Repaso de cómo encontramos el mundo a inicios del nuevo año 2012. Y las amenazas en el horizonte.Hace un año comenzaba la serie de sucesos que convulsionaron Medio Oriente con protestas, revueltas y cambios conocidos como la “primave-árabe. Esta metáfora se demostró, hasta ahora, más optimista que real. El entusiasmo por aplaudir, apoyar y reclamar cambios radicales, la salida de lo que se cree es una larga noche del mundo árabe (otra metáfora generosa), suele llevar a proyectar deseos más que realidades. Sin duda se registraron cambios notables y positivos. Pero sigue siendo demasiado generosa la comparación con la “primavera” que presagió el fin de la era totalitaria en Europa del Este. El mundo árabe deberá recorrer aún un largo y azaroso camino para arribar a transformaciones tan profundas que puedan parangonarse con aquellos.
No obstante, no sólo cayeron líderes y gobiernos que resultaban anacrónicos e inaceptables para sus pueblos, que se expresaron masivamente, sino que la rebelión y el cambio continúan su marcha, sin avizorarse aún cuál será el nuevo paradigma de esta estratégica región a la que sus vecinos –los del Mediterráneo y los de los continentes involucrados, África y Asia– necesitan más estable y pacífica. Se sucedieron varios hechos, todos dramáticos: la tea humana que desató la rebelión y la caída del régimen en Túnez; la emblemática Plaza Tahrir de El Cairo, ahora de nuevo en las noticias; la rebelión, seguida de una sangrienta y brutal guerra que llevó al fin de Khadafi; la rebelión y una virtual guerra civil en Siria, cuyas víctimas suman ya 5.000 muertos; los sangrientos disturbios que llevaron al fin del poder del líder de Yemen, Saleh. De todos esos lugares, sólo Túnez, donde se inició el proceso, y Bahréin, que fue ocupado por fuerzas externas (sauditas), se encuentran hoy en tensa y relativa paz. La república maghrebina realizó normales elecciones democráticas, que produjeron una nueva realidad política. Es, hasta ahora, el ejemplo más rescatable. El pequeño reino del Golfo permanece bajo una paz rigurosamente vigilada por la ocupación saudita. Su destino depende de esa irregular situación. Último, pero no menos importante, el caso palestino; la novedad de este año ha sido el acuerdo entre Hamas y Fatah, las facciones palestinas, y la pendiente decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas respecto de la declaración del Estado de Palestina –ya reconocido por la UNESCO– que sería un hito histórico para la región.
Hasta hace sólo pocos meses, la mayor parte de la atención y el interés mundial se concentraron en estos hechos. Luego sobrevino la conmoción de la amenaza de colapso financiero y monetario en la Unión Europea, iniciada por la crisis griega y continuado por la italiana. Varios países debieron cambiar de política y al fin eligieron nuevos gobiernos, empujados por la amenaza de la crisis: Irlanda, Portugal y sobre todo España. No cabe pensar que tales crisis fueran imprevistas. Era tan obvio que extraña que no hayan sido abordadas antes y con más rigor. El hecho es que, además de terminar con el gobierno griego –y con todo un sistema de administración insostenible– la crisis provocó el cambio de gobierno en Italia, uno de los países fundacionales del Tratado de Roma de 1957.
Si bien Italia ha recurrido varias veces a gobiernos provisionales y de compromiso, que se denominan, eufemísticamente, “técnicos”, nunca antes la situación había alcanzado la gravedad de hoy, ni las medidas asumidas por esos gobiernos provisionales fueron de tanta envergadura financiera, económica, social y también política e institucional. Durante los últimos tres meses han circulado presagios agoreros de diversa naturaleza: desde la finalización de la unidad monetaria, el Euro, hasta los augurios de recesión; los de ajustes extremos; de reforma de las instituciones, de grave reducción del welfare y hasta el resurgimiento de la amenaza separatista, alentada por uno de los socios mayores de la alianza que presidía Berlusconi. La amenaza de recesión y de cambios estructurales que es mayor que las previas, y se extendió nada menos que hasta los socios mayores de la Unión, Alemania y Francia, hasta el punto de que sus líderes plantearon una transformación profunda con nuevos pactos. El Reino Unido y España experimentan también cambios no menores. El primero, practicando uno de los mayores ajustes de la historia; España, con una tasa de desempleo altísima y un cambio de gobierno que pronostica medidas no menos duras.
