Con motivo de la muerte del casi centenario escritor Ernesto Sabato, autor polémico, la nota se detiene en el análisis de su primera y más admirada novela.La aparición de El túnel está aureolada por una historia de tinte romántico: Ernesto Sabato, doctor en ciencias físico-matemáticas, con instancias tan importantes de reconocimiento como la beca en el Instituto Curie o su trabajo en el M.I.T., abandonaba definitivamente la ciencia para dedicarse a la literatura.
Sabato explicaba los motivos de esa determinación: la ciencia “estaba conduciendo a la humanidad hacia la catástrofe más grande de toda su historia”, por lo que decidió su abandono, que “se hizo en forma de literatura”.
El conocido episodio imprime una marca sobre El túnel, que pasa a ser considerada no sólo como novela sino como el manifiesto de un hombre enfrentado a un dilema de elección vital, y se convierte en el punto de partida de una lectura que la presenta como la puesta en texto de la angustiosa opción entre lo racional y lo irracional: ciencia y arte como mundos opuestos.
En 1948 la novela fue publicada por la editorial Sur y tuvo una amplia y favorable recepción crítica. Es el primer paso que se prolongará con una larga serie de reediciones y traducciones en distintos idiomas, entre las que interesa señalar la que hizo en 1951 Gallimard, por recomendación de Albert Camus. No sorprende esta trayectoria ya que El túnel, al igual que otras novelas de la época, se inserta en el contexto mundial, y ahonda en la angustiosa situación del hombre de ese momento.
Páginas de confesión
Unos años antes que El túnel, en la misma década, aparecen dos novelas: El extranjero, de Camus (con la que reiteradamente se ha vinculado el texto de Sabato) y La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Las tres ponen de manifiesto, de distintas maneras, los conflictos de sus protagonistas con la sociedad inhumana en la que están inmersos. Si Mersault parece desconocer la inconformidad y, pasivamente, rehúsa el pacto social sin advertirlo, Pascual Duarte se presenta como el producto de la violencia en la que ha vivido, cercado por el horror y la miseria. El pintor Juan Pablo Castel es la imagen alienada del hombre de la gran ciudad; en su discurso obsesivo no menciona familia ni amigos, reitera su imposibilidad de relación y con el asesinato de María, su única interlocutora, corta la posibilidad de cualquier lazo social.
A pesar de su sufrimiento común, hay insoslayables diferencias entre estos personajes –Castel es un artista atravesado por un razonamiento implacable; Mersault, un oscuro empleado que se deja arrastrar por los acontecimientos; Pascual Duarte, un campesino semianalfabeto, convencido de que es el destino el que conduce su historia– pero otros vínculos vuelven a relacionarlos. Los tres son asesinos; los tres, en el encierro que sufren por sus crímenes, toman la palabra para dar su propia versión de los acontecimientos. Son sus voces las que relatan los distintos hechos que los condujeron a esa situación. Las palabras de Sabato con respecto a esta elección pueden aplicarse a las tres novelas: “Adopté la narración en primera persona después de muchos ensayos, porque era la única técnica que me permitía dar la sensación de la realidad externa tal como la vemos cotidianamente, desde un corazón y una cabeza, desde una subjetividad total”. En el relato desapasionado de Mersault, el reconocimiento de su culpabilidad se produce tardíamente, a medida que avanza el juicio. Pascual Duarte y Castel, en cambio, asumen su crimen desde el comienzo, y encuentran en la escritura una manera de dar cuenta de lo ocurrido. Pero mientras el primero, por medio de su confesión, busca el perdón de Dios y el posible alivio de la horrible historia que culmina con el asesinato de su madre, en el protagonista de El túnel alienta “la débil esperanza de que alguna persona llegue a entenderme. Aunque sea una sola persona”. Sin embargo, la imposibilidad de comunicación por la palabra, una constante a lo largo de toda la novela, se confirma en el final, con tres palabras que sellan la última oración: “muros, hermético, infierno”.
Novela de pasión y crimen
En Heterodoxia (1953), Sabato menciona la forma en que fue llegando a este relato: “Mi idea inicial era escribir un cuento, el relato de un pintor que se volvía loco al no poder comunicarse con nadie, ni siquiera con la mujer que parecía haberlo entendido a través de su pintura. Pero al seguir al personaje, me encontré con que se desviaba considerablemente de este tema metafísico para ‘descender’ a problemas casi triviales de sexo, celos y crímenes […] y el cuento que parecía destinado a ilustrar un problema metafísico se convierte en una novela de pasión y crimen”.
