Los procedimientos del Gobierno y de la oposición sobre las próximas elecciones internas buscan mostrar una fachada de democracia institucional pero esconden segundas intenciones que degradan la política.En mi comentario anterior (Criterio Nº2368) decía que en la Argentina, a diferencia de los países políticamente maduros, la proliferación de precandidatos presidenciales –12 hasta la fecha– obedece a la falta de democracia interna en los partidos, que se conducen de manera vertical, hegemónica y personalista. Casi todos los ciudadanos que hoy aspiran a la Presidencia provienen de partidos que, al no resolver sus diferencias en elecciones internas, provocan el éxodo de políticos que se autoproclaman líderes de nuevas agrupaciones.

Si el gobierno impulsó una ley que establece elecciones primarias abiertas, obligatorias y simultáneas el 14 de agosto próximo, no fue para democratizar los partidos sino para evitar la dispersión del voto justicialista. Los Kirchner nunca se caracterizaron por alentar la pluralidad partidaria y la nueva ley –aún no reglamentada– fue una estrategia para eliminarla. Recordemos que Néstor y Cristina llegaron a la Presidencia porque sus respectivos antecesores en el cargo los designaron candidatos. Eduardo Duhalde, en una entrevista en La Nación, dejó en claro el procedimiento: “Cometí un error por haber elegido a Kirchner; después pensé que podría haber puesto a Lavagna”; y Néstor Kirchner repetía hasta el cansancio que su sucesor sería “pingüino” o “pingüina”, por propia decisión.

Una vez sancionada y promulgada la ley 26.571 de elecciones primarias, los precandidatos del PJ disidente decidieron no alinearse al PJ oficial. Por iniciativa de Duhalde hubo un acuerdo de cúpulas para la realización de elecciones internas –previas

a las de agosto– en varias regiones del país, a la manera de las primarias  estadounidenses, decían.

Pero Felipe Solá no estuvo de acuerdo, seguramente para tomarse el tiempo que le permitiera remontar en las encuestas. Competirán entonces Duhalde, Mario Das Neves y Alberto Rodríguez Saá. Solá decidió unipersonalmente que lo hará en agosto con el ganador de esta compulsa. Es decir, pasará a la final con ventajas al no exponerse con dos de los tres precandidatos.

En el radicalismo ocurrió algo parecido. Julio Cobos fue quien le indicó a su partido que la elección legítima era la de agosto y que él competirá ese mes con el ganador de la del 30 de abril, entre Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz. Cobos acusó de ilegítima la interna radical pero legitimará a su ganador, con quien decidió –también unipersonalmente– confrontar en agosto. Hoy las consultoras de opinión muestran a Cobos mal ubicado, por lo que uno se pregunta si hubiera rechazado la elección interna estando en el pináculo de las encuestas, como hace un par de años.

Como se ve, el doble sistema de elecciones permite estas escapadas. ¿Los perdedores respetarán los resultados? ¿No podrían anotarse en las internas de agosto, proclamándolas legítimas? Todo puede suceder. ¿O acaso las listas colectoras y antes las testimoniales, o las fechas anticipadas de elecciones en varias provincias y estas internas adelantadas, no son manipulaciones para mejorar las posibilidades?

Los procedimientos del Gobierno y de la oposición buscan mostrar una fachada de democracia institucional pero esconden segundas intenciones. Una vez más exhibimos una permanente e incorregible dualidad: dos maneras de medir las estadísticas económicas, dos procesos de elección interna en los partidos; ayer fue el dólar oficial y el paralelo, más recientemente la deuda pública real y la reconocida… hasta tenemos Cédula de Identidad y Documento Nacional de Identidad.

En la Argentina los políticos predican la democracia hacia afuera pero no la practican internamente. Por eso se instrumentan caminos dobles que degradan las instituciones.

1 Readers Commented

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  1. Carlos A. Crespo on 11 abril, 2011

    Me pregunto si no le cabe gran responsabilidad a la Iglesia al respecto. Es innegable el peso del catolicismo en la cuestión educativa argentina (numerosos colegios, universidades, etc.). Ahora bien, ¿en cuántos de estos colegios se favorecen prácticas democráticas -centro de estudiantes, comisión de Padres, gestión institucional…-. El ejercicio democrático no ha sido, lamentablemente, el gran baluarte político de los católicos.

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