Publicamos la desgrabación de la charla-debate organizada por esta revista en la que se habló de la Iglesia en perspectiva de futuro.Participaron como panelistas Maria Clara Bingemer (teóloga laica, ex decana de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Río de Janeiro), Gustavo Irrazábal (sacerdote y doctor en Teología, profesor de Teología Moral en la Universidad Católica Argentina), Diego Botana (abogado y vicedirector de Criterio) y Roberto Di Stefano (doctor en Historia por la Universidad de Bolonia, investigador del CONICET y del Instituto Ravignani de la UBA). El encuentro tuvo lugar en el Monasterio de Santa Catalina de Siena, en el microcentro porteño, y fue coordinado por la periodista Luisa Valmaggia.

 

Luisa Valmaggia: Bienvenidos a esta charla-debate titulada: “Qué Iglesia queremos”, intento de diálogo en torno al rol que juega hoy en este mundo tan cargado de incertidumbres, de responsabilidades y de desafíos; y a la vez, cuestionador de la palabra de autoridad de la Iglesia. Por citar un ejemplo, cuando se plantea la legitimidad del aborto, la capacidad de decidir sobre el propio cuerpo, etc. Se trata de un mundo diferente al que conocíamos y nos invita a preguntarnos sobre cómo sigue la Iglesia su destino.

Maria Clara Bingemer: Empecemos por plantearnos la realidad del laico, que hoy es muy amplia en la Iglesia. Se trata de una palabra no siempre clara. En efecto, en el Nuevo Testamento no encontraremos ninguna que pueda identificarse con el concepto de laico que utilizamos hoy. Por el contrario, sí encontramos el concepto de pueblo. Además, el laico siempre tiene una definición negativa: el que no es sacerdote, el que no hizo votos religiosos, pero en definitiva es el cristiano, todo bautizado. En este sentido, el teólogo Yves Congar decía que los laicos sólo encontraban tres posiciones posibles dentro de la Iglesia: sentados, escuchando lo que dice el sacerdote; arrodillados, siguiendo la misa que el sacerdote celebraba de espaldas y en latín; o con la mano en el bolsillo, para el sostenimiento de la Iglesia. A esos laicos les correspondía un papel totalmente pasivo hasta que fueron convocados por el Concilio Vaticano II como productores de bienes simbólicos y no sólo consumidores. En la época del Concilio había una visión dicotómica: clero vs. laicado; mundo secular vs. Iglesia. Sin embargo, existía la promesa de que se avanzaría hacia un modelo de Iglesia más integrado, con los carismas en función de la comunidad. Lamentablemente, en el post Concilio los cambios se frenaron un poco. Hoy, considero que una buena porción de  laicos está haciendo su camino, sin importarle demasiado si la Iglesia aprueba o no sus decisiones.

 

Valmaggia: ¿Por qué crees que se abre este camino?

Bingemer: Creo que en el campo de la moral personal los laicos fueron encontrando una imposibilidad real de vivir totalmente dentro de las normas eclesiales, con respecto a la vida conyugal, sexual, al planeamiento familiar, a la discusión de cuántos hijos tener o no tener. En ese sentido, muchas de sus decisiones personales reciben el respaldo de directores espirituales, sacerdotes y su comunidad o grupo de pertenencia. Esos laicos siguen llevando una vida sacramental y participando de la comunidad. Hay dentro de la Iglesia lo que llamo un “cisma blanco”: los laicos están buscando su camino porque tienen fe, creen en el Evangelio, pero no encuentran que las normas institucionales los ayuden en su vida. Esto pasa muchísimo en Europa, en mi país (Brasil), y sobre todo con los laicos más letrados, que conocen la teología o que están mejor informados. Por otro lado, mientras se advierte una carencia enorme de ministerios que atiendan a la comunidad, los laicos son llamados a hacer muy poco. Según el Derecho canónico, el laico ni siquiera puede acceder a la lectura de los textos sagrados o a ocupar los lugares donde se ubica el presbítero. La Conferencia Episcopal brasileña dio a conocer un trabajo donde decía que el 80% de los católicos no recibe la eucaristía los domingos no porque no quieran, sino porque no hay clero, y por lo tanto, no tienen misa. Realizan la celebración de la Palabra, reuniones presididas por laicos (la mayoría mujeres), pero no hay eucaristía. En ese marco, la gente sugería convocar a los sacerdotes que habían dejado el ministerio para que siguieran ejerciéndolo, o ampliar el alcance de los ministerios laicos. El documento de conclusiones fue: Lamentamos que

muchos católicos no puedan recibir la eucaristía por falta de clero. Debemos más que nunca rezar por nuevas vocaciones sacerdotales. No se pensó en que quizás era un buen momento para  habilitar a los laicos a realizar ciertas cosas que de hecho ya estaban haciendo.

Gustavo Irrazábal: Coincido con Maria Clara en que lo que el Concilio Vaticano II pensó para la Iglesia quedó a mitad de camino. A mí me interesa enfocar el tema desde la perspectiva del poder. El manejo del poder es un gran desafío para la Iglesia, y cuesta plantearlo. En los siglos anteriores, cuando había una visión más jurídica de la Iglesia, el problema del poder se trataba con más naturalidad. Empíricamente se planteaban analogías con el poder político, pensando, por ejemplo, como Roberto Belarmino, quien consideraba que la monarquía era el mejor tipo de gobierno para la Iglesia. El hecho de que el Concilio presentara una visión distinta, donde lo jurídico quedaba en segundo plano frente a la Iglesia como misterio, contribuyó curiosamente a que el tema del poder ya no se planteara con suficiente transparencia. Esto redunda en la actualidad en la existencia de muchas estructuras del poder intocables, lo cual permite que se siga manteniendo un esquema piramidal, de raíz medieval, donde el poder de Dios se canaliza exclusivamente a través de la mediación de la jerarquía de la Iglesia. Nadie lo afirmaría teológicamente, pero en la práctica hay muchos elementos que dan cuenta de que ese esquema básico sigue sin alteraciones.

 

Valmaggia: ¿Qué garantiza ese esquema que no se altera?

Irrazábal: El proceso por el cual el Papa fue subordinando a los obispos, en algún sentido, a una función que se asimila a una cadena de ejecución, y éstos fueron perdiendo su real autonomía. En ese proceso de centralización se acentúa la función piramidal del poder de la Iglesia, que es contraria a la visión de la Iglesia como pueblo de Dios. También es contraria a la visión de la Iglesia en su dimensión pneumatológica, es decir, a partir del Espíritu Santo y los carismas Él suscita. Este problema del poder hace que hoy los católicos se sientan incómodos dentro de la Iglesia y que esa cultura tenga rasgos premodernos, que chocan constantemente con la sensibilidad que la rodea. Todo poder humano, incluido el de la Iglesia, necesita control y participación institucional, y es lo que nos está faltando. Esto lleva a confundir la responsabilidad última con la responsabilidad única, de manera que, según los ámbitos, el Papa o los obispos tienen la última palabra, pero también tienen la penúltima. Estos son los problemas con los que nos enfrentamos de manera cotidiana.

 

Valmaggia: Diego Botana, hablanos de la relación Estado-Iglesia en la Argentina.

