Para el bávaro Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el de septiembre pasado fue su tercer viaje a Alemania. Fueron tres días intensos, con dieciocho discursos y homilías, que forman un conjunto de excepcional riqueza.Pablo VI en su encíclica inaugural (Ecclesiam suam), que Benedicto XVI cita en una de sus alocuciones en Alemania, planteaba los grandes círculos del diálogo, desde el más vasto con el mundo de la no creencia hasta el que debe existir en el interior de la Iglesia. Es lo que intentaremos aplicar a los mensajes del Papa en su tierra natal.
Una primera constatación es la preocupación por el avance del secularismo y por el alejamiento de muchos de la vida de la Iglesia por los escándalos develados en los últimos años. Es uno de los ejes de su Pontificado. El Papa comprende lo que ocurre, aunque no deje de señalar el influjo tanto del secularismo como de una crisis de fe. La Iglesia, dice, no es una organización humana de la que uno se va cuando está en desacuerdo con algo, sino algo que toca “el fundamento de mi ser”, es “la gran red del Señor” en la que efectivamente hay peces buenos y malos pero no estamos ni por unos ni por otros (ni, agrego, tengamos la presunción de estar siempre entre los peces buenos) sino porque la Iglesia es “pueblo de Dios, pueblo de pueblos”, y es dentro de ella, y no desde afuera, que se puede pelear contra los escándalos.
Los medios de prensa calificaron el viaje de polémico, crítico y controvertido. Una vez más, reflejaron una parte del cuadro, la de los que por diversas razones se oponían a la presencia del Papa. (Benedicto describe esta actitud como “normal en una sociedad libre y en un tiempo secularizado”, “siempre que se manifieste de forma civil”). Pero también fue real que mucha gente –menos noticia que los pocos marginales inciviles– esperó con alegría al sucesor de Pedro.
El primer círculo
Era normal, pues, que frente al Parlamento hubieran manifestaciones en contra y que algunos diputados hayan decidido no concurrir a la sesión con el Papa cuando habló en el mismo lugar donde se alzó el Reichstag, incendiado por los nazis el 27 de febrero de 1933 como pretexto para la consolidación del régimen. En el estupendo edificio estuvieron los presidentes de las dos cámaras, el Bundestag y el Bundesrat, más el presidente Wulff y la canciller Merkel (democristianos ambos, ella luterana) y buena parte de los parlamentarios. El gesto alemán es demostrativo del profundo respeto por el Papa y por lo que, como líder religioso, significa para mucha gente, católica o no, ejemplo también para estas latitudes. Como el año pasado ante el Parlamento británico, el del Bundestag será de aquellos que marcan época. Punto de partida fue el pedido de Salomón de tener un corazón dócil para distinguir el bien del mal, que sigue siendo hoy una cuestión crucial. La publicación en otro lugar de la edición, nos exime de abundar en esta lección sobre el derecho natural y el positivo, el error de recurrir, cuando está en juego la dignidad del hombre, a la mera imposición de mayorías, el cuidado del medio ambiente, con un elogio de los “verdes” (aclaró, sin hacer propaganda por un determinado partido), dentro de la ya conocida preocupación por la ecología en una época en la que el hombre tiene la capacidad de destruirse a sí mismo. El “gran teórico del positivismo jurídico”, Hans Kelsen, es citado dos veces, dentro de una visión de la naturaleza, el derecho y la política, en la que el positivismo, la sola sujeción a la norma jurídica válida, no basta.
La misma noción de los derechos humanos requiere del derecho natural, tan menospreciado allí como aquí en ciertos ámbitos, y de un Creator Spiritus como fundamento. En verdad, quien hemos sido alumnos de una facultad de derecho no confesional, podemos atestiguar la influencia hegemónica del positivismo jurídico y de Hans Kelsen1, tal como dice el Papa, con sus grandezas y sus limitaciones. El discurso del Bundestag debiera ser un elemento de estudio y discusión en las universidades y academias así como en los parlamentos y tribunales. En el Parlamento alemán puede decirse que culminaba el encuentro con el círculo más amplio del diálogo, porque su palabra estaba dirigida a todos, creyentes o no.
Con musulmanes y judíos
El círculo siguiente fue el encuentro con la comunidad musulmana, cuyas familias, en buena parte provenientes de Turquía, como el Papa reconoce expresamente, han llegado a ser “un rasgo distintivo” de Alemania. En la sociedad la expresión religiosa del Islam es tomada a veces como “una provocación”, por lo que hay que insistir en la necesidad de aceptar las afiliaciones religiosas sobre la base del respeto recíproco. El marco de referencia válido es la Ley Fundamental de Alemania –“nuestra Constitución”, dijo el Papa en el Bundestag– cuyo contenido es vinculante para todos los ciudadanos en la sociedad pluralista de hoy como lo fue en la homogénea del tiempo de su sanción.
