Un recorrido por el mapa fragmentado del país, especialmente la extendida pobreza que define la geografía del Norte.Un lugar relativamente común en nuestro imaginario reconoce la figura de una Argentina rica que a comienzos del siglo veinte se ubicaba entre las naciones más desarrolladas del mundo. Esa figura refleja una difundida propuesta académica que, en general, ha sobrevalorado los cambios que se produjeron en esos años; la generalización de país rico difumina las profundas diferencias que albergaba su territorio.

Se deben reconocer, no obstante, algunos fundamentos sólidos de aquella propuesta. El crecimiento de 3 por ciento per cápita entre 1870 y 1914, cuando era común el 1,5 por ciento en la mayor parte de los países, es uno de ellos. Que ese crecimiento estuviera asociado a la inmigración, la colonización, la expansión ferroviaria y, en general, la consolidación del capitalismo no le resta argumentos a la creencia de país opulento. Tal idea quedaría validada si entendiéramos por la Argentina a algunos sectores de la Pampa Húmeda. Pero más allá se reiteraba el modelo de islas ricas dispersas en un amplio territorio donde lo dominante era la privación. El Norte Grande Argentino1 (NGA) integraba el dominio de la carestía y aún lo integra, a pesar de los diferentes –y reales– avances en diversos aspectos. En efecto, si consideramos que la mortalidad puede ser un indicador aproximado de pobreza, en el quinquenio 1914-1918 la tasa del NGA era 100 por ciento mayor que la de Buenos Aires. Entendiendo que el avance de la medicina nos impedía (hacia mediados de siglo veinte) asociar fácilmente la mortalidad general con la pobreza, la tasa de mortalidad infantil podía expresar más crudamente esa correlación; y en el quinquenio 1944-1948 la del NGA superaba a la de Buenos Aires en más del 80 por ciento. La distancia hoy se mantiene. El mapa pone de manifiesto la intensidad de las carencias de los hogares argentinos a fines del siglo pasado, y fácilmente resalta la dimensión de la pobreza en el NGA.

 

Un ámbito de incertidumbre: la medición de la pobreza

Quien aborde la noción de pobreza encontrará un heterogéneo conjunto de propuestas y enfoques o, como bien se ha indicado, un “manantial de ideologías”. No hay período histórico, escuelas políticas, filosóficas o económicas que soslayen el tema. Adoptar una definición de pobreza implica qué medir y cómo. En el caso del NGA, se consideró que no es posible estudiar la pobreza sino en términos de distribución espacial, lo que permite superar la dicotomía pobre/no pobre o la utilización dominante de variables relativas a las condiciones materiales de los hogares, como es el caso de las necesidades básicas insatisfechas. (Por el contrario, la Encuesta Permanente de Hogares mide la pobreza reduciéndola a un punto en el espacio o a una cifra la diversidad territorial de los aglomerados argentinos, y excluye el mundo rural). El fundamento es simple: se busca conocer la distribución espacial de la intensidad de la pobreza: dónde están, quiénes y cuántos son los más carentes. Cada uno de los casi 200 departamentos del Norte tiene su propio valor. Aquellos de intensidad más alta conforman los núcleos duros de la pobreza norteña. El camino estadístico llevó al reconocimiento de sociedades, lugares y territorios de naturaleza diferente, a identificar los factores que habrían incidido en la conformación de dichos núcleos y a entrever las probables formas de superación de sus problemas.

El índice de privación material de los hogares (IPMH) desarrollado por técnicos del Indec satisfizo buena parte de las exigencias conceptuales y metodológicas. Se obtiene mediante la articulación de dos bases: la que mide las condiciones habitacionales de cada hogar (y permite inferir las privaciones patrimoniales) y la que da cuenta de la capacidad económica relacionando los años de educación formal de los perceptores de ingresos y el total de miembros del hogar (se relaciona con las privaciones coyunturales).