Diego Botana: Un primer aspecto en la relación Estado-Iglesia tiene hoy un elemento muy simbólico, que es el famoso presupuesto de culto. Esto significa que el Estado realiza un aporte presupuestario anual a la Iglesia católica (en 2007 osciló entre 17 y 19 millones de pesos anuales), que se materializa a través de asignaciones no remunerativas para obispos, seminarios y parroquias. Gustavo Irrazábal habló de las estructuras que no se tocan y Maria Clara, de la situación pos conciliar. Una de las primeras cosas que trató el Concilio fue promover, mediante la firma de concordatos, la derogación paulatina de todos los sistemas de patronato que existían en ese momento en los distintos lugares del mundo. Uno de los primeros concordatos corresponde a la República Argentina y data de 1966; en él se pacta la derogación del derecho de patronato. El patronato era un privilegio otorgado por el Papa a los monarcas españoles: bajo el compromiso del monarca de sostener la evangelización en las nuevas tierras, el Papa le delegaba el derecho a designar a los obispos en las nuevas tierras a descubrir; con lo cual el monarca tenía el derecho de designar un obispo y, como contraprestación, el monarca debía sostener económicamente el culto católico. En el siglo XIX se dio una gran discusión: si el derecho del patronato es una herencia de la soberanía de la República Argentina o si es un privilegio sólo otorgado por el Papa hacia una persona determinada. El padre Cayetano Bruno sostuvo en uno de sus libros que: “En 1834 este tema quedó zanjado y para la intelectualidad de la época el patronato era un atributo de la soberanía». ¿Qué significa? Que ante el acto jurídico unilateral con el cual la República Argentina se declara independiente del Estado español, el paquete de soberanía incluía el derecho del patronato. Además, la Declaración de la Independencia en 1853 establece que el Presidente o Director Supremo tiene el derecho de ejercer el patronato: «Católicos y protestantes, calvinistas y judíos podrán sentarse a la mesa común para debatir las políticas nacionales sin ningún inquisición sobre sus principios”. Argentina, antes de 1853, tomaba el modelo de la religión de Estado, pero ese año aparece un nuevo elemento, la libertad de culto, lo cual impedía que la hubiera. Así se crea un esquema muy argentino: un sistema mixto que de algún modo sigue vigente. Por un lado, el derecho al patronato; y por otro, la libertad de culto. Joaquín V. González aplica este sistema mixto: el artículo 14 de la Constitución habla de la libertad de culto y el artículo 2, del sostenimiento de culto. En la Constitución de 1853 la palabra “sostener” es utilizada en muchas oportunidades. A partir de ese momento, si bien estaba claro que se trataba de un sistema mixto, empezaron a construirse importante cantidad de teorías a partir del artículo 2 en torno a los alcances del sostenimiento, que no es sólo económico. El reconocido constitucionalista argentino Germán Bidart Campos sostenía que había una unión moral entre la Iglesia y el Estado, pero que no implicaba que fuera una religión de Estado. A través del tiempo y de estas estructuras intactas, 1853 fue muy claro: el Estado toma el patronato y una de las obligaciones de éste, al tomar el patronato, es sostener el culto mediante una asignación presupuestaria. En 1966 concluyó el sistema de patronatos por el concordato firmado, pero el presupuesto de culto continúa sin ninguna modificación. Por el contrario, con algunas reformas en 1979 y 1982, se clarifica el sistema. Se trata de un tema simbólico y es importante tenerlo en cuenta; en la actualidad representa entre 6 y 8 por ciento del presupuesto global de la Iglesia. Hoy muchos sectores intentan justificar la existencia del presupuesto de culto bajo dos líneas de pensamiento. Por un lado, que ante la confiscación de bienes de Bernardino Rivadavia corresponde que el Estado argentino salde de manera perpetua esa deuda que habría adquirido. Un segundo  argumento es que el sostenimiento significa algo más, entonces el Estado argentino está obligado a sostener a la Iglesia católica. Monseñor Carmelo Gianquinta consideró: «¿Qué hemos de hacer ante el procedimiento del presupuesto de culto? Algunos insisten en el tema de la confiscación de los bienes de la Iglesia que hizo Rivadavia en el siglo pasado publicando sumas astronómicas de lo que el Estado se supone le debe a la Iglesia por tal expropiación. Otros, basados en el artículo 2 de la Constitución Nacional, juzgan que el Estado debe otorgar un presupuesto de culto digno de tal nombre en lugar de las migajas que actualmente le tira a la Iglesia”.

 

Valmaggia: ¿Cómo ven los sociólogos el proceso de secularización y el futuro religioso?

Roberto Di Stefano: El proceso de secularización no es lo que los sociólogos del siglo XIX previeron: una desaparición, marginación o privatización de la religión; por el contrario, vemos hoy que la religión está en todas partes, incluso en las sociedades más modernas, lo que lleva a algunos sociólogos a pensarla más bien como una permanente recomposición de lo religioso propia de las sociedades contemporáneas. Es decir, la religión no desaparece, pero sí se recompone. Una de las cosas que está dando vueltas en esta conferencia es por qué motivo la Iglesia no es el lugar privilegiado de la religión. ¿Por qué la mayoría de los católicos no participan del culto ni de la vida comunitaria de la Iglesia? El sociólogo francés Pierre Bourdieu decía que la religión se mueve entre dos polos posibles: el absoluto control institucional y la absoluta desregularización. En nuestras sociedades la marca se va corriendo hacia la desregularización; sigue habiendo autoridad religiosa, pero el poder de esta autoridad no es capaz de controlar las conductas de los individuos, como indicaba en su exposición Maria Clara. Para el catolicismo las conductas de sus feligreses son importantísimas, ya que por razones teológicas siempre ha tendido a regular las conductas individuales y colectivas. Esto presenta un gran problema en la sociedad contemporánea, que defiende a rajatabla el principio de la autonomía de los individuos. Si se piensa en las últimas décadas, desde el Concilio a la actualidad han cambiado los comportamientos individuales y colectivos. Las grandes transformaciones en las costumbres que hubo en la década del 60 dejaron al Concilio completamente desactualizado. Y la Iglesia católica debería pensar cómo ser capaz de adaptarse a los cambios que vive nuestra sociedad sin por ello renunciar a su mensaje religioso. En definitiva, es una adaptación que ha realizado con éxito a lo largo de dos mil años: en algunas cosas pudo imponerse y en otras tuvo que ceder. Antes de la Cuaresma, por ejemplo, tuvo que permitir que se celebrara el Carnaval.

 

Valmaggia: ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación respecto de la Iglesia, teniendo en cuenta estos cambios?

Bingemer: Según mi punto de vista algunos medios de comunicación tienen un rol opositor a la Iglesia. Creo que si la institución continúa con un tipo de comunicación desactualizado, esperando que la gente vaya al templo, no conseguirá comunicarse de manera correcta con las personas, y  creo que es lo que está pasando en la actualidad. Quizás la Iglesia siga teniendo éxito en su comunicación con los fieles en los medios rurales o los pueblos, pero en las grandes ciudades, es decir, lo que tiene que ver con pastoral urbana, queda un interrogante, porque mucha gente exige otro modelo. Pienso en un modelo que pueda encontrar ciudadanía en la velocidad y complejidad que define a la comunicación, que fabrica ídolos y los derrumba al día siguiente, que hace circular informaciones falaces de manera veloz.

Di Stefano: Como historiador del siglo XIX, debo decir que soy especialista del momento en el cual se formó la escena pública a partir de debates públicos. En esa época tuvieron mucha importancia los debates religiosos y estos fueron llevados adelante por clericales, anticlericales, laicos y sacerdotes que utilizaban todos los medios a su alcance para debatir abiertamente. Tomaron los grandes temas de su momento y supieron debatirlos, admitiendo que del otro lado había gente que decía lo contrario, y era legítimo.

Irrazábal: Existe el miedo de que si no se ejercita el poder para controlar y uniformar el pensamiento y la cultura, la unidad de la Iglesia estalla y desaparece. Alguien llamó a este miedo “patología de la verdad y la unidad”. A mí me gustaría decir que sucede exactamente lo contrario. En primer lugar, confío en que, con ciertas reglas, el libre debate contribuye a la ortodoxia, que si bien muchas veces se confunde con lo que pensó la Iglesia en los últimos tiempos, en realidad se conoce a través del libre diálogo y en un clima de libertad. Si la verdad no tiene fuerza propia, el poder no se la va a prestar. En primer lugar, la ortodoxia requiere libertad. En segundo lugar, la unidad no se logra uniformando a una comunidad sino formando a la gente para desarrollar un sentido crítico.

Botana: Creo que la influencia de los medios de comunicación se percibe como bien lo describe Irrazábal: hay un enorme espíritu crítico y una gran cantidad de información, por lo tanto, las argumentaciones de la Iglesia tienen que estar sólidamente fundamentadas en bases reales. El ejemplo típico de lo contrario es el presupuesto de culto, donde los argumentos son muy flojos y fácilmente debatibles. En cambio, si se dan debates profundos y serios sobre estos temas, se puede arribar a conclusiones muy sanas.

 

Valmaggia: ¿A quién le es funcional el presupuesto de culto?

Botana: No sé, pero no es bueno. En mi opinión es una carga para la Iglesia y debería liberarse, pero para hacerlo necesita un trabajo catequístico con respecto a la comunión de bienes en la Iglesia para que los católicos entiendan que tienen que sostenerla. Desde el punto de vista de su sostenimiento, la Iglesia argentina sería más evangélica.

Di Stefano: En el caso de que la Iglesia sea sostenida por los fieles, ¿va a haber un mecanismo con el cual los fieles puedan controlar qué se hace con ese dinero? ¿O se pretende que los fieles den el dinero y los pastores decidan qué hacer con él sin consultarlos? Me parece que si se pide un sostén de la feligresía debería haber mecanismos transparentes de control. Creo que es mucho más cómodo recibir dinero del Estado que pedírselo a los fieles, porque en este caso empieza a aparecer el problema de qué pasa si el feligrés no está conforme con lo que hacen y dicen sus pastores.

