Perspectivas y preocupaciones pastorales en un encuentro romano de carácter internacional.A mediados de octubre se realizó en Roma el encuentro “Nuevos evangelizadores para la nueva evangelización”, con representantes de 33 conferencias episcopales y de 115 realidades eclesiales.
La mayor preocupación estuvo centrada en Europa. Poco lugar ocuparon temas centrales para América Latina como la relación entre evangelización y promoción humana, la opción por los pobres, la importancia de la religiosidad popular. ¿Cómo no hacer mención al rico magisterio desplegado por Juan Pablo II en sus viajes por América latina? ¿Cómo no recoger la reflexión pastoral y el magisterio del documento de Aparecida, en Brasil?
Sínodo en 2012
Benedicto XVI convocó para octubre del año próximo un sínodo –del griego, “caminar juntos”– de obispos de todo el mundo. El tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. La finalidad es ayudar al Santo Padre en el gobierno de la Iglesia universal, quien luego elaborará una exhortación apostólica. Forman parte del sínodo unos 250 obispos. De la Argentina iremos tres.
La principal preocupación es la situación de muchos cristianos que “no practican” la fe, no cuentan con una comunidad de referencia, su vinculación con la Iglesia es débil y de baja intensidad la relación con Dios. En Europa, se constata un progresivo envejecimiento de las comunidades cristianas. Las jóvenes parejas tienen pocos hijos y no los acompañan en la fe, no los bautizan, no les enseñan a rezar.
América Latina y la Argentina
Juan Pablo II había impulsado desde 1983 la nueva evangelización para América latina. En cada viaje a los países de nuestro continente era el eje de su predicación. No fue una ocurrencia de momento o un eslogan. Los encuentros promovidos por el CELAM y la IV Conferencia de Santo Domingo asumieron ese llamado y aportaron orientaciones pastorales.
En su visita a la Argentina en 1987, Juan Pablo II nos alentó a asumir la nueva evangelización. Surgió así, en abril de 1990, tras un proceso de participación original la reflexión: “Líneas pastorales para la nueva evangelización”. Ese documento de la conferencia episcopal argentina promovió procesos de pastoral orgánica en numerosas diócesis e inspiró el lenguaje teológico pastoral de la última década del siglo XX. Algunos elementos incorporados son los “dos desafíos destacados del secularismo y la urgente necesidad de una justicia demasiado largamente esperada”. También la adhesión vital a Jesucristo, la pertenencia cordial a la Iglesia, la acogida fraterna, la opción por los pobres débiles y sufrientes, la valoración de la religiosidad popular, el impulso misionero, la renovación de la parroquia, la pastoral bautismal.
En mayo del 2003 se publicó “Navega mar adentro”. El documento retomó el camino pastoral de “Líneas pastorales…”, enriquecido por la carta apostólica Novo Millennio Ineunte, de Juan Pablo II. Allí se dice que “el desafío radical y englobante que queremos asumir en la Argentina es la profunda crisis de valores de la cultura y la civilización en que estamos inmersos”.
¿Alejados?
“Alejado” refiere a una distancia pero deja entrever que el desplazamiento lo realiza uno
solo –sujeto individual o colectivo– que se apartó de otro que permaneció en el lugar correcto.
Imagen de cercanía-lejanía que debemos emplear con cuidado. ¿Alejados de qué? ¿Del templo? ¿De la práctica religiosa? ¿De la comunidad cristiana? ¿Acaso Jesús no anduvo entre los alejados, los marginados del culto, los impuros, los expulsados?
Una fe débil
La nueva evangelización apunta a cristianos con fe débil o en riesgo de perderla. En el documento conclusivo de Aparecida se habla de identidad débil, un cristianismo de baja intensidad. Tampoco se trata de “acomodar” el mensaje. Parafraseando a Zygmunt Bauman, no se trata de buscar una teología moral líquida o una evangelización líquida.
