El periodismo y la política no pueden desentenderse de los grandes cambios que generan la permanente aparición y descarte de las nuevas tecnologías vinculadas a la comunicación. Usos y desafíos.La invención de la imprenta en el siglo XV modificó sustancialmente la manera de comunicarnos. Desde entonces, toda nueva tecnología vinculada a la transmisión y reproducción de ideas e imágenes cambió –y aún continúa haciéndolo– la manera de informarnos.
Si el siglo XX fue el reinado de los medios audiovisuales (radio, cine, televisión) y de la gran difusión de los diarios, pareciera que el actual estará signado por la comunicación vía internet. La “red”, como se la llama usualmente, es un producto reciente. Quizá su subproducto más usado haya sido el correo electrónico, que luego derivó en infinidad de nuevas alternativas de comunicación. Hoy, palabras como “blog”, “bloggeros”, “facebook”, “twitter”, “mail”, “googlear”, “youtube”, “chat”, “chatear” o la infaltable “wikipedia” –entre muchísimas otras– son parte del vocabulario de cualquier persona, especialmente si es menor de 30 años.
A estas nuevas modalidades deberá agregársele la telefonía celular, vale decir, la persona y su teléfono son uno. Pese a haber comenzado como un “teléfono móvil” en la década de 1990 (al menos en la Argentina), con el paso del tiempo y fruto del avance de la tecnología, se transformó en teléfono/ Internet/personal computer/ cámara fotográfica/ filmadora móvil. No son otra cosa que nuevos medios para comunicarnos, pero que están provocando cambios profundos en las maneras de interactuar. En este contexto, queremos detenernos ahora en dos ámbitos concretos: el periodismo y la política, e intentar circunscribirlos a nuestro país. La prensa escrita tuvo su auge cuando los grandes diarios del mundo comenzaron a ganar influencia en la opinión pública. En la mayoría de los pasos, tal autoridad estuvo vinculada al grado de independencia del poder político y económico que el medio podía acreditar, así como la seriedad y solvencia de su información e investigación. Si los ciudadanos son quienes delegan el poder en personas para que gobiernen los destinos de una nación, en el marco de reglas de transparencia (de allí “res publica”, o cosa pública), la necesidad de una prensa independiente, que ponga luz sobre los actos tanto de gobierno como de la sociedad civil, resulta una columna vertebral del sistema.
Si bien existían limitadas maneras de participar (concurriendo a un programa de televisión, llamando por teléfono a una radio o escribiendo una carta de lectores), el consumidor de medios parecía ubicarse en un rol pasivo, de oyente/receptor. La televisión y la radio, como signos diferenciadores de la prensa escrita, pudieron apelar a otras fibras de la persona, como las emociones y la sensibilidad, propias del efecto de ver y oir a los protagonistas.
Internet pareciera ir un paso más allá: permite no sólo la postura de consumidor de contenidos sino que también de algún modo horizontaliza los vínculos, permitiendo que todos puedan ser emisores y receptores de noticias, opiniones u otros mensajes audiovisuales. El fenómeno de youtube, por ejemplo, admite sin discriminación ni control a quien quiera mostrar habilidades artísticas, deportivas, sociales o lo que fuera. En el campo de la información, el periodismo se ve afectado por la opinión inmediata, sin mediación alguna, de sus consumidores. Basta con las páginas de internet de los diarios para observar los comentarios de quienes, con muy poco tamiz, reaccionan a las noticias.
La política y los políticos deben operar en este nuevo universo. Quien entiende de estas realidades, se posiciona mejor en la competencia política. Valgan algunos ejemplos: Franklin D. Roosevelt ideó sus famosas “charlas frente a la chimenea”, que no eran otra cosa que un Presidente hablando por radio al país, sin mediación alguna (un gesto que hoy repite a su manera el venezolano Hugo Chávez en Aló Presidente). Es ilustrativa la anécdota de John F. Kennedy en el primer debate televisado para las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, en el que se presentó de manera atildada, maquillado y demostrando un gran manejo de la cámara frente a su oponente, Richard Nixon, quien apareció desaliñado, con mala postura y pálido. El luego Presidente interpretó lo que significaba la televisión, y es probable –aunque difícil de comprobar– que haya sido un importante empujón en su camino a la Casa Blanca. Finalmente, el manejo de Barack Obama y su equipo de las redes sociales, agregó a su campaña el plus necesario para hacerse con la victoria.