Botana: Comparto lo que dice Di Stefano, por eso me parece muy importante que se realice una catequesis, que el propio laico se sienta parte de la Iglesia. También importa la manera en la cual se recauda y se ejecuta ese presupuesto.

 

Valmaggia: Me gustaría retomar con Maria Clara Bingemer el tema del rol de la mujer en la Iglesia.

Bingemer: En el Evangelio dice que a Jesús lo seguían sus discípulos y también muchas mujeres, incluso en esa época la mujer estaba presente y participaba de la vida de Jesús. A lo largo de la historia, la mujer estuvo presente pero siempre en silencio, no accediendo a los niveles de toma de decisiones de la Iglesia. Además de padecer la discriminación por ser mujer también padece el rol secundario de ser laica. A diferencia de la Iglesia católica, la participación femenina en las iglesias protestantes fue mucho más radical y rápida; hay una historia ya probada del pastorado o episcopado femenino y el saldo es positivo. En cambio la Iglesia católica nunca abrió esa puerta para la mujer, pero su participación se va abriendo camino, por ejemplo, el 80% de católicos en Brasil (que mencionábamos antes) que no tienen acceso a la eucaristía, tienen la posibilidad de compartir la Palabra gracias a muchísimas mujeres que presiden las comunidades. También hay grupos que cuestionan puntos muy sensibles de la doctrina, por ejemplo, respecto de los derechos del propio cuerpo femenino de elegir la interrupción del embarazo. Creo que si bien en los países latinos no ha crecido mucho, son mujeres que traen una cuestión personal y que reivindican el derecho de seguir siendo consideradas católicas decidiendo cuestiones a ese nivel. Creo que debería haber una discusión previa: cuestionar el tipo de sociedad en la que estamos inmersos, donde en general se empuja a la mujer a abortar, sobre todo a las más pobres y que se encuentran solas frente a esa decisión. En Brasil, hace unos años, hubo un caso muy resonante de una niña de 9 años que fue abusada por el padrastro y quedó embarazada de trillizos. La mamá de la niña la llevó al médico y decidieron practicarle un aborto. El obispo del lugar hizo declaraciones bastante polémicas: en el derecho canónico el aborto comporta la excomunión automática; aunque la persona no sepa que está excomulgada, lo está. Entonces todos estaban excomulgados: la niña, la madre y el médico. Le preguntaron por el padrastro que abusó de la niña y respondió: él no, porque no participó del aborto. Las católicas defienden la despenalización, argumentando que en los países donde ya es una ley, el aborto disminuyó. Que estas discusiones se den es un hecho bastante nuevo que demuestra que la mujer ya no está dispuesta a que se le diga el lugar que tiene que ocupar; ella misma quiere encontrar su lugar dentro de la Iglesia.

 

Valmaggia: ¿A partir del Concilio la Iglesia abre una mayor libertad de participación?

Irrazábal: Me parece que lo que está sucediendo en la Iglesia hoy de algún modo está sucediendo con todas las instituciones: la pertenencia se torna más compleja, más libre, más articulada; cada vez son menos quienes pertenecen con cuerpo y alma a una institución, y con la Iglesia pasa lo mismo. Los cristianos quieren vivir y responder a sus necesidades, sus sueños y expectativas; en estos aspectos la Iglesia les ofrece cosas que los ayudan y otras que no. Con una actitud crítica y espontánea, sin tomar decisiones de principios, deciden qué es lo que les sirve y qué no; sucede tanto con el que está fuera de la Iglesia y recurre al templo en situaciones muy puntuales, como aquel que es practicante y va a misa todos los domingos. Muchos católicos van a la misa dominical y en sus vidas privadas toman lo que consideran que les es útil y dejan de lado lo que no. Cuando la persona siente que el sacerdote no va a entender un cierto tema, directamente no lo lleva al confesionario. Nosotros sabemos que hay temas de los que no se habla; hay muy poca gente dispuesta a sacrificar su vida por pura obediencia a un principio.

 

Valmaggia: ¿Cómo va a trasmitir la Iglesia el mensaje de Jesús en el futuro?

Irrazábal: Se pueden decir muchas cosas, pero para mí lo principal es que hay que escuchar más. No hay que imponer categorías de antemano del tipo: el que está afuera y el que está adentro, el que cumple y el que no. Hay que analizar los fenómenos con amor, con empatía, hay que ayudar a la gente a vivir. Sólo desde la escucha y la empatía puede surgir una palabra significativa para el otro.

Bingemer: No me animaría a hacer futurología, pero mi primera impresión es que la Iglesia debe facilitar la experiencia de Dios; no enseñar tanto formulaciones morales y dogmáticas, aunque son importantes. Lo primero que debería hacer es facilitar a la gente el encontrarse con Dios, con su Palabra. Porque a partir de aquí todo puede pasar, pero si no pasa eso, no pasa nada. La gente ya no tiene miedo de ir al infierno, no es una nube amenazadora en el imaginario de nadie. Hay que actuar con lo positivo, mostrar la maravilla que es el evangelio. Con la buena noticia, la Iglesia tiene un tesoro en las manos, hay que anunciarla como una opción de vida en plenitud y guiar a las personas a esa experiencia.

Di Stefano: La Iglesia ha cambiado tanto que no sé qué pasará en el futuro. Creo que el principal problema es definir cuál es la esencia del mensaje religioso, porque en el caso del catolicismo ese mensaje viene acompañado de una entera teología. Para mí la clave está en esa frase de Jesús, que toma de alguno de los profetas, y que dice: «Misericordia quiero, y no sacrificios».

Botana: Coincido en lo que respecta a que el futuro está en la relación personal con Jesús y con el evangelio. Me parece que el verdadero testimonio cristiano esta básicamente en poder acreditar con la propia vida la buena noticia.

Valmaggia: A modo de cierre, ¿qué Iglesia quieren?

Irrazábal: Yo quiero una Iglesia sin miedos, tanto hacia afuera como hacia dentro. Que viva de la confianza en la fuerza del evangelio y que busque que los hombres se encuentren con Cristo.

Bingemer: Yo quiero una Iglesia que empeñe sus mejores esfuerzos en el encuentro de las personas con Cristo y que para lograrlo se dedique a la narración de la Palabra de Dios. Es necesario cada vez más narrar la historia de Jesús y los testimonios de la gente que se ha encontrado con Cristo. La Iglesia con la que sueño valora más a los testigos que a los técnicos y las normas. Así se convertirá en una Iglesia más participativa y de escucha a los demás, atenta a las señales del espíritu.

Di Stefano: Simone Weil decía que la Iglesia debía ser católica en el sentido de abrazar a todos los hombres y mujeres que creen en Cristo. Espero que algún día sea capaz de lograrlo. Para eso es necesario distinguir a la Iglesia de Dios. La Iglesia no debe ser confundida con Dios, porque  entonces se la endiosa. Cuando se ponen los intereses de la institución por encima de Dios y del hombre, se cae en lo que les recriminaba Jesús a los fariseos: «para ustedes el sábado, la prescripción religiosa, es más importante que el hombre». La Iglesia debe estar al servicio de Dios y de los hombres, y a veces parece que fuera al revés.

