Ante la nacionalización de YPF la oposición no ha planteado alternativas, y quedó encerrada como muchos dirigentes políticos en 1982 frente a la guerra de Malvinas. Ayer y hoy, criticar esas decisiones parece ser una traición a la patria. La nación es una comunidad imaginaria, sostiene el historiador Benedict Anderson, destacado especialista en estudios sobre nacionalismo y relaciones internacionales. A diferencia de las comunidades “cara a cara”, la nación constituye una abstracción difícil de asimilar. La idea de que los argentinos tenemos en común historia, identidad e intereses, y el pensamiento complementario de que esa historia, esa identidad y esos intereses son diferentes de los de los habitantes de los países limítrofes, son construcciones labradas en el tiempo y no sin ciclópeos esfuerzos pedagógicos. Un diálogo de la película argentino-española Revolución. El Cruce de los Andes lo ilustra: después de que el periodista hace varias alusiones a la patria, cuando en 1880 entrevista al anciano guerrero de la independencia que siendo adolescente cruzó los Andes y conoció a San Martín, el viejito le dice “Digamé, ¿qué es para usted la patria?”. Y le explica, palabras más, palabras menos: “Los que cruzamos los Andes éramos la mitad chilenos y la mitad de las Provincias Unidas”. En 1817, cuando se cruzó la Cordillera, “argentino” seguía significando rioplatense. En su testamento, José Gervasio de Artigas se definió “argentino, nacido en la Banda Oriental”. A partir de aquellas primeras décadas del siglo XIX, lenta y trabajosamente, se fue construyendo un país. El vocablo “nación” cambió de significado: a partir de su definición contractual (como decía Emmanuel Joseph Sieyès durante la revolución francesa y repitiera Juan Ignacio Gorriti en el congreso de 1824-1827, siempre palabras más y palabras menos: “gente que se asocia para vivir bajo un mismo gobierno y una misma ley”) fue adquiriendo –romanticismo mediante– connotaciones culturales: identidad común labrada por la historia. La historiografía fue protagonista de ese proceso: Bartolomé Mitre remontaría al remoto pasado colonial la existencia de una identidad nacional.

Lo anterior no significa que la nación sea mentira: todos los discursos se construyen, y muy a menudo se apela a la historia –y también a menudo a los nada históricos adverbios “siempre” y “nunca”– para legitimar lo que se ha construido. Por otra parte, la historia importa y mucho: hay naciones que a lo largo de siglos se han constituido en Estados y Estados que han constituido naciones, o han intentado hacerlo, con mayor o menor éxito. El filósofo político Bhiku Parekh llama a éstos últimos “Estados nacionalistas”. La Argentina es un caso paradigmático: un territorio muy desigualmente poblado, con amplias zonas desérticas en el siglo XIX que había formado parte –marginal– del imperio español, fue ocupado progresivamente por comunidades de origen europeo que sometieron a la población originaria. Estos contingentes de muy diverso origen geográfico –también mayoritariamente europeo entre 1870 y 1914– tenían pocas razones para asumir una identidad nacional argentina que suplantase su identidad aldeana, regional o nacional propia. El esfuerzo que realizó la clase dirigente para “nacionalizar” a esas masas de origen inmigratorio –en especial a los descendientes– fue gigantesca: se apeló a la escuela, al servicio militar, al voto, a la Iglesia y a una liturgia patriótica que consumía porciones ingentes del tiempo de escolares y educadores. En otros países no costó menos: México apeló al pasado azteca y a la Virgen de Guadalupe –que ya a comienzos del siglo XVIII se consideraba patrona de las Iglesias (y por lo tanto de las comunidades) novohispanas–, y Perú evocó la genealogía incaica y a Santa Rosa de Lima, conteniendo en su seno sin embargo, a poblaciones indígenas nutridas y heterogéneas a las que la idea de nación les resultaba más difícil de asimilar que a los criollos.

