Con la urgencia de los tiempos políticos locales se avizora el debate sobre la
despenalización del aborto.Lo primero que habría que decir es que las confesiones religiosas (por mayoritarias que sean) no tienen derecho a pretender ejercer una cierta “tutela” moral del Estado o de la sociedad. No podemos imponer una argumentación religiosa en un debate secular. La argumentación religiosa es pertinente dentro de nuestras comunidades, pero dado que el debate refiere a un universo más amplio, debe fundarse en argumentos que sean lugar de encuentro con todos. No podemos repetir el error de salir con la Biblia a la calle, cuando la discusión debe darse en otros ámbitos y con otros argumentos de carácter secular.
También habría que señalar que quienes están a favor de la despenalización del aborto, no necesariamente están a favor del aborto; en muchos casos proponen la despenalización como un modo de evitar más abortos. Del mismo modo, hay que decir que estar en contra de la despenalización no significa ser un fanático religioso. La descalificación –en la que rápidamente naufraga este tipo de debates– es una trampa que deberíamos evitar desde el comienzo.
Introducción a la sombra de Levinas
El comienzo de una vida humana significa la aparición de otro que genera preguntas, que interpela la conciencia. Y si ese Otro es reconocido como tal, entonces limita mi propia disponibilidad personal, porque de algún modo es una llamada hacia él. Ese Otro es un tú que me interpela, dice Emmanuel Levinas. La presencia del rostro del Otro significa una orden irrecusable –un mandato– que detiene la disponibilidad de la propia conciencia.
En efecto, ese Otro que aparece con su rostro en mi vida significa un límite a la libre disponibilidad de mí; el Otro es también un ser indisponible, un fin en sí mismo, no un medio. “La relación con el Otro me cuestiona, me vacía de mí mismo y no cesa de vaciarme al descubrirme recursos nuevos. No me sabía tan rico, pero no tengo derecho de guardarme nada” (Humanismo del otro hombre).
Indudablemente, la mirada de Emmanuel Levinas respecto de todo Otro es aplicable a la aparición de ese Otro que es el embrión, esa vida humana que se gesta en el seno materno. Ese ser humano (ese Otro) genera preguntas, interpela. ¿Qué hacer con él?
En la problemática de la interrupción del embarazo hay también un Otro diferente que nos interpela: la madre, que, por diferentes razones (violación, embarazo no deseado, coerción, entre otras situaciones) no desea gestar y dar a luz a ese Otro que adviene. Y nos interpela más aún cuando esa madre en ciernes está particularmente castigada por la pobreza y la exclusión. Además se suman los medios de comunicación, que introducen su particular punto de vista, no siempre desinteresado. El tema se ubica en el debate público con diversos rostros y argumentos.
Una elección difícil
La interrupción del embarazo (el aborto) se presenta como una colisión de valores: la libertad de la mujer de disponer de su propio cuerpo frente a la indisponibilidad de todo ser humano; en particular frente a los derechos del embrión, que es ya un ser humano. ¿Qué hacer? ¿Qué valor se privilegia? ¿El derecho a la vida ante todo, o el derecho de la mujer que no quiere gestar un hijo no deseado?
Es claro –lo decíamos al comienzo– que el Estado debe resolver los urgentes problemas de salud reproductiva de la mejor manera para todos y por eso los argumentos para el debate deberían ser seculares. Que dichos argumentos son claros y van más allá de creencias lo atestigua, por ejemplo, el veto a la ley que despenalizaba el aborto en Uruguay, redactado por el entonces presidente Tabaré Vázquez, médico y agnóstico él:
“La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. La biología ha evolucionado mucho. Descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Tanto es así que en los modernos sistemas jurídicos –incluido el nuestro– el ADN se ha transformado en la prueba reina’ para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad, incluso en hipótesis de devastación, o sea cuando prácticamente ya no queda nada del ser humano, aun luego de mucho tiempo. El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia”.
