasar «cualquier cosa», hablando vulgarmente, en materia tecnológica, es lo que yo imagino.
Cuánta mezcolansa! Quizás al compararlo con Ignacio de Loyola se deba a expresiones de este individuo como practicante de Budismo. Hay mucha gente que trajeron y traen progreso . Ahora estamos en una época en que la tecnología avanza a un ritmo acelerado y Steve Jobs está como en un pedestal. Una forma de fomantar su idiolización sería un altar virtual con su figura , seguro que existen consumidores que lo venerarían.