En diálogo con una documentalista italiana cuya última obra presenta, a través
de testimonios emotivos y solvencia fílmica, una metáfora del declinar del Partido Comunista en su país.
A Mariangela Barbanente (simpática, comunicativa, italianísima), nacida en la ciudad de Bari y que desde hace veinte años vive en Roma, la conocimos en la presentación de su film en la “Semana del documental italiano” realizada en Buenos Aires a finales del año pasado. Trabaja como guionista de cine y televisión y Il trasloco del bar di Vezio (La mudanza del café de Vezio) es su segundo documental como directora. El primero se llamó Sole (que en italiano significa tanto “sol” como “solas”) y juega con el doble sentido del calor del sol del sur y de la soledad de las campesinas, de las trabajadoras rurales, ya que en su región existía el caporalato: una forma de explotación ilegal de la mano de obra. “Cuando filmé esa película –explica– ese sistema incluía solamente a mujeres; hoy en cambio se lo asocia a los inmigrantes. Pero diez años atrás, en esas hermosas colinas de Puglia trabajaban mujeres del lugar y no se veían todavía inmigrantes extra comunitarios. Se trata de cultivos en terrazas que obligan a métodos agrícolas primitivos, y estas mujeres eran llevadas cada día por los caporales durante tres o cuatro horas de camión hasta los campos. Muchas salían de sus casas a las cuatro de la madrugada y volvían al anochecer. Allí cuento la vida de cinco mujeres durante un año, de un verano al siguiente, a partir de sus testimonios: una chica de 18 años, una mujer casada y con hijos, una mujer pensionada… Se estrenó en el año 2000 y tuvo mucho éxito en festivales y con el público”. La obra presentada aquí, en cambio, muestra la mudanza de un famoso pequeño café de Roma que los políticos comunistas solían frecuentar a la salida de la sede del partido. Su dueño se enorgullece de ser un romano “di Trastevere” (el barrio más popular y característico de la vieja capital) y de haber sido bautizado sin renunciar sus padres a la condición de comunistas. Hoy de ese mundo de promesas quedan fotos, testimonios y una marcada desilusión.
– De Il trasloco del bar di Vezio nos interesó sobre todo la metáfora de la desaparición de la izquierda política en Italia: cierra el tradicional bar de los comunistas cuando prácticamente desaparece el partido. O lo que es igual: se muda la sede del partido y también el café que prohibía la entrada a “todo fascista”.
– Filmé la película durante 2004 y 2005. Al principio mi idea era retratar el momento en que el propietario del bar, un viejo y enardecido comunista, al tener que mudarse, iría descolgando de las paredes las fotos de los distintos líderes de la izquierda italiana y de otros países. Pero sucedió que la fecha de la mudanza se pospuso varias veces por distintos motivos: trámites burocráticos, falta de dinero para arreglar el nuevo local… que está en un edificio del siglo XVII y cada tanto había que detener los trabajos para reparar las grietas que aparecían. El antiguo café estaba en la zona del ghetto de Roma, muy cerca de la antigua sede del Partido Comunista, pero en ese barrio las propiedades comenzaron a cotizarse muy alto y Vezio se vio obligado a buscar un local en alquiler en otro lugar; y lo encontraría –mal que nos pese– camino hacia San Pedro, a orillas del Tíber. Yo seguía yendo al bar original a filmar y a tomar café, y fui conociendo cada vez más al propietario y a sus parroquianos. Después surgió la idea de producir una serie donde se presentara tanto el café como el barrio, que es muy pintoresco, e hicimos seis capítulos para la televisión de media hora cada uno. Mostraban el centro judío de Roma, la sede nacional del P.C. de la calle Botteghe Oscure, la arquitectura de la época de Mussolini, ya que eso está cerca de la plaza Venecia… Todas las historias me llegaban de boca de las personas que encontraba en el café. Sin embargo, siempre persistían en mí las ganas de filmar la mudanza misma y de señalar el paralelismo entre el bar y el partido, de manera que