En fin: el nacionalismo puede ser entendido de muy diferentes modos. Todo discurso sobre la nación es una construcción; lo que cambia es el uso que se le da. Puede recurrirse a él para generar solidaridades que de otro modo no tienen por qué existir; puede usárselo para disfrazar otros intereses. Los militares lo invocaron a partir de 1976 para masacrar a miles de personas (hablaban de “patria para preservar la nación” y, paradójicamente, la República y la democracia) y en 1982 para conducir al país a una guerra que tuvo por principal objeto salvar a la dictadura de una crisis sin embargo terminal. Muchos de los que en los ‘90 celebraron las privatizaciones en nombre de un achicamiento del Estado que creían indispensable para garantizar la estabilidad y el crecimiento económicos, hoy descubren que la nacionalización de YPF es un deber patriótico irrecusable. En efecto, también se construyen discursos en esta línea con proyecciones de futuro sesgadas. No se trata de un fenómeno sólo argentino: basta echar una mirada a la antigua Europa –que inventó la idea de nación– para advertir que los discursos nacionalistas se usan también hoy para legitimar la ocupación británica de Malvinas, para achacar la crisis económica a los extranjeros y juntar votos prometiendo una política de inmigración menos generosa, para disimular que el salario real de los ciudadanos es cada vez más bajo y que el Estado de bienestar se va convirtiendo en un lindo recuerdo. Sirve para hacer creer a los españoles que los intereses de Repsol son suyos, y es tan convincente que hasta aparecen pintadas antiargentinas y en algún bar de Andalucía se ha prohibido la entrada a nuestros conciudadanos. Los Estados Unidos son otro ejemplo: la “América para los americanos” y el destino manifiesto legitimaron la política imperialista y justificaron ocupaciones militares y masacres.

Si se observa el contexto más cercano en tiempo y espacio, el discurso kirchnerista en torno a la situación de los recursos energéticos puede servir de ejemplo. Su retórica nacionalista esconde una política que condujo al país de su condición de exportador de combustibles a la de importador. Oculta, además, las imprecisiones del proyecto energético: de dónde van a salir los recursos para reactivar la producción del sector después de años de desoír las advertencias de quienes nunca dejaron de señalar el fracaso que se aproximaba. La oposición, incapaz de proponer alternativas, ha quedado encerrada como quedó la clase política en 1982 con la guerra de Malvinas. Entonces, declarar el desacuerdo con la guerra era crimen de lesa patria, como lo es hoy criticar la nacionalización de YPF. Algunos apenas se animan, tímidamente, a cuestionar las formas de la expropiación. De nuevo la camiseta, el bombo, la pancarta, la hinchada de fútbol. Achacar la situación actual al oficialismo es, por todo ello, superficial. Existe en el país una larga tradición nacionalista a la que apelar para justificar –como se hace en todas partes– medidas de gobierno que de otro modo son difíciles de explicar. Han apelado a la causa nacional federales y unitarios, liberales y conservadores, radicales y peronistas, militares y guerrilleros, alfonsinistas y menemistas, kirchneristas y antikirchneristas. Lo grave de la situación actual es –análoga en este sentido a la de 1982– la ausencia de un sólido discurso alternativo que aun apelando al legítimo amor por la patria y la nación –que no tiene nada de cuestionable, sí el chauvinismo– pueda explicar las falacias del que agita el oficialismo.

18 Readers Commented

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  1. Juan Carlos Lafosse on 3 junio, 2012

    Efectivamente, la historia siempre se ha construido, acá y en el mundo entero. Lo que nos llega fundamentalmente es el relato que el grupo dominante presenta para explicar la realidad, para orientar los esfuerzos y para buscar la adhesión de los habitantes. En Argentina la historia oficial ha sido impuesta usando todos los recursos imaginables, desde el terror extremo hasta el manejo más corrupto de los medios y la manipulación académica.

    También es cierto que la situación actual NO es análoga a la de 1982 ya que sobran libertades para opinar y actuar políticamente. Parece una broma sugerir que quién expresa reparos sobre la estatización de YPF es presentado en los medios masivos como un traidor a la patria.

    Lo que hay que ver es que detrás de la historia siempre hay un grupo que se beneficia, el relato no es inocente. También es parte de la política construir un relato, detrás del cual se alinean ideales nobles e intereses vulgares, una mezcla a veces difícil de comprender. Pero caer en visiones simplistas y maniqueas de la realidad nos impide construir alternativas posibles y creíbles.

    Hoy no existe un sólido discurso alternativo. Básicamente, porque prácticamente todos los dirigentes de la oposición durante los últimos años creyeron que para alcanzar el poder solo debían ponerse al servicio del proyecto que estructuraban algunos medios de comunicación. Salir en tapa, aparecer en horarios centrales, ser «el elegido» fueron sus prioridades, mucho más que proponer otra forma de interpretar la realidad. Competir en este «concurso de belleza» fue lo que les impidió generar proyectos compartidos. La experiencia parecería que los está transformando, ahora se perciben algunos rasgos de pensamiento independiente.