La vida humana como objeto
Hay una cuestión fundamental en la que coinciden todas las miradas antropológicas: los seres humanos son fines en sí mismos. No somos medios para conseguir otros fines, por eso no podemos ser reducidos a objetos; eso atentaría contra la dignidad básica de la persona. Ahora bien, si despenalizando el aborto se autoriza la eliminación de una vida humana para resolver un “problema” social (la proliferación de pobres sin futuro, la posibilidad de mayor inestabilidad social, el agrandamiento de la brecha de exclusión, etcétera), entonces claramente esa vida humana eliminada es declarada un objeto no deseado sobre el que se puede disponer. Se la quita de en medio como a una enfermedad. Se la elimina porque es un “objeto” que traerá más desdicha, o que sufrirá más desdicha por que se supone que vivirá sumido en la pobreza y la marginación; con lo cual se asume una postura fatalista y autoritaria, porque ya se determina que esa persona no podrá salir del círculo de marginación al que la sociedad y el Estado lo han condenado por egoísmo, incuria y por políticas sociales ineficientes y, muchas veces, corruptas.
El papel del Estado
Existe también un tema de filosofía y ética política: ¿Cuál es el papel del Estado? ¿No debe proteger a los más débiles de los abusos de los poderosos? Sin embargo –si se despenaliza el aborto– el más débil, que es esa vida que viene (es Otro que adviene), es quien queda desprotegido. Despenalizando se protegería, tal vez, a la madre en situación de indigencia, pero no al niño/a por nacer.
Si lo que la ley va a proponer es, en definitiva, tener que elegir entre dos vidas humanas, la ley es, en el fondo, inhumana. Y más aún si lo que está en juego, en algunos casos, es la comodidad de ciertos sectores para quienes un niño no deseado sería una molestia a sus planes personales o una “mácula” a su apellido.
El Estado, por misión irrenunciable, debe promover políticas efectivas y constantes de educación sexual y salud reproductiva. Los datos afirman que las medidas en esta línea han reducido los números de abortos. Habría que seguir en esta dirección. Ahora bien, sin políticas reales de educación e inclusión social, seguiremos haciendo parches y tapando el sol con la mano.
El Estado debe de verdad defender a los más débiles del abuso de los poderosos. Esa es una misión de justicia irrenunciable. Por lo tanto, debe promover también políticas sociales más amplias que reduzcan la cada vez más vergonzosa brecha que separa a los incluidos de los excluidos que sufren la opresión, el despojo y el desprecio.
Si de verdad el Estado asume la misión de defender a los más débiles, entonces debe defender también la vida humana por nacer.
Argumentos de carácter social
Muchos de los argumentos a favor de despenalizar tienen que ver más bien con políticas de contención social: evitar abortos clandestinos, y de este modo asegurar un servicio que proteja la salud de la madre que, si no tiene dinero para pagar un aborto en una de las tantas clínicas que los hacen, puede ver seriamente comprometida su salud y su vida. Desde esta perspectiva se sostiene que debería despenalizarse y hacerse gratuito para que haya igualdad de oportunidades, ya que hay mujeres que porque tienen dinero pueden violar la ley –con la complicidad de médicos y funcionarios– y pueden hacerse abortos seguros. El razonamiento es: “Como hay quienes tienen dinero para violar la ley, demos la posibilidad a todos de poder hacerlo”.
Sin embargo, como sociedad no actuamos así en otros casos. Lo lógico es reclamar que todos cumplan la ley, que se sancione la corrupción, que se penalice a los que rompen la ley, que los funcionarios cómplices paguen ante la justicia; pero no, aquí se razona de manera diferente: que todos podamos hacer lo penado de manera gratuita. En realidad –tras esta excusa argumentativa de supuesta igualdad– se está diciendo: “Es bueno el aborto, deberían dejar que lo practiquemos en paz”. Es mejor decirlo así que establecer esa racionalización de carácter pseudos social.
Ahora, si este es el principal argumento, vuelve la pregunta: si ese Otro no nacido aún es un ser humano, ¿qué me habilita a eliminarlo?
Algunas paradojas
Muchos de los que defienden la despenalización suelen asociarla a la defensa de los derechos humanos. Es difícil entender cómo se pueden defender los derechos humanos legalizando el aborto, que es –en la práctica– la interrupción de una vida. Aquí hay una incoherencia: si se defienden todos los derechos, y los derechos de todos, o hay una mirada arbitraria.