Un nuevo círculo es el de los “hermanos mayores”, en la recordada expresión de Juan Pablo II. El Papa actual es un conocedor excepcional del judaísmo. Qué decir a la comunidad judía en ese “lugar central de la memoria”, en la ciudad de Berlín, donde se planificó la Shoah, iniciada, como el Papa recuerda, con la Kristallnacht (la noche del 9 de noviembre de 1938). Pero de la memoria necesaria de la barbarie pasamos al camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y amistad, en la profundización cristiana de sus afinidades con el judaísmo, ya que no hay ruptura entre el Primer y Segundo Testamento. “El Sermón de la Montaña no deroga la Ley mosaica, sino que desvela sus recónditas posibilidades y hace surgir nuevas exigencias; nos reenvía al fundamento más profundo del obrar humano, al corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde germina la fe, la esperanza y la caridad”. Es como si Benedicto XVI volviera a incorporarse al diálogo del “gran erudito Jacob Neusner” (Un rabino habla con Jesús), precisamente sobre el Sermón de la Montaña en el primero de los dos libros sobre Jesús de Nazaret2. Superado el tiempo de la confrontación, sigue el Pontífice, se hace más necesario aún que las dos formas, la de judíos y de cristianos, de acercarse a las Escrituras sea en diálogo. “En una sociedad cada vez más secularizada, este diálogo debe reforzar la esperanza común en Dios. Sin esa esperanza la sociedad pierde su humanidad”3.
El compromiso ecuménico
En el siguiente círculo ya estamos entre los creyentes en Cristo en búsqueda de la unidad plena “para que el mundo crea”. En uno de los momentos más significativos del viaje, el Papa llega a Erfurt, ciudad que hasta 1989 fue parte de la República Dmocrática Alemana (de la que fue ciudadana la canciller Merkel ya que su padre fue designado pastor en una localidad cercana a Berlín a poco de nacer ella). En el convento de los agustinos, Martín Lutero se ordenó sacerdote católico. Ya en 1983, en el quinto centenario del natalicio del Reformador, la Comisión conjunta católico-luterana publicó la declaración Martín Lutero, testigo de Jesucristo, expresión que no dejó de suscitar a la vez esperanzas y resistencias hasta en la Argentina.
El primer momento con los representantes de la Iglesia Evangélica Alemana (EKD) fue en el claustro. El Papa señala que para Lutero la cuestión de Dios fue la pasión profunda, el centro de su camino y de su vida. La gran pregunta, “¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?”, es ignorada hoy ante la idea de un Dios que no se interesa por nuestros pecados y virtudes, ya que, al fin, misericordioso, nos hace salvos a todos. Sin embargo, esta formulación es fundamental hoy en nuestras propias vidas y comunidades. Para los cristianos, católicos y luteranos, sigue el Papa, anunciar el Evangelio en el mundo secularizado no requiere tácticas sino “una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo”. El segundo momento fue el acto ecuménico en la iglesia adyacente. Allí invitó a fortificar la fe, a vivir la Palabra de Dios, a extenderla en el compromiso por la justicia en el mundo entero. Claro está, quizás muchos de los asistentes y por cierto los medios de prensa, esperaban un “don ecuménico”; en concreto, que la Iglesia Católica aceptase la hospitalidad eucarística entre ambas confesiones. Pero la fe no es algo que se auto construye, que se concuerda o negocia, sino que se profundiza mediante el pensamiento y la vida. La intercomunión tendrá que esperar, pero entre tanto se siguen dando pasos hacia la unidad mediante el pensamiento y la vida. El agradecimiento al obispo luterano Eduard Lohse y al cardenal Karl Lehmann (con quien el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe tuvo más de un conflicto) fue de estricta justicia, así como al cardenal Walter Kasper en el encuentro con el mundo judío.
En Friburgo, el círculo se estrecha: con la ortodoxia existe ya una unidad casi plena por subsistir allí la esencia del sacramento del Orden, y por ende el de la Eucaristía. El Papa menciona el número de fieles ortodoxos en Alemania, 170.000, pertenecientes a diversas iglesias particulares cuyos obispos se han unido para atenderlos. Juan Pablo II, en la encíclica Ut unum sint, recordó el Papa, distinguía entre la naturaleza del Primado y la forma de su ejercicio y pedía se le ayudase a encontrar nuevas formas para que el Obispo de Roma lleve a cabo el ministerio petrino. Nuevamente, como antes con los musulmanes, el Papa vuelve a la presencia pública de la religión frente a los que quisieran “liberar de Dios a la sociedad”.
