En “Los ‘70 no pueden ser nuestro futuro”, Ceferino Reato se refirió al uso instrumental por parte del kirchnerismo de la generación que protagonizó la lucha de aquellos años. Creo entender que una de sus críticas apunta a la excesiva simplificación de ese discurso. En este sentido, siento el deber de observar que su artículo, al decir que “los ‘70” no pueden integrarse a nuestro destino, incurre en el error que condena. Identificar a los jóvenes de los ‘70 comprometidos política y socialmente con la guerrilla constituye un esquematismo que no nos ayuda a entablar una relación sana con ese pasado. Sería equivalente al error –a menudo interesado– de quienes asocian de manera automática, por ejemplo, al catolicismo colonial con la Inquisición. No podemos identificar en bloque a esa generación con la guerrilla. Muchos de los jóvenes que en esos años fueron perseguidos y aniquilados no estaban comprometidos con las organizaciones guerrilleras: fueron obreros, estudiantes, maestros, campesinos, cooperativistas, alfabetizadores en villas, catequistas, etcétera. La dictadura militar asoció todas las luchas que le molestaban con la guerrilla, por obvias razones.
Aclaro que no adhiero al kirchnerismo ni defiendo el uso o abuso que hace de esa memoria. Simplemente me parece oportuno puntualizar un par de cosas. La primera está dicha. La segunda es que espero, a diferencia de Reato, que algunos valores de los ‘70 vuelvan a formar parte de nuestro presente y de nuestro porvenir. Me refiero, en concreto, a la voluntad de construir una sociedad justa y al espíritu de gratuidad con que se luchó por ella. En tiempos en que la política se ha convertido en poco más que una carrera redituable, nos vendrían muy bien esos valores que los jóvenes de los ‘70, aun los que optaron por la violencia –que de ninguna manera reivindico–, vivieron en grado heroico.
Hoy vemos que nuestra clase política está muchísimo más preocupada en captar votos para acceder al poder o perpetuarse eternamente en él que en construir una sociedad mejor. No hay debates porque no hay ideas y no hay ideas porque los medios se han convertido en fines: el ejercicio del poder se busca por sí mismo, no para llevar adelante un proyecto de país. Por eso los discursos de oficialismo y oposición son tan parecidos. Los objetivos enunciados son de una generalidad pasmosa. Se defienden o atacan intereses, no ideas. La política consiste en obstaculizar el desempeño de los otros. Se cuestionan personas –a veces injuriosamente–, no proyectos. Qué bien nos vendría una buena dosis del idealismo de los ‘70.
Hoy vemos que en quienes hacen política la idea de gratuidad y de entrega que caracterizaron a los jóvenes de los ‘70 brilla por su ausencia. La militancia política prácticamente ha desaparecido, fuera de pocas excepciones. En los ‘70 se salía a pintar o a fijar carteles o a volantear simplemente porque se creía en lo que se hacía. Hoy las pintadas, pegatinas y volanteadas las hacen empresas o “militantes” a sueldo. Qué bien nos vendría una buena dosis de la gratuidad con que militaban los jóvenes de los ‘70, equivocados o no.
En nuestra cultura política prevalece la tendencia a negar o a afirmar en bloque. Se está con Kirchner o contra Kirchner, se rescata el espíritu de los ‘70 sin autocríticas o se lo condena erradicándolo de nuestro futuro. Qué bien nos vendría empezar a pensar la política con una lógica menos castrense, rescatando lo que vale la pena y dejando de lado lo que nos hizo mal.
2 Readers Commented
Join discussionMe pregunto, o pregunto, si bajo la formación e ideal marxista en que se forma la guerrilla ¿es posible pensar en que existía una «voluntad de construir una sociedad justa»?
Respondo a José Pennesi, a quien imagino joven.
Sí, frente a la injusticia y las dictaduras de las décadas del 60 y 70 muchos veíamos el «socialismo», como se llamaba entonces – con más o menos ideas marxistas – como la forma de construir una sociedad más justa.
Y es verdad que quienes pintaban paredes y tiraban piedras a la policía lo hacían llenos de ideales de solidaridad y justicia.
Por supuesto que hoy nos vendría muy bien mucho de aquel idealismo y no el individualismo actualmente fomentado por el poder económico y político.
Hoy también hay militantes entre ellos muchos de los llamados piqueteros, que no cobran por defender sus derechos.