Las multitudinarias manifestaciones en Madrid y otras ciudades del mundo expresan en su reclamo la creencia de que otra forma de vida es posible.indignados-espana_ecmima20110519_0174_4Aún abierta la reflexión sobre la reacción social en la Argentina a principios de 2001 (cacerolazos, saqueos a supermercados, quema de cajeros automáticos, destrozos de bancos, sumados a las asambleas barriales y a las manifestaciones unidas en el grito “que se vayan todos”) el hemisferio norte, entonces supervisor o espectador neutral de aquella crisis, sorprende con las movilizaciones de sus indignados. Digo que sorprende no porque sea una reacción imprevisible, sino porque, en principio, se trata de una reacción que hasta ahora ha podido elegir e implementar sus métodos y modalidades.

Más allá de sentirnos tentados, sobre todo los argentinos, a establecer una comparación entre una crisis y otra, me parece importante localizar el punto nodal de la indignación. La expresión lleva a pensar en una dignidad afectada, en un proceso de pérdida de la dignidad que ha llegado a su punto de saturación; y se convierte en el móvil de una reacción que tuvo, por lo menos al comienzo, su centro de cohesión en la misma indignación. Parafraseando a Borges y también a Marx, para que valga la combinación, no nos une el amor y sí algo más: el espanto y la alienación, ya no exclusivos del proletario, sino de una ciudadanía que, habiéndose reservado de algún modo un resto de dignidad, al verla amenazada se reúne en su defensa. Podríamos preguntarnos: ¿de qué dignidad se trata? Sospecho que la pregunta no tiene una única respuesta, y esto es una parte del problema. Partiendo de generalidades, y tan sólo para evitar perdernos en abstracciones, alguien podría decir que se trata de la dignidad propia de toda vida humana. Si así fuera, hay situaciones en otros países que debieran generar mayor indignación; y esto nos lleva a pensar que la reacción de los indignados obedecería tan sólo a la intención de que no les malogren la plácida paz que han alcanzado al sentarse en las mejores butacas del primer mundo.

Sin embargo, algunos aspectos nos permiten deducir que la indignación es producto del sistema económico financiero globalizado. El problema de la economía política ha sido, y sigue siendo, cómo producir riqueza sin que por ello se genere pobreza y miseria; y el dilema de un sistema capitalista de base tecnológica, basado en la bancarización de todos los circuitos económicos, radica en saber cómo neutralizar las decisiones de los ciudadanos para que no se produzca indignación. Se trata de algo imposible, salvo que se termine convirtiendo a los ciudadanos, en definitiva a los hombres y mujeres, en seres sin capacidad de indignación. Es así que, a mi entender, se producen dos contradicciones que convergen en el núcleo del fenómeno: una se asienta en el reclamo, la otra en definir a quién se le dirige el reclamo. La primera resulta clara y apunta en dos direcciones. El reclamo de los indignados apunta a la perversidad inherente del sistema económico en cuanto tal, y de este modo va más allá, en principio, de todo referente político. La segunda surge de esta cuestión y se dirige a la clase política afectada por la consecuente crisis de representación.

Los cánticos que piden prisión para los banqueros se mezclan con los que les gritan a los políticos: “no nos representan”. Más aún, cuestionan el sistema democrático pidiendo una “democracia real”. En este punto quiero agregar la segunda contradicción que ciñe este nudo y que se puede comenzar a evidenciar si nos preguntamos; ¿a quién está dirigido el reclamo? Creo que al respecto podemos diferenciar dos posibles respuestas. La primera, una aclaración por la negativa: la demanda no está referida a nadie, es decir a ninguna institución o corporación que se pudiera llegar a suponer fuera del sistema. Muy por el contrario, todo se encuentra incluido en él, y más aún, tales corporaciones no sólo son vistas como parte del sistema sino en varios casos cómplices y beneficiarias.