Por otra parte, por definición el único que puede violar los derechos humanos es el Estado (o quien oficie de Estado en lugares donde no llega). Los organismos de derechos humanos se constituyen en defensores justamente de los inocentes frente a los abusos del Estado. En el caso de la despenalización del aborto, se estaría autorizando al Estado a dejar indefenso a un ser humano en el seno materno. Algo contradictorio.
Y por casa…
Por otro lado, algunos de los que defienden tan a ultranza la vida desde la concepción –por lo general desde el seno de la Iglesia católica– en muchos casos parecieran defender más un postulado teórico que a las personas concretas que están por nacer. Eso no ayuda. Sería más creíble esta defensa a ultranza si se hubiera visto siempre a nuestra Iglesia (jerarquía y laicado) comprometida decididamente con todos los derechos humanos y de todas las personas. Lamentablemente no ha sido así en épocas no muy lejanas (recordemos el ominoso silencio de gran parte de la jerarquía –cuando no complicidad– ante el horror del terrorismo de Estado; o el trato deficiente –cuando no el ocultamiento– de los casos de abusos de menores por parte de miembros del clero). Algunos grupos dentro de nuestra Iglesia aún hoy son negativamente “selectivos” a la hora de defender derechos. Se pronuncian a favor de la vida, contra la despenalización, pero defienden a genocidas o muestran escasísima sensibilidad con las minorías y con los sectores
más vulnerables y vulnerados de la sociedad.
De todos modos, más allá de lo criticable, no se puede descalificar lo genuino de la defensa de la vida desde la concepción. Porque la cuestión de fondo es clara: ¿Es un ser humano ese ser que ha sido concebido? Si la respuesta es sí, lo demás sigue solo: ¿Por qué, entonces, dar permiso para que se lo elimine? ¿Hay derecho a hacerlo?
Ojos que no ven…
Por otra parte, influidos como estamos por la contundencia de las imágenes, lo que se ve pesa mucho a la hora de formular juicios u opiniones. Sobre todo en nuestro tiempo, en el que los medios de comunicación nos sensibilizan con miles de imágenes.
George Berkeley –filósofo del siglo XVIII– consagró un célebre aserto: “Ser es ser percibido”. Él pretendía decir que las cosas son porque alguien las percibe. Finalmente, llegaba a afirmar que las cosas son porque Dios las percibe. Lejos ya del dios de Berkeley, hoy podríamos darle la razón desde otra perspectiva: ser es ser percibido por los medios de comunicación. Lo que no es percibido por ellos, no existe. Y si es percibido, partirá de la óptica de los medios, que no es desinteresada sino que responde claramente a intereses muy vinculados al poder económico.
A los niños por nacer no se los ve. Se ve a la madre que quiere quitárselo, se ve la pobreza, se ve a los defensores de una y otra postura presentados más o menos simpáticamente según los intereses en juego.
Lo que no se ve son las intenciones no declaradas. No se ve a las familias que esperan adoptar hijos ni a las que tienen a los hijos a pesar de todo, contra todos los riesgos. En efecto, alentando la despenalización se repite el esquema de injusticia general: el hilo se corta por lo más débil.
Decir que permitir el aborto es proteger el derecho humano a la vida es –cuando menos– muy contradictorio. Los inocentes pierden una vez más. Aquí el punto de vista está sesgado siempre por una visión inmediatista: pareciera que las víctimas son las madres embarazadas indeseadamente. Y no es así. Al menos no sólo. ¿A quién defender? ¿Qué valor puede más?
Por otra parte, en muchos casos son jóvenes de familias con recursos los que buscan esta penosa salida. Doloroso, porque por lo general esos embarazos no son fruto de una violación sino de relaciones consentidas de las que no se quieren asumir las consecuencias. Y ciertamente es lamentable un embarazo no deseado, pero la muerte no es la opción; el camino pasa por asumir la responsabilidad. Creo entonces que el Estado debe proteger a las personas, a todas las personas: las que por unas u otras causas desean abortar, y las que no pueden pronunciar sus argumentos y serán los principales afectados, es decir, los niños por nacer. En la disyuntiva, debe inclinarse por la protección de éstos, los más indefensos; ese Otro que adviene y que significa un límite a la libre disponibilidad de mí.