    Está claro que la suma de errores cometidos incluso por este gobierno, a partir de la monstruosidad de privatizar YPF, nos ha llevado a una situación difícil, donde el problema energético nos resta divisas que necesitamos imperiosamente. Difícilmente hubiera otra salida que esta virtual estatización, pero ahora el gobierno está a cargo del problema, ya no tiene más alternativa que resolverlo.

    Yo veo una auténtica preocupación por transformar YPF en una empresa eficiente y que contribuya con el crecimiento del país. También que hay conciencia de las dificultades, de la necesidad de dinero, recursos humanos y técnicos. Esto es bueno, pensemos como podemos ayudar a que salga adelante.

  2. Luis Alejandro Rizzi on 11 junio, 2012

    Para mí lo grave de la Argentina es que no hay alternativas y esa falta de alternativas es una cabal expresión de lo que llamaría “incultura general”.
    Un ejemplo, Cristina Fernandez de Kirchner, siempre generaliza a partir de la insignificancia, como el caso del “abuelo amarrete” que aprovechó además para descalificar a los abogados, “conozco el paño” dijo haciendo referencia a su profesión de abogada y la eventual promoción de acciones judiciales contra las resoluciones que virtualmente impiden la compra de moneda extranjera.
    La vez pasada uso una anécdota de un conocido de la familia que había comprado dólares a 4,80, con eso quiso decirnos a “todos y todas” que comprar dólares en un pésimo negocio.
    Esas son muestras de “incultura”.
    En el caso YPF también los llamados partidos opositores demostraron su incultura al adherir acríticamente al despojo del que fue víctima REPSOL.
    Aclaro no estoy ponderando la gestion de Repsol en YPF.
    No critico a los que creen que YPF debe ser estatal, por lo menos en su capital mayoritario, lo que si critico es que salvo alguna excepción, la mayoría de los opositores, no cuestionaron las formas en que se estatizó a YPF, formas que fueron groseramente ilegitimas, recurriendo a DNU sin que conste la celebración del acuerdo de Ministros que exige la Constitución y estando el Congreso en funcionamiento. Parece que los Ministros firman después y arriesgaría sin leer…..
    Pienso que en verdad no se trata de “nacionalismo chauvinista” sino de “incultura” lo que se demuestra por el temor o miedo a expresar una opinión diferente o lo que sería más grave por carecer de ella.
    Entiendo el “nacionalismo” expresión que aclaro no me gusta, a partir de una expresión cultural, de un sistema de ideas según el cual vemos la vida, el mundo y la sociedad en la que vivimos.
    El llamado nacionalismo lo entendería como una coherencia de la conducta de un país en diferentes realidades, es obvia nuestra incoherencia que manifestamos cuando nos llenamos la boca reclamando políticas de estado.
    Para mí un estado es genuinamente nacionalista cuando tiene políticas coherentes y una sociedad es nacionalista cuando tiene estilo como lo explicó Garcia Morente, otra virtud de la que carecemos.
    Por último un estado es nacionalista cuando sus instituciones son confiables y respetadas, el perfil institucional equivale al carácter o al temperamento de una persona.
    En ese sentido padecemos una debilidad alarmante, eso explica que en general tanto Cristina como sus “colaboradores” siempre estén más propensos al enojo que al buen humor y cuando pretenden ser graciosos recurren a ridiculizar a veces con “bonete” y todo…
    En general desde que tengo uso de razón hicimos del nacionalismo un sofisma para justificar la arbitrariedad.

