La forma de vida del cristiano se propone pero no se impone, se nutre de valores y adopta conductas generadoras de una cultura distinta.¿Qué nos está pasando? El mensaje de la Iglesia no llega al hombre de la ciudad, aparentemente más preocupada por responder a la pregunta acerca de cómo debe ser la sociedad que por cómo debe ser el hombre de nuestro tiempo. Necesitamos encender la imaginación de nuestros contemporáneos con una propuesta cristiana no meramente crítica o que se adapta a los cambios, sino radical, desde el compromiso de vida personal. Jesús vino a llamar al hombre a la santidad. A elegir el camino angosto que lleva a la Vida. Pablo VI lo vio con claridad: “El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para con los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de nosotros mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo” (Evangelii nuntiandi, 76). Tenemos que encender el fuego del Espíritu en nuestros corazones.
El camino de la Iglesia no ha de ser el de las palabras sino el de la ejemplaridad de vida de cada uno de sus miembros. Pero en el mundo de hoy, ser testigo de Cristo requiere asumir con heroicidad los múltiples desafíos que la cultura contemporánea nos plantea a cada momento. Hay martirios de sangre, pero hay también hoy una nueva forma de testimonio: la de quienes no aceptan las pautas “políticamente correctas” que su sociedad les propone, y están prontos a padecer discriminaciones con tal de preservar su identidad y coherencia de vida. ¿Por qué vivir así implica un martirio? Porque significa aceptar ser tratado como un tonto no emancipado de mitos antiguos. Y todos sabemos lo doloroso que es vivir incomprendido y desaprobado.
Existen razones suficientes para pensar que la cultura secularizada, por no decir pagana, que nos rodea, está socavando los usos y costumbres heredados de la primera evangelización, erosionando seriamente la fidelidad de los cristianos al mensaje de Jesús.
Los cristianos debemos aprender en nuestro tiempo a ser “mártires culturales”. Para ello debemos evitar caer en dos situaciones que espontáneamente se nos presentan. La primera es la actitud “reaccionaria”, que pretendería restaurar un pasado presuntamente más cristiano que el presente.
La segunda es bendecir toda novedad cultural, “cristianizándola” con un barniz superficial. Vincular la fe con la cultura actual de un modo positivo exige un trabajo permanente de discernimiento, en el que asumimos todo lo verdadero, bueno y bello, pero rechazamos lo que contradice la dignidad de la vida a que hemos sido llamados. El varón y la mujer cristianos necesitan un código actualizado de vida para estar en el mundo sin ser de él. Sin grandes sofisticaciones, deben encontrar el modo de santificarse en la trama de la cotidianeidad siendo fieles a la voluntad de Dios. Para ello hay que volver a lo básico, no tanto en materia de conocimientos cuanto de conductas. Estar menos preocupados por denunciar las estructuras de pecado, y más ocupados en ofrecer estructuras ejemplares de santidad que verifiquen en la práctica que la Iglesia es “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen gentium, 1). En otras palabras, la Iglesia debe hacer un profundo examen de conciencia y reconocer la debilidad moral y espiritual actual de sus miembros. Se trata, con mucha paciencia y humildad, en el silencio y la abnegación, de reconstruir desde la persona y la familia el tejido comunitario.
La Iglesia debe aceptar con alegría que, si vive radicalmente su misión, será un signo de contradicción como su Maestro y Señor. No porque busque competir con los poderes de este mundo en el control de la sociedad, sino porque la fe hecha vida se transforma en cultura, y ofrece, sin proponérselo, una alternativa contracultural. ¿Por qué “alternativa”?
Porque el cristianismo no es una ideología sino una forma de vida derivada del seguimiento de Jesucristo; la vida del hombre nuevo en el Espíritu tal como la describe san Pablo. Forma de vida estable, y no mera protesta. ¿Por qué “contracultural”?
Porque esa forma de vida, que se propone pero no se impone, se nutre de valores y adopta conductas generadoras de una cultura distinta a la prevaleciente. La santidad de vida verificada en personas de carne y hueso constituye, de por sí, un acontecimiento trascendente de cultura. Los santos han sido, son y serán grandes creadores de cultura.
Pero, y esto es esencial, no sólo los canonizados, sino los innumerables discípulos de Cristo que siguieron y siguen fielmente a su Maestro en el compromiso cotidiano, renunciando a vivir para ser vistos por los hombres, pero viviendo luminosamente en la presencia de Dios.
