Pareciera que sólo lo que entra y sale por la puerta giratoria del éxito tiene visibilidad. Desvalorización, bloqueos y miedos profundos suelen ser la contracara de este modelo. La búsqueda silenciosa y creativa nos devuelve el gusto por la vida.
“Quienes despiertan se convierten en la inquietud punzante de quienes aún duermen.” Wilhelm Reich
Todas las personas que no comprenden la vida piensan que la realidad está conformada sólo de éxitos; no logran discernir que esa realidad se inventa y se produce sin cesar según la matriz de inteligibilidad imperante en cada época histórica.1 Los mandatos de triunfar, vencer, ganar, dominar, conquistar, son hitos estratégicos que hacen posible el relato perfecto de la gran ilusión de nuestra época llamada éxito.
Y el éxito es otra de las tantas formas de soberanías sometidas de nuestra cultura. No todo lo que importa son las grandes avenidas por las que anhela transitar la mayoría; en los destinos menos gloriosos suele haber una luz muy distinta de la que imponen los mandatos sociales. En el revés oculto de lo que nuestra sociedad hace visible y manifiesto, habitan verdades silenciadas que, siempre inquietas, emergen y van agrietando el discurso hegemónico que controla y moldea nuestras vidas. La sociedad no es una cosa abstracta, es lo que somos cada uno; sus defectos y sus cualidades son exactamente los nuestros.
Muchos viven como sonámbulos, cerrando los ojos en este vértigo de exitismo sin jamás saber lo que se hace; muchos otros transitan su vida con indignación silenciosa y muchos más aún viven sumergidos en la diaria y permanente adaptación resignada a una realidad no elegida. Y nuestros corazones, desamparados y ansiosos, se protegen con mil capas: envolturas de miedo, envolturas de piedra.
La prisión es seguir un destino que no es el propio; la carencia de libertad interior y autenticidad obliga a vivir detrás de las máscaras. ¿Cómo conocer a las personas detrás de las máscaras? Cuando las paredes que nos mantuvieron prisioneros se desmoronan, irrumpen las crisis, los temidos momentos vitales que son, precisamente, los que nos permiten despertar, abrir lo ojos y darnos cuenta de los disfraces que llevamos puestos.
El imperio del éxito
Ni con la mejor buena voluntad podemos liberarnos de ciertos modelos que tempranamente aprendimos si no nos permitimos sentir y advertir cuánto y cómo nuestros sufrimientos se relacionan, en gran parte, con semejante amoldamiento. La madurez implica reflexión crítica, que siempre nos impulsará a preguntarnos por qué y cómo vivimos lo que vivimos.
El imperio del éxito es nuestro nuevo ideal regulatorio y, como todo ideal, es un espejo que sólo puede reflejar lo grandioso, lo extraordinario, lo perfecto, lo que provoca orgullo y admiración.2 El éxito que exige admiración y grandiosidad nada tiene que ver con la búsqueda creativa y silenciosa, con la cual una minoría sensata transita senderos propios.
El individuo exitoso que fabrica esta cultura es admirado en todas partes y necesita de la admiración a tal punto de no poder vivir sin ella, y nunca está realmente libre porque depende compulsivamente del reconocimiento de los otros. Bajo estrés permanente despliega atributos, funciones y rendimientos que pueden fallar de improviso. Este estado de fascinación y grandiosidad se derrumba cuando la fuente de éxitos externos, de pronto, se agota.
El grandioso vive de la ilusión del éxito y la depresión –su reverso– es la sombra que acecha a través de una profunda desvalorización, bloqueos y miedos. Una persona sana no necesita hacer nada para producir tal o cual efecto –no tiene que esforzarse para producir admiración– ya que, con toda tranquilidad puede permitirse ser como es.
En la imagen especular e idealizada del éxito, ni el grandioso ni aquellos que sucumben en el intento –a quienes la sociedad, cruelmente, rotula como fracasados– pueden amarse realmente. Es inútil recibir la aceptación de los demás si nosotros mismos no nos permitimos la autoaceptación de lo que somos, integrando aquellos aspectos que nos resultan incómodos e inadecuados y que preferiríamos evitar: impotencia, debilidad, vergüenza, confusión, dolor; todo lo que nos humaniza y nos libera de la tiranía del éxito y del fracaso.
¿Existe el fracaso?