  3. Sergio De Piero on 11 junio, 2012

    Me siento sumamente dolido por la nota editorial. El maniqueismo que le achacan a quienes apoyamos la expropiación de YPF, lo invierten para hblar de observaciones racionales sobre la política energética o en contra de la expropiación «y el bombo la camiseta, etc» para los que apoyan. La argumentación no parece escapar de civilización o barbarie. Esta presentación binaria (que tanto suelen criticarle al gobierno) se fortalece al hacer la editorial una secuencia histórica donde siempre puede identificars esos dos bandos. Sube la apuesta el texto, al comparar la expropiaciónd e YPF con la guerra de Malvinas. Como dice Borges, para cada persona una misma acción tiene justificaciones distintas. Pero en el texto del proyecto de ley y en la presentación de la Presidenta y del nuevo director, nunca escuché agorismos semejantes a los del dictador Galtieri. La justificación de la expropiación desde luego tuvo argumentaciones políticas e incluso simbólicas, pero no careció de muchos económicos y técnicos. Quedará al goberno realizar una mejor gestión que al de Repsol. Pero comparar esto con una guerra que significó la muerte de más de mil personas, me parece francamente un despropósito. Pienso en la argumentación de la diputada Alonso (PRO) que a los gritos en el Congreso hablaba que la empresa quedaría en manos de de «ladrones, corruptos y negociadores». Ese fue el nivel racional de argumentación para oponerse.
    Me parece que buena parte de los problemas para comprender el kirchnerismo y el peronismo en general, de parte de quienes no comparten sus ideas, es la de estar convencidos que ambos son meros frutos de la irracionalidad, la pasión desmedida y las conductas gregarias
    Saludos cordiales
    Sergio

  4. Roberto G. Helguera on 11 junio, 2012

    Excelente editorial, salvo cuando ponen » Los militares lo invocaron a partir de 1976 para masacrar a miles de personas (hablaban de “patria para preservar la nación” …yo cambiaría el término masacrar por el párrafo «entraron a una guerra provocada por la USSR vía CUBA declarada dentro del OLAS, en defensa de la patria para preservar la nación».
    El resto junto al primer comentarista es impecable y adhiero.
    Para poner orden mental al tema de la cual se ocupa la retórica nacionalista pondría énfasis en lo repetido por Gorriti sobre qué es la Nación, “gente que se asocia para vivir bajo un mismo gobierno y una misma ley” y me referiría a la ley fundamental de la Constitución de 1852/60 y su Preámbulo como espíritu de esa ley definiendo el rol del gobierno – estado, con el documento de J. B. Alberdi «La Omnipotencia del Estado» (1880)

  5. Alejandro Gudesblat on 11 junio, 2012

    Más que «invento,» el concepto de nación es algo que va mucho más allá de eso. El hombre es un ser de símbolos. Eso es porque el hombre es un ser social por definición y, por lo tanto, hay ese anhelo de pertenecer, de sentirnos parte de algo que compartimos con el semejante.

  6. A Ferrari Etcheberry on 11 junio, 2012

    Sin entrar en la actualidad, me permito recordar que no debe confundirse nación con Estado-nación y que nación en su origen es sinónimo de pueblo o, si se quiere, de comunidad, un colectivo, como en England, tierra de los anglos, Scotland, de los escoceses. Lo mismo para galos, vascos, etc. y así se expresa en el propio concepto europeista Estado-Nación y en el nacionalismo derivado de la Revolución Francesa del siglo 19 que buscaba estados viables a partir de la extensión y la población, que supuso crear estados por el dominio de una nación sobre otras, como en las islas británicas y aun antes en España (por algo la España de la Constitución democrática establece como idioma nacional el castellano sin perjuicio de los regionales). Ese europeismo a nosotros, americanos, nos es ajeno y ha confundido y confunde.

  7. Roberto O'Connor on 11 junio, 2012

    Suscribiendo básicamente los conceptos de Sergio De Piero, agregaría que se peca de ingenuo o de malicioso decir simplemente que en relación a los discursos, como son construidos, «lo que cambia es el uso que se le da», como dice la nota editorial. El discurso es construído – acción legítima desde Homero para acá, o de Hammurabi, supongo; pero hay alguien que lo construye, y ese alguien tiene intereses, beneficios y pérdidas (económicos, culturales, simbólicos, etc). Decir entonces simplemente «uso» es como hacerlo un concepto «light», cuando en realidad tiene muchas calorías políticas.
    Tampoco hay necesidad de atribuirme liturgia de la cancha, porque no es mi caso; pero dejo sentado que no hay vergüenza en ir a la cancha; vergüenza es robar.
    Hablar de despojo… bueno, de eso los españoles y el «primer mundo» saben un rato.
    Creo que en este caso, como en otros varios más, los políticos se ven atrapados en la retórica de tener que votar lo que la gente mayoritariamente considera correcto, aunque incluso disienta con el modo. No veo la retórica nacionalista sin en muy pocas cosas; por último, suponer que como pueblo no hemos evolucionado nada de Galtieri a la fecha, es seguir creyéndonos «barbarie» y solicitar que vuelvan a gobernarnos las elites preclaras que tanto bien le hicieron al país y lo hicieron grande, sobre la base de deslomarse diariamente
    Perdón por tanta ironía, pero hay cosas que parecen escritas para provocar, no para reflexionar.

