Así como las parábolas de Jesús exageran para destacar valores que no se viven de ordinario, la saga del rescate de los 33 mineros atrapados en la mina San José muestran el Chile que aspiramos a ser.
En una situación tan extrema, los 33 resistieron totalmente aislados durante los primeros 17 días racionando alimentos y agua, soportando el calor, el encierro y la incertidumbre, y solucionando sus discrepancias a través de votaciones democráticas. Por otro lado, fuera de la mina, las autoridades movilizaron todos los esfuerzos para contactarlos.
No escatimaron recursos, ni gastos. Todo lo humanamente posible se puso al servicio de la causa de salvar sus vidas. Se recurrió a los mejores expertos del país y se buscaron las más avanzadas técnicas sin que importara de dónde había que traerlas o cuánto costaría hacerlo. Durante los meses de incertidumbre no se descuidó a los familiares que acamparon fuera de la mina, y hasta se instaló una escuela provisoria para sus hijos.
Una vez que una sonda contactó a los hombres atrapados, se movilizaron todos los esfuerzos, recurriendo al ingenio y a las tecnologías de punta, para velar por la salud física y psicológica de los hombres atrapados bajo la roca. Las “palomas” enviadas a través de la sonda llevaron alimentación balanceada, comunicación con los familiares, ropa especial para evitar enfermedades, medicamentos, entretenimientos, etcétera.
Una vez finalizado el rescate, desde todos los rincones del mundo llegaron mensajes destacando la acertada gestión de un problema dificilísimo.
Chile logró, con organización, recursos, esfuerzo y voluntad, lo imposible: salvar con vida y en buenas condiciones a 33 hombres aguerridos. Este rescate exitoso, esta epopeya, es una parábola del Chile que no es, pero que nos gustaría ser. No sucedió lo mismo, por ejemplo, con los 34 comuneros mapuches, presos y en huelga de hambre, que fueron sistemáticamente ignorados durante cincuenta días por la prensa, el Gobierno y la mayoría de la sociedad chilena, y todo eso en las mismas fechas en que se gestaba el rescate. Tampoco se ha dado en otras muchas circunstancias de la vida cotidiana donde la inseguridad laboral, los abusos, la pobreza y la falta de recursos causan silenciosos estragos.
Chile no es un país perfecto. Es muy desigual, segregado, clasista y racista. Tenemos muchas falencias que afectan a la población más vulnerable. Y, sin embargo, todos los chilenos nos hemos podido reconocer en la lucha por rescatar a los mineros.
Al sintetizar la historia de nuestro país, Gabriela Mistral decía que “su propio descubridor, don Diego de Almagro, la abandonó apenas ojeada, por lejana de los centros coloniales y por recia de domar, tanto como por pobre. Su raza india –agregaba– fue dominada a medias, pero permitió la creación de un pueblo nuevo en el que debía insuflar su terquedad con el destino y su tentativa contra lo imposible. Nacida la nación bajo el signo de la pobreza, supo que debía ser sobria, súperlaboriosa y civilmente tranquila, por economía de recursos y de una población escasa.
El vasco austero le enseñó estas virtudes; él mismo fue quizás el que lo hizo país industrial antes de que llegasen a la era industrial los americanos del Sur. Pero fue el poema de Ercilla lo que creó un sentido de chilenidad en pueblo a medio hacer, lo que hizo una nación de una pobre capitanía general que contaba un virreinato al Norte y otro al Este. En una serie de frases apelativas de nuestros países podría decirse: Brasil o el cuerno de la abundancia, Argentina o la convivencia universal, Chile o la voluntad de ser. Esta voluntad terca de existir ha tenido a veces aspectos de violencia y a algunos se les antoja desmedida…”1.
Ciertamente, hubo voluntad terca de existir en los mineros atrapados desde los inicios de agosto hasta su reciente rescate. También de parte de quienes los sacaron de las entrañas de la tierra. Chile, en medio de un acontecimiento doloroso, logró la tarea utópica de encontrar sobrevivientes a más de setecientos metros de profundidad, venciendo al destino. El rescate de todos los mineros con vida conmocionó al país y una gran alegría recorrió nuestros hogares. La odisea de estos mineros pobres y su liberación representa lo mejor de nuestro país.
1. Conferencia en Málaga. España en Anales de la Universidad de Chile, 2º trimestre de 1934, Santiago, Chile. El autor es sacerdote jesuita y director de la revista Mensaje.