Entonces, la política y los medios no pueden ignorarse y deben convivir. Lo que resulta desafiante es la manera en que el debate político se manifiesta a través de las nuevas tecnologías. Difícil pensar que pueda articularse un intercambio de ideas serio sobre, por ejemplo, la manera de combatir la inflación, mediante la dialéctica de twitter expresada en 140 caracteres (este último párrafo, por caso, tiene 373 caracteres).
Por otra parte, la participación en la arena cibernética genera consecuencias que parecen estar esbozándose, pero resultan difíciles de medir en su impacto. En primer lugar, la tendencia pareciera ser la inmediatez de la reacción, lo que significa un marcado predominio de la pasión y el sentimiento por sobre la racionalidad. En segundo lugar, el lenguaje sufre una degradación y simplificación en pos de reaccionar y sostener lo que el receptor/reactor “siente”.
Las relaciones humanas, claro está, son de una enorme complejidad. La posibilidad de expresarse de inmediato, con la sensación de que el mensaje podría ser receptado por millones de personas, parece ser más fuerte que la necesidad de pensar, meditar y moderarse. La vieja frase “Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras” ahora se confirma exponencialmente, con los riesgos que ello comporta. Hoy la política y el periodismo lentamente quedan atados a los teclados, los teléfonos, smart phones y demás dispositivos tecnológicos, para bien y para mal. En esta coyuntura, el periodismo muta y la tecnología otorga nuevas herramientas a la política. Si quienes detentan el poder tienen pocos escrúpulos y apego lábil a ciertas reglas de la información, pueden utilizar esta inconmensurable red de comunicación en beneficio propio, con el agravante de que su financiamiento, en general, proviene de las arcas públicas.
En este caso, hay que hablar de propaganda y no de periodismo. La propaganda, aunque se disfrace de periodismo, está ajena a las regulaciones propias de la publicidad y del comercio. Por el poder, se olvidan principios como el cotejo de información, y se recurre a la mentira y la manipulación a través de la edición descarada de noticias, la segmentación o el ocultamiento.
En este siglo el periodismo y la política navegan aguas turbulentas. Se trata de un fenómeno que no puede desconocerse ni evitarse. Como toda cosa nueva, es también normal que genere rechazos, incomodidades y aprensión. El gran cambio de época tiene que ver con el cambio mismo: la continua y permanente aparición y descarte de tecnologías. El gigantesco esfuerzo de la política, el periodismo y la opinión pública estará en que prevalezca la moderación, el juicio crítico y el debate de ideas y conductas. Al fin y al cabo, la persona es una combinación de razón y pasión, cuyo destino pareciera ser el equilibrio entre ambos.
2 Readers Commented
Join discussion«Twitear» es estar en vitrina, ser popular.. Y, sencillamente, las ganas de figurar y alcanzar el efímero pináculo de la popularidad hoy es una torpe necesidad entre los titulares de la política.
Pero nosotros los ciudadanos puros y simples y que somos sólo «amateurs» de la política, preferimos pensar más a fondo y escribir más targo que apenas 140 caracteres destinados para el aplauso de paso.
Sí, está bien que lo bueno, si breve , dos veces bueno… pero tampoco se trata de decir cualquier cosa y frente a cualquier tema, con tal de decirlo rápido. Es que creo que pensar y sopesar las palabras sigue siendo válido y se necesita tiempo y tranquilidad para ello..
Me parece un análisis serio e interesante de por dónde se camina en estos tiempos aunque sin saber muy bien en mi opinión adónde nos conducen estos medios