finalmente pude concentrarme y editar esta versión. Quizás me dejé llevar y exageré un poco la relación, pero Vezio se me impuso como el personaje que les servía el café a los dirigentes comunistas; es un hombre que siempre vivió totalmente fascinado por el comunismo y su bar era el lugar obligado de los políticos de izquierda. Esta historia duró nada menos que veinte años. Finalmente, Vezio se sintió profundamente defraudado por el secretario general Occhetto (Nota: Achille Occhetto, último secretario del Partido Comunista Italiano, quien consideró terminada la experiencia comunista y apoyó la disolución del PCI y la creación de un nuevo partido, el Partido Democrático de la Izquierda, más próximo a la socialdemocracia). En 1998, el partido cambió de sede, pero yo no pensé esa metáfora en un escritorio sino que me la ofrecieron los hechos. Es decir, nunca me propuse filmar una metáfora del final del Partido Comunista. Fue, en todo caso, el resultado último de la filmación. Y me dije: “Tenemos un partido que ya no responde a las exigencias del pueblo italiano, que prácticamente desde hace muchos años no logra acompañar los procesos de la sociedad, y tenemos al señor Vezio, ya mayor, afectado por el mal de Parkinson, y un viejo café que se está descascarando”. Y entonces comprendí que el bar de Vezio era realmente la metáfora del partido, además de que me impresionó la figura de este hombre que se apegaba a las imágenes y a los recuerdos con verdadera devoción.
–En la presentación del documental decías que también habías filmado a varios políticos, pero que al llegar al montaje descartaste esas escenas.
–Efectivamente, porque al no estar ya cerca la sede del partido, los políticos comunistas tomaban café en otros bares. Entrevisté a hombres como D’Alema (Nota: Massimo D’Alema, ex secretario general de la Federación Juvenil Comunista Italiana y primer jefe de gobierno de la UE proveniente de la tradición comunista), Occhetto, Veltroni (Nota: Valter Veltroni es un ex ministro de Prodi que había comenzado su carrera política en las filas de la Federación Juvenil Comunista Italiana), y a algunos importantes periodistas de la prensa comunista. Pero en general respondían con frases hechas; si bien algunos eran particularmente graciosos, no iban a la sustancia. Recuerdo que D’Alema me dijo que el café de Vezio era parte fundamental del viejo partido; pero me interesó mucho más la gente común. Tuve entre las manos las entrevistas a los políticos hasta último momento, pero cuando había que definir el montaje las dejé de lado y preferí contar historias del barrio.
– ¿Te defines como una directora de cine de izquierda?
– Me siento genéticamente de izquierda, acaso también por la cultura donde me tocó crecer. Nunca me inscribí en el partido; cuando se disolvió yo tenía veinte años y había empezado a votar hacía poco. Pero hubo personajes en el comunismo italiano a los cuales también mi generación se sentía ligada afectivamente. Cuando murió Berlinguer (Nota: Enrico Berlinguer fue secretario general del Partido Comunista Italiano desde 1972 hasta su muerte en 1984) yo tenía dieciséis años, sin embargo, con mis compañeros vivimos una emoción intensa. La manera en la que Berlinguer le hablaba a la gente era la de alguien que sabe lo que quiere y sabe cómo comunicarlo. Ese fue el momento más alto del partido comunista italiano, cuando obtuvo más votos, porque todavía sabía comunicarse con la gente. Aún hoy recuerdo ese funeral. Yo no vivía en Roma entonces y lo seguí por televisión, pero el sentimiento de congoja inundó el país. En honor a Berlinguer, en las elecciones europeas, el Partido Comunista Italiano superó a la Democracia Cristiana. Por lo tanto, casi inevitablemente, tanto por razones familiares como culturales y generacionales, siempre me sentí una persona de izquierda. De todas maneras debo aclarar que fui muy crítica con el Partido Comunista, dejé de votarlo y lo vi desentenderse de la sociedad y de mi generación.
– ¿Cómo se siente una mujer de izquierda frente a la política de Silvio Berlusconi?