Además de esta declaración de su autor, El túnel reitera referencias al género policial y a la vez lo desmantela. En primer término, invirtiendo el orden clásico, da a conocer al asesino, para posteriormente hacer el relato de la historia. La minuciosa narración de la relación tortuosa entre María Iribarne y Castel va desentrañando el móvil del asesinato, que en las formas tradicionales del género es un asunto sin importancia. De todos modos, Sabato afirma: “Pero el género nació de la noble necesidad de racionalizar y asombrar, lo que lo impulsa a una constante renovación de recetas”.
El protagonista de El túnel inicia el texto con una declaración de identidad: “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”. En esta declaración está planteada la obra entera. El narrador es un asesino; la víctima es una mujer. En todo el texto se comprueba que, intelectualmente, maneja una actitud lúcida y suprarracionalista, en contraste con las enormes dificultades emocionales que manifiesta, más evidentes aún en sus relaciones con las mujeres. En el segundo encuentro con María, con “decisión viril” la toma de un brazo “casi con brutalidad y arrastrándola… como un río crecido que arrastra a una rama…”, le declara a gritos, “brutalmente”, que la necesita. En su relación se suman episodios que subrayan la personalidad violenta de Castel, alternados con otros en los que se considera a sí mismo “una basura, que no merecía su amor”.
Su encuentro con María –nombre cuyo contenido simbólico se ha señalado repetidamente– se produce a través de un cuadro, Maternidad; pese a la diferencia de edades, se comporta con ella “como si fuera un niño; como con mi madre, puse la cabeza sobre su regazo y así quedamos un tiempo quieto, sin transcurso, hecho de infancia y de muerte”. El asesinato, “último intento de apoderarse de ella” y único fin posible de su relación, también tiene una justificación infantil: “Me has dejado solo”. Y por eso clava “muchas veces el cuchillo en su pecho y en su vientre”, centros de la función maternal: el feminicidio rompe el vínculo con la vida. El crimen aparece como un acto ritual: antes de su ejecución, simbólicamente, Castel destruye el cuadro que los reunió, lo corta y lo pisotea: rompe todo posible lazo con el mundo.
Una serie de constantes que se reiteran, obsesivamente, en la trilogía de Sabato aparecen en El túnel, novela incluida, sin discusión, en el canon de la literatura argentina, y que desde su aparición suscitó un profundo interés de la crítica. Si bien fue abordada reiteradamente desde distintas perspectivas, el centenario al que se asomaba su autor y el hecho de su muerte reciente seguramente se convertirán en motivo de nuevos acercamientos y relectura.
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Join discussionCada uno de sus libros, (como hijos suyos), refleja su paso por diferentes etapas de la vida… su espíritu critico, invalorable, siempre impulso mis desmedidas ansiedades hacia el cambio reflexivo del hombre… lo vamos a extrañar, por su crudeza, por su sencillez y constancia para escribir y hacer llegar al otro, con pasión, lo que necesitaba expresar. Y allí va otro magnífico escritor, que nos tocó con sus letras, y ya no fuimos los mismos…
Me encanta El Túnel por cosas parecidas que pasé (la pasión y la obsesión compulsiva por una mujer y la desesperación de no encontrarla primero y depués perderla). Mi mujer amada no era angustiada pero paradójicamnte era más cerrada al diálogo aunque nos agradábamos, pero sólo una vez me mintió pero por miedo, sin maldad ni astucia. Pero aquí veo mi ateísmo práctico y el de aquel que no busca más allá de la mujer como hice yo,por eso no la asesiné, siempre Dios estaba presente, no soportaba también porque me rechazaba y me enojé con Dios por eso, es mejor enojarse con Dios que ignorarlo como Castel y María,yo nunca la odié salvo un minuto, no como Castel que pasaba del amor posesivo al odio y el enojo, quizás fui miedoso en enojarme por amor,no por saber tanto con impaciencia culpándola a ella;Dios el cupable,como Canción desesperada de Discépolo. Después veo que es el artista aislado del anarquista,ella una mujer de clase media alta que no puede expresar sus sentimientos con sinceridad y sin autocensura,con una gran angustia desvalorización y en una estructura familiar muy rígida,la desvalorización «te voy a Hacer mucho mal» no siente que Dios no la hizo mala,que el bien es más fuerte que el mal unidos a Cristo, representa a esa clase social no peronista ellos dos y antiperonista y vana del entorno de ella,porque en la Argentina las cosas no estaban mal, la década infame era un mal muy inferior a la guerra,y nuestra recuperación era más facil porque mantuvimos gracias a Dios la neutralidad,era muy distinto Argentina y EEUU que Europa y Japón, mientras acá los obreros empiezan a participar como hito el 17 de octubre,en el norte se tira la bomba atómica y se enerva el stalinismo.
