estudiantes-2El primer efecto de la violencia en el fútbol fue el paulatino alejamiento de las familias y de todos aquellos que simplemente aspiraban a pasar una tarde divertida. Gente común que al salir del estadio no quiere ir a la comisaría a denunciar un robo o la rotura del auto. Se aleja así la expectativa –¿hoy ingenua?– de ir a alentar al equipo de su simpatía, afecto o pasión, y disfrutar también del espectáculo de las tribunas, que no necesariamente debe estar signado por la violencia.La cercanía entre barrabravas y partidos políticos con la utilización de sus servicios en campañas electorales aporta una coraza que parece blindarlas ante la acción de la justicia, mientras libran batallas internas por el dinero de venta de entradas, estacionamientos y otros negocios.La posibilidad de seguir los partidos a través de la televisión acrecienta artificialmente ese negocio y deja un espacio vacío que entonces ocupan los más violentos. Toda vez que la sociedad civil “normal” abandona los espacios públicos ese lugar tiende a ser ocupado por gente que, con distintos matices de vioestudiantes-1lencia y corrupción, luego es difícil de desplazar. ¿Acaso no ocurre lo mismo en plazas, parques y hasta calles cuando el sol se pone?
Gracias a varios amigos y a uno de mis hijos volví a seguir al club de mi primera infancia. Mayor facilidad de traslado y una buena compañía hizo que recorriera muchos kilómetros para acompañar a Estudiantes de la Plata. Tal experiencia permite ver como la presencia de mucha gente sana en los espacios públicos genera barreras contra la violencia y el delito. La primera sorpresa al concurrir al estadio fue el orden en la entrada, tanto en partidos con pocos espectadores como en la final de la Copa Libertadores. Es llamativa la ausencia de los policías con los típicos bastones largos, tan atemorizantes, o la montada, capaz de manejar a los espectadores como a ganado. El acceso, así planteado, es parte del disfrute del espectáculo.
Ya dentro del estadio, todas las butacas estaban en buenas condiciones y los baños limpios, sin ese aroma “cancha de fútbol” tan penosamente característico de los estadios más “importantes”.
En las tribunas el espectáculo fue magnífico y poco habitual: el aliento que siempre acompañó al “León”, con similar garra a la que el equipo muestra en el campo de juego, y el maravilloso marco de familias en todas las tribunas, padres, madres, hijos y abuelos con colorido propio y espontaneidad. No hay temor en la cancha, en ningún lugar de la platea o la tribuna. Era notable ver en la puerta de salida de la popular, donde conviven padres con sus hijos sobre los hombros o de la mano, grupos de amigas y abuelos con sus nietos. Hay que acostumbrarse –la primera vez no parece natural– a salir con la tranquilidad de saber que se va a encontrar el auto donde se lo dejó, en perfectas condiciones (algo que hasta perdimos incluso a la salida de la misa dominical en numerosos barrios).
También merece mención el festejo de la copa Libertadores. La primera noche movilizó a media ciudad prácticamente hasta el amanecer; al día siguiente, una interminable caravana que demoró siete horas en recorrer el camino desde Ezeiza hasta La Plata, con unos 50.000 hinchas esperando frente a la Municipalidad; y luego festejos y más festejos. Ni un solo herido, ni un detenido, sin destrozos ni asaltos, ni vidrieras rotas. Juan Sebastián Verón, hijo del jugador del histórico equipo de los ’60, declaró a la prensa que estaba contento porque el rival había mantenido la categoría de juego y que en realidad él reconocía más amigos en ese equipo que en el propio. Más allá de una broma expresada en un canto, propia del folklore futbolero, el mensaje es elocuente.
Es notable el cambio radical que la sola presencia de este tipo de representación social puede generar en términos de mejora de la seguridad en el esparcimiento. Es entonces merecido el festejo de los jugadores, luego de hacer gala de su entrega en cualquier campo de juego, y el de los simpatizantes que, al grito de “Estudian… Estudian…”, contagiaron de sana pasión a gran parte del país.

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