– Tremendamente perdida y ofendida. He querido editar esta película en el momento en que el Partido Comunista ya no tenía ningún representante en el Congreso. Cosa que en realidad no me preocupa demasiado porque yo no me identifico con el P.C. Creo que, de alguna manera, los partidos están perimidos, se alimentan de sí mismos, han perdido toda conexión con el mundo exterior; y me parece correcto que la gente haya dejado de votarlos. Esta es la confirmación de que ya no tenemos una izquierda que sepa comunicarse con el pueblo. La gente se encierra cada vez más, va desapareciendo el sentido de comunidad que evidentemente en la década del setenta era muy fuerte. Hoy nos hemos ido quedando en nuestros intereses personales; por eso gana la derecha.
– A tu juicio, ¿qué necesita Italia?
– Probablemente un nuevo cambio cultural. Ya no se trata sólo de un problema de izquierdas y derechas, sino de una cuestión más profunda.
– La escritora Melania Mazzucco, la autora de la novela Vita, sostiene que la misma Italia que en la generación de sus abuelos emigraba a América y sufría privaciones y discriminaciones, hoy se ha enriquecido y muchas veces maltrata a los inmigrantes, que serían el nuevo proletariado. ¿Estás de acuerdo?
– Sí, coincido con Melania. Pero, Dios mío, también hay toda una clase social italiana que se ha empobrecido mucho en los últimos años. En las casas usurpadas hay también italianos; son menos que los extranjeros, pero ahí están. Yo vivo en una zona bastante central de Roma y un vecino mío, jubilado desde hace pocos años, hoy en día va a almorzar a los comedores de Cáritas. Es una manera de llegar a fin de mes porque con su ingreso no le alcanza. Creo que los que hoy hacen verdaderamente política en Italia no son los partidos sino los movimientos sociales de todo tipo, vinculados o no a la Iglesia católica, como la Comunità di Sant’Egidio y muchos otros. Recientemente ha surgido un nuevo diario que se llama Il Fatto, excelente, que reúne a un grupo de brillantes periodistas de diferentes ideas pero que comparten un mismo objetivo: restituir el sentido del Estado, la dimensión moral en un país donde parece que todo está permitido. Es decir, recuperar la capacidad de indignarse. Y dado que esta capacidad de indignarse no tiene cabida en los medios de comunicación más importantes, este diario se propone ser una voz fuera del coro. Se trata de un diario que en pocos meses alcanzó una tirada de cien mil copias; lo cual significa que hay un deseo de cambio que no encuentra su expresión. Los partidos de izquierda no saben darle voz a esta exigencia. Hoy en Roma existen manifestaciones anti Berlusconi promovidas por agrupaciones sociales y culturales, y también es de señalar el blog de Beppe Grillo (Nota: Se trata del cómico y actor cuyo blog www.beppegrillo.it cuenta con el mayor número de visitas entre los de lengua italiana). El Partido Democrático de Izquierda no ha querido formar parte de estas manifestaciones. Ya no hay un partido que pueda representar a la verdadera oposición en nuestro país.
– En la relación entre cine y política, ¿Nanni Moretti, el director de Caro diario o Aprile, sigue siendo un referente?
– Él sigue llevando adelante una actividad de esta naturaleza, por ejemplo, en la película El caimán, dura crítica a Berlusconi. Ahora está filmando una obra sobre el Papa de la que no se sabe nada, es un “top secret”. De una manera u otra, Moretti siempre hace cine político, pero él vive en una suerte de Olimpo, en el sentido de que ya no está tanto entre la gente. Tuvo el coraje de hablar y fue artífice de Girotondi (Nota: un movimiento que propone manifestaciones en forma de rondas en contra de ciertas políticas de Berlusconi).
– En tu película, gran parte de las colaboradores son mujeres. ¿Se debe a una actitud feminista o es casualidad?
– Es absolutamente casual, tanto que cuando vi los créditos recién me percaté de esa abrumadora presencia femenina.
– ¿Cuál fue la recepción que tuviste en esta muestra en Buenos Aires?