Es clarísimo que la defensa de la vida humana desde la concepción no es una cuestión de fe. Es un asunto humano, ético. ¿Hay vida humana? Entonces el Estado debe defenderla y proteger sus derechos, como también debe proteger los derechos de los sectores más vulnerables y vulnerados de la sociedad, de los excluidos, las minorías, los desplazados. Porque, como bien ha dicho Tabaré Vázquez, “el verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados”.
El autor, sacerdote jesuita, es rector de la Universidad Católica de Córdoba.
10 Readers Commented
Join discussionA las personas por nacer sí se las puede ver, si se quiere. Basta con una ecografía. En los casos en que está ahora despenalizado el aborto, o el los que lo esté en el futuro, debería hacerse obligatorio que la madre, y quienes a veces en su nombre piden el aborto, deban ver una ecografía hecha con los medios más modernos, del bebé en gestación. Sin eso, no hay verdadero «consentimiento informado». Los médicos deberían ser los primeros en pedir que esto sea así, porque si ocultan a la madre lo que verdaderamente hará con el aborto, en el futuro podrían ser demandados por daños y perjuicios cuando esa misma madre tome conciencia de lo que ha hecho.
Muchas gracias por el envío de este artículo.
Coincido en general con las argumentaciones referidas al aborto.
Con algunas argumentaciones sin embargo no:
a) Lamento la excesiva tendencia a la secularización, en un país que en su carta fundacional invoca a «Dios, fuente de toda razón y justicia».
La historia nos enseña que lo religioso siempre ha estado presente, tanto en occidente como en oriente. Acá viene a mi recuerdo la asunción de Obama como presidente de EEUU, cuyo juramento estuvo precedido de las oraciones de al menos dos Pastores.
b) No coincido con que «por definición el único que puede violar los derechos humanos es el Estado».
Los derechos humanos son violados por otros seres humanos: los delincuentes, la ETA, las FARC, etc., etc., incluyendo a los tan recordados Monotoneros y ERP, y muchas veces también por el Estado de turno.
c) No conozco grupos de la Iglesia que «se pronuncian a favor de la vida, contra la despenalización, pero defienden a genocidas». Es más, lo que hubo en la Argentina no fue un genocidio, fue otra cosa. No justifico los excesos de ninguno de los bandos, pero convengamos que los países en los que se instauró el marxismo vivieron (y algunos siguen viviendo), bajo el totalitarismo del Estado, que no se caracteriza por respetar los derechos humanos, sino más bien por lo contrario.
En fin, no quería dejar de señalar esto, me duele como a diario entre comentarios de temas diversos, como en este caso el aborto, se entremezclan opiniones que creo que no se ajustan a la realidad.
Y cuando lo vea a Rafael Velazco, por quien siento respeto y afecto por su paso como Rector del colegio del Salvador, se lo diré personalmente.
Asimismo voy a tratar de conseguir su mail para reenviarle este.
Nuevamente gracias, un afectuoso saludo,
Miguel
Pregunto cuál es la posición de la Iglesia en el caso de embarazos ectópicos, en los que si no se extirpa el feto se mueren los dos, el chico y la madre.