Es inevitable recordar con nostalgia los años fundacionales, liminares para la historia de la Europa contemporánea, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el Tratado de Roma. Los de la formación de la nueva Alemania (1949), del Plan Marshall (1951), de las instituciones básicas de la Unión, como la comunidad del carbón y del acero (1952) o el Parlamento Europeo (1952). Los años de Schuman, Monnet, Einaudi, De Gasperi, Adenauer, los estadistas que Europa supo tener en los momentos en que más los necesitaba. ¿Están a la altura de las circunstancias los líderes de hoy? Basta dejar la pregunta planteada.
No puede olvidarse, en este repaso a vuelo de pájaro de la situación que ni siquiera abarca a todo el mundo, otros peligros más graves aún, como las amenazas de nuevos y más graves conflictos bélicos. ¿Cómo ignorar las amenazas mutuas de ataque, de venganza, de destrucción terminal, que se intercambian Irán e Israel? ¿Cómo no tener en cuenta, además, que países europeos (Gran Bretaña) y los Estados Unidos se han sumado al intercambio de amenazas bélicas? Irán se encuentra al borde de alcanzar el arma nuclear, y ya posee la capacidad para su eventual uso bélico. Ello ya desató una nueva carrera armamentista que, además de multiplicar la disponibilidad de las armas convencionales, amenaza también con ampliar el número de países que logren disponer de armamento nuclear. Las naciones que se sienten amenazadas por el radical cambio de envergadura bélica de Irán en la región –y fuera de ella también– son varias; no sólo Israel.
El escenario se ha tornado peligroso. Lo que resultaba inimaginable –una confrontación nuclear– parece más posible que pocos años atrás.
Varios analistas, en todo el mundo, han imaginado escenarios de esta naturaleza. Para buscar parangones históricos a situaciones semejantes, quizá debamos ir un siglo atrás, cuando el orgulloso, soberbio, despreocupado mundo previo a la Gran Guerra no dudó en precipitarse en una catástrofe que terminó, no sólo con la belle époque, sino hasta con la idea misma de progreso.
No puede abarcarse todo en estas líneas. El análisis se reduce a lo que se supone más grave y peligroso. Pero, ¿podemos olvidar que continúan conflictos menos notorios (para los demás, no para quienes los padecen), pero no menos sangrientos, en África y en Asia? ¿Es posible olvidar la urgencia que revisten cuestiones tan graves como el cambio climático y, en general, el medio ambiente? ¿No es acaso tan importante como estas cuestiones el futuro de la energía, de la alimentación, de la provisión del agua, y por cierto el de la pobreza?
Incluyamos en nuestro análisis, en nuestros escenarios, en nuestro horizonte, que las crisis pueden ser mucho más graves de lo que parecen.
No para provocar pánico, desaliento, pesimismo o, peor aún, un espíritu bélico, una adrenalina de confrontación, sino más bien para prevenirnos –todos, no sólo los principales involucrados actuales– contra catástrofes los hombres, no de hechos fortuitos, que logremos evitarlas.
3 Readers Commented
Join discussionLa Primavera àrabe seguramente es una expresión demasiado generosa. Pero llamar primavera a la caída de los regimenes comunistas, es demasiado dura.
Para cualquiera que haya conocido esos países, antes y después de dicha primavera, si es honesto, reconocerà, que desde el punto de vista material, actualmente los pueblos del este, están mucho peor que durante la dictadura bochevica.
Ademas en Italia está lleno, son miles y miles, las mujeres provenientes de Rumania, Ukrania y Rusia, que trabajan aqui, para cuidar ancianos,, enfermos, etc.
Si se habla conn ellas y se les pregunta si estaban peor antes, la respuesta, 100%(!) es de que antes no tenían necesidad de dejar su patria , y trabajaban en tareas adecuadoas al nivel de instrucción que cada una recibía. Es sabido que los italianos forman un pueblo con bajísimo nivel cultural, y en cambio estas mujeres del este por lo menos conversan acerca de Tolstoi, de Dostoievski, Chejov, etc…y no han perdido la fe en su religión Ortodoxa y la respetan. Cosa que no hacen las occidentales….
Saludos
EXCELENTE ANÁLISIS….
De la crisis mundial, año 2012.
Gracias por compartirlo.
Pareciera que latinoamérica no pertenece al mundo según ésta nota ¡ABSURDO!