– Tuvimos algunos inconvenientes técnicos porque faltó la lente adecuada para proyectar la película y eso provocó alguna ligera deformación en la imagen, algo muy doloroso para un realizador. Pero, independientemente de ello, temo que se trate de una película demasiado italiana para el público extranjero. Recibí ciertamente muchos elogios y comentarios positivos aquí en Buenos Aires que demostraban comprensión e interés por el tema. Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, creo que este documental, a pesar de algún defecto, llega al corazón del público. En efecto, tuvo una gran repercusión cuando fue emitido por la televisión en Italia, tanto que el nuevo bar de Vezio se llenó de gente en su momento. También obtuvo el Premio del Público en algunos festivales italianos. Quizás ahora me doy cuenta de que una temática tan particular hubiera necesitado de un prólogo para el público no italiano. Sí tengo en claro que nunca quise hacer un film político sino más bien una labor testimonial y por eso, aunque no llegue todo el mensaje, siempre emociona al menos alguno de los personajes.
– ¿Te interesa seguir avanzando en el género documental?
– Por supuesto, me gusta muchísimo escuchar y contar historias. Cuando tengo que escribir guiones para el cine de ficción o para las series televisivas, todo nace de mi propia cabeza; en cambio, en los documentales, voy a buscar las historias en los demás: son las personas las que me cuentan el guión. Me gusta mucho y me emociona. En mi país, son raros los casos de directores que puedan vivir de la producción documental, por eso necesitamos trabajar en otros ámbitos y géneros. Pero trato de combinar: cuando no estoy dedicada una serie o a un guión, me entrego a los documentales. He trabajado en varios, pero no desde la dirección sino desde otras áreas. Me gustaría generar un cruce entre ficción y documental; creo que el futuro del cine está en el cruce de géneros, en la eliminación de las barreras que los separan. Es un fenómeno que se está verificando en todo el mundo. El cine que se ve es la gran producción estilo Blockbuster o bien los pequeños trabajos que buscan nuevas formas de lenguaje y de estética. Se trata de una tarea fascinante.
– ¿Sería un fenómeno como el del periodismo que se fue ficcionalizando?
– Sí. O algo así como el periodismo filmado, los reportajes, el que va a investigar una cuestión social, un problema. Pero quizás lo que más me gusta del género documental es contar historias privadas, pequeños relatos de los que en general no se ocupan los medios de comunicación social. Por ejemplo, si bien la historia de los conflictos bélicos en Medio Oriente es un gran argumento, a mí me interesa más verlos, por ejemplo, desde el drama de una madre en la campiña palestina mientras relata su esfuerzo cotidiano, incluso cuando han cesado los bombardeos. Es como abrir un mapa, marcar un punto con el dedo, acercar una lupa y decir: “Veamos qué historia personal hay aquí”. Lo maravilloso del documental es contar historias mínimas desde otro punto de vista. Estas obras son importantes para la cultura y la sociedad de un país. El gran documentalista chileno Patricio Guzmán dice que un país sin documentales es como una familia sin álbum fotográfico.
– ¿Estás trabajando en un nuevo documental?
– Tengo varios proyectos entre manos pero no he tenido el tiempo suficiente para encararlos. Cuando esté con menos trabajo, gracias a la crisis, volveré a filmar documentales.
– En este festival de nuevos documentales italianos, ¿cuáles te interesaron más?
– Me parece que Il segreto di Mussolini, de Gianfranco Norelli y Fabrizio Laurenti, es un excelente trabajo de investigación, además de una construcción narrativa muy clásica. Cuenta la historia secreta del hijo desconocido de Mussolini, que viene a la luz gracias a los directores. Y creo que interesó a los distribuidores argentinos. Por su parte, el film sobre Feltrinelli, dirigido por Alessandro Rossetto, me dejó muy perpleja la primera vez que lo vi porque se trata de una obra a pedido de la familia, que sentía la necesidad de contar este hecho. Me gustó cómo el director supo llegar a un elegante acuerdo, a un prudente matrimonio entre los intereses de quienes encargan el trabajo y su realización. La vita come viaggio aziendale, de Paolo Mutan, es una película muy linda y divertida. Y también La voce Stratos, de Luciano D´Onofrio y Monica Affatato, representa un gran trabajo porque es el primer documental sobre el gran cantante rock griego Demetrio Stratos, que vivió mucho en Italia, un músico excepcional que ejecutó una investigación sobre las posibilidades inimaginables de la voz. Me gustó también Il passaggio della linea, de Pietro Marcello.