Cuántos charlatanes hay, contrabandistas de sí mismos que sólo ofrecen soluciones convencionales y utilitarias. Desde autores de best-seller y libros de autoayuda que se multiplican como “los panes y los peces” –pero que no nutren–, hasta de ciertos discursos academicistas, voceros de esta cultura exitista, que de forma arbitraria y hábilmente autoritaria intentan enjaular el alma y nos dicen cómo tenemos que ser, sentir, comportarnos, percibir y relacionarnos. ¿Para qué? Para pertenecer a un sistema de privilegios y exclusiones, donde no hay lugar para todos y mucho menos para los débiles, los pequeños, los diferentes.3 Devorados por la incertidumbre y la ansiedad de obtener meros resultados, consumamos mentiras y falsedades con la esperanza ciega de serenar nuestro corazón inquieto que sólo busca verdad. Para un ser abierto y maduro no existe el éxito ni el fracaso; sólo hay camino, sólo hay aprendizaje y la libertad de ser fiel a sí mismo. “Tenemos que respetar nuestra debilidad, son lágrimas suaves de una tristeza legítima a la que tenemos derecho. Todos aquellos que hicieron grandes cosas, las hicieron para superar una dificultad, un callejón sin salida”, escribió Clarice Lispector.
Cuánto miedo a equivocarnos, a explorar y a descubrir lo nuevo; muchos de los bloqueos psicológicos –cuyo fundamento siempre es el miedo– son el correlato de mandatos y exigencias desmedidas con tal de garantizar el supuesto éxito y evitar el supuesto fracaso.
También hay seres que no sacrifican su verdad y no aceptan el molde en el que nos modelan a todos: eligen vivir una vida propia, lejos del mutuo deslumbramiento narcisista y en busca del verdadero encuentro. La libertad de vivir los propios procesos nos otorga singularidad y creatividad. Pero en una cultura de globalización en la que, cada vez más, el individuo es serializado, todo proceso de singularización tiende a ser aplastado o cooptado por los espacios de poder. No se trata de defendernos sino de afirmarnos y no sólo en lo que concierne a la identidad sino también a la capacidad creativa que todo ser humano alberga.
El gusto por la vida
Muchas veces, vivir es un riesgo; el riesgo de perderse pero también la alegría primordial de hallarse en el misterioso camino de la vida. Cuando nos equivocamos, el error nos sacude de nuestra comodidad, nos expulsa de lo que conocemos y entendemos y nos abre por casualidad una puerta salvadora. Pero cuando se vive bajo la presión constante del exitismo, cuando lo único que importa es la apariencia y la imagen exterior de logros y resultados –no importa cómo se alcancen–, ¿qué queda del aprendizaje interior, con sus nuevas y hondas comprensiones?
Todo lo que desconocemos, casi siempre, es nuestra mayor y mejor parte, es nuestra amplitud. Cuando nos encontramos con los aspectos más profundos y silenciosos de nuestro ser, otros sentimientos, otros dolores esculpen una vida y otras alegrías la iluminan. “En los breves instantes en que percibimos con lucidez que las circunstancias externas de nuestra existencia cuentan menos que la riqueza interna de nuestra alma, nos sentimos a salvo”, afirma Marguerite Yourcenar.
La dependencia colectiva reduce y sofoca este espacio interior tan esencial; produce un alto nivel de estrés y un miedo capaz de inmovilizar. Centrarse en las propias raíces y liberarse de tanto condicionamiento externo nos devuelve la dignidad, la autonomía y la libertad necesarias para recuperar el gusto por la vida.
1. La matriz de inteligibilidad constituye la manera en que son leídos y comprendidos los modos de existencia de los seres humanos en una época y espacio determinados.
2. Un ideal regulatorio es aquel que perseguimos y cumplimos y que, a su vez, disciplina y regula nuestras conductas sin que siquiera lo advirtamos.
3. Son una suerte de discursos filosóficos adaptados a los magazines de moda; con un hálito de sanidad mental o bienaventuranza existencial tan artificial como el consumismo que los sustenta.
9 Readers Commented
Join discussionEXCELENTES REFLEXIONES.
Me parece que, por supuesto, ese desmesurado temor al fracaso, es la causa del «silencio indignante».
Pero, cómo adquirir esa matriz de inteligibilidad….que conduzca la experiencia humana de vivir, a la plenitud del individuo en perfecta unidad y armonía con lo colectivo…?
El imago individual y colectivo…como una verdad existencial UNIFICADA.