La segunda respuesta es directa en el sentido del reclamo e indirecta, pareciera, en el sentido de de quién se espera una respuesta o la implementación de alguna línea de acciones o plan de solución. Esta pareciera estar dirigida a la clase dirigente, gobernante, que podría introducir un cambio en el rumbo de las decisiones y en la viabilización de una representación real o, por lo menos, más efectiva que la presente. Lo curioso, por lo contradictorio, es que el reclamo, de ser así, está dirigido a un cambio de actitud de aquellos en quienes, por otro lado, se dice no confiar. La paradoja que se plantea consiste en que el cambio del sistema debiera provenir del sistema mismo.

Las diversas y crecientes manifestaciones realizadas en España, Italia, Alemania, los Estados Unidos… llevan a pensar que no se trata de un fenómeno pasajero (quienes se animen a verlo así se exponen a un alto riesgo, porque la crisis es lo suficientemente profunda y centralizada como para impedir que el sistema pueda devolver la contención que había brindado la paz social).

Habrá que disponerse entonces a entender que se trata de mucho más que “cinco o seis”, como dicen los cánticos, y que no es sólo una advertencia, que los cambios requeridos no tienen que ver solamente con un cambio de rumbo sino también de dinámica y de la vida de las instituciones democráticas.

La dignidad de la manifestación radica en creer que otra forma de vida, además de necesaria y urgente, es aún posible. Ante todo esto, ¿de dónde pueden llegar señales de cambio? Uno de los cánticos entonados en la marcha frente a la plaza de La Cibeles, en la capital española, dice: “ustedes saben que tenemos la razón”. Y si es cierto, sería deseable empezar a contar con señales políticas que incluyan las razones de los indignados en las complejas decisiones que requiere la crisis. Esto indicaría una apertura de la ingeniería economicista que, encerrada en su dogmatismo y asediada por la corrupción inherente al sistema financiero, corre el peligro de ajustar los engranajes con tanta presión que mine haciendo hacer saltar todo por el aire.

11 Readers Commented

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  1. Dardo AE Papalia on 5 diciembre, 2011

    Donde dice «el hemisferio norte, entonces supervisor o espectador neutral» debería decir «el hemisferio norte, promotor y responsable»

  2. daniel fuentes on 5 diciembre, 2011

    La paradoja del sistema es real debe venir del sistema mismo, el estado público de las manifestaciones se produce por la suma de sectores afectados no contolados por los acuerdos de las politicas nacionales con el capital, sobrepasado, por los adelantos tecnológicos y las comunicaciones. Es decir que la solución para «esconder» el problema esta a la vuelta de la esquina. Debemos darle la bienvenida a los adelantos tecnológicos y a las comunicaciones producto del individualismo absoluto y ambicioso y no debemos dominarlo, aqui también hay una paradoja y es que el mismo sistema produce la crisis. El crecimiento es producto de la angurria, de la ambición. Podemos y debemos analizar el sistema mismo: nunca en la historia se dio tal rapidez comunicacional. Es una pieza del desvio para los integrantes del sistema, unos tienen «que dar la vuelta a la esquina» para resolverlo, los otros encontrar el opuesto a la producción por la producción misma.

    Daniel Temperley

  3. jose on 6 diciembre, 2011

    estas manifestaciones no mas que muestras de la desigualdad social que produce la riquezas en manos de pocos y necesidades no cubiertas en manos de muchos. Un sistema financiero que se traga todo a su paso y el pueblo que siempre paga los platos rotos que otros los ricos han roto.-

  4. Juan Roshbalam Chilam on 6 diciembre, 2011

    CLARO ES….
    La corrupción económica, por los malos manejos bancarios y financieros que no tienen en cuenta las necesidades sociales…
    La corrupción política, gobernantes que atraídos por el poder del dinero, olvidan que han sido elegidos por ese pueblo que se siente oprimido y no rectamente representado.
    En fin, se dice que: el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios…y eso le confiere una «especial dignidad».