Hay hogares donde no se advierten privaciones; y otros que sufren una sola: patrimonial o coyuntural. Obviamente, el grupo que más interesa es el de los hogares con ambas privaciones, es decir con privaciones convergentes. De esta manera es posible calcular para cada unidad espacial (departamento, fracción o radio censal) la proporción de hogares con privaciones convergentes con respecto al total de hogares con privaciones.2

El mapa muestra la fragmentación del país y también la extensa mancha de pobreza que define al Norte. No se trata solamente del contraste pobreza/riqueza; involucra también la edad de la población, la natalidad, la mortalidad general e infantil, la educación, la seguridad social, los servicios públicos y privados, cuyas diferencias aproximan al Norte al universo latinoamericano más que al pampeano. Este “país” –que alberga al 20 por ciento de los habitantes de la Argentina– tuvo y tiene una participación débil en la creación de riqueza: nunca superó el 12 por ciento del PBI, porcentaje que alcanzó en la década del noventa y aún mantiene.

 

El interior del Norte Grande

En un contexto de fuertes carencias, la distribución del IPMH en el Norte Grande define también un espacio muy fraccionado. Si se ordenan los 175 departamentos según valores crecientes de intensidad del IPMH, pueden agruparse en cuatro grandes niveles de privaciones. El siguiente cuadro incluye algunas cifras que dan una idea aproximada de las carencias. El nivel de menor pobreza (con un rango de 20 a 40% de intensidad)3 es el más urbanizado pues incluye siete de las nueve capitales provinciales. Su carácter predominante es la heterogeneidad: reúne a los hogares de mayor riqueza con las villas miseria de cada una de esas capitales. En el otro extremo, los dos niveles de mayor intensidad conforman los núcleos duros de la pobreza regional. Además de las carencias indicadas, el 65 por ciento de los habitantes no cuentan con jubilación ni pensión y el 80 por ciento no tiene cobertura o seguro social. Por último, es evidente la correlación entre niveles crecientes de pobreza y natalidad, mortalidad general, infantil y post neonatal, e incremento de la proporción de población autorreconocida como indígena, reducción del número de población adulta y aumento de la proporción de población rural.

 

Los más carenciados

Es posible reconocer seis núcleos duros de pobreza. Tres están constituidos en su mayoría por campesinos del noroeste correntino (más de 90.000 personas en 2001), del Chaco algodonero (172.000) y los santiagueños del Salado (196.000). En los otros tres dominan poblaciones aborígenes de la meseta misionera (24.000), las puneñas (17.800) y las del viejo corazón del Gran Chaco (155.000). A ellos deben sumarse los habitantes de las villas miseria urbanas. Se trata de un hecho no sólo más complejo sino que dejó de ser privativo de las capitales provinciales; hoy son comunes en ciudades de menor rango.

Si, como advirtió Borges, “no hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo”, el NGA podría ser hoy una acumulación de persistencias. Si su dilatado territorio resulta de esa escritura, el primer capítulo trataría sobre el Norte Grande Criollo. En torno de 1850 podríamos situar el ámbito del patronazgo. Ese paisaje registra  persistencias coloniales, un fuerte campesinado y una población aborigen de variada aculturación. Territorios semejantes no son muy comunes en la Argentina. El país recibió dos fuertes (y sucesivas) improntas. La primera, a entre fines del diecinueve y comienzos del veinte, a través de la consolidación del liberalismo/ capitalismo y de la construcción de los paisajes agroindustriales principalmente con los cultivos de azúcar, algodón y yerba mate. Además, dejaron su trazo la transferencia de la propiedad de la tierra, la construcción de ferrocarriles y rutas, la colonización, la inmigración y la expansión de servicios. Este empuje comenzó a complicarse en torno de los ’50 y en alguna medida facilitó el proceso que dio lugar a la segunda impronta, en los ‘60: la pampeanización del Norte. Consistió en el reemplazo de parte de los cultivos industriales por los pampeanos (el paradigma fue la provincia del Chaco), el incremento de la ganadería y la expansión de los nuevos cultivos sobre los territorios “tradicionales” dominados por la economía de supervivencia. Algunos de sus efectos sociales se advirtieron en la caída del valor agregado de la producción, la disminución de la demanda de mano de obra y la consecuente migración del campo a la ciudad. El avance de los cultivos sobre el bosque produjo también un fuerte deterioro ambiental.

Esta segunda impronta se profundizó aún más a partir de los ’90 con las políticas neoliberales: la desregulación y la precarización laboral, articuladas con los atributos de la pampeanización, tuvieron un fuerte impacto en las sociedades. La evolución de los índices sociales y económicos es ya conocida.