Lic. Ángela Sannuti:
El gusto por la vida…
Soy director de una pequeña radio-revista trimestral, de perfil humano-religiosa, que sale al aire traducidas en varias lenguas locales, pertenecientes varias de ellas a tribus autoctonas de nuestra región.
Por lo general comentamos temas interesantes, desde lo personal y humano, que interesan a nuestros suscrptores y audiencia radial.
Les escribimos porque en reunión de administración de la revista nos llegó vuestro comentario… sobre todo por realidades que se condensan en el subtitulado que repetimos al inicio; generando diversas propuestas e interrogantes de vida, muchos de ellos encarnados en la vida diaria.
Luego de leerlo por radio, recibimos un comentario de un médico, que nos decía:
¿»Como hacer a seguir viviendo sin mi cariño (al parecer su querer), ya que la he dejado en la ciudad, no me ha querido seguirme, pues me encuentro asistiendo a chicos enfermos en una misión cristiana, siendome dificil a vivir sin ella»?…¿ cómo hacer a ir adelante?.
Confesamos que nos ha sido dificultoso, desde lo vivencial, a dar una devolución desde la vida; es por ello que nos remitimos al origen de la cuestión.
Felicitaciones.
Héctor Ríos.
Pienso que una de las razones por las que el ser humano contemporáneo se aferra más al exitismo, esa tendencia a buscar el éxito a toda costa, sin esfuerzo y sin tomar en cuenta al prójimo, se debe a no comprender la gran paradoja planteada por Jesús a quienes queremos ser sus discípulos: «el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará» (Mateo 16:25, «El libro de la nueva alianza»). Conforme nuestra sociedad viva realmente según los principios de la fe cristiana que se desprenden de las enseñanzas del Hijo de Dios, o sea que esté integrada por personas que no sean cristianas sólo de nombre, sino que hayan nacido de nuevo mediante la obra poderosa del Espíritu Santo (Juan 3:3 y 5, 2ª Corintios 5:17), vamos a tener menos miedo al fracaso y, todo lo contrario, vamos a creer que al vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2), lograremos el éxito verdadero.
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
Doctor en Teología
Magíster en Ciencias Sociales
Licenciado y Profesor en Letras.
Este artículo es una exacta descripción de cómo fui educado. Pude destruir todas las barreras que me separaban de la realidad gracias a que encontré un Ideal de amor en el que todos somos iguales e imperfectos y que el éxito es un invento del ego. Lo único que existe son las consecuencias de nuestros actos de amor, incluyendo los fracasos asumidos como lecciones de vida.
Luis
Leí esta nota y experimenté la enorme y renovada necesidad de seguir siempre inspirándome en la sabiduría del evangelio, en particular en esta ocasión tal como está expresada en el mensaje de las bienaventuranzas. (Mt 5, 1-12)
Gracias por proponer motivos para pensar.
Prof. María Teresa Rearte
Víctor Fankl expresaba que existen dos líneas,la horizontal cuyos extremos son el éxito y el fracaso y la vertical cuyos polos son el sentido y la nada. El éxito sin sentido conduce a la nada existencial , el auténtico fracaso de una vida humana. Algunos «fracasos» están plenos de sentido como lo atestiguan la vida de santos y héroes anónimos que trabajan, aman y sufren para dejar amor y esperanza a otros.
La deshumanización de esta época y la tristeza profunda en medio de los ruidos t las luces artificiales es habernos quedado sólo con la línea horizontal de la existencia. Olvidándonos de la línea vertical hemos arrojado la cruz y con ella la plenitud de la vida
Angela, oí el programa de radio maría de hoy, y quisiera encontrar algo tuyo sobre la relación de las heridas con la obesidad y cómo tratarlo.
UNa de mis hijas tiene 14 años y una ansiedad impresionante y cada día engorda más y mi hijo de 7 años, tiene TGD y mucha agresivdiad. Sé que tiene que ver con heridas ntras e inmadurez de nosotros, los padres,pero hoy que nos damos cuenta, qué hacemos.
Escuche hoy en Radio Maria a la psicologa Angela Sannuti, excelente de explicar y expresar todo lo que hablo !!!
DESEO LLEGAR A VER EL VIDEO DE LA PSICOLOGA ANGELA SANNUTI SOBRE EL MIEDO EMITIDO EN RADIO MARIA. AGRADECERIA INMENSAMENTE PARA DIFUNDIRLO. MUCHAS GRACIAS