La muerte del padre Jean-Yves Calvez ha sido un duro golpe para el mundo intelectual, en general, y para la Iglesia, en particular. Y naturalmente también para quienes tuvimos la fortuna de formar parte del núcleo de sus amistades, ciertamente no reducido. Su agenda era, en sí misma, un documento revelador de la aptitud de exploración y curiosidad ilustrada y audaz, pues ingresó en espacios y rincones del mundo donde la condición sacerdotal podía poner en riesgo su vida si era identificado como tal por militantes sectarios, que todavía existen.

En estas muy breves líneas quiero dar cuenta de algunos momentos que anudaron nuestra amistad. En una primera cena familiar en mi casa –que se reiteraría a cada paso

por Buenos Aires hasta mediados del año 2009– Calvez nos obsequió uno de sus libros que consideraba mejor logrados: El pensamiento de Carlos Marx, en la versión castellana de 1958. Un gran teórico del marxismo, Henri Lefebvre, había puesto de relieve que paradójicamente en esos tiempos dos de las obras mejor consideradas sobre el marxismo habían sido escritas por dos jóvenes jesuitas: H. Chambre y J.-Y. Calvez.

En 1959 junto con Jacques Perrin publicó Église et Société Economique sobre la enseñanza social de los papas, desde León XIII hasta Pío XII (1878/1958). Desde entonces sus libros, artículos, conferencias y dictámenes, sumados a los que alude en El padre Arrupe: profeta de la Iglesia del Concilio –donde se reconocen tanto sus posiciones en cuanto provincial de los jesuitas en Francia como las propias de su rol de asistente del general de los jesuitas entre 1971 y 1983– constituyen un material intelectual inabarcable para este apretado testimonio.

Conocí a Calvez en 1958, cuando se fundó el CIAS (Centro de Investigación y Acción Social) y durante años lugar de encuentros significativos. Supo en una de estas reuniones que la Facultad de Derecho de la UBA se había desinteresado de un proyecto de plan de estudios sobre Ciencia Política y Relaciones Internacionales, resultado de un extenso viaje que yo había emprendido por los Estados Unidos entrevistando a varios de los mejores intelectuales norteamericanos y europeos (Dahl, Morgenthau, D e u t s c h , Sartori, John Langan S.J., Stanley Hoffmann…) con apoyo de una beca de la Fundación Eisenhower. En breve: Calvez intervino para que la Universidad del Salvador nos hiciera lugar para la experiencia. Compartida por Rafael Braun, Marcelo Montserrat, Félix Peña, Carlos Mujica, Natalio Botana y un claustro significativo, resultó ser uno de los focos de partida de la enseñanza de la Ciencia Política moderna en la Argentina. En tiempos posteriores pero no lejanos, tuve su apoyo en la Comisión de Justicia y Paz del Vaticano. Y no fui el único beneficiado por su sentido del servicio, su cultura, su calidez en la amistad y su pasión no sólo por comprender a cada persona que trataba y cada geografía que visitaba o proceso que la humanidad vivía… sino pasión por explicar, complemento fundamental.

2 Readers Commented

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  1. Alberto Zimmermann on 19 marzo, 2010

    Agradezco a Criterio y a Carlos Floria las líneas sobre J.Y. Calvez, a quien lamentablemente no he leído, y aunque la Ciencia Política nunca fue un tema entre mis intereses, la personalidad descripta, su proyección en el CIAS, y luego a través de la cátedra en la Universidad del Salvador, despiertan mi interés y espero conocer sus investigaciones. En fin, intentar aproximarme a quien ya no está.
    Cordialmente
    AZ

  2. EDGARDO ARRIVILLAGA on 11 mayo, 2010

    CALVEZ disecó al marxismo desde el conocimiento profundo del Gran Leviatán.
    En los ’60 su lectura era obligatoria y fue una crítica desde el conocimiento de la teoría marxista. La COMISION jUSTICIA Y PAZ es emblemática y no todas las religiones monoteistas la tienen.
    Por el contrario, la intolerancia expresa una realidad en la que florecen como hongos los nucleos de NI JUSTICIA NI PAZ ,exactamente lo que detestaba Calvez,pensador en la línea de Teilhard de Maritain y de tantos otros.
    Saludos..

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