    Deberíamos haber sumado que ya hay análisis sobre el uso de las palabras «nación», «patria», «estado»; y que hasta por intencionalidad son femeninas o masculino.

    Si por último, no es legítimo construir historias de naciones, entonces empecemos por clausurar la lectura de la Biblia, que es una historia de una nación.

  8. horacio bottino on 12 junio, 2012

    Apelar al patrioterismo de 1982,es una comparación FALSA,en 1982 gobernaba la peor tiranía de toda la historia argentina,la que DESPARECIÓ a miles de argentinos,tuvo como plan económica,lo que dictaba el Imperio del dinero.YPF significa el comienzo de un a política de trabajo,a la mayor escala agro-industrial, en favor de la Nación argentina,contra las petroleras de la Nación norteamericana y otras naciones y accionistas,dirigentes de compañías,como Repsol,que quisieron y quieren ROBARNOS, el petróleo ,el gas y, sus ganancias,a costa del trabajo de los argentinos

  9. Juan Carlos Lafosse on 12 junio, 2012

    Brillante, como todos sus comentarios, estimado Roberto O’Connor.

    Cordialmente,
    jc

  10. María Teresa Rearte on 15 junio, 2012

    No compartí la metodología usada para nacionalizar YPF, si bien adhiero a la medida dispuesta por el gobierno nacional.

    No he compartido, ni comparto, las declaraciones de quienes se consideran «intelectuales», y emiten declaraciones descalificatorias con relación a la Sra. Presidenta de la Nación en la cuestión de Malvinas. Tampoco me parecen bien los viajes de periodistas a las islas. Y la posterior difusión de su pensamiento, mensaje, etc. en el continente, como si estuvieran a favor del Reino Unido, olvidándose de la República Argentina, que es por la cual deberían trabajar.

    Una cuestión es disentir, interiormente, con la Sra. Presidenta de la Nación y su gobierno. Y otra cuestión es trazar y mostrar fisuras, de nuestra parte, ante el gobierno inglés.

    Una cuestión es que a veces no se compartan las metologías del gobierno nacional. Y otra muy distinta es comportarse como adversarios del propio gobierno, y concretamente de la Sra. Presidenta, de cara al exterior. No obstante mis disensos con relación a la presidenta, siempre voy a reivindicar el debito respeto a su persona e investidura. Y la necesidad de nuestro apoyo moral a gestiones de esta naturaleza.

    No comparto el concepto vertido por el lector Sr. Roberto O´Connor, de que la Biblia es la historia de una Nación. Si se refiere al Antiguo Testamento, me parece que, en todo caso, es la historia de un pueblo. El pueblo elegido por Dios. Si se refiere también al Nuevo Testamento, pienso que es el Nuevo Pueblo de Dios, llamado según la voluntad divina a universalizarse. Toda la Biblia configura el designio salvador de Dios para con la humanidad. El Antiguo Testamento cobra sentido en orden al Nuevo Testamento. Por lo tanto, no queda cerrado en la historia particular del pueblo de Israel. Tampoco en la historia del cristianismo, que, por vocación, tiende a lo universal. La Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios, es católica en el sentido de universal. Por lo tanto, se trata de una nota, propiedad, etc. diferente de todo tipo de nacionalismo. Por eso mismo el mandato de Cristo de evangelizar. Por eso también el carácter misionero de la Iglesia, que no reconoce fronteras. Y no se identifica con ningún pueblo ni nación. Y que incluso respeta las diferentes culturas.

    No es la primera vez que, por mi parte, señale que es poco feliz la idea de homologar las realidades de orden secular con aquéllas que pertenecen a la fe. Y concretamente, en este caso, a la Historia de la Salvación.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  11. Roberto O'Connor on 16 junio, 2012

