El converso John Henry Newman, quien llegaría a ser cardenal de la Iglesia católica, es presentado en este artículo de The Tablet en su perfil de periodista independiente.

No es frecuente recordar a John Henry Newman como periodista. Tal vez porque fue breve el tiempo que le dedicó a esa actividad. Sin embargo, cuando lo hizo, se vio obligado a afrontar algunas cuestiones espinosas para el periodismo católico de su tiempo y también para el nuestro. A principios de marzo, en el mensaje a los obispos católicos de Inglaterra y Gales durante su visita ad limina en Roma, el papa Benedicto XVI se refirió a Newman.

Los exhortó: “Es importante darse cuenta a qué sirve el disenso y no confundirlo con una madura contribución a un debate equilibrado y amplio. Lo que nos hace libres es la verdad revelada a través de la Escritura y la tradición, trasmitida por el magisterio de la Iglesia. El cardenal Newman lo comprendió…”.

¿Y de qué se había dado cuenta Newman? En 1859 había sido designado director de The Rambler, una revista mensual católica independiente, en reemplazo de Richard Simpson, quien había perdido el puesto por un incidente con los obispos. Simpson había publicado un artículo crítico sobre la prohibición de los obispos a que las escuelas católicas cooperaran con la inspección de un comité real.

Si bien más tarde lo defendería, para Newman el artículo había desafiado la autoridad episcopal en lo atinente a la educación católica. The Rambler debía proponer una guía en materia teológica y tratar temas de historia y política, pero a la vez permanecer independiente. Newman quería evitar la confrontación entre los obispos y una publicación cuya opinión se consideraba inteligente y, por lo general,  representativa del pensamiento católico liberal.

John H. Newman explicó su posición en un editorial: era conveniente que “los obispos conozcan la opinión de los laicos en los temas en los que están especialmente involucrados. Si fueron consultados incluso en la elaboración de una definición dogmática de fe, como recientemente en el caso de la Inmaculada Concepción, parece al menos natural un gesto de generosa cordialidad hacerlo respecto de importantes cuestiones prácticas”.

De inmediato se objetó su aguda alusión a las consultas antes de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. Sonó exagerada. Dejaba entrever que si el laico no había sido consultado, debía serlo. Fue severamente cuestionado, aun más que su predecesor.

Tal vez se excedió al recordar la controversia arriana del siglo IV, pero las consecuencias teológicas de su periodismo fueron tan polémicas entonces como pueden serlo hoy. Muchos obispos se sintieron ofendidos. Fue denunciado en Roma y tuvo que dejar  The Rambler; la sospecha lo persiguió durante varios años.

En su artículo en The Rambler, Newman argumentaba que en la época de la herejía arriana fue la fe de la gente común la que preservó la ortodoxia de la fe. “En ese tiempo de inmensa confusión el dogma sagrado de la divinidad del Señor era proclamado, forzado, mantenido, preservado (humanamente hablando) mucho más por la Ecclesia docta que por la Ecclesia docens: el cuerpo episcopal no era fiel a su misión mientras que el cuerpo del laicado sí lo era a su bautismo. Hubo veces en que papas, patriarcas, metropolitas y concilios dijeron lo que no debían decir; habían ocultado o comprometido la verdad revelada. Sin embargo, ¿qué aspecto del argumento del siglo IV representaba al disenso y cuál a la ortodoxia católica? Newman parece sostener que la ortodoxia pertenecía al consensus fidelium no oficial. Y sumaba otra evidencia en defensa de Simpson: si los creyentes laicos preservaron la verdad contra la herejía en un tema mayor como el de la divinidad de Cristo, seguramente estarán habilitados a opinar sobre cuestiones menores como las inspecciones escolares.

Y advertía que “la Ecclesia docens es más eficaz cuando tiene partidarios entusiastas, como los aquí representados, que cuando aísla la fe del estudio de su sagrada doctrina y de la compasión de la contemplación divina; y requiere de ellos una implícita fides en su palabra, que en las clases educadas terminará en indiferencia y en los más pobres en superstición”. No podría haber mejor defensa del periodismo católico.

 

Referente del mundo cristiano

 

John Henry Newman (Londres, 1801– Birmingham, 1890), presbítero anglicano convertido al catolicismo en 1845, que llegara a ser cardenal por decisión del papa León XIII, fue un intelectual de referencia para el mundo cristiano. Figura clave del Movimiento de Oxford en su juventud, pretendía que la Iglesia de Inglaterra recuperara sus raíces católicas. La conversión al catolicismo fue resultado de la influencia de uno de sus maestros, el reverendo Walter Mayers, quien se había convertido del calvinismo al evangelismo.

Newman escribió importantes libros, entre ellos Vía Media, Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana, Apología Pro Vita Sua, y Grammar of Assent. El 3 de julio de 2009 el papa Benedicto XVI aprobó su beatificación.

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