Benedicto XVI dirigió a los participantes del encuentro de diálogo con los no creyentes, realizado en París a fines de marzo, un videomensaje, cuyo texto se transcribe a continuación.Queridos jóvenes, queridos amigos:
Sé que se han reunido en gran número en el atrio de Notre-Dame de París, siguiendo la invitación del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, y del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura. Los saludo a todos, sin olvidar a los hermanos y amigos de la Comunidad de Taizé. Agradezco al Pontificio Consejo por haber acogido y dado curso a mi invitación de abrir en la Iglesia “atrios de los gentiles”, una imagen que evoca el espacio abierto en la amplia explanada junto al Templo de Jerusalén, que permitía a todos los que no compartían la fe de Israel acercarse al Templo e interrogarse sobre la religión. En aquel lugar podían encontrarse con los escribas, hablar de la fe e incluso rezar al Dios desconocido. Y si, en aquella época, el atrio era al mismo tiempo un lugar de exclusión, ya que los “gentiles” no tenían derecho a entrar en el espacio sagrado, Cristo Jesús vino para “derribar el muro que separaba” a judíos y gentiles.
“Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz”, como san Pablo nos dice (cf. Ef 2, 14-17). En el corazón de la Ciudad de las Luces, frente a esta magnífica obra maestra de la cultura religiosa francesa, Notre-Dame de París, se abre un gran atrio para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de convicciones diferentes. Ustedes, jóvenes creyentes y no creyentes, tal como en la vida cotidiana, esta noche han querido estar juntos para reunirse y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana. Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Al dirigirme a ustedes, tengo presente todo lo que tienen que decirse: los no creyentes quieren interpelar a los creyentes, exigiéndoles el testimonio de una vida coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la torne inhumana. Los creyentes quieren decir a sus amigos que este tesoro que llevan dentro merece ser compartido, merece un interrogante, merece ser reflexionado. La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en riesgo la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo.
Queridos amigos, construyan puentes que los unan. Aprovechen la oportunidad que se les presenta para descubrir en lo más profundo de la conciencia, a través de una reflexión sólida y razonada, los caminos de un diálogo precursor y profundo. Tienen mucho que decirse unos a otros. No cierren sus conciencias a los desafíos y problemas que tienen ante ustedes.
Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero muy a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y a la atracción de lo útil, obligada a reconocerlo como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a optar con valentía por la verdad es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el Evangelio: “La verdad los hará libres”.
Queridos jóvenes, es tarea de ustedes lograr que, en sus países y en Europa, creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo. Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia.
Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí. Un motivo fundamental de este atrio de los Gentiles es promover esta fraternidad más allá de las convicciones, pero sin negar las diferencias. Y, más profundamente aún, reconociendo que sólo Dios, en Cristo, libera interiormente y nos permite reencontrarnos en la verdad como hermanos.
La primera actitud o las acciones que puedan realizar conjuntamente es respetar, ayudar y amar a todo ser humano, porque es criatura de Dios y en cierto modo el camino que conduce a Él. Para continuar lo que están viviendo esta noche, contribuyan a derribar los muros del miedo al otro, al extranjero, al que no se les parece, miedo que nace a menudo del desconocimiento mutuo, del escepticismo o de la indiferencia. Procuren estrechar lazos con todos los jóvenes sin distinción alguna, es decir, sin olvidar a los que viven en la pobreza o en la soledad, a los que sufren por culpa del desempleo, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad.
Queridos jóvenes, no es sólo la experiencia de vida lo que pueden compartir, también la manera de rezar. Creyentes y no creyentes, presentes en este atrio del Desconocido, están invitados a entrar también en el espacio sagrado, a franquear el magnífico pórtico de Notre-Dame e ingresar en la catedral para un momento de oración. Para algunos será una oración a un Dios conocido por la fe, pero también puede ser para otros una oración al Dios Desconocido. Queridos jóvenes no creyentes, al unirse a los que en Notre-Dame están rezando, en este día de la Anunciación del Señor, abran sus corazones a los textos sagrados, déjense interpelar por la belleza de los cantos y, si realmente lo desean, dejen que los sentimientos que hay dentro de ustedes se eleven hacia el Dios Desconocido.
Me alegro de haber podido dirigirme a ustedes esta noche en la inauguración del atrio de los Gentiles.
Espero que respondan también a otras convocatorias que les propongo, especialmente la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará este verano en Madrid. El Dios que los creyentes aprenden a conocer los invita a descubrirlo y vivir con Él cada vez más. ¡No tengan miedo! Caminando juntos hacia un mundo nuevo, busquen al Absoluto y busquen a Dios, incluso ustedes para quien Dios es el Dios Desconocido. Y que Aquel que ama a todos y a cada uno de ustedes los bendiga y los proteja. Él cuenta con ustedes para cuidar de los demás y del futuro. También ustedes pueden contar con Él.