Sin embargo, el Evangelio tampoco es un tesoro inalterable que se transmite en un cofre de generación en generación. Como si los cristianos los domingos pudieran abrir ese cofre y dejarse iluminar por el resplandor del oro, la plata y las piedras preciosas.
En muchas comunidades suele ser buena la atención a los necesitados. Sin embargo, “los pobres no rezan con nosotros”. Tienen simpatía por la Iglesia católica, pero se sienten más cómodos en otras comunidades de fe.
El descrédito
Los casos de graves incoherencias o delitos cometidos por sacerdotes o laicos han significado un duro golpe anímico interior y de credibilidad en relación con la sociedad. Los encubrimientos o el no haber actuado con transparencia han hecho mucho daño a toda la Iglesia. Los casos sucedidos en Irlanda, los Estados Unidos, Alemania… no quedaron como episodios aislados del hemisferio norte. Han repercutido también en la opinión pública local y algunos medios de comunicación han sembrado sospechas sobre todos.
Las orientaciones de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI no siempre fueron seguidas meticulosamente. En un reportaje realizado en uno de sus viajes, el actual pontífice dijo con claridad: “El perdón no anula la justicia”.
Otra situación de incoherencia –y delito– fue la participación de algunos sacerdotes y laicos cercanos a la Iglesia en la última dictadura militar en nuestro país. Algunos fueron testigos de torturas, manejaron listas de sospechados y sus agendas de contactos.
Más allá de las actitudes de cercanía cordial de algunos pastores, no hubo una respuesta sistemática como cuerpo eclesial de recepción de denuncias y acompañamiento a las víctimas, como en Chile, en Brasil y en otros países. Las declaraciones públicas realizadas por el episcopado condenando la violencia del terrorismo de Estado fueron insuficientes para la sociedad. Estas situaciones nos hacen pasar del orgullo católico al complejo de inferioridad.
El autor es obispo de Gualeguaychú y nuevo presidente de la Comisión episcopal de pastoral social de la Conferencia episcopal argentina.
5 Readers Commented
Join discussionSiento que el articulo se corto de repente. Falto un cierre?
Igual me gusto la reflexion,..muchos interrogantes.
Implicitamente, ¿ dice que en el Sinodo de la Nueva Evangelizacion, se le dara prioridad a Europa y su situacion?
Personalmente, creo que la reflexion que se viene haciendo desde Medellin hasta Aparecida, es de suma importancia, para pensar sobre nuestro fervor misionero. A veces siento, cuando hablan de la nueva evangelizacion, que se pasa por arriba este camino que viene recorriendo la iglesia latinoamericana.
Valiente testimonio de Monseñor Jorge Eduardo Lozano, con el que coincido en su sencillo análisis. La preocupación vaticana se muestra como superficial e insuficiente, toda vez que centra su atención específicamente en Europa con sus propias problemáticas, dejando de lado la realidad de América Latina, totalmente distinta de la anterior.
Tampoco puedo concordar con el Vaticano cuando señala ciertas cuestiones como el ´»no practicar la fe», el «no contar con una comunidad de referencia», o el «tener una vinculación débil con la Iglesia» como los principales argumentos del objetivo evangelizador. Todas esos ítems son aleatorios, porque no tocan el corazón mismo de lo que significa la fe como experiencia vital y transformante.
Pero lo que no se puede compartir de ningún modo es pensar que quienes no encauzan sus deseos de trascendencia en las iglesias institucionales, es porque viven una espiritualidad de «baja densidad» en su relación con Dios. Es inadmisible pretender juzgar cómo es la relación de tal o cual persona, o pueblo, mucho menos de una región continental con Dios, por la firmeza de su anclaje en una comunidad de fe, o por su participación en los sacramentos, o por practicar la fe tal como la Iglesia lo manda.
