El bagaje cultural a veces puede flaquear.Alguna vez se preguntó en sus eruditas y polémicas columnas de esta revista el crítico cinematográfico Jaime Potenze: ¿qué tiene que saber quien se dedica a la crítica de cine? Porque, claro, por la pantalla pasan el entretenimiento, el arte, la música, la historia, la danza, el pensamiento, la ciencia ficción, la política, la religión y también la chabacanería… Se trata de un interrogante de no fácil respuesta. Y, en rigor, el oficio del crítico exige investigación y estudio; tarea hoy muy ayudada por la memoria infinita de Internet.
La más conocida publicación sobre crítica cinematográfica en nuestro país (El Amante) encuentra a veces sus dificultades cuando el séptimo arte se cruza con la fe. Pongamos un ejemplo: para Guido Segal (ver “Una metáfora corta de vista”, en el número de agosto 2011), el maravilloso film francés De dioses y hombres esconde en realidad un engaño. “Al igual que muchas críticas que elogian la película –escribe– su poder sensorial es puramente discursivo”.
También Criterio caería en la volteada ya que le dedicó tres artículos para festejar el acierto del director Xavier Beauvois. Para el articulista es como si se tratara sólo de una clase de religión, de una homilía o de un mensaje ideológico, antes que de un conmovedor testimonio de inculturación y martirio narrado con maestría estética. Como prueba de esta afirmación, el crítico señala que “la secuencia más poderosa debe su fuerza al segundo movimiento de la Séptima sinfonía de Beethoven”. Mal por partida doble. La música que domina la escena de la comida (a imagen de la Última Cena, donde se cruzan la alegría y la inminencia de la muerte) es de El lago de los cisnes de Tchaicovski. Y no hay discurso ideológico sino un abismal testimonio cristiano.
Otro ejemplo. Siempre en la misma publicación, pero en la entrega del mes siguiente (septiembre 2011), a propósito del notable trabajo del Nanni Moretti Habemus Papam (oportunamente comentado en Criterio), el crítico Eduardo Rojas se esfuerza por descubrir lo que no hay y parece no ver lo que se muestra. Su nota se titula “Desde el balcón”. Sostiene que “el catolicismo es una religión teatral, una vocación histriónica”. Que la liturgia contemple elementos del teatro es verdad, y no es malo, todo lo contrario; pero que sea puro teatro es otro cantar. Una pena que el crítico confunda cónclaves con concilios, pero acaso peor que crea que el balcón de la Piazza Venecia desde donde arengaba Mussolini esté en la Piazza dil Popolo. No hay perdón al confundir las plazas de Roma.
3 Readers Commented
Join discussionNunca hice crítica cinematográfica; pero me interesa la reflexión. Coincido en que el oficio de crítico cinematográfico requiere investigación y estudio.
Pienso que las dificultades cuando se da ese cruce con la fe las tiene no sólo la publicación aquí aludida, que traté de conocerla a partir del dato proporcionado por esta nota. Salvando las diferencias de roles, también el periodismo tiene dificultades para informar por ejemplo sobre un acontecimiento eclesial. Se vio estos días con el cambio de autoridades en la CEA. Se dijo, y en los titulares, que monseñor Arancedo presidía la Iglesia argentina. En realidad sólo preside la CEA. Falta conocimiento del poder-autoridad de cada obispo en su Iglesia particular. Y que sólo el obispo de Roma preside la Iglesia en la fe y la caridad.
Volviendo al tema de la crítica cinematográfica, y más allá de los equívocos mencionados por el autor de la nota, en mi opinión la experiencia de fe es intransferible. Más aún, tratándose del martirio que es un acontecimiento de particular gracia, porque no estamos evocando a uno o más héroes, o actos heroicos. Sino el testimonio de fe, que incluye dar la vida por la fe. O por alguna otra virtud cristiana relacionada con la fe.
Ante un hecho así, se ensayan explicaciones, interpretaciones, de carácter ideológico, o se devalúa el hecho en sí, el mensaje, recurriendo incluso a un lenguaje un tanto rebuscado. Pero no se reconoce que se está ante un acontecimiento que no se logra asumir.
A mí no me sorprende la incomprensión, la falta de aprecio por una obra, un trabajo cinematográfico que trata de reflejar o transmitir un hecho como éste. Se da en otros aspectos ante el acontecimiento cristiano. Incluso porque aunque posiblemente no seremos llamados al martirio, pero sí a dar testimonio, y cuando uno es coherente, tiene que soportar situaciones difíciles, para decirlo de algún modo. Vuelvo a la dicho con anterioridad, la experiencia de fe es intransferible. Incluso el acto de fe es un acto humano, libre, y algunas personas lo pueden vivir y otras no.
Es mi modesta opinión. Gracias.
Prof. María Teresa Rearte
Yo, católico, sigo sin entender porqué los monjes trapenses no fueron canonizados como mártires.
Si la Iglesia no reconoce públicamente el valor de su «abismal testimonio cristiano» mal podemos reclamárselo a quienes no comparten nuestra fe.
Νo creia leer un articulo asi en este blog pero me ha dejado realmente agradecido en esta ocasion