La conjunción de los factores enunciados no operó en el vacío. En este territorio de persistencias coexisten la sociedad tradicional (campesinado, aborígenes) y la moderna; y ambas se articulan con el Estado en un contexto de economía de mercado. Y los variados modelos de articulación definen, de área en área, la intensidad de la pobreza.

 

Saltar el cerrojo

Para saltar el cerrojo de la pobreza es preciso reconocer los problemas y la importancia de las articulaciones de la sociedad tradicional (para el mundo campesino pero específicamente para los aborígenes) que conforma la mayor parte de la población de los núcleos duros. En este sentido, la economía de mercado entendida como expresión de una cultura particular histórica y geográfica, cuyo icono dilecto es el progreso, resulta una noción relativamente ajena a dichas sociedades.

Sería también muy importante reconocer que el Norte es otro país. En buena medida por su composición sociocultural y la multiplicidad de paisajes que lo integran; también por el comportamiento de los indicadores demográficos y económicos. Así como Octavio Paz explicaba las diferencias entre México y los Estados Unidos diciendo: “es lo mismo que las une”, el Norte y la Pampa Húmeda son dos versiones de la economía de mercado, dos resultados distintos de la consolidación del liberalismo.

Finalmente, reconocer que todo proyecto que se proponga mejorar la calidad de vida de las sociedades del Norte debe abandonar la práctica de alentar iniciativas aisladas, inconexas, o suponer que es suficiente con la asistencia social. Se requiere diseñar un plan global, expresado en una clara política de Estado, que considere que la aplicación de recetas exclusivamente liberales continuará produciendo, como dice Bauman, “residuos humanos”. Por el contrario, deberá conciliar las  expectativas de las sociedades tradicional y moderna –y sus diferentes articulaciones– que conforman el Norte Argentino.

 

Notas:

 

1. Creado en abril de 1999, incluye las cuatro provincias del Nordeste Argentino (Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones) y las cinco del Noroeste (Catamarca, Jujuy, Tucumán, Salta y Santiago del Estero). Incluía en 2001 a casi 7 millones de habitantes.

2. Mientras el NGA registraba en 2001 (año del censo) 525.267 hogares con privaciones convergentes (29,8% del total), el conurbano bonaerense tenía 317.740 hogares en esa

2 Readers Commented

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  1. LUIS ELBAUM on 12 noviembre, 2010

    ES UNA VERGÜENZA QUE ARGENTINA , PAIS PRODUCTOR DE ALIMENTOS PARA 400,MILLONES DE PERSONAL, AUN EXISTE TANTA POBREZA Y MORTALIDAD INFANTIL,, ESTO SUCEDE , PORQUE LOS GOBIERNOS , EN LUGAR DE PREOCUPARSE POR EL BIENESTAR DE LA SOCIEDAD. ESTAN PENSANDO EN SUS RIQUEZA PERSONAL Y EN LAS FUTURAS ELECCIONES.. NO HAY VOCACION REAL DE SERVIR A LA PATRIA .

  2. LUIS ELBAUM on 12 noviembre, 2010

    ARGENTINA ES UN PAIS INJUSTO, HAY GENTE MUY RICA Y GENTE MUY POBRE, QUE NO TIENEN DONDE DORMIR O COMER.. ES UNA OBLIGACION DE LOS DISTINTOS GOBIERNOS DE REDISTRIBUIR LA RIQUEZA, Y DAR TRABAJO A TODOS LO HABITANTES,
    DAR ESTUDIO Y OFICIOS A LOS JOVENES-, PARA QUE PUEDA GANARSE LA VIDA EN EL FUTURO-
    A M LADO ESTA MI NIETA DE 7 AÑOS, Y ME DICE , ABUELO, NO CRITIQUES AL LOS GOBIERNOS , QUE SE PUEDEN ENOJAR, Y TE PUEDE PASAR ALGO MALO,, NO CREO, QUERIDA , LE RESPONDO , VIVIMOS EN DEMOCRACIA, Y CADO UNA PUEDE PENSAR LIBREMENTE, SIN MIEDOS.. ESPERO SEA DE ESE MODO; CASO CONTRARIO NO VIVIMOS EN DEMOCRACIA.

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