26 Readers Commented

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  1. Graciela Moranchel on 7 marzo, 2012

    Muy buena entrevista, que recoge, en líneas generales, los principales problemas y preocupaciones que atañen a la vida de la Iglesia de hoy, sobre todo en lo que respecta a las relaciones de la jerarquía con el poder, con la verdad y con la pretensión de administrar la libertad «ad intra».
    Todas las reflexiones son excelentes. Como síntesis, me quedo con la de María Clara Bingemer, quien se da cuenta que uno de los principales desafíos de la Iglesia actual es «facilitar la experiencia de DIos, no enseñar tanto formulaciones morales y dogmáticas… facilitar a la gente el encontrarse con Dios, con su Palabra. Porque a partir de aquí todo puede pasar, pero si no pasa eso, no pasa nada. La gente ya no tiene miedo de ir al infierno, no es una nube amenazadora en el imaginario de nadie. Hay que actuar con lo positivo, mostrar la maravilla que es el evangelio. Con la buena noticia, la Iglesia tiene un tesoro en las manos, hay que anunciarla como una opción de vida en plenitud y guiar a las personas a esa experiencia» (sic).
    María Clara nos transmite la necesidad absoluta de la «mística» en el más puro y alto sentido de la palabra. Ayudar a la gente a encontrarse con Dios y anunciar el Evangelio como verdadera «Buena Noticia», alegre noticia, como una «maravilla», como un «tesoro», como una «opción por la vida»…
    Qué buenas palabras. Cuánto bien hacen. Son como un bálsamo entre tanta sed de verdadera espiritualidad. La fe en Dios no ha muerto en absoluto. Sólo que necesita purificarse de tantos elementos espúreos.
    San Pablo nos enseña que el Evangelio es un poder que nos hace libres. ¿Transmite la Iglesia eso mismo a sus fieles, le permite ejercer su libertad?, ¿o pretende siempre el control de las conciencias…? ¿Estar en la Iglesia, «pertenecer» a la Iglesia, es garantía de libertad para la conciencia humana, o es un verdadero obstáculo para quienes no estén dispuestos a someterse incondicionalmente a sus mandatos…?
    Todos ítems importantes que la Iglesia jerárquica debe pensar y repensar, con la sola finalidad de ser fie al Señor.
    Saludos cordiales,
    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

  2. Ramon on 8 marzo, 2012

    Qué lindo ver que hay debate sobre estos temas, por lo menos en instancias académicas!
    Ojalá hubiera sido mas extenso! Ojalá se haga más seguido!
    Propongo e invito a los foristas a animarse a responder también algunas de las preguntas del debate
    Es muy real y grave el «cisma blanco» del que habla Ma Clara Bingemer. Las normas y la doctrina son muy buenas, en general, pero creo que nuestro centro es Jesús, y su compasión. La opresión que ejerce la jerarquía para no tocar temas debatibles, como si no fuesemos competentes, o participantes del magisterio de la Iglesia, la falta de debate y las argumentaciones ambiguas, han hecho que las normas pierdan credibilidad. El laico, hoy puede también alimentarse de la Palabra de Dios, y puede ver como el Jesús de los evangelios fue domesticado por excesivas normas y liturgias solemnes, como dice el legua filosa, pero veraz Hans Kung. No desprecio la liturgia, que de verdad fue, es y sera fuente y culmen de mi vida cristiana, ni tampoco las normas. Pero hay unas y hay otras: hay ceremonias papales tan solemnes (y tan televisadas, por eso lo digo) que sinceramente no lo veo a Jesús ahí. Siento que el cuento famoso de «el Gran Inquisidor» tiene gran actualidad.
    Me parece de suma importancia recuperar el ministerio al servicio de la comunidad: esto de los curas que pasan una vez por mes, dan misa y se van, sin haber comunidad de hecho, sino gente disgregada, tan presente en los lugares rurales de nuestro país, me hace pensar también por qué no se ha aprovechado para que «el laico», tan bautizado como el que más(?), sea animado a presidir asambleas de la palabra y celebraciones con comunión.
    En fin, tantos temas que hay que animarse a debatir, sin miedo, hablar y dejar a los miedosos que amenacen con reprimendas, ya no gozan crédito para nadie en este mundo esos métodos inquisitoriales, que hasta hace poco llegó desde el Vaticano a una sede editorial argentina.
    La obsesión por la pureza doctrinal y disciplinaria ha creado el cisma blanco, y ha matado la libertad.

  3. Julián Sanz Pascual on 8 marzo, 2012

    La Iglesia se encuentra en una encrucijada muy difícil, la de poder dar satisfacción a los que nos considramos creyentes no confesionales. A esta situación no se llega por voluntad propia, sino por la marcha de la institución, por no haber sabido o no haber tenido valor para asumir su historia, su mala historia sobre todo. La Iglesia de hoy no es culpable de lo que sus antepaados hicieron mal, pero sí es responsable. Responsable quiere decir que está obligada a dar una respuesta, la de empezar reconociendo los abusos de autoridad, eso por decirlo con una expresión suave. Con respecto a la Inquisición, recuerdo que en el Instituto, cuando la religión era asignatura obligatoria, el profesor justificaba a la Inquisición en sus crímines diciendo que el brazo ejecutor era seglar. ¿Cabe mayor hipocresía? Ya mucho más reciente, en España fue cómplice de lo que pasó en el siglo XX. Como ejemplo: yo dejé de asistir a misa porque el año 1981, el año del 23 F, en la misa a la que asistí el día del Rosario, 7 de octubre, el cura en la homilía comparó el rezo del Rosario el día de la batalla de Lepanto con el rezo que, en los inicios de la Geurra civil del 36, hacían también del rosario los llamados héroes del alcazar de Toledo dirigidos por el general Moscardó. La cuestión de fondo es muy sencilla: ¿Qué diría aquel gran hombre que se llamó Jesús de Nazaret si levantara la cabeza?
    Ésta es la pregunta a la que la Iglesia aun no ha tenido el valor de contestar.

  4. Pilar Arribas on 8 marzo, 2012

    Me encantó esta charla-debate.
    La leí hasta el final y sentí muy generalizada y manifiesta, la inquietud de hacer grandes cambios en la Iglesia que realmente respondan a las necesidades de las personas que vivimos en este mundo tan complejo. Me identifiqué personalmente con esta inquietud.
    ¿Qué Iglesia quiero yo?, yo quiero una Iglesia en la que las personas vivamos y manifestemos con nuestras actividades diarias el mensaje de Cristo, un mensaje de cercanía, de hermandad, de amor, de entrega incondicional y que no nos quedemos en la mera normativa a veces un poco caduca que respondía a otros tiempos y situaciones ya pasadas.

  5. Luis Alejandro Rizzi on 8 marzo, 2012

    Creo que en el campo de la moral personal los laicos fueron encontrando una imposibilidad real de vivir totalmente dentro de las normas eclesiales, con respecto a la vida conyugal, sexual, al planeamiento familiar, a la discusión de cuántos hijos tener o no tener. En ese sentido, muchas de sus decisiones personales reciben el respaldo de directores espirituales, sacerdotes y su comunidad o grupo de pertenencia. Esos laicos siguen llevando una vida sacramental y participando de la comunidad. Hay dentro de la Iglesia lo que llamo un “cisma blanco”: los laicos están buscando su camino porque tienen fe, creen en el Evangelio, pero no encuentran que las normas institucionales los ayuden en su vida
    Transcribo esta respuesta de BINGEMER porque considero que alli esta el quid de la cuestión.
    Este fenómeno se da especialmente en la juventud.
    Estos días estuve asistiendo a diversas misas y tuve que escuchar prédicas lamentables, incluso algunas hasta leídas, diría mal leídas. Además porque no se usa la tecnología por ejemplo para los cantos, cuando no hay personas disponibles. El caso emblemático es la Basílica de LUjn, No puede ser que no se tenga en cuenta que el canto contribuye a crear clima y no entiendo como no se recurre a la tecnolog´´ia, CD, cintas etc.
    La Iglesia tiene que tener una dimensión estética moderna.
    La Iglesia carece de lenguaje o mejor dicho de mensaje.
    Diría la Iglesia no está a la altura del tiempo y ello se pone de manifiesto en dos cuestiones cruciales como la sexualidad y la mujer. Creo advertir, mera impresión, que el alejamiento de la Iglesia viene por inciativa de la mujer que no encuentra o no es encontrada, mejor dicho, por la Iglesia.
    Para terminar la gente ve a los católicos como hipócritas y ello tiene que ver con lo dicho por Bingemer en el párrafo transcripto.

  6. La Iglesia Universal que yo quisiera es Una Iglesia Unida, según las enseñanzas transmitidas en «Efesios» y Una Iglesia Gozosa, de acuerdo con las ideas que presenta «Filipenses». Es decir que en cada una de nuestras comunidades locales de creyentes evidenciemos la sujeción a la Palabra de Dios en cuanto a los fundamentos que deben sostener nuestra unidad no por la fuerza del poder, sino por la obra de Dios en nuestro interior: su origen celestial y ubicación privilegiada, su vida bajo la gracia salvadora y su sometimiento ante los propósitos de Dios. Y al mismo tiempo, en una sociedad donde todo se evalúa según la oposición binaria divertido/aburrido, que los miembros de las congregaciones disfrutemos del verdadero gozo, de aquél que mantenía Pablo, a pesar de encontrarse preso en Roma cuando les escribió a los filipenses. Un gozo que va más allá de las circunstancias, que depende de la obra de Cristo y que debe renovarse una y otra vez.
    Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
    Doctor en Teología (SITB)
    Magíster en Ciencias Sociales (UNLM)
    Licenciado y Profesor en Letras (UBA)

  7. Clara I. Gorostiaga on 8 marzo, 2012

    Me pareció interesantísimo el debate.
    A veces me preocupa un poco que los católicos hablemos de «la Iglesia es…» en vez de «en la Iglesia somos..»
    Creo que los laicos somos responsables de la Iglesia y no sólo la jerarquía eclesiástica. Esta existe en función de nosotros.
    En el pequeño mundo de cada laico, en su modo de pensar y de actuar se juega ese «futuro de la Iglesia».