  5. mussa al khabir on 7 diciembre, 2011

    Los adoradores del dinero. Los sacerdotes del poder. Arrancan el corazón de las gentes en el altar de la codicia.Y se creen inmortales. No son dignos de ser humanos.

  6. daniel fuentes on 10 diciembre, 2011

    La búsqueda de participación en la estrutura «democática», está condicionada por las reglas del sistema, explicitas e implicitas en las internas, en tiempos fuera del horario laboral, relacionándose con ideas afines. Es decir que la mecánica de la herramienta no está hecha para el ciudadano común.
    La política es la toma de decisiones para fijarle conductas a una burocracia que se supone gobierna para el bien común. Necesitamos un lugar y una estructura (ámbito para hacer lobby ciudadano) que acompañe al vivir asi como lo hay para el trabajador sindicalizado (desvirtualizado por el sistema y permitido por el trabajador)
    Se me ocurre, podria ser, lo participativo solidario abierto, sería lo que el trabajo al sindicalismo y es una forma de incluir al que no cree en el individualismo y en contra posicion a lo «solidario» que promueve el «regimen» en forma directa o indirectamente. En forma directa la responsabilidad social empresaria y en forma indirecta consolidando organizaciones solidarias beneficas que contribuyen a consolidar más el sistema.
    daniel temperley

  7. Agustin Colonna on 11 diciembre, 2011

    Un aspecto que no siempre se menciona en cuanto a los reclamos es el siguiente
    No se puede gastar mas que lo que se gana.Es necesario controlar mejor a los financieros,pero tambien pensar como mejorar la productividad
    Sin duda la especulacion descontrolada es una causa importante de los problemas, pero cuando uno ve como viven esos jovenes que hoy reclaman, puede percibir otros motivos
    Semana laboral de 4 dias, 1 mes de vacaciones, seguros de desempleos eternos, happy hour todos los dias a partir de las 5 pm, jubilarse a los 55 o 60 años, para pasarse el dia comiendo pinchos.

    Es justicia lo que piden o que siga la fiesta a cualquier costo?

  8. horacio bottino on 11 diciembre, 2011

    ¿No tendrá que ver también el relativismo ético?¿El ateísmo práctico?¿El aborto,el control de natalidad,el ataque a la familia,a la naturaleza humana(ideología de género)?

  9. Juan Carlos Lafosse on 12 diciembre, 2011

    El punto nodal de la indignación es lo que muy bien señala en este mismo número el artículo Los indignados chilenos: «Si no son primordialmente el hambre, la desocupación o la dictadura las causas de la protesta, sí lo es la desigualdad de fuerzas. La sensación de que otros (“los poderosos”) abusan de nosotros (“los débiles”) se arraiga en un país consciente de que sus diferencias económicas son, como bien dijo el obispo Alejandro Goic, “escandalosas”. El sentido común juzga que una llamada telefónica de un rico empresario no es indiferente a un fiscal nacional. »

    Lamentablemente, el pensamiento social de la Iglesia pasa inadvertido y “sorprende” a muchos católicos, que no ven el escándalo de la desigualdad, el abuso y la injusticia que genera la plutocracia financiera.

    Suena un tanto manipuladora la frase “el dilema de un sistema capitalista de base tecnológica, basado en la bancarización de todos los circuitos económicos, radica en saber cómo neutralizar las decisiones de los ciudadanos para que no se produzca indignación.”
    Este dilema lo planteó Huxley en 1932, dándoles “soma” a los ciudadanos. Ahora el «soma» viene envasado en forma de pantalla plana y contiene aditivos como “bailando”, dibujos animados hollywoodenses y mucha violencia, pero parece haber perdido bastantes de sus efectos y se está produciendo indignación en el mundo.

    Lo que sigue es la opinión de Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008, en referencia a las razones de la ocupación de Wall Street, que muy bien puede aplicarse a la indignación a la que se refiere el artículo.