¿Por dónde pasa hoy el encuentro entre fe y cultura? La respuesta no es sencilla, pero la pregunta es crucial. Para que haya encuentro es necesaria la fe. No simplemente fe proclamada y dicha, sino fe enamorada y vivida, que implica un compromiso personal con Cristo muerto y resucitado. La antropología cristiana es optimista pero no ingenua.
Nuestra vida es un combate espiritual, porque estamos siempre acechados por la tentación del maligno. El pecado y la conversión forman parte estructural de nuestra existencia, y muchas veces nuestra fragilidad nos desanima. Pero el optimismo brota porque, como dice san Pablo, donde abundó el pecado sobreabunda la gracia. Por eso él se gloriaba en su debilidad.
Llegados aquí, es probable que nos ocurra hoy lo mismo que a Pablo en Atenas: nos prodigarán una sonrisa, y nos dirán “Sobre eso te oiremos otro día”. Pero Cristo muerto y resucitado, luz del mundo, camino, verdad y vida, es el punto de partida de nuestro encuentro y la razón de nuestra esperanza. Callarnos buscando un mínimo común denominador es abortar de entrada el encuentro, porque la fe no es un sobreañadido a nuestra comprensión del mundo, sino aquello que da sentido y valor a nuestra existencia.
Si el encuentro entre fe y cultura pasa, a nuestro juicio, ante todo por la santidad, no es porque la santidad sea una perfección moral alcanzada por el hombre mediante su propio esfuerzo, sino porque es la vida divina –amor– derramada en nuestros corazones por el Espíritu. Si esa vida divina no se manifiesta, no es reconocible porque no está presente, entonces el dialogante cristiano pierde credibilidad y no es considerado un interlocutor válido. “Ante todo” no significa, sin embargo, “exclusivamente”.
Desde los orígenes del cristianismo el encuentro de fe y cultura pasó también por una multitud de otras mediaciones racionales suscitadas por la luz natural iluminada por la fe. La opción por la prioridad de la santidad está muy lejos del oscurantismo antiintelectual. Santidad, ejemplaridad, testimonio, signo de contradicción, alternativa contracultural, encuentro: algunas de las respuestas que los cristianos podemos dar a los desafíos que nos plantea la cultura urbana de nuestro tiempo.
11 Readers Commented
Join discussionEstimado Padre Braun,
Dice Ud. que la forma de vida del cristiano se propone pero no se impone, se nutre de valores y adopta conductas generadoras de una cultura distinta.
Días atrás el Presidente de Aciera, federación de las Iglesias Evangélicas, Pastor Ruben Proietti , sostenía que «porque creemos que el evangelio y su Verdad no se imponen, sino que se ofrecen como la mejor opción de vida» al hablar del tema de los símbolos religiosos.
Seguramente católicos y evangélicos no coincidimos en el tema de los símbolos – como en algunos otros – pero son temas secundarios ante un Humanismo secular ateo, explícito y militante que esta cambiado la base de toda la sociedad: una sociedad sin Evangelio, sin Cristo, sin Fe, sin Esperanza, sin revelación. Como Ud. bien dice la Iglesia de Jesucristo no debe ser ni reaccionaria ni abarcativa de ese secularismo sino debe cumplir su Misión.
Dios le bendiga
Dr. RICARDO DOCAMPO
Extraordinario el artículo.
Harto de este negativismo que vivimos los cristianos -con relación a la cultura y tiempos actuales-, que menoscaba nuestra alegría, afecta nuestra fe y la esperanza, y lesiona la caridad con los demás; llena el alma de serenidad y alegría reflexionar sobre la posibilidad de lograr cambios, cambiando nosotros.
Aparece ante nuestros ojos y ante nuestro espíritu, como una tarea imposible modificar la actualidad; pero está al alcance de nuestra mano trabajar nuestro interior, y desde allí volcarlo a lo que nos rodea.
Buenísima reflexión para darnos cuenta del valor de seguir actuando en el silencio fecundo del espíritu; para que el Espíritu nos de la fortaleza y la alegría que necesitamos, para no desistir. o simplemente para no cansarnos.
Estoy en desacuerdo. No sé si Jesus nos llamó a la Santidad, creo que no. En todo caso Jesús nos llamó a ser mejores, lo que no quiere decir perfectos. El hombre es un manojo de miseria y virtud o virtud y miseria, en ello radica nuestra debilidad y creo que no debe confundirse la miseria con el maligno. La miseria está en la esencia de la vida como lo está la virtud.