  8. Isidoro Cárdenas on 12 marzo, 2012

    Muy interesante y esclarecedor el debate, y los lineamientos que señala.

    La Iglesia debería ser una institución de servicio, no de pertenencia. Los cristianos tienen el derecho de ejercer su religiosidad de la manera que ellos libremente elijan, y que les sea más compatible con su personalidad, cultura, psicología, emotividad etc. y no quedar encorsetados por las formulas litúrgicas rituales, horarios, calendarios y menos que menos, ser castigados por penas abismales a los que no las cumplen.

    Percibo que Benedicto XVI no participa de la óptica sostenida por los entrevistados. Ha manifestado que la actual organizacion de la Iglesia es la óptima, y sostiene que la culpa de la regresión de la religiosidad cristiana frente a los avances del secularismo y relativismo, es básicamente causada por el apartamiento de las costumbres de los fieles a las tradicionales formas rituales y liturgicas de la Iglesia. Creo que es una óptica equivocada que nos llevará a errar el camino a seguir.

  9. Gustavo Ariel Carvallo on 13 marzo, 2012

    Antes de leer el debate sostengo firmemente que la «santa» Iglesia debe re-evangelizarse (A. y N. T.) a sí misma en serio y desempolvar las estructuras burocráticas que la asfixian.
    Después de leerlo, con sumo agrado, me animo a agregar que en la filosofía del C.V. segundo, la Iglesia debe abrirse a TODAS las religiones cristianas (desde ya al Judaísmo), para unir y no separar subestimando y de este modo combatir al indeferentismo y ateísmo predominantes hoy en día. Ninguna duda cabe que debe oficializarse, y valorarse, el rol de la mujer en la evangelización -también sin subestimarla- y reformular adecuadamente a los tiempos la carrera sacerdotal. Occidente debe estar religiosamente unido para poder dialogar pacíficamente con el resto.

  10. Guillermo Battro on 14 marzo, 2012

    El debate expone los nuevos lineamientos que debería seguir la Iglesia en el mundo moderno.

    Pero parece que en la realidad no es así. La Carta Apostólica » Porta Fidei» recientemente promulgada por el Papa Benedicto XVI trasunta el espiritu contrario.

    Sostiene que la Iglesia es la única puerta a la fe y a la salvación. Dice textualmente » La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores… han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida». y en otra parte, sentencia que » …alimentarnos con la Palabra de Dios, trasmitida fielmente por la Iglesia» Esto suena a fundamentalismo, nosotros tenemos toda la verdad y los demás están perdidos.

    La Verdad es multiforme, y su percepción varía de acuerdo a las culturas y las épocas. El eminente teólogo Urs von Balthasar decía que » la verdad es sinfónica».

    La Iglesia no es, o no debería ser, un embudo a través del cual todos indefectiblemente debemos entrar para salvarnos. El Concilio Vaticano II expresa que todos los hombres, cualquiera sea su postura religiosa, pueden alcanzar la salvación y que la propia conciencia es la unica juez de sus acciones. La verdad se impone por si misma.

    La Carta Apostólica habla de una crisis de fe del mundo moderno. En realidad lo que existe es una libertad de pensamiento, que no siempre exisitió, para llegar libremente al conocimiento y a la fe.Y eso es bueno, no malo. La fe no se puede imponer, sino se cae en un infantilismo religioso. La fe es el final del camino de búsqueda del sentido de la vida, y no el principio. La Iglesia, y nosotros los cristianos, debemos con nuestra acción y nuestro ejemplo, proponer al mundo nuestros caminos y nuestra fe, y respetar los distintos puntos de vista, sin imposiciones ni fundamentalismos.

  11. Ramon on 20 marzo, 2012

    «Ciertamente, mantenemos la gratuidad como principio teológico, pero a veces convertimos nuestras instituciones en un código de seguridades, dejando el amor y libertad cristiana en un segundo plano, como puro signo heráldico que dice lo que deberíamos ser, no lo que somos. Proclamamos la gracia, la pintamos en escudos, la defendemos en teorías anti-pelagianas, pero apenas dejamos que actúe y se exprese .»
    Extracto de Articulo de Xabier Pikaza. Ministerios. En el Principio, Amor de Iglesia.
    Para seguir leyendo el excelente articulo del experto en Biblia y religiones espanol, ver aca:
    http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2012/03/20/ministerios-cristianos-1-punto-de-partid?blog=410&c=1&page=1&more=1&title=ministerios-cristianos-1-punto-de-partid&tb=1&pb=1&disp=single

  12. Héctor Bustamante on 21 marzo, 2012

    Quiero que mis sacerdotes no sean políticos sino pastores de almas. Extraño al cura que caminaba las calles, bendecía nuestras estampistas mientras le robábamos las frutillas. El Concilio Vaticano ll fue una desgracia.

  13. Roberto Pizarro on 27 marzo, 2012

    ¿Dónde están estos católicos que piensan así, son marcianos? No abundan. ¡Me da mucha esperanza!

  14. Augusto on 10 abril, 2012

    Si no les satisface, no están de acuerdo con la Iglesia de hoy, ¿Por qué no hacen como Lutero y generan una nueva Iglesia de acuerdo a lo que piensan que debe ser la Iglesia?

  15. Graciela Moranchel on 11 abril, 2012

    Estimado Augusto:

    Y si a algunos no nos satisfacen algunos aspectos de nuestra amada Iglesia, ¿no creés que es mucho mejor «trabajar» para cambiarlos, y no criticar desde afuera…?
    Es obligación de «todo» el Pueblo de Dios, cada uno desde su propio carisma, el discernir qué elementos se van infiltrando en las estructuras eclesiales, que «no pertenecen» al Evangelio. Esñ deber de «todos los fieles», no sólo de la jerarquía eclesiástica, trabajar para transformar la Iglesia en aquellas cosas que se apartan del mensaje de Jesús. Y por cierto, desgraciadamente, son muchísimas. ¿Por qué alguien se debería ir a fundar una iglesia propia, según tu opiniòn?
    Trabajemos juntos, ante todo desde nuestra propia identidad personal de cristianos, para alcanzar una Iglesia más humana, más misericordiosa, más amorosa, más integradora, más solidaria, más comunional.
    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

