Los principales retos para la formación de las nuevas generaciones son el intercambio de estudiantes, profesores e investigadores de diferentes latitudes; el desarrollo de competencias para el mercado laboral y la enseñanza con criterios y metodologías homologables.En las primeras décadas del siglo XX, en España y en varios países europeos y americanos como la Argentina, el mundo académico batallaba por armonizar la libertad necesaria para la investigación científica y el ejercicio de la tarea docente en la universidad con la tutela del Estado. El esfuerzo permitió crear ambientes destinados a quienes querían prepararse para un modelo más racional, ético y humano, dentro de sociedades con vestigios de control político, moral o religioso poco favorables al progreso.
La Residencia de Estudiantes de Madrid, creada en 1910 por la Institución Libre de Enseñanza, fue un espacio modelo en el contexto liberal español. Estaba destinada a jóvenes de diversas disciplinas, con clara preferencia por las humanidades y las ciencias. Fueron residentes, entre otros, el artista Salvador Dalí, los poetas Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, el científico y posterior premio Nobel Severo Ochoa. El acceso de la mujer fue más rezagado y lento, pero también significativo: la filósofa María Zambrano y las escritoras Gabriela Mistral, Victoria Ocampo y más recientemente Olga Orozco pasaron por ella.
En el sector católico, con similares exigencias culturales y con el complemento de la experiencia de fe, en 1911 surgió la Institución Teresiana. Fundada por el sacerdote y pedagogo Pedro Poveda, en 1914 dio inicio a la primera Residencia Universitaria Femenina de España, con la idea de que las mujeres que por fin podían acceder a la universidad encontraran un lugar propicio para vivir durante sus estudios. La continuidad de aquella residencia es el actual Colegio Mayor Padre Poveda. Cada centro ha conocido su propio devenir. Sin embargo, el tiempo, los cambios e incluso las crisis no han borrado la identidad de una manera de hacer y de estar en el mundo académico y cultural. Se trata de una suerte de inmersión en la universidad desde una perspectiva vital y cotidiana, donde sea posible la observación participante de las dinámicas y los cambios de las nuevas generaciones en relación con el aprendizaje académico, a inquietudes y apatías, o al uso de las nuevas tecnologías.
La irrupción de la crisis económica en 2008, así como la transformación del espacio universitario europeo, enriquecieron y sumaron complejidad. La proximidad con este tipo de experiencias permite identificar algunas constantes y retos. Por otra parte, y a pesar de la distancia, he procurado mantener el contacto con personas y con fuentes de información de los procesos sociales y educativos de nuestro país, con el afán de contribuir en una construcción que se está llevando a cabo en muchos lugares, aún con sobresaltos y contradicciones. Si bien no me siento autorizada en la actualidad a realizar un análisis pormenorizado de las políticas y del clima educativo argentino, sin afán de establecer comparaciones y menos aún de sacar conclusiones definitivas, anoto algunas impresiones que podrían ayudar a pensar estrategias o acciones para el deseado crecimiento.
Ambientes propicios
La corriente teórica de “educación por ósmosis”, que pudo haber sido superada en ámbitos formales del sistema, conserva vigencia sin embargo en el plano social dada la adquisición de experiencia, conocimiento y valores por el contacto con la realidad a través de quienes interactúan en ambientes de aprendizaje comunes durante un determinado período. Son ámbitos pensados y gestionados en un clima de libertad y con normas aceptadas por todos para alcanzar buenos niveles de convivencia, participación y estudio; además de compartir agendas en lo cultural, artístico, deportivo y lúdico. Allí se reconoce el bien hacer, el esfuerzo, la superación personal, la solidaridad grupal, el compromiso con la realidad social y el intercambio generacional. La experiencia me lleva a pensar en la ventaja comparativa que supondría, para países como la Argentina, multiplicar las redes de ámbitos educativos formales e informales similares, en los que participen jóvenes de culturas y disciplinas diferentes, con adecuados recursos académicos, actividades culturales, deportivas y sociales. Además, si con apoyo público y de organizaciones sociales se extendieran a los sectores menos favorecidos, podrían constituirse en espacios de integración y de profunda renovación cultural y política.
La Argentina contó con múltiples y significativas organizaciones que cumplieron un rol análogo en la sociedad: bibliotecas populares, clubes sociales, residencias de estudiantes, ateneos, etc., muchos perdidos o deteriorados durante la dictadura o en la posterior etapa de exacerbado capitalismo. Se trataría de recuperar el valor social de ámbitos propicios para estudiar, crear, pensar, escribir, investigar, conversar y convivir en un clima de amor por la verdad. La historia muestra que son los procesos culturales de largo plazo los que favorecen el progreso.