    Ocupad Wall Street: enfrentarse a los malhechores

    Aquí está pasando algo. No está claro exactamente lo que es, pero puede que por fin estemos asistiendo a la aparición de un movimiento popular que, a diferencia del Tea Party, está enfadado con la gente con la que hay que estar enfadado.

    Cuando empezaron las manifestaciones de Ocupa Wall Street, hace tres semanas, la mayoría de los medios informativos desdeñaban los incidentes, si es que se dignaban a mencionarlos. Por ejemplo, después de nueve días de manifestaciones, la Radio Pública Nacional no había dado la más mínima información sobre ellos.

    Por tanto, el hecho de que las manifestaciones no solo hayan continuado, sino que además hayan crecido y acabaran volviéndose demasiado importantes para ignorarlas, es una prueba de la pasión de los que participan en ellas. Ahora que los sindicatos y un número cada vez mayor de demócratas expresan al menos un apoyo matizado a los manifestantes, Ocupa Wall Street empieza a parecerse a un acontecimiento importante que, con el tiempo, incluso podría llegar a considerarse un punto de inflexión.

    ¿Qué podemos decir de las manifestaciones? Lo primero es lo primero: la acusación de los manifestantes de que Wall Street es una fuerza destructiva, económica y políticamente es totalmente acertada.

    Un cinismo agotador y la certeza de que nunca se hará justicia se han apoderado de una gran parte de nuestro debate político y, sí, yo mismo he sucumbido a veces. Mientras tanto, ha resultado fácil olvidar lo escandalosa que es realmente la historia de nuestras desgracias económicas. Por eso, en caso de que lo hayan olvidado, ha sido una obra en tres actos.

    En el primer acto, los banqueros se aprovecharon de la liberalización para desmandarse (y pagarse unas espléndidas sumas), inflando unas enormes burbujas mediante unos préstamos temerarios. En el segundo acto, las burbujas se pincharon, pero los contribuyentes rescataron a los banqueros, con muy pocos compromisos a cambio, aunque los trabajadores normales y corrientes seguían sufriendo las consecuencias de los pecados de los banqueros. Y en el tercer acto, los banqueros mostraron su agradecimiento volviéndose contra la gente que les había salvado y proporcionando su apoyo -y la riqueza que seguían poseyendo gracias a los rescates- a los políticos que prometieron mantener sus impuestos bajos y eliminar la moderada normativa que se estableció a raíz de la crisis.

    Teniendo en cuenta esta historia, ¿cómo es posible no aplaudir a los manifestantes por tomar finalmente partido?
    Es verdad que algunos de los manifestantes van vestidos de forma extraña o tienen lemas que parecen absurdos, lo que es inevitable dado el carácter abierto de los acontecimientos. Pero ¿y qué? A mí, al menos, me ofende mucho más ver a unos plutócratas con trajes de corte exquisito, que deben su permanente riqueza a las garantías del Gobierno y se quejan de que el presidente Obama ha dicho cosas malas sobre ellos, que ver a unos jóvenes desharrapados denunciando el consumismo.

    Tengan en cuenta también que la experiencia ha dejado penosamente claro que los hombres trajeados no solo no tienen ningún monopolio sobre la sabiduría, sino que además tienen muy poca sabiduría que ofrecer. Cuando los bustos parlantes de, pongamos por caso, la CNBC se mofan de los manifestantes por su falta de seriedad, recuerden cuántas personas serias nos aseguraron que no había una burbuja de la vivienda, que Alan Greenspan era un oráculo y que los déficits presupuestarios harían que se dispararan los tipos de interés.

    Una crítica mejor a los manifestantes es su falta de reivindicaciones políticas concretas. Seguramente resultaría útil que los manifestantes se pudieran poner de acuerdo sobre al menos algunos cambios políticos que les gustaría ver promulgados. Pero no deberíamos conceder demasiada importancia a la falta de concreción. Está claro qué clase de cosas quieren los manifestantes de Ocupa Wall Street, y en realidad es a los intelectuales políticos y a los políticos a quienes les corresponde la labor de completar los detalles.