El diálogo ad intra
Llegamos así al último círculo, al diálogo en el interior de la Iglesia, en buena medida ausente para muchos católicos. Si miramos medio siglo atrás cuando comenzaba el Concilio y la gran pregunta era: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”, hoy vemos y debiera ser causa de sufrimiento, la desafección que cunde entre los católicos por la Iglesia a la que pertenecen. Benedicto XVI es consciente de ello. En la conferencia de prensa en el avión y luego en las misas y otras celebraciones volverá sobre lo mismo: somos parte de un pueblo, no de una organización de la que se entra o sale según nos satisfagan las líneas de conducción o el comportamiento de los asociados. La renovación, bien podemos decir aggiornamento, comienza desde adentro, empezando por el propio corazón, ni más ni menos que el mensaje de los grandes santos. Existe el peligro de que por la organización, “óptima” como en Alemania, pueda haber un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Porque no hay renovación de las estructuras sin renovación de la fe. Los caminos de la nueva evangelización pasan por los que tienen nostalgia de la experiencia de la bondad del Señor. Los laicos, y hasta la idea tan latinoamericana de las comunidades de base (no es que el Papa las mencione), tienen su lugar indisputable, ineludible: “Uno de estos caminos podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios. Aquí hay personas que hablan de sus pequeñas experiencias de fe en su puesto de trabajo y en el ámbito familiar o entre sus conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad. A ellos les resulta claro que todos tienen necesidad de este alimento de amor, de la amistad concreta con los otros y con Dios. Pero sigue siendo importante la relación con la sabia vital de la Eucaristía, porque sin Cristo no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5)”.
El papa Ratzinger no deja de causar sorpresa y de romper esquemas. A los católicos comprometidos les dice que también la Iglesia puede caer en una satisfacción de sí misma, sentirse autosuficiente, adaptada a los criterios del mundo. Y aquí vale la pena citar textualmente, ya que vienen a cuento “las secularizaciones –sea que consistan en expropiaciones de bienes de la Iglesia o en supresión de privilegios o cosas similares–” que “han significado siempre una profunda liberación de la Iglesia de formas mundanas: se despoja, por decirlo así, de su riqueza terrena y vuelve a abrazar plenamente su pobreza terrena… Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de la Iglesia desprendida del mundo resulta más claro. Liberada de fardos y privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero; puede verdaderamente estar abierta al mundo. Puede vivir nuevamente con más soltura su llamada al ministerio de la adoración de Dios y al servicio del prójimo. La tarea misionera que va unida a la adoración cristiana, y debería determinar la estructura de la Iglesia, se hace más claramente visible. La Iglesia no se abre al mundo para obtener la adhesión de los hombres a una institución con sus propias pretensiones de poder, sino más bien para hacerles entrar en sí mismos y conducirlos así hacia Aquel del que toda persona puede decir con san Agustín: Él es más íntimo a mí que yo mismo (cf. Conf. 3, 6, 11). Él, que está infinitamente por encima de mí, está de tal manera en mí que es mi verdadera interioridad. Mediante este estilo de apertura al mundo propio de la Iglesia, queda al mismo tiempo diseñada la forma en la que cada cristiano puede realizar esa misma apertura de modo eficaz y adecuado”.
A fines de octubre será la Jornada conmemorativa de los 25 años del encuentro interreligioso de Asís, una “peregrinación” esta vez, en la que también habrá no creyentes, una repercusión del “atrio de los gentiles”4. En la segunda mitad de noviembre el Papa viajará a Benin donde entregará la exhortación postsinodal Ecclesia in Africa. Y ya para el 2012 tenemos otro Año de la Fe, semejante al que Pablo VI convocó en 1967, por los 50 años de la apertura del Concilio y los 20 del Catecismo de la Iglesia Católica5. Buenas ocasiones todas, como la de la visita apostólica a Alemania, para renovar el propio corazón y, desde el amor y la comunión, contribuir a renovar la Iglesia.