    En relación a lo que la Prof. María Terersa Rearte señala sobre mi error en relación al texto bíblico, considero útil la distinción que creo podemos hacer aquí, y es que el texot bíblico, con ser inspirado por Dios, tampoco deja de contener redacción, modos y lecturas humanas. Incluso, lo que a veces el autor pudo creer que decía, a la luz de signos posteriores, cobra nuevo sentido. El sentido obvio que el AT pueda tener para nosotros cristianos, a la luz del NT, sigue sin ser obvio para nuestros hermanos mayores los judíos.
    Las formas en que las redacciones se fueron configurando, y cómo algunas fueron aceptadas como católicas y otras no (por caso, todos los evangelios apócrifos) no desmienten, creo, lo que yo he afirmado, ni constituyen la verdad revelada en algún tipo de historia perversa, como quisiera hacernos creer Dan Brown con sus novelas. Pero no podemos cerrarnos a ver que hay otros que pueden hacer otras lecturas, aunque para nosotros no sean verdaderas. Si no fuera posible entender que hay distintos relatos sobre hechos similares, no habría forma posible de diálogo con ninguna otra religión, creencia o filosofía; serían máscaras de diálogos.
    Creo que eso, volviendo al tema original, es lo que subsiste cuando se niega el reconocer que las historiografias se construyen; quiero decir, subsisten formas de autoritarismo que no reconocen sus propios rasgos autoritarios.
    Tampoco veo tan claro si cuando hablamos del NT y nos referimos a la misión evangelizadora, nos referimos al crecimiento de la iglesia o del Reino; distinción que no me parece menor.
    Por otra parte, es el mismo NT quien nos muestra cuánto les costó a los discípulos creer que Jesús había resucitado, aceptar la misión como universal, dejar de ser un subgrupo judío. Debieron repensar su propia historia. Dios se revela, pero lo hace en la historia, aunque la trascienda. Está en nosotros discernir qué de lo que vemos son semillas del Reino, y qué no; pero habitualmente no es tan transparente. Quiero decir, nunca la historia nos será totalmente transparente hasta el momento de la Revelación final.

  12. María Teresa Rearte on 16 junio, 2012

    En primer lugar quiero agradecer la aclaración que, con tanta amabilidad como educación, formula el Sr. Roberto O´Connor, porque entiendo que este espacio no es para expresar un pensamiento único, en el que todos concordemos, sino incluso para disentir con recíproco respeto, el que -puede tenerlo por seguro el lector- lo hago a mi vez explícito hacia su persona.

    Sobre el contenido del comentario, quiero a mi vez aclarar que el expresar mi disenso con su interpretación no equivale, necesariamente, a decir que lo suyo es un error. Sino exactamente lo que dije: que no comparto su interpretación de que la Biblia sea la historia de una nación.

    Estoy de acuerdo en que nuestros hermanos mayores judíos no comparten la visión que personalmente he expresado. Requeriría una aclaración mayor entrar a considerar la historia desde una y otra perspectiva.

    Lo que manifesté es la interpretaciòn formulada desde la fe cristiana, que personalmente profeso. En cuanto a la relación Iglesia y Reino de Dios, de acuerdo a la fe católica la Iglesia está al servicio del Reino de Dios.l

    Por mi parte considero necesaria una distinción entre pueblo, nación, patria, Estado, quizás «fina» en algunos casos, que no todos la hacen. Por ej. hay quienes no distinguen entre nación y Estado. Tal es, por ej., el caso de los Estados comunistas, frente a los cuales la nación se ha rebelado. Tómese el claro ej. polaco.

    Si yo quisiera encontrar un rasgo que caracterice a la nacionalidad, como fundamento de un sano «nacionalismo», diría que es la solidaridad interna de un grupo humano, en consonancia con su pasado, presente y futuro. No sería a mi criterio un elemento fundante de la nacionalidad la sangre ni la raza.

    Identificar nación y Estadopodría conducir a politizar el concepto de la primera. Y a quitarle el rico contenido humano y vinculante que la caracteriza. No obstante, reconozco que existen concepciones de Estado-naciòn, que excede este espacio detenerme a considerarlo.

    Retornando al caso del pueblo israelí, hasta que se fundó en 1948 el Estado de Israel, no tenía territorio fijo. Pero el vínculo de sangre y religión lo cohesionaba fuertemente.

    Reconozco, como dice el Sr. O´Connor, que las historiografías se construyen. Pero para mí, como bautizada y por consiguiente cristiana, la teoría cristiana de la historia no sólo me propone, sino que me conduce a una referencia cristológica del tiempo histórico. Esto, sin ningún rasgo autoritario de mi parte. Lo sería si quisiera imponerlo al resto de los mortales. No limito el pensamiento de nadie. Pero como cristiana, no dudo de mi identidad en el mundo y en la historia. Por lo tanto, quiero vivirla y expresarla en mis juicios. Con tanta libertad como reconozco a las demás personas para expresar la suya.