  16. María Teresa Rearte on 14 abril, 2012

    Pienso que la concepción del poder en la Iglesia es todo un tema y un problema. Lo que la jerarquía piensa de sí misma en general. Y la intrepretación que, con matices, le dan sus integrantes. A lo que se añade, en algunos casos, la desmedida ambición de poder de algunos sacerdotes.
    El Papa acaba de ratificar en las pasadas celebraciones de la Semana Santa, lo que a su vez ya había
    sido declarado por Juan Pablo II, esto es la negativa a aceptar el sacerdocio femenino. Me pregunto si había necesidad de elegir, precisamente, estas conmemoraciones cristianas para «marcar» un límite infranqueable a las mujeres. Lo digo no porque esté interesada en el sacerdocio de la mujer; sino porque me parece que había otros aspectos que hubiera habido que poner de relieve, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de la maxima autoridad de la Iglesia.
    Con relación a la situación de la mujer en la Iglesia, sobre la que expuso MCB, pienso que los documentos del Magisterio dicen una cosa. Que incluso como Mulieris dignitaten podrían halagar los oídos femeninos; pero que la realidad es otra. Sobre todo si nos encontramos con mujeres inteligentes, que sobresalen en su desempeño, y que alcanzan el respeto de la comunidad.
    Lo cual me lleva a evocar lo sucedido con sor Juana Inés de la Cruz. Y compararlo con las actitudes que algunos sacerdotes, no todos, siguen teniendo con respecto a la mujer.
    Incluso las argumentaciones de las que se valen para ponderar el rol de la maternidad, su grandeza, que no desestimo. Pero he escuchado a un obispo decir que ellos eran no recuerdo si diez u once hermanos. Y agregar que su madre tenía un gran sentido de la maternidad. Como argumentación me parece poco inteligente. Y peor, poco humano.
    Hay en la jerarquía un afán de controlar, un miedo caso morboso a la libertad, que no deja ser. Y que, en casos, nos ha llevado a hacer nuestro camino, al margen de lo que dice la jerarquía. Pero quiero aclarar que no estoy hablando de contradecir la doctrina de la fe, tampoco la normativa moral; sino de abrirnos camino con relación a la fe, la moral, pensarlas, animarnos a indagar en los distintos aspectos que ambas nos ofrecen.
    La fe, es verdad, no se puede imponer. Se trata de un acto humano, y por lo tanto libre. Pero pienso que uno no se puede considerar un «iluminado». Y acabar incurriendo en el subjetivismo.
    Personalmente reconozco un cuerpo de verdades, en las cuales creo. De igual modo reconozco la
    normativa moral cristiana. Y no la desestimo. Pienso que el amor a Dios se prueba, como dice el evangelio, por la guarda de los mandamientos. Pero hay situaciones y cuestiones particularmente sensibles, relativas a la moral sexual y conyugal, que requieren un tratamiento con un poco más de realismo y misericordia.
    MCB dice que la Iglesia con la que sueña valora más a los testigos que a los técnicos. Si no me equivoco la frase le pertenece a Pablo VI. Y si me equivoco acepto ser corregida. Y coincido en que la Iglesia, las personas, el mundo en el que vivimos, necesitan de los testigos.
    Tengo una gran simpatía por Simone Weil. Pero no coincido con el sentido que ella otorga, y que aquí es citado, de la catolicidad. Pero quiero recordar que el Vaticano II reconoce distintos grados de pertenencia a la Iglesia, aunque la palabrita grados suene un poco técnica. E incluso reconoce su unión con los cristianos no católicos. Esto es, con quienes se honran con el nombre de cristiano.
    Más aún, tiene presente a los no cristianos. A los hombres que, aunque no conocen el evangelio, buscan a Dios con un corazón recto. En este punto, quiero tener presente a Edith Stein, santa Teresa Benedicta de la Cruz, monja carmelita, convertida del judaísmo a la fe cristiana, que murió en la cámara de gas en Auschitz, la cual decía cámara de gas en Auschwitz, la cual decía que su búsqueda de la verdad era ya una oración. No vivió su conversión como una contradicción con su condición de judía. Sino que siempre se sintió miembro del pueblo de Israel; pero también hija de la Iglesia e hija del Carmelo.
    La charla-debate ofrece muchas facetas para considerar. Quiero acabar diciendo que a veces reparamos en lo que conocemos de la Iglesia, una parcela, un aspecto, incluida su cabeza, el Papa. Pero es una comunidad de salvación, querida por Cristo, en la cual por lo que conozco y he experimentado, anhelo ver realizada, o por lo menos buscada, la unidad querida por el Señor. La cual no es fácil. A veces es difícil aceptar todo lo que Ella muestra. Pero creo, por lo menos a partir de mí, que no deseo estar fuera. Que quiero vivir y morir en su seno.
    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  17. María Teresa Rearte on 14 abril, 2012

    Con relación al sacerdocio femenino quiero aclarar que no estoy preocupada por el tema. Pero sí quisiera que las comunidades cristianas permitieran a las mujeres ejercer sus diferentes roles. Aceptarla en los diferentes ministerios para los cuales puede desempeñarse. Conozco la realidad de dos parroquias, una donde se da cierta preponderancia a los laicos varones. Otra, la que de algún modo he adoptado aunque geogràficamente no pertenezca a ella, que sí le permite desenvolverse en sus respectivos roles. Por lo tanto, no siempre es «la Iglesia» la que nos deja descontentos. Sino ciertas realidades particulares.
    Lo otro que no alcancé a expresar es la centralidad del encuentro con la Persona de Cristo. Que acepte un cuerpo doctrinal, que reconozca una normativa moral, no reemplaza al encuentro con Dios en Jesucristo.
    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  18. María Teresa Rearte on 22 abril, 2012

    El Concilio Vaticano II no fue, a mi criterio, ninguna desgracia. Fue un concilio pastoral. Por lo tanto, los aciertos como los errores dependen de la interpretación y las conductas humanas. Y en este sentido hay un amplio espectro de posiciones. Incluso de excesos que personalmente tampoco comparto. Pero que no hay que atribuirlos necesariamente al concilio.
    En otros aspectos ha contribuido a que la Iglesia se abra a un diálogo con el mundo. Uno escucha muchas críticas a la Iglesia, que son en general críticas a la jerarquía. Y a veces, concretamente, críticas al Papa. Especialmente a Benedicto XVI. A veces me pasa lo mismo.
    Es difícil conciliar la misión de la Iglesia Madre con la Iglesia Maestra. La dureza de algunas actitudes. E incluso el error, el prejuicio, contenidos en ella, que conduce a la injusticia, la falta de misericordia, y hasta la irracionalidad.
    MCB cita el caso de la niña brasileña abusada por su padrastro, el aborto, la pena de excomunión para todos, excepto para el violador, porque no participó del aborto.
    De estos casos como el que cita hay en otros países de A.Latina. E incluso es como que el obispo se empeña en expresar públicamente, publicitar, la pena de la excomunión, lo cual no es necesario hacer, porque de acuerdo al Derecho Canónico es automática. ¿Es complacerse en castigar? ¿En publicitar lo duros que podemos ser? ¿Y la misericordia, para personas, niñas, víctimas de condiciones inhumanas de vida y de la violencia sexista, y para decirlo más claramente, machista?
    El Magisterio moral de la Iglesia incluye entre los actos intrínsecamente perversos los que violan la integridad de la persona humana. Puede leerse el Concilio Vaticano II como puede verse la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II. Sin embargo, no se escucha a los obispos, tampoco a los sacerdotes, condenar el comportamiento de los violadores. La misma Moral que pena a unos con la excomunión guarda silencio con respecto al violador.
    No aparece en la charla-debate una referencia a los sacerdotes censurados, los cuales, o más concretamente el caso del P.Ariel Álvarez Valdés, aparece con frecuencia en el debate de esta revista. Con relación al cual hay una determinación de parte de la autoridad eclesial. Otro tanto podríamos decir de los teólogos de la liberación, con relación a los cuales fue dura la mano de Benedicto XVI. Pero tambien lo fue la de su predecesor, Juan Pablo II. Pero que discretamente callada es la posición de la jerarquía, por ejemplo, con relación al sacerdote católico Christian von Wernich, ex-capellán policial, por su participación en la represión de la dictadura militar. Si la Iglesia debe fidelidad a la Verdad de la fe, como también a la verdad de las relaciones humanas, resulta por demás de elocuente su ambigüedad, su ambivalencia, según de qué temas se trate, de qué personas, en qué situaciones. En el P.Álvarez Váldez tanto como en los teólogos de la liberación, se está defendiendo la verdad contra el error al que los nombrados podrían inducir. Pero entre los dos casos que cito, ¿no hubo algo más que la preocupación de la verdad, por el dogma? No nos olvidemos que los teólogos de la liberación fueron duramente tratados. Y que algunos de ellos representan un gran esfuerzo intelectual y un decidido compromiso con los pobres. ¿Acaso la Iglesia no ha hecho una opción preferencial por los pobres? ¿Por qué tanto silencio en torno a Christian von Wernich, que representa una Iglesia ultraconservadora, comprometido con un régimen sanguinario y de oprobio? Podría citar otro caso; pero sinceramente no deseo revolver en las heridas de la Iglesia argentina. Con lo que digo me parece suficiente.
    Más que condenar tanto, pienso que debemos testimoniar más y mejor la fidelidad al evangelio.
    Llegado a este punto, quiero decir que hablamos mucho de misterio y de dogmas. Acabamos a veces confundiendo la fe con la ignorancia, porque se la presenta como iniciándose a partir del límite al cual llegaba la razón, el conocimiento racional, la investigación.Así vista, nos detiene. Es una virtud teologal. Muy bien. Pero por qué, en lugar de entenderla como una virtud limitativa, que cierra horizontes y paraliza el pensar,no tratamos de descubrirla con un sentido más dinámico, energético (atención, que no digo imaginativo). Abierta al diálogo y el debate. Que aliente la posibilidad de una liberación del pecado personal; pero también de los pecados sociales, que hay que denunciar con más claridad y vigor.
    No creo que se trate de negar la jerarquía ni la estructura eclesial. Tampoco de negar la autoridad. Toda comunidad la necesita. Y si hay autoridad también tiene que haber obediencia. Pero por qué no entender la obediencia como fidelidad, en lugar de pensarla como renuncia al propio yo. Hay cierta concepción de la autoridad que deviene en demostración del poder más que en servicio. Y no responde al evangelio. Tampoco es evangélico porque no es humano ignorar las aspiraciones de toda persona. De los miembros de la Iglesia. De los laicos. E incluso de los religiosos. Y en particular de las religiosas. El deseo de participar, de ser escuchados.
    Nace un mundo nuevo. ¿Cómo tiene que ser nuestra fe? Supongo que tienen que pensarlo los pastores. Pero también nosotros, bautizados e hijos de la Iglesia.
    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  19. Graciela Moranchel on 23 abril, 2012