    Rich Yeselson, un experto organizador e historiador de movimientos sociales, ha sugerido que la ayuda para las deudas de los estadounidenses que trabajan sea uno de los temas centrales de las manifestaciones. Yo lo secundo, porque dicha ayuda, además de hacer justicia económica, podría contribuir en gran medida a la recuperación de la economía. Y sugeriría que los manifestantes también exijan inversiones en infraestructuras -no más recortes de impuestos- para ayudar a crear puestos de trabajo. Ninguna propuesta va a convertirse en ley en el actual clima político, pero la razón principal de las protestas es cambiar ese clima político.

    Y ello abre verdaderas oportunidades políticas. No, por supuesto, para los republicanos de hoy día, que instintivamente se ponen de parte de los que Theodore Roosevelt apodaba los malhechores de gran riqueza. Mitt Romney, por ejemplo, quien, dicho sea de paso, probablemente pague menos impuestos con respecto a sus ingresos que muchos estadounidenses de clase media, condenó rápidamente las manifestaciones llamándolas “guerra de clases”.

    Pero a los demócratas se les está brindando lo que equivale a una segunda oportunidad. El Gobierno de Obama ya desperdició antes una gran cantidad de posible buena voluntad al adoptar unas medidas benignas con los banqueros que no consiguieron poner en marcha una recuperación económica, y eso que los banqueros devolvieron el favor volviéndose en contra del presidente. Ahora, sin embargo, el partido de Obama tiene la oportunidad de empezar de cero. Lo único que tiene que hacer es tomarse esas manifestaciones tan en serio como merecen tomarse.
    Y si las manifestaciones incitan a algunos políticos a hacer lo que deberían haber estado haciendo desde el principio, Ocupa Wall Street habrá sido un éxito clamoroso.

    Publicado en El País, 9 octubre 2011
    Traducción tomada de
    http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4486

  10. Agustin Colonna on 12 enero, 2012

    María Teresa: Estoy en España ahora , mi hija vive en Barcelona desde hace 6 años. Acá las cosas son como las mencioné. En argentina la falta de productividad y el alto costo laboral en dls son una seria preocupación para los empresarios y el despilfarro del estado en sus organizaciones debería serlo para todos los que pagamos impuestos o los jubilados que dependen del mismo para sus ingresos. Sería bueno un poco de indignación contra eso.

  11. Pablo Lopez Herrera on 16 enero, 2012

    La tentación de las soluciones mágicas. Reforma del sistema financiero mundial: ¿Utopía o falso debate?
    La nota publicada el pasado 24 de octubre por la Pontificia Comisión Justicia y Paz titulada: “Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con competencia internacional”, abrió el debate sobre una cuestión compleja de la cual participan no sólo cuestiones técnicas sino también ético-morales.

    En el artículo que hoy publicamos, Pablo López Herrera reflexiona sobre la “tentación de las soluciones mágicas” preguntándose: ¿Existen soluciones integrales para resolver problemas económicos de alta complejidad? ¿Qué función podría desempeñar eficazmente un sistema financiero global? ¿Por qué parece darse menos importancia en medios religiosos al factor moral en el proceso de creación o destrucción de riqueza que a las técnicas de ingeniería social? ¿Cuál es el verdadero papel del Estado en la creación y distribución de la riqueza? ¿Está el ambiente político como para cometer grandes imprudencias? ¿Tienen las finanzas características peculiares que las hacen diferentes de otras actividades económicas? Y finalmente: ¿Tendría sentido buscar formas de evaluación de los criterios morales para tomar mejores decisiones económicas?

    http://iifv.wordpress.com/2012/01/15/la-tentacion-de-las-soluciones-magicas-debate-sobre-la-crisis-financiera-internacional/

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