Creo que a los obispos vaticanos y al mismo Papa, les hace falta ampliar su mente y sus criterios teológicos y espirituales, dándose cuenta de una vez por todas que la relación con Dios es intangible y va mucho más allá de lo «oficialmente» establecido por cada culto y religión, y que en esas áreas de la conciencia no sólo es imposible juzgar, sino que no se debe juzgar jamás.
«Evangelizar» significa hacer conocer a Cristo, su llamado al Reino como mensaje de amor y de «libertad». Es acercar a la gente a los Evangelios en su espíritu puro. No es, por el contrario, juramentarlos en doctrinas, catecismos, documentos y prácticas varias que hoy se muestran totalmente desfasadas y extemporáneas. Es enseñarles a orar en silencio, más allá de devociones estructuradas y de liturgias fosilizadas. Pero ante todo, es mostrar qué significa la «compasión» hacia el otro, especialmente hacia los pobres y sufrientes, realidades que en nuestro continente no podemos dejar de lado.
De eso no han hablado los clérigos vaticanos. Se han quedado tildados nuevamente con un solo aspecto de la realidad: la realidad europea, como si ella fuera el mismo centro del mundo, desde donde todos debemos «recibir» enseñanzas y doctrinas. No se han dado cuenta que nuestra realidad de pobreza y dolor tiene mucho que «enseñarles». ¿Se pondrán alguna vez en actitud humilde de «recibir» de los pobres su sabiduría y su modo propio de vivir la fe, sin descalificar, sin prejuzgar, sin pretender imponer….?
Saludos cordiales,
Graciela Moranchel
Profesora y Licenciada en Teología Dogmática
He leído con preocupación y coincidencia el cuadro de situación que nuestro querido Padre Obispo Lozano nos describe. Yo siento y vivo la necesidad de anunciar a Jesucristo y por eso me pregunto…. ¿ de quien se alejaron los que así lo hicieron?,… del Señor o de la Iglesia considerada como Jerarquía….. o será esta, la que se alejó del pueblo creyente y no entiende su lenguaje ni sus interrogantes.
Ese «orgullo» que menciona el articulista pareciera indicar una nostalgia a la Cristiandad que ya es pasado y estimo con alegría, no volverá..
Pareciera que nuestros Obispos no se han dado cuenta que ahora jugamos de visitantes y ya no mas de locales! Y de visitantes es muy dificil hacerlo.
Muchas gracias
José María Casas
Por fidelidad a Dios que nos creó con igual dignidad, tanto como por fidelidad al evangelio, dado que Cristo trató con tanta delicadeza a las mujeres, se debería rever el trato dado a las mujeres.Contrariando lo que dice la Escritura, en la Iglesia sí se hace acepción de personas. Pesa más el sacerdote que el laico. Más el varón que la mujer. Y entre éstas se le otorga más consideración a quien está social y económicamente mejor posicionada, que a la mujer sencilla, formada, incluso con estudios superiores, publicaciones (incluso de temas católicos en medios no católicos, pero que valoran tales escritos), pero que tiene un nivel económico modesto porque vive, por ej., de su trabajo y por consiguientes de su salario docente.
De modo permanente una cosa es lo que se predica. Y otra distinta lo que se practica en los medios católicos vinculados con el poder de la Iglesia. Por ej. no se puede predicar la caridad, cuando uno ve al sacerdote parado en los escalones más altos del ingreso a una Iglesia,
expulsando a los niños, o a las mujeres, que unos escalones más abajo están a la espera de la ayuda que algún cristiano le quiera dar al ingresar o salir de la iglesia. Y como éstos, muchos otros ejemplos, que ponen de manifiesto el doble mensaje que sale de las filas eclesiásticas.
Gracias.
Prof. María Teresa Rearte
Estimada Graciela,
No puedo más que estar de acuerdo con que evangelizar «ante todo, es mostrar qué significa la “compasión” hacia el otro, especialmente hacia los pobres y sufrientes»
Gracias,
jc