Movilidad e intercambio
Todo centro universitario es una ventana abierta a los cambios y tendencias sociales. En este sentido, un segundo aspecto es el valor de la movilidad entre jóvenes de distintos países. El año 2010 marcó el punto de inflexión para la puesta en marcha de lo que se conoce como Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) o proceso de Bolonia. Se trata de un ambicioso y complejo proyecto de los países del viejo continente para favorecer la convergencia europea en educación. El objetivo es generar un espacio marco de intercambio, creación e innovación, capaz de disputar el liderazgo que ejercen los Estados Unidos en la investigación científica y adelantarse a la posición de punta de algunos países asiáticos.
Las claves tienen que ver con la circulación de estudiantes, graduados, profesores e investigadores en todo el ámbito europeo, el desarrollo de competencias adecuadas para el mercado laboral y la calidad de la enseñanza superior con criterios, metodologías y títulos homologables. Es apreciable en muchos jóvenes la riqueza de los intercambios académicos y culturales gracias a las estadías en universidades de distintos países. Esta tendencia marca una ventaja comparativa sobre sus contemporáneos de otras latitudes. Aunque teóricamente existen proyectos de nivel latino e iberoamericano para crear espacios de cooperación similares, urge desarrollar estrategias efectivas para superar el desigual estado de la educación. Algunos países de la región, como Chile y Brasil, dan pasos sostenidos en esta dirección. Las naciones asiáticas han ascendido posiciones
en todos los niveles educativos. Ejemplo de ello son los resultados obtenidos en las pruebas del Programme for International Student Assessment (PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En la edición 2009, en las tres competencias evaluadas (comprensión lectora, matemática y científica), Shanghai obtuvo los mejores resultados (556) y las ciudades de Hong Kong (533) y Singapur (526) siguieron esa tendencia, junto a Finlandia (536) y Corea del Sur (539). La Argentina, en cambio, permanece en un ranking medio inferior.
Las cifras demuestran que no es posible aislarse de un escenario tan lleno de desafíos y cambios. Tampoco caben excusas, como afirmar que los resultados son consecuencia de la inclusión masiva de jóvenes al sistema, fruto de políticas públicas positivas o de la integración de inmigrantes menos formados. Las desigualdades requieren mayores y mejores mediaciones educativas y culturales, sostenidas más allá de los vaivenes de la agenda. Sólo la firme decisión política y social favorecerá la apertura de oportunidades para las nuevas generaciones. No alcanzar niveles estándares de competencias básicas y específicas de conocimiento estanca el desarrollo de una sociedad. Es hora de recuperar un clima educativo y cultural similar al que formó a Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, Alicia Moreau de Justo, César Milstein y Ernesto Sabato, entre muchos otros.
En la situación de la Argentina, con las consecuencias de las sucesivas crisis institucionales, es necesario un esfuerzo colectivo mayor. En este sentido, sería una excelente decisión volcar algunos porcentajes de la bonanza económica a la formación seria de las nuevas generaciones.
El riesgo de la des-educación
Tiempo atrás, y a través del diario El País, supe de la tragedia ocurrida en un pueblo cerca de Tartagal, Salta: “Leandro, un bebé de 18 meses, y Rocío, una niña de tres años, murieron a causa de un severo cuadro de deshidratación y desnutrición”. La noticia me entristeció, avergonzó e indignó; como, imagino, le habrá sucedido a tantos que procuran cada día contribuir a la convivencia en una sociedad capaz de progresar y garantizar cierta calidad de vida. No aplaca el horror que las estadísticas den cuenta de que casos de esa naturaleza se dan cada vez menos en el país; por el contrario, revelan la ausencia de políticas públicas o su ineficacia. Las vidas de niños inocentes son motivo suficiente para incorporar un inciso en la reflexión y proponer acciones de futuro. Las causas son múltiples; entre ellas, los procesos de des-educación, es decir, de involución social y cultural. Apremia extender las redes sociales y las mediaciones de un sistema de desarrollo humano más allá de las fronteras, con la misma eficacia y prontitud con la que la herramienta Google Earth localiza la ciudad de Tartagal, y con aquel espíritu pionero del obispo José Antonio San Alberto, de Domingo Faustino Sarmiento, de José Manuel Estrada, de Rosario Vera Peñaloza, y de tantos maestros que ampliaron con la palabra y el conocimiento la capacidad de vivir.
representaciones
La autora (laura.morenomarrocos@gmail.com), argentina, dirige desde hace cinco años el Colegio Mayor Padre Poveda de Madrid.
1 Readers Commented
Join discussionMe encantó el artículo.
Apoyo la idea de que en la Argentina sería muy bueno …¨ volcar algunos porcentajes de la bonanza económica a la formación seria de las nuevas generaciones ¨…
Personalmente pienso que actualmente, una urgente necesidad que tenemos en Argentina es la de lograr una justa nivelación social y uno de los medios que puede contribuir a lograrlo, puede la creación de nuevas fuentes de trabajo.