    Para mí, la escatología tiene una dimensión cristológica. Y la cristología una proyección escatológica. Discernir, un tema tan caro para la teología paulina, siempre será arduo en la condición terrena del hombre. Pero no imposible de realizar.

    Atentamente. Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  13. María Teresa Rearte on 16 junio, 2012

    Jóvenes kelpers y un legislador de las islas Malvinas quisieron reunirse y/o entregar un comunicado a la presidenta de la Nación, y/o al canciller argentino. Pero no consiguieron su objetivo.

    Me parece muy bien que la Dra. Cristina Fernández de Kirchner y el canciller argentino no accedieran al propósito de los kelpers y del legislador de las islas Malvinas. ¿A título de qué la pretensión de ellos? Me parece muy necesario un poco de respeto por parte de estos señores para con las autoridades argentinas. ¿Son estos señores que habitan las Islas Malvinas miembros de la ONU? Me parece que no.

    Por otra parte, el primer ministro inglés puso a ondear en la residencia oficial la bandera de las Islas Malvinas colonizadas. ¿Ni un poquito de «rubor» por este exhibicionismo de la potencia británica entrado ya el siglo XXI

    Personalmente discrepo con el gobierno nacional en muchas cosas. Pero ante la potencia imperial británica, todo mi respaldo a la Sra. Presidenta.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  14. María Teresa Rearte on 16 junio, 2012

    Sr. Roberto O´Connor:

    Voy a personalizar mi respuesta. Ud. puede sostener la opinión que desee. No necesariamente hay que coincidir para sostener un diálogo. Pero al menos debería aclarar su expresión de que la Biblia es «la historia de una naciónl.» Así como está formulada es imprecisa y confusa.

    Yo no soy autoritaria por sostener mi opinión. Más bien me parece autoritario quien pretende imponerme la suya. Éste es un argumento tan trillado (el de acusar de autoritarismo, medieval, etc.) que ya, de tan gastado, no dice nada y sólo puede motivar una sonrisa de mi parte.

    Por mi parte, he dado las correspondientes explicaciones. Me parece lamentable que no se pueda pensar y disentir. Y que sólo se llame diálogo al acto de estar mutuamente dándose la razón, que al parecer es lo que ud. preferiría, porque ni bien señalo mi discrepancia, ya «salta» la acusación de autoritario, etc. etc.

    Precisamente por provenir del ámbito filosófico-teológico y dedicarme, además, a la literatura, sé lo que es el diálogo, el debate.

    ¿O usted hubiera preferido que aceptara sin más lo que decía? ¿A eso le hubiera llamado diálogo? Yo no. Pero aunque no coincidamos, toda persona tiene el derecho de expresar sus ideas. Libremente, en tanto no lesione los derechos de otros. Y por otra parte, feliz de que sea así, que haya un espacio, un medio, que dé lugar a la expresión de cada uno.

    Atte. Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  15. María Teresa Rearte on 19 junio, 2012

    El gobierno del Reino Unido ha anunciado, como si fuera una acción loable y por lo tanto digna de destacar, que en el 2013 se realizará un plebiscito entre los pobladores de las islas Malvinas, para conocer si es su voluntad continuar siendo ciudadanos británicos.

    No deja de sorprender, en el siglo XXI, el colonialismo inglés. Sería algo así como preguntarles a los usurpadores de una vivienda, o de un barrio completo (como ha ocurrido en alguna ciudad), si desean continuar con la ocupación.

    El Reino Unido, siempre tan «respetuoso» de los otros. Por algo son una monarquía decadente y tan desagradable.

    Sin embargo, todavía hay quienes critican a la Sra. Presidenta de la Nación, con quien se pueden tener diferencias, y publicitan las «soluciones» que ellos proponen, como cierto periodista que dice que la cuestión es «cultural». De parte de Argentina, por supuesto. Porque algunos «argentinos» no dicen una palabra sobre el atropello inglés. Y estas medidas supuestamente respetuosas de los «derechos» de los isleños.

