Frecuentemente se habla de la Revolución de Mayo como el momento de emergencia de una identidad “nacional” argentina contrapuesta a la española. La nación, la identidad nacional, parecen ser esenciales y eternas. Sin dudas, en 1809/1810 se encontraban en uso voces derivadas del vocablo “argentino/a”, pero ¿qué significaban para los contemporáneos? Las palabras cambian de contenidos y es tarea del historiador señalar los diferentes significados que adoptan en contextos distintos. Por otro lado, las identidades no son eternas, se construyen. Hoy reproducimos un breve texto –despojado del vasto aparato erudito para facilitar la lectura del lector no especializado- surgido de una pluma experta: José Carlos Chiaramonte es sin dudas uno de los más destacados historiadores argentinos y desde hace dos décadas dirige el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. El texto ilustra los significados del vocablo en tiempos de la revolución y muestra cómo fue adquiriendo el actual en la medida en que se fue construyendo, trabajosamente y a lo largo del siglo XIX, la idea de nación argentina.

Roberto Di Stefano

 

[…] El adjetivo argentino, con el valor de “rioplatense”, es usado inicialmente, a comienzos del siglo XVII, por Martín del Barco Centenera quien, asimismo, sustantiva el adjetivo para designar al río y al país. El adjetivo, que reaparece luego en diversos escritos a lo largo de los siglos XVII y XVIII, a comienzos del XIX es ya frecuente en la poesía, al igual que el sustantivo, usado como  nombre poético de la tierra, pero con un sentido distinto del actual, pues incluye a los españoles mientras, en cambio, excluye a las castas (1). Equivale a “rioplatense” o “bonaerense”, expresando una diferenciación regional dentro de la América hispana.

El empleo del vocablo argentino, y de sus variantes, se puede encontrar a menudo en producciones literarias previas a 1810, con los sentidos que indicamos. La Oda al Paraná de Lavardén, así como las composiciones que otros poetas amigos suyos publicaron en su homenaje en las páginas del Telégrafo…, comprueba también ese uso (2). Tal como aquélla en la que además de mencionarse “…las llanuras/ del Argentino magestuoso suelo…”, se invoca a Lavardén de esta manera: “…Hijo Divino del excelso Apolo/ Sabio Argentino, consumado Orfeo/que usando de la Citara armoniosa/ilustras con tu voz el patrio suelo”.

Notemos que estas acepciones serán frecuentes en el Telégrafo…, periódico en el que abundan las colaboraciones literarias, no así en los que lo siguieron, de índole más doctrinaria e informativa. Cuando las invasiones inglesas hacen poblar con manifestaciones patrióticas las páginas del Semanario… de Vieytes, periódico sucesor del Telégrafo…, la denominación utilizada para los rioplatenses que combaten junto a los peninsulares es la de americanos o españoles americanos (3). Esto es significativo, si se lo considera con más atención: en la medida en que argentino incluye a españoles americanos y españoles europeos, su reemplazo por una denominación que excluye a estos últimos, en un contexto politizado como ocurría por efecto del incidente bélico, podría ser sugestivo respecto de la dirección en que se movía la conciencia pública de la élite criolla.

Antes de 1810 no había un término especial para designar a los nativos del Río de la Plata, cuyos habitantes se distinguían por el color o por su condición étnica. La denominación de blanco o español comprendía una minoría de españoles europeos y una mayoría de españoles americanos o criollos. Mientras que, signo de que aún no se registra una identidad colectiva de ámbito rioplatense o argentino, en la medida en que se siente la necesidad de diferenciar al nativo del español peninsular, la denominación preferida será la de americano, o alguna de sus variantes.

Será necesario el proceso de luchas abierto por la Independencia para que, posteriormente, se redefina el uso de argentino, tendiendo a ser sinónimo de rioplatense. Todavía en 1817, podían expresarse las rivalidades regionales con estas significativas palabras, en las que argentino es nítidamente limitado a Buenos Aires: “…muchos son, sí Señor, muchos son los datos –escribe un religioso franciscano–, para probar que el [padre] Provincial santafecino aborrece a Buenos Aires tanto, y más que todos los orientales: no hay ocasión en que no muestre su mala disposición contra los argentinos…”

Si esto sucedía entre los políticos y hombres de letras, tampoco se registra el uso del nombre argentino, en el sentido que tendrá posteriormente en la literatura popular. Bartolomé Hidalgo usa varios términos para designar a los patriotas, pero no argentino: patriota, porteño, salteño, puntano, oriental, americano, sudamericano. Asimismo, usa Provincias (“nuestras provincias”) y no Provincias Argentinas. Recién en 1830 aparece la expresión en “El Arriero Argentino” que publica Ascasubi en Montevideo. Si bien su uso es aún retórico en la poesía de la época, su difusión a través de poemas escritos para el pueblo, de artículos periodísticos, de hojas volantes, de materiales, en suma, que se cantaban en las escuelas, en los hogares, en las plazas públicas y en los cuarteles, comenta Rosemblat, “le asegura el paso al habla común”, así como también pasará pronto a la legislación. Y, cosa de importancia, la guerra de la independencia hace que las tropas lleven el término argentino hasta Junín y Ayacucho. Así y todo, el término no logrará exclusividad hasta muy tarde. Los trabajos constitucionales de 1824-1826 impulsaron su uso, que se alternaría con la denominación aparentemente más difundida de Provincias Unidas del Río de la Plata. La Constitución de 1853 sólo empleaba la expresión Confederación argentina, pero las reformas de 1860 determinaron el uso indistinto de Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina y Confederación Argentina.

 

 

 

José Carlos Chiaramonte

 

1. Nota del Editor: castas era el nombre que se daba en la colonia a los individuos que no eran ni españoles –blancos– ni indios.

2. Chiaramonte se refiere al primer periódico rioplatense, publicado en Buenos Aires: el Telégrafo mercantil (1801-1802).

3. Se refiere al Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807).

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  1. El primer criollo que usa la denominación «argentinos» para los habitantes del sureste americano, es el Capitán RUY DÍAZ DE GUZMÁN, (mestizo hijo de Alonso Riquelme de Guzmán y Doña Úrsula de Irala), en su crónica histórica denominada «LA ARGENTINA MANUSCRITA», redactada hacia 1612. Pero demuestra el uso habitual previo para la región «del Plata», que incluía al Paraguay, sur del Brasil, Uruguay y hasta el Potosí, como narra de sus andanzas.
    Por eso no es verdad que «la Patria» haya nacido en 1810: allí alcanzó mayoría de edad, pero el Señor de la Historia está en Argentina desde el 1º de abril de 1520, hace 490 años.
    Próximamente, en 2020, Argentina cumplirá Quinientos años.

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