1. Hans Kelsen (1881-1973) nació, de familia judía, en Praga, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Diseñó la Constitución de Austria de 1920 e integró el Tribunal Constitucional, creado para el control concentrado de constitucionalidad, sistema seguido hasta el día de hoy en las constituciones de diversos países. En 1934 escribió Teoría pura del derecho, su obra fundamental. En 1949, cuando publicó Teoría general del derecho, vino a la Argentina; disertó en la Facultad de Derecho ante una concurrencia que, excepcionalmente, incluyó a docentes que se habían alejado de esa casa desde el advenimiento del peronismo. Una célebre polémica, plasmada luego en escritos, lo enfrentó con el filósofo argentino, nacido en Tucumán, Carlos Cossio (1903-1987), por entonces profesor de Filosofía de Derecho, creador de la doctrina egológica del derecho. Tras la guerra, Kelsen se radicó en los Estados Unidos, donde enseñó en la Universidad de Berkeley hasta su deceso.
2. Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Jesús de Nazaret, Planeta, 2007, 97.
3. Esperanza, precisa y concordantemente, es la palabra con que también nuestro ex director, el cardenal Jorge Mejía, resume esta relación en el libro de reciente aparición El Antiguo Testamento. Guía para la lectura, Agape Libros, 2011.
4. Los invitados no creyentes son la psicoanalista y filósofa francesa Julia Kristeva (que tomará la palabra ante Benedicto XVI), los filósofos Remo Bodei, Anthony Grayling y el mexicano Guillermo Hurtado.
5. Carta Apostólica Porta fidei, 11.10.2011, http://press.catholica.
va/news_services/bulletin/news/28226.php?index=28226&lang
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Join discussionEstoy de acuerdo en que la Iglesia es «la gran red del Señor», en la que hay peces buenos y malos. Y no una organización humana, de la que se pueda salir cuando uno está en desacuerdo con algo. Disiento en cuanto a que no están a favor de unos ni de otros. Y que se puede luchar desde su interior contra los escándalos, porque hay una actitud generalizada que tiende a ocultar, disimular, y cosas parecidas. Lo cual contradice el servicio que debiera prestar a la verdad y el bien.
También hay una desmedida ambición de poder, que lleva a los miembros del clero a proponerse objetivos y no se repara en medios para alcanzarlos. Incluso no les importa la injusticia ni las heridas que causan a personas inocentes. Se llega al punto de configurar una trama siniestra, urdida con mucha astucia para aparentar ser lo que no se es. Y se consigue lo que se quiere. A su lado hay un cierto número de laicos, interesados ellos también es detentar parte de ese poder. Y lograr tambiés sus beneficios.
Estoy de acuerdo en lo referido a la hegemonía del positivismo jurídico en las facultades de derecho no confesionales. También en que nadie se acuerda del orden natural. Recuerdo los debates por la ley de matrimonio civil, que dio paso al divorcio vincular, en los que los legisladores ignoraban dicho orden.
Continuo adhiriendo a una posición favorable al orden natural. Y así lo he manifestado por ej. en relación al matrimonio igualitario. Pero volvemos al tema de los derechos humanos. Puedo aceptar y entender cierto razonamiento orientado a sostener que Dios sea el fundamento último de los derechos humanos. Pero no a que éstos alcanzaran status a la luz de las posiciones eclesiásticas.El progreso humano se ha dado también por fuera de la Iglesia. Y a veces a pesar de la Iglesia, como es el caso de la categoría de género, que ya he citado en otro lugar, también a propósito de los derechos humanos, y con motivo de la visita papal a Alemania. Y refiriéndome a la situación de la mujer en la sociedad. Pero podríamos referirla también en el interior de la Iglesia, en la que una cosa es la letra de los documentos eclesiales y otra es la realidad.
La fe nos transmite la imagen de un mundo que necesita ser salvado. Para el cristianismo la historia es el lugar donde tiene lugar el acontecimiento salvador. Los acontecimientos políticos son muchas veces ambiguos, necesitan un plus. Pero no se puede ignorar ni devaluar los logros de la humanidad, que no le son debidos precisamente al «impulso» de la Iglesia. Más aún, el tema de la DSI muestra una prédica declamada; pero que no se practica. Un ej. el derecho de agremiación de los trabajadores, reconocido en los documentos del Magisterio; pero negado en la realidad en las mismas instituciones católicas.
A quienes invocan la acción de un Creator Spiritus, les pregunto: ¿por qué ponerle límites? ¿Por qué no reconocer su acción en los hombres de buena voluntad, que no están solamente entre los límites de la Iglesia? Al contrario, a veces a esos hombres de buena voluntad, que cumplen con la justicia, e incluso la fraternidad, la solidaridad, etc. no los encontramos en el interior de la Iglesia. Fácilmente se apunta contra ciertas organizaciones gremiales, políticas, etc a las que se tilda de zurdos. Pero la solidaridad, el apoyo, en situaciones desafortunadas, las reciben las personas de ellos. No de los ámbitos católicos. Y no me estoy refiriendo a «apoyos» económicos. Sino al respeto y la lucha por el reconocimiento de los derechos de un trabajador, por ej. Negados incluso por instituciones católicas.