Comparto con Ustedes siguiente envío, agradeciendo reflexión de la editorial con la que colaboramos en hacer circular por diversas Listas
Atentamente enrique cheli epdraza
(graduado profesor filosofía.1968-universidad católica de córdoba)
A fin de no perder la memoria
No hemos dejado de quedar horrorizados de las películas que vimos en USA a partir de 1979 sobre el “ aborto por decapitación” el que se practicaba sobre todos en las fases mas avanzadas del embarazo , cuando ya no es posible utilizar otro método, porque el tamaño del feto, no lo permite los que tras comprobar los latidos del corazón del niño por una ecografía provocan su nacimiento por lo pies, dilatando la cerviz de la madre y cuando empieza asomar la cabeza, el abortista introduce un objeto perforante por la nuca del niño atravesando su cráneo con el fin de abrir un orificio y por eso agujero se introduce el catéter con el que se succionará el cerebro del niño, el que termina por estallar, tras lo cual el abortista extrae los restos del niño del útero de la madre y 1.500.000 abortos en USA por año han sido ejecutados con éste método en el que se termina mutilando brutalmente al bebe( cuyo Tribunal Supremo definió el aborto como un derecho constitucional en 1973 ( lo que significa que hasta la fecha 47 millones de bebes no nacieron)
( en homenaje a tantos millones de seres humanos que han sido asesinados por la internacional del aborto )
Uma vez mas proponemos a los educadores, padres de familia y lideres sociales que no dejen de ver » el grito silencioso»( del rey del aborto)
Obispos critican a Hillary Clinton por divorcista San Antonio (Estados Unidos), 19 Feb. 08 (AICA)
Senadora Hillary Clinton
El arzobispo de San Antonio (Texas), monseñor José Horacio Gómez, rechazó la anunciada presencia de la precandidata presidencial demócrata Hillary Clinton, en una universidad católica de su jurisdicción, por tratarse de un personaje público que defiende abiertamente el aborto.
Monseñor Gómez y sus obispos auxiliares, monseñor Patrick J. Zurek, y monseñor Thomas J. Flanagan, publicaron una declaración en respuesta a la presencia de Clinton en la Universidad St. Mary.
«Ha sido para mí una sorpresa recibir la noticia de que la senadora Hillary Clinton se presentará en la Universidad St. Mary. No fui informado ni consultado por la universidad antes de que decidieran permitir que la senadora Clinton hable en la universidad», indicó monseñor Gómez.
El Arzobispo explicó que «las instituciones católicas tienen el deber de enseñar y promover los valores católicos en todas las circunstancias. Esto es especialmente importante cuando las personas miran a nuestras universidades y colegios católicos en búsqueda de liderazgo y claridad sobre los discursos políticos, normalmente complicados y contradictorios».
Monseñor Gómez precisó que «el historial de votación de la senadora Clinton, así como de algunos de los demás candidatos a la presidencia, no están de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica en lo que se refiere al importante tema de la vida».
«No es mi intención decir a las personas por quien deben votar”, afirmó el arzobispo Gómez en el mensaje, que firman también su actual obispo auxiliar y el obispo auxiliar emérito. “Sin embargo, exhorto a los católicos a que entiendan las enseñanzas de la Iglesia de manera integral en lo que se refiere a los temas públicos de gran importancia hoy”.
“Ruego a los profesores y al equipo de pastoral de la Universidad St. Mary que sigan cumpliendo con su misión de educar a sus alumnos en su responsabilidad política, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia Católica», agregó.
En este sentido, precisó que «nuestras instituciones católicas deben promover una clara comprensión de nuestras profundas convicciones sobre un tema como el aborto, un acto que la Iglesia califica de ‘crimen abominable’ y un tema no-negociable».
El prelado, de 56 años, recordó un documento de la Conferencia Episcopal Estadounidense de 2004 en el que se afirma que cuando se trata con candidatos políticos o funcionarios públicos, la comunidad católica y las instituciones católicas no deben honrar a quienes obran sin respetar los principios morales fundamentales cristianos, ni asignarles premios, invitarlos a hablar ni distinguirlos con ningún acto que pueda interpretarse o sugerir que se está aprobando sus acciones”.+
Aprecio muy completo el análisis efectuado por Rafael Velasco. Coincido en todo lo allí expresado, en especial cuando trata el tema desde el punto de vista moral sin referencia a creencias religiosas Sólo quiero agregar que la tendencia a despenalizar el aborto proviene de la idea que los hijos se desean o se rechazan como se desea o rechaza un objeto cualquiera como puede ser un auto o un televisor.El lenguaje que se usa delata esta arrónea actitud. Esto da lugar a que se usen métodos de concepción antinaturales para lograrlo sin reparar en el derecho a la identidad biológica del futuro ser. Un ejemplo reciente nos debería alarmar. Me refiero al recién nacido de una mujer unida en matrimonio homosexual con otra mujer, que fue anotado como hijo de dos madres, desconociéndose el padre ya que proviene de una fecundación in vitro, Esto pone en claro el grado de cosificación de los seres humanos a que se ha llegado. Nadie defiende el derecho humano de toda persona a tener una madre y un padre biológicos como manda la naturaleza. A partir de esto resulta coherente que la vida del hijo engendrado dependa de una simple opción de la madre con desprecio total del derecho de quienes más necesitan ser protegidos.