    ¿No convendría analizar la «cultura» que anima los procedimientos ingleses? Digo, por lo menos para cambiar la perspectiva del análisis de la cuestión. Pero también para tener una mirada un poco, siquiera un poco, argentina. Por lo menos alguna vez.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  16. Roberto O'Connor on 19 junio, 2012

    Estimada Prof. María Teresa Rearte:
    agradezco sus aclaraciones, y también el tono con que las ha hecho. Debo creer en sus palabras, aunque no veía tan claro que el planteo abriera otras posibilidades. No ha sido mi intención calificarla, aunque entiendo que se pueda seguir de lo que he escrito. Nobleza obliga. Agradezco también que Revista Criterio es de los escasísimos medios, que y conozca, que permitan y favorezcan el debate.
    Mis saludos
    Roberto O’Connor

  17. María Teresa Rearte on 20 junio, 2012

    Es probable que el gobierno nacional lleve adelante el tema Islas Malvinas buscando un rédito político, frente a los diferentes conflictos que se plantean en el escenario nacional. Pero eso no desmerece la justicia del reclamo por Malvinas. Además, en la praxis política se requiere la búsqueda de un equilibrio de fuerzas. Bien puede el gobierno movilizar su gestión por este medio. ¿Qué tiene de malo?

    Me parece falta de objetividad trazar un paralelo entre la decisión del actual gobierno con respecto a Malvinas y lo que llevó adelante la dictadura militar. Empezando porque este es un gobierno elegido por el pueblo, aunque algunos no lo hayamos votado; pero que tiene legitimidad. La que no ostentaba el gobierno de facto. Además, aquí no se están promoviendo acciones bélicas. Se está reclamando en los foros internacionales. Se está reafirmando, con metodologías con las que podemos o no estar de acuerdo, un sentimiento nacional o nacionalista, como quiera llamársele. Pero tampoco puede el gobierno estar pasando examen de todo acto que realiza.

    Por otra parte, no tiene semejanza la situación de los opositores en tiempos de la dictadura militar con los actuales. Es real que hay una situación de elevada tensión con los medios. Pero es recíproca. Pienso que es, con todo, saludable que así sea, mientras se mantenga en el marco de la ley.

    Por el lado inglés, es mi impresión que el ministro David Cameron está utilizando el tema Malvinas para obtener beneficios políticos, conforme a las necesidades de su gobierno. ¿Vamos a censurar a la Presidenta argentina por buscar réditos políticos con la causa Malvinas, mientras se observa con benevolencia la actuación en igual sentido del primer ministro británico? ¿No tenemos que ser un poco más argentinos, sentirnos y sabernos parte de un nosotros nacional frente al Reino Unido?
    ¿O tan exacerbado es el individualismo de algunos argentinos?

    En primer ministro británico en un aparte de las deliberaciones del G-20, exigió a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que respete el referendum de los habitantes de las islas Malvinas, previsto para definir su estatus político.

    La Sra. Presidenta le respondió que es el Reino Unido el que debe respetar las cuarenta resoluciones de la ONU, que ordenan iniciar el diálogo por la soberanía de las islas Malvinas. Por toda respuesta, David Cameron dio media vuelta y se fue.

    ¿Qué conclusión se puede sacar de este tenso intercambio que acabo de referir? ¿Necesitamos apelar al nacionalismo para encontrar una respuesta, o es suficiente con el sentido común? ¿O con un mínimo de razonabilidad, que equivale tanto como decir un mínimo de justicia aplicada al reclamo de Argentina por las Islas Malvinas?

    Para concluir, no pienso que la situación actual sea, como se afirma en esta nota, análoga a la de 1982. Si se trata de analizar falacias contenidas en los discursos en pugna, ¿por qué no empezar por las exigencias esgrimidas por David Cameron? Superadas éstas, podríamos sí analizar lo que corresponda del discurso de la Presidenta argentina sobre la cuestión.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  18. Gustavo Ariel Carvallo on 30 junio, 2012

    Argentinos, a las cosas, nos recomendaba hace mucho Ortega. Argentinos, menos palabras y más hechos podríamos actualizarlo hoy. Desde ya que esos hechos sean productivos para el país. Que exista diálogo, respeto por las ideas contrarias y, sobre todo, verdadero amor al pueblo por parte de los representantes -oficialistas y opositores-. Hechos que demuestren grandeza y transparencia y, porque no, admiración -y no la dolorosa burla-, de aquellos no capacitados para actuar en política. No más actitudes de egoísmo y falso patriotismo; no más deshonestidad y la enfermante epidemia de corrupción en cadena justifucada por el no menos lamentable razonamiento de «…si todos lo hacen». Está comprobado por AÑOS de dolorosos fracasos políticos,que la patria necesita un CAMBIO y que los hechos ejemplares deben darse de arriba hacia abajo y cumpliendo y haciendo cumplir la CONSTITUCION como la idearon nuestros fundadores jurídicos desde 1853.

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