    Comparto la reflexión de Roberto Di Stefano sobre la nota de «catolicidad» de la Iglesia, citando la visión amplia que Simone Weil tenía sobre la misma, pero que la filósofa no vio reflejada en la realidad eclesial concreta de su tiempo.
    El carácter restrictivo de la catolicidad, cierta concepción de la Verdad postulada en «dogmas» cerrados que no admiten ningún planteamiento que pueda reclamar la inteligencia, y acciones deplorables de la historia de la Iglesia que la probidad moral de Weil no podían aceptar bajo ningún concepto, fueron algunas de las cuestiones que le impidieron recibir (durante mucho tiempo y hasta pocos días antes de morir) el sacramento del Bautismo.
    El intenso y profundo intercambio epistolar que tuvo Simone con el padre Perrin merecen ser tenidos en cuenta hoy, porque en él encontraremos interesantes puntos de vista y pistas importantes para pensar en la renovación eclesial actual.
    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

  20. María Teresa Rearte on 24 abril, 2012

    Los cristianos tienen que aclarar su identidad. Pero existencialmente. Para lograrlo, la eclesialidad es un elemento decisivo. Sólo quien se mueve en una atmósfera eclesial, puede vivir en su interior sin sentirse sofocado.
    Con toda razón el P. Henri de Lubac decía que «si el mundo perdiera a la Iglesia, perdería la Redención.» No queramos separarla o contraponerla a Cristo, como parece hacer Roberto Di Stéfano, transfiriendo textos a situaciones que no son exactamente análogas a las que él plantea.
    San Agustín decía: «Para vivir del Espíritu de Cristo, es preciso vivir en su Cuerpo «. y «en la misma medida en que se ama a la Iglesia de Cristo, se posee también el Espíritu Santo.»
    Puede suceder que nos decepcione la contextura humana de la Iglesia. Pero no queramos hacer de Ella un popurrí. Una mezcolanza de cosas diversas. Y seamos conscientes de que, quizás, también nosotros decepcionamos a otros.
    Por mi parte decía antes que la fe tiene un sentido energético. Y lo hacía para expresar la necesidad de no separarla del pensar. De abrirla al diálogo y al debate. Quienes conocemos el ejercicio de la docencia en el nivel universitario, y en contacto con las profesiones, sabemos de esa confluencia de fe y razón. Lo sabemos también cuando comprendemos que no se puede pensar la fe al margen de las situaciones que nos toca vivir, en un mundo secularizado; pero no para acomodarla al mundo. Eso sería defeccionar. SIno para profundizar su sentido y su profundidad.. Su comprensión.
    A mí no me interesa que la Iglesia haya perdido el tren de la historia, para decirlo usando una frase trillada, si tenemos en cuenta adonde condujo esa historia. Benedicto XVI a veces hace o dice cosas con las que disiento. Pero es Pedro. Y yo puedo conservar mi libertad interior. E incluso expresar mis diferencias, sin perder de vista la obediencia de la fe y mi sujeción a la enseñanza moral del cristianismo, sabiendo que Jesús no fue un moralista. Pero que el cristianismo tiene una moral. Y que el amor a Dios se prueba por la observancia de los mandamientos. De lo cual, no obstante su erudición bíblica no me puede apartar el P. Ariel Álvarez Valdés. Tampoco me apartaron los teólogos de la liberación, quienes, me permitieron un mayor contacto con la realidad sufriente de nuestros pueblos. Pero habida cuenta de que esa solidaridad con el pueblo sufriente no necesito buscarla en la teoría ni la praxis marxista. Sino que debo ser fiel al evangelio. Vivirlo.
    La Iglesia, en el tiempo y en el mundo, seguirá siendo una comunidad compleja, en la que se mezclan el trigo con la paja. Y lo será hasta el fin. Bien lo sabemos.
    Gracias.
    Prof. María Teresa Rearte

  21. María Teresa Rearte on 27 abril, 2012

    Leyendo el comentario del Sr. Guillermo Battro, con todo respeto, hago este planteo: ¿qué significa que la verdad es multiforme? ¿Que su percepción varía con las culturas y las épocas? ¿O que según las culturas y las épocas queremos cambiar aquello en lo que se cree? ¿Se trata de subjetivismo, situacionismo, circunstancialismo, etc.? ¿Cuál de todos los «ismos»?

    Personalmente no interpreto como él que la carta apostólica Porta fidei diga que la Iglesia católica es la única puerta para la fe y la salvación. Mi observación recae sobre la palabra «única». Tampoco me parece que esté mal afirmar que es misión de la Iglesia rescatar a los hombres del desierto y ponerlos en el camino de la salvación. Me parece que es la razón de ser de la comunidad eclesial.

    El Concilio Vaticano II no dice que la conciencia sea la única juez de las acciones humanas. Por lo que habría que aclarar algunas cuestiones en torno a la conciencia moral, porque si bien uno debe seguir el juicio de su conciencia, el mismo no está fundado ensí, sino en algo diferente al mismo juicio de la conciencia. En lenguaje técnico, la conciencia es norma próxima o subjetiva de la moralidad de los actos humanos. La norma remota y objetiva es el orden de los valores morales, expresados por la ley moral. De tal modo que la conciencia moral no encuentra en sí misma la razón última de su fuerza normativa.

    Tiene razón cuando dice que la fe no se puede imponer. Desde el momento que el acto de fe es un acto humano significa también que es un acto libre. Pero me permito disentir en cuanto a que la fe está al final del camino de búsqueda del sentido de la vida. Si uno es cristiano, el sacramento de la iniciación cristiana es el Bautismo, sacramento de la fe, y uno es bautizado en la fe de la Iglesia. No todo es camino por hacer. Ya poseemos la fe cristiana desde el comienzo. Eso no quita que uno, en el curso de la vida vaya profundizándola, que analice con un criterio más formado lo que aprendió de niño. E incluso que sea crítico con relación a algunas formulaciones de la misma.

    Yo soy cristiana, bautizada en la Iglesia católica, y no me siento obligada a pasar por ningún embudo para salvarme. Sí pienso que a esta Iglesia, su fundador, el mismo Jesucristo, le ha otorgado los medios necesarios para que podamos alcanzar la salvación. Y afirma claramente que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Lo cual marca una diferencia con tiempos pretéritos, cuando la afirmación era: fuera de la Iglesia no hay salvación.

    Con relación a quien, sin culpa, no está en la Iglesia dice bien claro que por los caminos sólo por Dios conocidos puede alcanzar la salvación, por cuanto la gracia de Dios actúa en el mundo.

    Me parece que no hay que caer en la crítica por la crítica misma; sino valorar la gracia de haber conocido la fe. Y lo que ésta significa en nuestra vida.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  22. María Teresa Rearte on 27 abril, 2012

    En algún momento dije que, no obstante mi simpatía e incluso admiración por la persona de Simone Weil, no compartía su interpretación de la catolicidad, que Roberto Di Stéfano postulaba.

    Pero no voy a ofrecier ninguna argumentación que avale mi posición, porque pienso que la fundamentación debió estar unida a la adhesión, ya que de lo contrario, se queda en una proposición suelta, contenida en el cuerpo de la nota.

    Simone Weil tuvo perfiles destacados. Pero me parece equivocado pensar o expresarse como si todo en la Iglesia fuera deshonroso. O equívoco y hubiera que modificarlo.

    No podemos pasar por alto la fecundidad de la vida de los santos. Tampoco el testimonio de los mártires cristianos, que se prolonga hasta nuestro tiempo.

    Una suerte de esnobismo parece filtrarse entre los creyentes. Pero habría que demostrar cuál es su contribución al pensamiento y la vida cristiana. E incluso, hasta dónde se está en condiciones de sostenerlo. Y desde qué lugar en el ámbito eclesial.