Más que acechados «…por la tentación del maligno…» estamos acechados por nuestra debilidad; por eso la educación debe apuntar a fortalecer valores y virtudes o mejor dicho el buen uso de las virtudes, porque también puede ser una tentación abusar del ejercicio virtuoso.
Los católicos nos debemos una respuesta ¿cómo debe ser el hombre de nuestro tiempo? El hombre de hoy no debe ser como el hombre de hace dos mil, mil quinientos o 50 años, el hombre de hoy vive en la sociedad de hoy, que es una sociedad líquida, relativa porque carecemos de buenas preguntas y de mejores respuestas.
Mi latiguillo es la cuestión de la «sexualidad», cuestión no resuelta y menos entendida por la Iglesia. La sexualidad es un «don» o una «virtud» que nos fue dada para que la usemos rectamente y el uso recto de la sexualidad se puede dar y de hecho se da fuera del matrimonio.
Por alguna razon la mujer no es fértil todos los días sino durante el tiempo de ovulación. Hay un lapso durante el cual la «sexualdiad» expresa amor sin implicar paternidad alguna. No todas las personas que tienen el don de la sexualidad tienen vocación para ser padres y hay personas que pueden tener esa vocación sin tener la capacidad reproductiva.
La sexualidad no es pecaminosa, puede serlo pero en aquellos casos en que por lo menos una de las partes solo da rienda suelta a su deseo.La sexualidad tiene que ser una expresión de amor, que bien puede ser circunstancial, no estamos obligados al «amor vitalicio», porque en ese caso dejariamos de ser hombres.
Si la vida es finita todo su contenido también lo es y la ejemplaridad del católico debe ser esencialmente no como modelo de santidad sino la de demostrar que sabe asumir sus defectos, errores y miserias como también sus virtudes y esperar el juicio final sabiendo que hay que arrepentirse del inevitable mal y saber compartarse en el bien.
Agrego que soy divorciado, me confieso católico, y gracias a Dios pude rehacer mi vida, merezco ser castigado o ser considerado un católico con restricciones…
Hoy somos llamados a una » Nueva Evangelización», es decir, a algo diferente, a una verdadera «contracultura».Todos sabemos que «evangelizar», significa no solo amar el Evangelio sino sobre todo «comunicar ese amor», y si la Iglesia nos llama a una «Nueva Evangelización», ese llamado implica que la forma tradicional de «comunicar»ese amor, no es adecuada a la realidad de nuestros tiempos, que se resquiere una «nueva estrategia»para que esa comunicación sea tal, es decir, que no esté asociada a la dominación, ni a la persuación, ni menos al control, sino a una real práctica de la comunicación, a una ecología de la comunicación.
LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO ESTÁ VIVIENDO ACTUALMENTE PERSECUCIÓN POR LA GRAN APOSTASÍA.
HAY QUE CONOCER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS.
ACTUALMENTE HAY UN CONTRASTE ENTRE LA OCULTA LUCHA SUBVERSIVA CONTRA LOS VALORES CRISTIANOS Y LA NULA PREDICACIÓN PARA LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS.
LA PERMANENTE LUCHA ENTRE EL BIEN Y EL MAL, ACTUALMENTE NO ES IGUAL AL COMBATE AL PRINCIPIO DEL CRISTIANISMO QUE BROTABA PUJANTE RODEADO DE LA DECADENTE CULTURA PAGANA.
ACTUALMENTE INVADE A LA FAMILIA UN CLIMA SIN RESPETO Y OBEDIENCIA A DIOS, QUE CONTRIBUYE A RELEGAR LAS TAN NECESARIAS VOCACIONES AL SACERDOCIO Y RELIGIOSAS A UN DESCENSO EN NÚMERO ALARMANTE. SI NO HAY VOCACIONES RELIGIOSAS EN LAS FAMILIAS ES DEBIDO A QUE ESTAS NO VIVEN EL CRISTIANISMO.
POR OTRA PARTE EL ESPÍRITU SANTO HACE SURGIR ACÁ Y ALLÁ MOVIMIENTOS Y GRUPOS DE ORACIÓN, QUE SON UN ESTÍMULO QUE CONTRIBUYE A RENOVAR LA VIVENCIA DE LA VIDA CRISTIANA Y AUN LA CONSTATABLE ASISTENCIA Y COLABORACIÓN EN LAS PARROQUIAS DONDE SON ACEPTADOS POR SUS PASTORES LOCALES. PERO ES INNEGABLE QUE EL MAL PERMANECE Y TRABAJA EN LO PROFUNDO DE LA SOCIEDAD EN DIRECCIÓN TENDENTE A LA DESCRISTIANIZACIÓN DE CONTINENTES ENTEROS EN OTRO TIEMPO GANADOS PARA EL EVANGELIO.