Yo tenía un profesor de Filosofía al cual apreciaba mucho. El siempre decía que no había valores absolutos. Un día, un compañero le dijo:NINGUNA SOCIEDAD SE QUIERE DESTRUIR A SI MISMA. Ese es una valor absoluto.Mi profesor se quedó sin palabras… El valor VIDA no se discute ni ahora ni antes.Es algo que nos trasciende… Cuando alguien opina a favor del aborto, pienso que alberga en su alma un gran dolor. Si son mujeres,más todavía. No es un tema de los católicos, sino de cualquier humano que puede expresar la experiencia espiritual. Yo creo que tiene que ver con el nivel de conciencia de cada uno y que no sirve enfrentarse a nivel individual. Pero como sociedad,todos debemos tratar de apoyar la VIDA para que no muera ningún niño por nacer. Cada mujer que ha abortado tiene la necesidad de contarlo. Me ha pasado que mujeres con la que no tenía gran relación lo expresaban como una necesidad .No podían reservarlo. Algunas se justificaban. Otras lo sentían como una gran pérdida… No es gratis hacer un aborto. Pero no todos podemos comprender la gravedad de ese hecho… Confiemos,sin juzgar,que la LUZ llegará al alma de esas personas. QUIERO ACLARAR QUE APRECIABA A MI PROFESOR PORQUE NOS PERMITÍA PENSAR Y EXPRESARNOS AÚN EN CONTRA DE SUS PROPIAS IDEAS.
Fíjese Velasco quienes opinan como usted….. los que están en contra del matrimonio homosexual, los que dicen que en la dictadura no hubo genocidio, los que están en contra de la anticoncepción y de la educación sexual en las escuelas!!!!! Seguramente es la misma que años atras estaba en contra del voto femenino, el divorcio, etc
Lamentable el comentario de Lisandro. La verdad es que después de leer una argumentación tan seria, caer en descalificativos personales me parece bajísimo. No es la expresión de una postura, es directamente un insulto.
Si bien no coincido PARA NADA con el comentario de Miguel Guevara, ni entiendo qué tiene que ver en esto la carta a la senadora Clinton, la verdad es que voy a tratar a quienes hicieron esos comentarios con respeto.
El respeto no es por las ideas, es por las personas…aun que uno no coincida, debemos aprender a tolerar y a ser educados porque con sus ideas las personas no nos insultan solamente se expresan!! No hacen daño a nadie, al contrario, pensar es siempre algo bueno. Pero el insulto irreflexivo y gratuito me parece injustificable. Respeto a quien hizo el comentario, pero no puedo dejar de expresar educadamente mi descontento con su actitud.
Por lo demás, coincido plenamente con todo el artículo. En el especia con la idea de dar argumentos seculares, que unan, que tengamos en común. No es un tema de catequesis, no es una cuestión de fe.
Me gustó mucho la nota. Por otro lado considero que es bueno recordar que el Código Civil en su artículo 70 reconoce el inicio de la vida desde el momento de la concepción, el día 1, donde el embrión no es reconocido como un ser humano en potencia sino en acto, en potencia será feto, bebé, niño etc. El papa Juan Pablo II lo definió al aborto como el mayor genocidio en la historia de la humanidad, hay cifras que hablan de 50.000.000 de abortos anuales a nivel mundial y de 300.000 abortos (y más) a nivel nacional. Considero que en definitiva el aborto inducido recurre a la típica lógica inhumana de no reconocerle al «otro» su conidición de ser humano, o su dignidad, ejemplos históricos de este tipo de «lógica» han llevado al mundo a sus prácticas más aberrantes y crueles como la esclavitud, derecho de vida o muerte, racismo u holocausto.
Brenda, en ningún momento insulté a Velasco. Es fácil decir eso porque te liberás de argumentar sobre lo que yo afirmo (que es una verdad).