Tengo que releerlo,lo leí hace muchos años. Hoy voy a hacerlo con la,mirada, de mis» nuevos años`pasados».
Posiblemente sea arriesgado compartir la relación que hice entre: lo expresado en la nota ‘ la angustiosa opción entre lo racional y lo irracional: ciencia y arte como mundos opuestos’.
Aquello que quedó en la memoria de mi corazón al haber sido testigo del diálogo cálido y reparador que tuvieron un amigo periodista y él, en una mañana llena de sol en su hogar de Santos Lugares.
Y lo que escuché en la radio con los diversos comentarios que nos ‘poblaron’ de su vida el día que conocimos su partida de éste mundo, para no volver.
Y lo hago por que existe una razón del corazón, su vida ‘lo grita’ y perder éste testimonio no solamente nos introduce en la omisión de lo que nos dio, también nos mutilamos en lo que tiene de belleza nuestra vida como cuerpo social en ésta nuestra patria.
La mañana de su muerte escuché ‘…… y él levantándose muy despacio, saliendo del llanto paralizante y angustioso producido al escuchar tanta corrupción e impunidad en la radio …..recorrió un trecho hacia el teléfono para dar el consuelo que él no tenía a una mujer entre rejas que quería escucharlo.’
Otro trecho, distinto e igual – que nos confió esa mañana – recorrieron con Borges caminando sus diferencias para encontrarse en el respeto mutuo de sus talentos y su compromiso con la vida .
Otro amigo comprometido en el cooperativismo, señalaba que son dos imágenes de su caminar muy coherente con su reconocimiento de que es en la vida comunitaria que podremos resolver nuestros problemas sociales. Dos hechos coherentes con la idea que nació de observar, pensar, probar y concluir.
Interpreto que el nos dijo con sus hechos, que resolvió su primer dilema,la comunicación entre la ciencia y el arte. La verdad y la belleza… o alguien puede decir que en éstos dos hechos no hay verdad y belleza….. fundamentos de una nueva ciencia de la comunicación que nos desafía globalmente a realizarla siempre más en éste nuevo milenio.
Y habiendo vivido distintos momentos en mi vida en los que comprendí que lo esencial es invisible a los ojos …. hay particulares momentos, uno de ellos en el que fui testigo ésa mañana en los que la reciprocidad en la comunicación, como dice su amigo Borges
‘ Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente . No pasa un día en que no estemos , un instante , en el paraíso’.
Más allá de muchas otras cosas que se pueden decir de «El túnel», quisiera referirme en este breve comentario a la frustrante relación entre hombre y mujer que pone de manifiesto. Que es la misma experiencia de muchos varones y mujeres que no se dejan guiar por Dios en sus relaciones. En los últimos años, muchos cristianos comprometidos nos hemos sentido embargados por la tristeza ante tantos hechos de violencia de hombres contra sus parejas que se han producido en nuestra sociedad. ¿Cómo evitar esto? Estoy convencido de que la complejidad de las relaciones entre hombre y mujer y sus dificultades inherentes demanda que busquemos la guía de Dios y esta se encuentra en la Biblia, la Palabra inspirada por el Espíritu Santo. Entre los numerosos versículos que se refieren al tema quisiera recordar el último del quinto capítulo de la epístola conocida como «Efesios»: «En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido» ( 5:33, «El libro del pueblo de Dios»). Después de una extensa exposición sobre el asunto, que arranca en el 5:22 y que constituye una teologización de los códigos domésticos de amplia circulación en los ambientes filosóficos de la época, el autor sagrado sintetiza lo que debe ser la actuación fundamental de un esposo y de una esposa. En el caso del esposo, un amor tan profundo que sólo puede compararse con el que se debe tener a sí mismo. En el caso de la esposa, una actitud de hondo respeto. Lógicamente, aquí estamos hablando de una relación matrimonial, o sea de mutuo compromiso, y no de aventuras casuales o relaciones que se pueden hacer y deshacer a la menor contrariedad. Para que no haya más Marías asesinadas por los Castel, que es equivalente a decir que no haya mujeres golpeadas o quemadas por sus maridos, vivamos las relaciones entre hombre y mujer como las orientan las Sagradas Escrituras y enseñemos con el ejemplo a nuestros hijos y nietos que este es el mejor camino de la convivencia.
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
Doctor en Teología
Magíster en Ciencias Sociales.
Licenciado en Letras