Coincido totalmente con Braun en la necesidad de encarar nuestras relaciones con un mundo que ha dado la espalda a los principios cristianos con base en un planteo de «contracultura», ya que como muchos comentaristas bíblicos han considerado tal parece ser el sentido de las enseñanzas transmitidas en el Sermón del Monte. Por ejemplo, las palabras de Jesús «oyeron que fue dicho, pero yo les digo» presentes en seis casos (el del homicidio, el del adulterio, el del divorcio, el del juramento, el de la ley del talión y el referente al amor a los enemigos) donde el Maestro contrapone la religiosidad superficial del legalismo a la vivencia profunda de vivir de acuerdo con la intencionalidad última de los mandatos de Dios, constituyen un ejemplo de «contracultura» en el sentido de oponerse a un molde cultural predominante, el de la interpretación habitual de la Ley mosaica por parte de los líderes religiosos judíos. Una interpretación que el Cristo consideró equivocada e incompleta, razón por la cual transmitió una manera más precisa y exacta de interpretar la voluntad de Dios. Conforme escribo en mi libro «Jesús, el Maestro de maestros»: «De acuerdo con el evangelio según Mateo, Jesús les hizo ver a sus discípulos que su intención era enseñarles una justicia superior: ‘les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos’ (Mateo 5:20, ‘Dios Habla Hoy’)». Algo que podemos relacionar con la exhortación del apóstol Pablo cuando dice: «No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Romanos 12:2, «El libro de la nueva alianza»).
Raúl Ernesto rocha Gutiérrez
Doctor en Teología
Magíster en Ciencias Sociales.
Licenciado y Profesor en Letras
El artículo propone una temática más fuerte que la que contiene…. Conociendo al P. Braun es lógico que asi sea…. El deja que nosotros vayamos más alla !!! Yo diría, copiando la frase de un amigo, que la cosa pasa por «bautizar la normalidad»….
Que alegría leer y releer al Padre Braun y en Criterio, tanto tiempo a su cargo y con qué eficiencia, siempre sus consideraciones son bienvenidas y como siempre iluminan el camino, ademas sirve hoy para preguntarme cuando en la vida del cristianismo no nadó contra la corriente? siempre el cristiano ha sido minoría y como ahora mal vista por muchos, recordar que todo comenzó con 12 frente al mundo. El camino que nos marca Rafael Braun, marcado como él dice por Pablo VI e iniciado por Jesucristo es convirtamosnos y disfrutemos de nuestro cristianismo y recordemos que antiguamente la sociedad reconocía a las comunidades cristianas, por el amor entre ellos y con el prójimo Creo vale la pena intentarlo hoy
Señor Director:
Totalmente de acuerdo con que los católicos “debemos preocuparnos no tanto por denunciar estructuras de pecado, como por ofrecer otras que sean ejemplares de santidad”. Nuestra conducta debe ser acorde con el primer mensaje de Jesucristo: “convertirnos y creer en el Evangelio”. La cuestión es doble: por una parte, la conversión personal, que requiere pensar, hablar y actuar como quien tiene un tesoro escondido que ha de custodiar celosamente. El cristiano, en efecto, tiene una forma particular de ser, de caminar, de vestirse, de comer, de divertirse, de reunirse en familia, de trabajar, de ahorrar, de invertir, de gastar, de vacacionar; y en eso debemos brillar porque somos portadores de la luz de Cristo. A eso cabe agregar, y no es menos importante, la conversión de las estructuras de la Iglesia como Institución. En ese sentido cabe entonces considerar qué cambios se requieren en la regulación de la vida clerical, de las asociaciones, de las congregaciones e institutos seculares, de los medios que se utilizan para llegar a los que han perdido la fe, a los que nunca la tuvieron, a los que viven como si no la tuvieran, que es la mayoría de las personas que nos rodean. No es cuestión de cambiar lo que no se puede ni se debe cambiar, sino de hacer de la Iglesia lo que Cristo espera de ella. Para todo eso estamos obligados desde el Papa hasta el último bautizado.
ÁNGEL HUGO GUERRIERO.
Querido Padre RAFAEL BRAUN: Coincido plenamente con el contenido y el sentido del artículo. Aparte creo que lo escrito acerca de la santidad resulta convincente porque está respaldada por su propio testimonio de vida. Ejemplo y estímulo a seguir siempre. Atte; Dr. Daniel Roggero