Siguiendo con los círculos del diálogo, no hay en esta nota mayor aporte en lo referido a los musulmanes. En cuanto a la comunidad judía se encuentran puntos de contacto interesantes. Pero para ser sinceros, también habría que pensar que no todo es tal como se muestra. Y nos podríamos sorprender de actitudes, pensamientos, etc. en algunos ámbitos católicos con relación a la comunidad judía. ¿Acaso no fue de público conocimiento la negación de la Shoah, por parte de ciertos clérigos? Además, por aquéllo desgraciadamente tan propio de los católicos, hay tanto disimulo, doble mensaje, etc en sus filas.
En cuanto al diálogo ecuménico acuerdo en que la fe no es algo que se auto-construye, ni se negocia; sino que se profundiza y se vive.
Me interesa el círculo del diálogo ad intra. En el interior de la Iglesia, prácticamente ausente como no sea con quienes interesa dialogar. O a quienes interesa escuchar, incluso cuando mienten descaradamente, así nos hacemos la ilusión de que todo está bien.
Norberto Padilla dice que el Papa puede causarnos sorpresa, al reconocer que la Iglesia puede caer en la satisfacción de sí misma. Pongamos por ejemplo, la Iglesia mediática, que se muestra de un modo y mantiene un diálogo con el periodismo, que traza una «imagen», que no se vive de puertas adentro. Digo la Iglesia porque me refiero a algún obispo, o sacerdote. Incluso porque cuando los medios quieren informar sobre la fe, la moral, siempre se recurre a los clérigos, aunque algunos no tengan capacidad para expresarse. Y como si las mujeres fueran todas unas incapaces o ignorantes, desconociendo todo lo que la Iglesia debe a las mujeres.
No estoy de acuerdo en que hay falta de amor a la Iglesia. En algunos puede ser, como el caso de los que se sirven de la Iglesia, en lugar de servir a Dios y a la Iglesia. Pero no en todos. Muchos la amamos, pero no así como «oficialmente» es.
Celebro que se vaya a convocar a un año de la fe. Esperemos que no pase como con el año de la vida, que no sé cuantos se acuerdan de él. Y que para algunos se convirtió en el año del aborto. En el que se puso de manifiesto las responsabilidades de las mujeres que abortan. Pero ni una palabra sobre las responsabilidades de los varones, como si estuviéramos ante el fenómeno de hijos sin padre. Hubiera sido una interesante oportunidad para hacer tomar conciencia a los varones de que la paternidad es una responsabilidad que les atañe. Y no para exculparlos de ella.
Pero también hubiera sido una interesante oportunidad para tratar más ampliamente el valor de la vida en toda situación que la involucre.
Por último me interesa lo referido a las pequeñas comunidades, las pequeñas experiencias, que viven los cristianos. De esas tenemos muchas. Silenciosa y humildemente. En tantas mujeres sobre todo y varones, sencillamente.
Me gustaría que fuera verdad ese despojamiento de su riqueza terrena. Y también que lo fuera el abrazar su pobreza terrena. Las obras de apostolado, de caridad, dependen de la generosidad del pueblo. No de los sacerdotes, que a veces ni se acuerdan de anunciar una colecta. Sería interesante difundir más lo que se recauda y las obras que se realizan con lo recaudado, por ej. en la colecta Más por Menos. Porque hay diócesis muy necesitadas que dan más, per cápita, que las diócesis de regiones prósperas. Dice bien el Papa que el testimonio misionero de una Iglesia desprendida de los intereses del mundo es más claro. Vuelvo por mi parte al ej. de los diócesis más necesitadas, como Añatuya, que tiene un fuerte impulso misionero. La realidad es distinta, cuando los sacerdotes están preocupados por la ambición de poder, por los cargos, los honores. Y hasta por publicitarse a sí mismos.
Por supuesto que sin Cristo no podemos hacer nada. Y la importancia de la savia vital, como dice el Papa, de la Eucaristía. (cf.Jn.15, 5) De su centralidad en la vida cristiana.
Muchos cristianos estamos deseosos, por amor, de una renovación de la Iglesia.
Gracias.
Prof.María Teresa Rearte
This is a really intlelignet way to answer the question.