    Personalmente creo más en la perseverancia de quien busca y profundiza en el interior de la fe distintos aspectos que están silenciados. O dejados de lado. E incluso emprende el diálogo con los saberes profanos. O con la literatura. En fin, hay distintas formas de remozar el mensaje cristiano sin apartarnos de él. Pero también hay que comprender que no se debería hablar de la Iglesia como desde fuera. Lo queramos o no, de un modo u otro, estemos satisfechos o no, estamos implicados en la vida de la comunidad eclesial, desde nuestros respectivos roles. Y a veces con repercusiones quizás silenciosas; pero de largo alcance.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

  23. Matias Vaccarini on 27 abril, 2012

    Me pregunto cómo discernir la paja del trigo? Pues ya se está viendo que la paja y el trigo se ha separado y se sigue separando en el mundo… ahora le toca a la Iglesia.
    Cómo saber cuando nos enfrentamos a intenciones de cambio que realmente sean guiadas por el Espíritu Santo y no por el espíritu impuro, estas intenciones comienzan por querer hacer cambiar a los demás y no por cambiar a uno mismo.
    Cómo sacarle al lobo el disfraz?
    Aquí en este debate se menciona por ejemplo el caso horrendo de una pequeña abusada en Brasil por su padrastro y de mellizos. Ahora les pregunto y me pregunto ¿podemos hacer un ejercicio juntos e imaginar con vuestros conocimientos teológicos como actuaría Jesús?
    Según vuestro pensamiento les propongo lo que sería un hipotético diálogo entre ese Obispo de Brasil y un cristo totalmente distorsionado que no es mi Dios
    Diría el obispo: Señor Jesús, tenemos aquí un caso espantoso, una pobre niña, si..si una niña que juega con muñecas y que su horrendo padrastro la violó y quedó embarazada, ese padrastro es el que tendría que cuidarla y protegerla como tu padre en la tierra José, qué hacemos?
    Este cristo diría: Es espantoso, castigad al padrastro hasta que sufra por el dolor que causó. Y la pobre niña, saca a ese niño bastardo y mátalo. El obispo diría «pero es que hay otro niño». A lo cual este cristo diría «sácalo también porque es bastardo y mátalo». Pero el obispo insiste, es que son tres niños. Entonces el cristo un poco enojado diría pues sácalos a los tres y mátalos no te das cuenta lo que va a sufrir la pobre niña y su abuela, viendo crecer a esos infelices niños, yo soy misericordioso. No merecen ver el sol, no merecen correr, ni querer ser médicos ni abogados ni teólogos, pues si llegan a las 12 semana ya son algo distintos y si llegan a los 12 años ya son muy diferentes, y aunque siempre fue el mismo grupo de células se tendrá que gastar mas comida para que estas bastardas células se reprodujeran. Estos niños ni harán bien cuidando a su madre anciana. Por eso merecen morir porque yo soy misericordioso, pues mira si le faltan zapatillas, el dolor de cabeza de criar a esos niños, pobre la abuela, pobre la niña, es mujer y yo le he dado libertad a la mujer. Ella tiene derecho, a ser feliz. Asi que cumple y ordena que maten a esos tres niños, porque yo soy el Dios de la vida y del amor.
    Perdonen pero este cristo, no puede ser mi dios. Mi Dios es el Cristo Jesús que entregó en manos de Pedro las llaves. Se les olvidó este detalle de Jesús? Nunca se acuerdan!!.. en los evangelios no hay palabra que sobre.
    No importa la vida personal de cualquier papa, obispo o sacerdote, nada ni nadie puede cambiar la doctrina dejada por Jesús. El Concilio Vaticano II fue muy bueno para que se acercasen los laicos en forma mas participativa, pero los laicos no debemos tomar el codo. Muchos problemas radican en como quieren interpretar el Concilio Vaticano II, cuya doctrina final radica expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica. Muchos laicos no hay leído el Catecismo de la Iglesia Católica, fruto del Concilio Vaticano II pero ya se creen con inteligencia para reinterpretar y reinventar el Concilio. Comiencen por leerlo y hacerlo cumplir y verán entonces los frutos de los frutos del Concilio.
    Bendiciones+++
    PD: de acuerdo con María Teresa

  24. María Teresa Rearte on 29 abril, 2012

    Es interesante la intervención de Roberto Di Stéfano porque lo hace desde lo social. O sociológico. Lo cual no significa que coincida con él. SIno que es un planteo para ensayar una respuesta.

    Sobre la falta de participación de los católicos en el culto y la vida comunitaria de la Iglesia, me parece que no son tan católicos si se muestran tan indiferentes. Pero pienso que se vive en una cultura de la intrascendencia. Algunos autores han señalado la reducción de la vida a juego. Y la concepción del hombre como homo ludens.

    Además, hay que esmerarse, por ejemplo en las homilías en preparar algo digno. Interesante. Propongo un ejemplo, de un 8 de diciembre, en el que celebramos la Inmaculada Concepción. El sacerdote inició la homilía: «Dogma de la Inmaculada concepción…» Parte de responsabilidad está no digamos en «la Iglesia», que es algo más grande, sino en algunos ministros.

    Visto desde otro ángulo, el filósofo existencialista Gabriel Marcel señaló en su momento la sustitución del ser por el tener. El uso del tiempo libre para el consumismo. Desde otra posición, E. Fromm ha coincidido en su obra ¿Tener o ser?, con lo señalado por Marcel. El hombre como un haz de necesidades. Un pozo sin fondo de deseos. En un contexto cultural así, ¿qué puede significar o importar el mensaje cristiano? Cualquier intrascendencia atrapa más que la fe, o la celebración eucarística.

    Pero tampoco todo es negativo. Yo no voy a iglesias empolvadas como algunas personas dicen en estos espacios de la revista Criterio. Tampoco todos los sacerdotes carecen de dotes o les falta empeño en la preparación de sus homilías. Hay celebraciones con mucha concurrencia. Con participación de los laicos. Depende por lo tanto de la dedicación pastoral para llegar al pueblo. Incluso a la juventud. VIvo en el interior del país y hablo por lo que conozco.

    A mí me molesta el rigorismo moral de algunos sacerdotes. Pero no pienso que la Iglesia deba adaptar su mensaje a la declinación de las costumbres. Incluso no comparto la expresión de que se trata de la moral de la Iglesia. Sino que es la moral cristiana. Y no vivo mi adhesión a los mandamientos como un conflicto con mi autonomía. En ese sentido me identifico con Jesús, que hizo suya la voluntad del Padre.

    Como dice Roberto Di Stéfano los comportamientos cambian con el tiempo. Pero no todos abandonamos los principios éticos que son permanentes. No cambiamos nuestras conductas. No sólo porque lo manda la Iglesia. En ese sentido no comparto la idea de una moral de lo mandado y lo prohibido. Sino que hay exigencias éticas que nacen en la conciencia de nuestra dignidad de personas. Y aún más, de bautizados. Nadie me puede quitar mi condición de bautizado. Pero nadie tampoco me puede dispensar de las exigencias éticas que provienen de mi condición de tal. Y no son sólo palabras. Tampoco es una posición exclusivamente mía. Conozco personas que comparten estas ideas. Incluso jóvenes. Depende de la educación recibida, de la familia, etc.

    Como ejemplo de la adaptación de la Iglesia al cambio de las costumbres, decir que la Iglesia tuvo que permitir que antes de la Cuaresma se celebrara el carnaval, me parece poco significativo. El gobierno nacional hace y deshace feriados actualmente sin que estén involucrados valores éticos ni religiosos. SIno de otra índole. Hubiera esperado de Di Stéfano un ejemplo de más peso. No obstante, gracias por introducir en el debate un enfoque diferente.

    Prof. María Teresa Rearte

  25. Roberto G. Helguera on 11 junio, 2012

    ¿Qué Iglesia queremos?
    La que instituyó NSJ
    ¿Quién es la Iglesia?
    Todos los bautizados, con distintas funciones.
    ¿Qué marcos de referencia nos dio?
    Para lo que tenemos que hacer, los 10 Mandamientos.
    Aspirar, el Padre Nuestro
    Creer, El Credo.
    ¿Para qué la instituyó?
    Para llevar a la Visión Beatífica a todas sus creaturas que así lo desean, conociéndolo, amándolo y sirviéndolo.
    ¿Qué fuerza nos dio para superar la naturaleza caída, el Pecado Original?
    El Espíritu Santo.
    ¿Cómo llegar al Espíritu Santo?
    Por la oración en sus diversos modos.

  26. Recientemente tuve ocasión de interpelar al arzobispo de Burgos Sr. Gil Hellín para pedirle que realizase una condena explícita contra la Normativa Hipotecaria y de Desahucios: Por caridad Sr. arzobispo, le dije, denuncie este pecado estructural que está dejando sin vivienda a miles de familas en paro. Me miró pensativo y sinmediar palabra me despidió con un: «buen laboro» al que contesté: » Buena praxis, que ud. siga inmatriculando bien».

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